Argentina detuvo su particular expansión económica a fines de 1997, se estancó y entró en depresión a fines de 2001, cuando el gobierno del pusilánime presidente Fernando De la Rúa y su mano derecha, el ministro Domingo Cavallo, hiperendeudaron al país y luego prohibieron el uso de los depósitos, una especie de “nacionalización de hecho” de la banca.
Costó nada más ni nada menos que ocho años volver a los niveles de actividad económicos alcanzados en 1998. La recuperación se inició a fines de 2002 con el presidente Eduardo Duhalde, tras la fortísima devaluación de la moneda (de una paridad uno a uno con el dólar se pasó a una tres a uno), que abarató toda la producción nacional y encareció las importaciones. Se pasó de un déficit comercial crónico a un superávit sustancial y se aplicaron retenciones a las exportaciones agrícolas, quedándose así el Estado nacional con una parte sustancial de esta superrenta. El proceso de recuperación dio un salto cualitativo a partir de la presidencia de Néstor Kirchner, en 2003.
Desde entonces, el país ha crecido en forma ininterrumpida hasta la fecha -sólo quedarían dudas con respecto a lo acontecido en 2009- pero de ser así nos encontraríamos ante el período de expansión económica más largo de los casi 200 años de existencia como nación independiente.
Crecimiento, además, sustentado en bases más sólidas que en otros períodos comparables, ya que en estos siete últimos años se mantuvieron los superávits gemelos (comercial y fiscal) y, a partir de la asunción de Néstor Kirchner en 2003, un importante proceso de desendeudamiento.
Como contrapartida, el país incrementó en forma peligrosa la distribución de ciertos subsidios y algunos precios al consumidor se han disparado, sin que ello implique un escenario inflacionario, que el lo que pretende instalar como “sensación” el conglomerado derechista opositor.
El contexto está dado por un aumento del empleo, del empleo regularizado, de descenso de la pobreza extrema, y con una evidente mejora entre los jubilados y los menores de edad, gracias al impacto del programa gubernamental de Asignación Universal por Hijo.
No obstante, sectores como “el campo” – las patronales agrarias- , la Iglesia (está por emitir un documento donde sostiene que “la inseguridad y la pobreza son las consecuencias del modelo”), la “oposición” política y el conglomerado de medios afectados por la aún no vigente Ley de Servicios Audiovisuales (LSA) y parte de la clase media más reaccionaria define la situación económica argentina como “desastrosa” y al borde de la desintegración. Veamos algunos números:
Según cifras oficiales, la pobreza e indigencia volvieron a caer y están en el nivel más bajo desde 2003. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) informó que la indigencia (pobreza extrema) se ubica en el 3,5 por ciento y afecta a 1.400.000 argentinos, 200.000 menos que el semestre anterior. Por su parte, la pobreza afecta al 13,2 por ciento de la población, por lo cual se ubican por debajo de esa sensible línea unos 5.280.000 conciudadanos, 280.000 menos que el semestre anterior.
Según la información oficial, hubo una fuerte caída de la pobreza e indigencia entre las ciudades de menos de 500.000 habitantes, especialmente en el norte del país, por lo cual la mejoría tuvo lugar en las regiones más atrasadas.
El propio INDEC había difundido la información de que la producción industrial en febrero pasado había sido un 11,2 por ciento más alta que un año antes. No obstante, la propia Unión Industrial Argentina (UIA) difundió sus propios registros y estimó en un 15 por ciento el alza en igual período.
A su vez, la producción automotriz fue récord histórico en el primer trimestre de 2010, con una suba del 73,9 por ciento y un total de 179.726 unidades producidas, en un escenario donde las exportaciones se duplicaron.
Las exportaciones de soja y de carne se encaminan a nuevos récords históricos, y la petrolera estatal China National Oil Offshore Corporation pagó 3.100 millones de dólares por la mitad de Bridas Corporation, la principal exportadora y segunda productora de petróleo en el país. Después de un 2009 malo, la producción de maquinaria agrícola volvió a crecer a altas tasas en lo que va del año.
Todos estos indicadores no parecen sustentar esa imagen de “tierra arrasada” que el conglomerado antes citado sostiene. Y creemos que existen dos razones de peso al respecto: la lucha por la vigencia o no de la LSA y la política de desendeudamiento.
La primera causa tiene que ver con la producción de sentidos, con cómo un sector o clase convierte sus intereses sectoriales en sentido común. Sobre este tema no vamos a ahondar por superar con creces el análisis meramente económico.
En cambio, sí vamos a tratar la política de desendeudamiento. La mitad de la bibliografía económica sostiene que en nuestros países existe lo que se llama “sistema de la deuda”, por el cual las naciones de la región deben endeudarse continuamente aún en circunstancias en las cuales se torne imposible honrar los compromisos, porque el negocio financiero cierra de todas formas. Un país con alta deuda pública tiene menos márgenes de autonomía, mientras que un país con bajos niveles de deuda pública y externa puede adoptar posiciones mucho más independientes del poder financiero.
Desde la declaración del default en diciembre de 2001, la deuda pública nominada en moneda extranjera ha descendido como porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI), e incluso se ha cancelado en forma total compromisos con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ya con Kirchner en la presidencia se realizó una restructuración de esa deuda declarada en moratoria, con importantes mejoras para la Tesorería argentina. Pero el país aún no ha regularizado su situación financiera externa, ya que falta solucionar la deuda con el Club de París y con los tenedores de bonos que no aceptaron el primer canje.
Y aquí surge un nuevo foco de conflicto fronteras hacia dentro. La presidenta Cristina Fernández propuso a fines del año pasado cancelar los compromisos de 2010 con parte de las reservas monetarias atesoradas en el Banco Central de la República Argentina (BCRA). El argumento es entendible: el dinero circulante en la economía argentina está sobre respaldado por los dólares depositados en el BCRA. Es decir, hay dólares suficientes para respaldar el circulante. Esas divisas están depositadas en el exterior y pagan un interés anual de 0,5 por ciento anual. No obstante, si Argentina pide hoy un préstamo en el exterior debe pagar alrededor de un 15 por ciento anual. ¿Por qué no pagar compromisos con esos dólares sobrantes y ahorrarse esos quince puntos de intereses?
Y ahí es donde la oposición, medios e Iglesia salieron a atacar la propuesta con toda la artillería a disposición. Y la piedra basal del conflicto es la función que cumplen las reservas monetarias.
La función escrita, la que sostienen los economistas profesionales, la redactada en la propia letra de la Carta Orgánica del BCRA es respaldar la moneda nacional circulante. Pero también cumple otra función tácita, más importante aún que la citada antes: garantizar la salida de los capitales que ingresen al país. Cuando una empresa o actor del sector financiero ingresa su capital al país, lo convierte a la moneda nacional. En nuestro caso, pesos. Luego, sus ganancias deben remitirse a sus accionistas en el extranjero, y es allí donde deben volver a convertirse en dólares. Y la garantía de que esto suceda se la dan las reservas del BCRA.
Es decir, las reservas del BCRA garantizan la huida de capitales. Ni más ni menos. Por eso los sectores que sistemáticamente han fugado capitales fronteras afuera pusieron el grito en el cielo y se ponen a la política del gobierno. Su negocio histórico puede no desaparecer, pero sí enturbiarse. Y por ello no resulta entendible el por qué de tanto revuelo político porque el Ejecutivo nacional decide cancelar deuda pública. Y por sobre todo deuda que no fue generada por las últimas dos administraciones.
En estas actitudes debemos encontrar las verdaderas razones de por qué todo un arco variopinto de la sociedad argentina sostiene que la Argentina económica “es un desastre”.
*Periodista de APM
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