Por: Daniel Satur
Misael Lamas en Purmamarca el sábado 17, Ernesto Aguirre y Jorge Rodríguez en San Salvador el martes 20 y Joel Paredes en Humahuaca este sábado, encabezan la larga lista de heridos graves por las balas y los gases que el Gobierno radical con apoyo peronista decidió descargar sobre la población que salió a las calles a repudiar la antidemocrática reforma constitucional.
Puede parecer mentira, pero desde que el Gobierno de Gerardo Morales lanzó su represión permanente contra el pueblo luego de que radicales y peronistas votaran entre gallos y medianoche la antidemocrática Reforma Constitucional, no hay partes oficiales de heridos. Todo lo que se sabe es por la reconstrucción que hace la propia comunidad y sus organizaciones de derechos humanos, sociales y la izquierda.
En la madrugada de este sábado Joel Paredes, de 28 años, perdió la vista de su ojo derecho. Él era parte de la manifestación en Humahuaca en la que se exigía al Concejo Deliberante que se pronunciara en rechazo a la Reforma Constitucional. La presión popular logró que así se votara, pero inmediatamente la Policía desató una nueva represión. Era de madrugada. Hubo varios heridos y una cantidad no determinada de detenidos, aunque oficialmente la Policía dijo que no los hubo.
Joel es un músico humahuaqueño que acudió a la manifestación para acompañar con un poco de su arte. Horas después fue alcanzado por una bala de goma, disparada certeramente a su cabeza. Primero fue atenido en el hospital local y luego trasladado al Hospital Pablo Soria de San Salvador, donde lo operaron durante varias horas. Pero no pudieron salvar su ojo derecho.
Elizabeth Sandoval, su madre, relató ante periodistas lo que le contó su hijo. “La Policía empezó a reprimir cuando él y su grupo estaban tocando, empezaron a retroceder, chocándose entre ellos y ahí sintió un impacto; cuando se tocó el ojo sintió la sangre”, dijo la mujer, quien agregó que “no había ambulancias y sus compañeros lo llevaron al hospital en un remis”.
“La retina derecha quedó destruída, perdió la vista. Ahora están intentando reconstruir su ojito para que no lo pierda por completo”, manifestó la mujer con profunda conmoción. E informó que en el hospital local ella misma, en medio de la desesperación, recibió un fuerte destrato de parte de quienes trasladaron a Joel desde Humahuaca a San Salvador.
Por lo menos cuatro
Luego de la primera represión en Purmamarca del sábado 17 de junio, La Izquierda Diario demostró que la Policía había recibido directamente la orden (no escrita, claro) de disparar con munición “antitumulto” a zonas vitales del cuerpo de los manifestantes, convirtiendo a las llamadas armas “no letales” en herramientas de daño irreversible.
Producto de la embestida policial de ese sábado, en el cruce de las rutas nacionales 9 y 52, perdió la vista en su ojo derecho Misael Lamas de 17 años. Así se lo contó a Naalia Morales, convencional constituyentes el PTS en el Frente de Izquierda y corresponsal de este diario: “Estaba con mis compañeros, nos separamos y salí corriendo para la playa, ahí es donde quedé solo y donde me pegan el tiro en el ojo. Entré en estado de shock, justo me encontró un chico y me ayudó, después me socorrieron los bomberos y me subieron a una ambulancia”.
Misael vive en el barrio de la comunidad de Chalala y estudia en el Bachillerato 18 de Purmamarca. Ese sábado se acercó al piquete con sus compañeros para manifestarse pacíficamente. “Ahí empezaron a reprimir, tirar balas, piedras, a golpearnos, eso generó mucha bronca. Si Morales hubiera venido a dar la cara, todo esto no hubiera pasado”, asegura mientras empieza a acostumbrarse a ver sólo con uno de sus ojos.
Otro de los jóvenes que perdieron su vista producto de la represión es Ernesto Aguirre, uno de los manifestantes que el martes 20 coparon el centro de San Salvador para repudiar al gobernador Morales, a sus correligionarios radicales y a los constituyentes peronistas que acompañan la reforma.
Si bien la información oficial brilla por su ausencia, La Izquierda Diario pudo confirmar de fuentes del Hospital Pablo Soria que, tras estar nueve días internado y sometido a operaciones, Aguirre finalmente fue dado de alta este viernes. Pero se fue a su casa habiendo perdido uno de sus ojos y estando aún comprometido el otro.
Ese día, como0 se denunció oportunamente, otros manifestantes fueron alcanzados por balas y gases en sus cabezas. Uno de los casos más conocidos fue en ese momento el de Nelson Mamani, militante del Movimiento Argentina Rebelde, quien recibió en su cabeza el impacto de una granada de gas lacrimógeno lanzada a corta distancia por la Policía. Fue operado durante horas y siguió en observación varios días en estado reservado.
Al igual que Mamani, ese martes otro hombre quedó tendido en el asfalto sobre un charco de sangre que brotaba de su cabeza. Era Jorge Rodríguez, un trabajador del Corralón Municipal que esa mañana se sumó a la columna de gremios estatales que marcharon hacia la Legislatura. Sebastián López, secretario general del Sindicato de Empleados y Obreros Municipales (Seom) de Jujuy confirmó más tarde que Rodríguez perdió la vista de su ojo izquierdo. “Estaba muy grave, los médicos tenían que esperar a que bajara la hinchazón, le dieron antibióticos, fue intervenido pero no ha podido recuperar la vista”, manifestó el dirigente a la agencia Télam.
Las imágenes de Mamani y Rodríguez recorrieron el mundo y motivaron la reacción de organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, que directamente exhortaron a Morales a detener la represión.
Como se vio este sábado en Humahuaca, la defensa de la reforma constitucional reaccionaria es mucho más importante para la UCR y el PJ que atender los llamados de atención (siempre formales y en general ineficaces) de las instituciones que los mismos gobiernos integran.
Lógicamente, Morales está muy lejos de anunciar algún tipo de “investigación” sobre los hechos que derivaron en que, al menos, cuatro personas hayan perdido la vista por el accionar represivo que él mismo legitima. De allí que su responsabilidad política por los crímenes que ejecuta su fuerza represiva es directamente proporcional a cada nuevo herido que deja. Y la de sus cómplices políticos e institucionales también.
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