Los economistas neoliberales, llamados también ortodoxos, afirman que el mercado es un espacio imaginario en el cual convergen compradores y vendedores que, como actúan de manera racional, harán una asignación óptima de los recursos vía la competencia. Al reducir el rol y el tamaño de Estado – como hicieron Margaret Thatcher y Ronald Reagan, o como proponen Patricia Bullrich y Javier Milei- se liberan las fuerzas creadoras de los espíritus de los capitalistas y se incrementan los recursos a su disposición, lo cual favorece el crecimiento del conjunto de la economía.

Economía del bienestar

Como el neoliberalismo ha provocado graves crisis económicas e incluso guerras los economistas heterodoxos, críticos de la teoría del libre mercado, elaboraron una teoría contrapuesta denominada economía del bienestar. La práctica muestra que el mercado  no es eficiente y que es incapaz de corregir errores de los agentes económicos especuladores que provocan, debido a sus previsiones incorrectas, crisis.

La economía del bienestar considera que las regulaciones son necesarias no solo para limitar las consecuencias de los errores provocados por los capitalistas, sino porque la descripción que hacen los economistas de la realidad económica es incorrecta. La dinámica de los mercados perfectamente competitivos no conduce a una situación favorable, sino más bien a formas de mercados concentrados en perjuicio de consumidores-trabajadores. La inflación que hoy tienen los países capitalistas centrales y Argentina, es una inflación de vendedores producto de una ausencia de regulación, como lo han admitido organismos multilaterales insospechables como el Banco Mundial, la OCDE, el FMI o el Banco Central Europeo.

La economía del bienestar es la forma de organización económica que prevalece en la mayor parte de lo países del centro capitalista, en los cuales coexiste una fuerte intervención y regulación del Estado con una acción significativa pero regulada del sector privado. Argentina es uno de los pocos países “emergentes” en el que existe la economía del bienestar, o un esbozo de esta, gracias a la herencia de Juan Domingo Perón al frente de la Secretaria de Trabajo y Previsión en noviembre de 1943, aunque su desarrollo haya sido trabado por los gobiernos dictatoriales o neoliberales.

En los países “desarrollados” la economía del bienestar es la norma. La historia reciente muestra que es la única opción organizativa viable. El neoliberalismo, a partir de la crisis financiera del 2008, incentivó el desarrollo de nuevas estrategias proteccionistas y de reindustrialización que contradicen las afirmaciones de economistas partidarios de la teoría del libre mercado. Mientras tanto, los sectores de la derecha nostálgica de los 90 utilizan los recursos represivos del Estado y buscan, como en Francia, reducir la jubilaciones e impedir que se materialicen nuevos avances sociales.

Mientras las políticas económicas neoliberales provocan una ralentización del crecimiento económico, las de la economía del bienestar facilitan el crecimiento. No solo producen una mejora de los indicadores sociales en materia de salud, educación y vivienda; sino que aumentan las ganancias de los capitalistas al incentivar la demanda.

Un sistema que no funciona

La economía de bienestar comenzó a gestarse con la creación del primer sindicato en 1824 en Gran Bretaña, y se desarrolló en las jornadas de julio de 1848 en París cuando  las barricadas de trabajadores lograron la primera disminución de la jornada de trabajo y el derecho de huelga, además de otras conquistas democráticas. Siguió con Bismarck que, para pacificar su frente interno de luchas sociales, instauró en Alemania el primer seguro de salud en 1883, la primera cobertura de los accidentes del trabajo en 1884 y la jubilación restringida en 1889.

Luego la Gran Depresión de los años 30 mostró el fracaso del capitalismo de la Belle Epoque y permitió la confluencia de tres componentes que terminaron de instalar el modelo de economía de bienestar.

Fue gracias al pragmatismo de Franklin D. Roosevelt y su equipo que, a partir de 1933, consideraron que los responsables de la crisis eran quienes tomaban las verdaderas decisiones en la economía, ya que las acciones de los trabajadores no afectan la evolución económica. Esta delimitación de responsabilidades fue plasmado en las “tres erre” que incluyó el New Deal: Relief, Recovery and Reform, es decir ayudas sociales, reactivación económica y reformas institucionales. Roosevelt estableció cambios para controlar a los especuladores: prohibió la tenencia de oro a los particulares, activó la ley antitrust y estableció la ley Glass-Steagall Act que impedía que los bancos utilizaran los depósitos de los pequeños ahorristas para especular en el mercado financiero. Además, estableció un incremento de los impuestos a los ricos, promovió la creación de sindicatos, estableció el salario mínimo federal y el sistema jubilatorio por reparto.

El segundo componente fueron los partidos socialdemócratas que llegaron al poder en distintas partes del mundo. En los países escandinavos, en Francia con el Front Populaire y más tarde, hacia 1943, las disposiciones sociales del Consejo Nacional de la Resistencia a la ocupación alemana y en Gran Bretaña el gobierno Attlee. Las nacionalizaciones de los ferrocarriles, de la electricidad, del gas, de la industria de armamentos, de los bancos centrales, la regulación de la economía y las conquistas sociales, el seguro de desempleo, las vacaciones pagas, el sistema de salud integrado, la jubilaciones, la disminución del la jornada laboral, la mensualización del pago de los trabajadores, el contrato de trabajo por tiempo indeterminado, la prohibición del trabajo a destajo, la legislación sobre el trabajo de las mujeres, el seguro de desempleo, los incrementos de salarios, la cogestión. Todos elementos que transformaron las economías. Es importante rememorarlo en las contiendas electorales porque una parte del proyecto neoliberal es aniquilar estas conquistas sociales.

El tercer componente fue la construcción de una alternativa teórica enunciada por John Keynesque destruyó dos mitos. Por un lado mostró la falsedad del “efecto de evicción” que afirmaba que el incremento de los impuestos a los ricos disminuía la demanda. La lógica es errónea, ya que el monto percibido por el Estado a través de esos impuestos es reinvertido vía gasto público, y no hay una incidencia en la demanda global. Por otro lado, explicó que las crisis son provocadas por la disminución de la demanda y a los más ricos que atesoran una parte excesiva de sus ingresos disminuyendo la demanda global. La magia keynesiana fue demostrar que, como lo estaban haciendo Roosevelt y los socialdemócratas, el aumento del gasto público tiene un efecto multiplicador que produce un incremento de la riqueza varias veces superior al gasto inicial.

Impacto en el crecimiento

El desarrollo de la economía del bienestar durante los gobiernos peronistas en Argentina, y en los países europeos de posguerra fue institucionalizada según los procesos históricos de cada país, y el Estado es el ente que la supervisa. Es por este motivo que los neoliberales quieren limitar el rol del Estado.

Las políticas neoliberales comenzaron a practicarse en Estados Unidos con Ronald Reagan (1981-1989), en Gran Bretaña con Margaret Thatcher (1979-1990) y en Alemania con Helmut Kohl (1982-1998). Comparando la tasa de crecimiento entre la década del 60 ydel 80, se observa que Alemania cayó de 4,3 a 2,3 por ciento promedio anual, en Gran Bretaña de 3,4 al 2,3 por ciento y Estados Unidos del 4,3 al 3,1 por ciento.

La caída de la tasa de crecimiento, la ralentización del progreso técnico y la persistencia de desocupados son la consecuencia del cambio de las políticas fiscales que se tradujeron en un impacto negativo en la distribución del ingreso favorable. Esto empobreció al conjunto de la población y se concretó en un estancamiento global.

Este estancamiento global provocó una pérdida de influencia de los países del centro capitalista y cambió, con la emergencia de China, los equilibrios estratégicos en el mundo. En Argentina las evoluciones son aun más impresionantes. Entre 1946 y 1975, la tasa de crecimiento anual acumulativo del PIB fue del 3,9 por ciento por año, pero entre 1976 y 2003 cayó al 1,3 por ciento. Entre 2003 y 2015 la tasa de crecimiento anual fue del 3,6 por ciento, aunque fue negativa del 1 por ciento por año durante el periodo 2015-2019, para incrementarse nuevamente entre 2020 y 2022 al 4,7 por ciento a pesar de la pandemia.

La extrema derecha sostiene que el empobrecimiento de gran parte de los argentinos es el preámbulo de un rápido crecimiento a largo plazo. Esto nunca sucedió y no sucederá, ya que el perjuicio producido será solo el preludio de más empobrecimiento.

* Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de “La economía oligárquica de Macri”, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019. bruno.susani@wanadoo.fr