Entonces, una cuestión por mala que sea, cuando se institucionaliza en el hábito, se hace inamovible. Incluso las modificaciones de la letra jurídica y divina se harán prestamente, facilitando la instalación por sécula seculorum del perjurio.
Así, el pueblo ha perdido una a una cada potestad, y la tierra como bien supremo. C onfió su biopoder a un grupo de supuestos líderes, y perdió la posibilidad de contener ese bien tan preciado para cada uno: la dignidad. Ahora vemos cómo quienes gobiernan, simplemente lo hacen desde la gerencia de alguna de sus empresas.
El ministro de Energía, Jorge Bunster, ingeniero comercial y caperuso gerente de diversas empresas ligadas a las AFPs, fue también gerente durante 19 años de Copec. ¿Cómo es posible que un hombre tan comprometido pueda decidir lo mejor para el país, y no para su bolsillo, en materias energéticas?
Copec, la primera en servicio para arruinar la vida de los habitantes de Calbuco, vecinos de la Planta Pureo, que sufriera un derrame en las instalaciones por negligencias y que llenó de camiones que trasladan combustibles los caminos de la zona, es también la empresa que tiene en marcha el proyecto carbonífero de la Minera Invierno, en Isla Riesco.
La señal no es buena. Si el ministro de Energía, digamos las cosas como son, es palo blanco dentro del gobierno de Empresas Copes S.A, no nos queda más que esperar que se aprueben las 5 minas en esa isla de Magallanes, las que surtirán de carbón de la más baja calidad a lo menos a 7 termoeléctricas que trasformarán la vida de distintas localidades, contaminándolas y enfermándolas gravemente, para dotar de energía a las sucias mineras que poco y nada aportan al desarrollo del pueblo de Chile.
El conflicto de intereses es evidente y no parece preocupar al gobierno ni por decencia. La obscenidad del poder es cada vez mayor, y es así como Pablo Longueira, ministro de Economía, con desparpajo se pronuncia sobre lo mala que fue la decisión de la Corte de Apelaciones de Antofagasta al fallar en contra del proyecto termoeléctrico Castilla -con base a carbón-, que afecta en Atacama a la comunidad de Totoral, pues “atenta en contra del modelo de desarrollo de Chile”.
Obviamente en defensa de este glorioso modelo de “desarrollo” pinochetista, aparece el editorial en El Mercurio “Energía: La Tormenta Perfecta”, prediciendo maldiciones variadas y terribles, si la ciudadanía y tribunales no entienden que deben sacrificar sus vidas en pos del progreso. Que los cortes de luz están a la vuelta de la esquina, las alzas en las cuentas de luz, y por supuesto, la temida inestabilidad social.
Es así como se juega en Chile. La pugna ideológica sigue viva y sin posible solución, en un gallito donde los más débiles han sacado músculos en la misma batalla. Ante la arrogancia del modelo económico, los habitantes de esta patria rematada, han debido defenderse solos. El problema es que la correlación de fuerzas es tan desequilibrada, que muchas veces sentimos una profunda impotencia, y una vergüenza tan grande, que se confunde pena con asco.
Difícil es la salida. Difícil ante tanto estrago causado y ante tanta irracionalidad vertida y desperdigada que llena de basura todo lo bueno, por ejemplo, de Vallenar y Huasco tras la llegada de Barrick Gold, dejándonos perplejos. Perplejos como cuando oímos a estos mismos seres que comandan la debacle. El UDI Jorge Reyes, cabecilla de Pro-Vida, declaró que “si la gente hubiese conocido a Zamudio no opinaría lo mismo”, justificando el odio y la muerte.
No es raro entender entonces que toda la mierdería que cae sobre la gente sencilla es parte de la discriminación institucionalizada. Que los temporeros, las nanas, los homosexuales, el jardinero, tú, yo, y hasta el paco, son para el fregado y el planchado, y que deben estar ahí, al pie del cañón para soportar el bendito modelo de desarrollo, ese indolente y precario que para lo único que ha servido es para llenarle aún más el bolsillo a quienes son tan ricos, que poco les interesa lo que pase fuera de su triste y miserable oficina.
Crímenes de odio se justificarían en este caso, pero ya nos convencieron que debemos ser pacíficos, civilizados, que debemos esperar a la justicia, aunque esta se vea mil veces violentada, como cada uno de nosotros, en aras del supuesto e inexistente “bien común”. Es por eso ciertamente que la rabia de un sistema fracasado aflora entre nosotros, algo tan conveniente y sistémico que no es más que una, y la más triste, pieza del puzzle donde todo calza.
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