En verdad, da susto que se venga otro con más fuerza que estos pequeños temblores. Afortunadamente, hasta el minuto no ha superado en grados el del fatídico día de febrero.
Aquel terremoto y tsunami costo la vida de más de medio millar de personas desbastando a su paso pueblos y ciudades. Hasta el minuto no se sabe a ciencia cierta cuántos desaparecidos y muertos hay de aquella catástrofe natural.
Hay cosas que al parecer no se pueden evitar. Esperábamos hace años que viniera un nuevo sismo como este. Pese a ello, las autoridades no tomaron todas las medidas del caso quizás pensando que nunca más habría otro terremoto en nuestro país. Grave error.
Por eso, destrucción, muertes, desaparecidos son palabras recurrente por estos días en mi país. Por lo mismo, no puedo dejar tampoco de pensar en las víctimas del “terremoto” que dejó Pinochet en la historia reciente de Chile: más de tres mil muertos y desaparecidos.
No puedo dejar de pensar tampoco, al recordar los 30 años del asesinato de Monseñor Oscar Romero, al pueblo de El Salvador que tanto sufrió las consecuencias de un ejército despiadado que asesinaba para ganar unos cuantos millones de dólares al día y justificar una guerra que secretamente se convirtió en un negocio para algunos.
La Prevención
Cuando pienso en los terremotos y tsunami entiendo que no se pueden evitar. Lo único que podemos hacer es prepararnos para ellos. Construir adecuadas viviendas y lejos del mar, tener buenos hospitales y un sistema de emergencia que puedan dar respuesta inmediata a la urgencia.
Sin embargo, una dictadura o abusos a los derechos humanos sí los podemos prevenir.
La podemos prevenir educando en derechos humanos a las fuerzas militares y policiales para que respeten, bajo cualquier circunstancia, la soberanía del pueblo.
La podemos prevenir suspendiendo la instrucción militar en Estados Unidos, de nuestros soldados latinoamericanos, en la polémica Escuela de las Américas que hoy opera con el nombre de Instituto de Cooperación y Seguridad del Hemisferio Occidental.
Si Estados Unidos quiere cooperar con los militares de América Latina que financie cursos para que estos se eduquen en medioambiente, emergencias naturales, construcción de puentes, u otros temas que puedan ser útiles a la sociedad.
Hace pocos días atrás visite el sitio de la Escuela de las Américas y pude ver en uno de sus videos promociónales que uno de los temas que trataban era sobre terrorismo. En las imágenes aparecía paradojalmente un militar hondureño dictando la charla. También vi soldados salvadoreños y chilenos.
Creo que tenemos la obligación de exigirles a nuestros gobiernos que retiren a “nuestros soldados” de esta nefasta institución.
En abril del 2009, viajamos a Honduras para prevenir al gobierno de turno de la inconveniencia de seguir enviando militares a la Escuela de las Américas. Conversamos con la Ministra Patricia Rodas y con el mismo Manuel Zelaya. En junio nuestras sospechas se hicieron realidad: Golpe de Estado.
En mayo del mismo año, visitamos El Salvador. Algunos de mis compañeros pudieron conversar con el vicepresidente Sánchez Ceren.
Mariana Perrone recuerda: “Le comenté que sería muy irónico que alguien como él, quien vivió en carne propia las consecuencias del entrenamiento de la Escuela de las Américas, ya el FMLN en el poder, siguieran mandando soldados y policías a esa institución. Me miro de tal forma como diciendo que sí, que seria irónico y que debe ser. No nos prometió algo más que investigarlo”. Ojala que eso no haya quedado en el olvido y se tomen cartas en el asunto.
Quiero terminar esta nota, abrazando al pueblo de El Salvador, recordando un pensamiento de Romero.
“No a la tortura a nadie, en ninguna parte, bajo ningún pretexto y en nombre de nada”.
– Pablo Ruiz es periodista y miembro de la Comisión Ética Contra la Tortura y del Observatorio de la Escuela de las Américas en Chile.
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