Por: Patricia Lizárraga
El presidente Javier Milei declaró: “Si la gente no tuviera dinero para pagar sus cuentas, estaría muriendo en las calles”
En la mañana del 20 de diciembre de 2023 –día de la primera marcha contra el gobierno de Javier Milei convocada por los movimientos sociales argentinos–, los parlantes de los trenes que conectan la región metropolitana con la ciudad de Buenos Aires amenazaron ruidosamente: “el que corte, no cobra”, quien protesta no recibe pago. La voz indicó un número de teléfono para denunciar a los dirigentes y participantes de la manifestación. Horas antes, Milei había anunciado su Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) , y la primera medida del Ministerio de Seguridad, encabezado por la ministra Patricia Bullrich, fue su “plan antipiquetes”.
El DNU no sólo previó un plan económico de empobrecimiento, entrega y expolio de los recursos naturales, sino que también dejó clara su intención de reprimir fuertemente los movimientos populares. Si esa realidad parecía un escenario distópico, la realidad de los meses siguientes superó cualquier idea de cómo sería el gobierno de Javier Milei.
La guerra contra los pobres
A poco más de cinco meses de su mandato, el nuevo presidente se ha consolidado como el principal referente de la extrema derecha en América Latina y, a pesar de los baches, sigue reafirmando un proyecto de refundación de la sociedad argentina basado en un libertarismo conservador, concentrador de ingresos y lleno con odio. Se presenta como el Mesías e, invocando fuerzas divinas, caracteriza su política macroeconómica como una tarea mesiánica de purificación.
En la práctica, Milei propuso entregar -con una enorme vocación colonial- la soberanía y los recursos del país al capital privado y derogar cualquier ley o política pública que dé cierta dignidad y derechos a los sectores populares y a las clases medias. Desde que asumió el poder, en los últimos días de 2023, la pobreza aumentó del 12% al 51%, con una devaluación del peso argentino del 118%. La inflación alcanzó el 68% en sólo tres meses.
El cinismo de la administración reside no sólo en las cifras que muestran la precariedad de la vida, sino también en el hecho de que el nuevo gobierno ataca principalmente a las poblaciones más vulnerables, yendo directamente a lo que sustenta la vida: la alimentación y la salud. Nada más asumir el cargo, Milei interrumpió los programas públicos de entrega de alimentos y suspendió la entrega de medicamentos a pacientes con cáncer que no pueden pagarlos.
Para imponer este proyecto de destrucción, el gobierno necesita desmantelar las capacidades de resistencia de la sociedad y, por ello, busca criminalizar y debilitar los movimientos populares. Con la larga historia de organización popular de Argentina, el enemigo público de este gobierno son las organizaciones que crearon cooperativas para generar trabajo, que apoyaron a más de 40.000 comedores populares en todo el país, que construyeron mejoras en los barrios, que organizaron espacios para cuidar la vida. Y el gobierno está actuando intensamente para desarmarlos.
Como parte del mismo proceso, el Ministerio de Capital Humano, que dirige Sandra Pettovello, sustituyó Potenciar Trabajo por programas de tipo asistencial -las empresas productivas que venían desarrollando las organizaciones corren el riesgo de desaparecer- y desfinanció a la Programa de urbanización de barrios populares que generó trabajo en las favelas. Estos cambios fueron acompañados de una ofensiva discursiva, que busca instalar la idea de que los movimientos son mafias, dirigidas por líderes que “ganan dinero de los pobres”.
Pero, para destruir los movimientos sociales, es necesario eliminar todas las políticas públicas populares. Esta estrategia incluye a veces mecanismos de guerra judicial: argumentos falsos en los medios, acusaciones falsas, pero ninguna investigación. Una vez que esta idea se transmite en los medios, cierran o retiran financiamiento de una política pública, con la justificación de que necesita ser “auditada”.
Este modus operandi llegó a su extremo con la instalación de la idea de que “las cocinas comunitarias no existen”. Un pretexto para matar de hambre deliberadamente al pueblo , implementando un ajuste que sólo conducirá a más pobreza, y que sólo será posible sostener destruyendo las redes comunitarias y organizaciones sociales que durante décadas sustentaron procesos territoriales de organización popular.
“Las cocinas populares no existen”, repiten, mientras se viralizan de forma obscena imágenes de almacenes gubernamentales con cinco toneladas de alimentos. Este cinismo llega al límite de dejar pudrir cinco toneladas de alimentos –comprados por la administración anterior– antes de entregárselos a quienes mueren de hambre .
Y no hace falta ir muy lejos para ver el hambre. Basta caminar por el sur de Buenos Aires, muy cerca de la Casa de Gobierno, para ver las cocinas improvisadas en las aceras, como en el barrio de Constitución, la iniciativa de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) que sirve comida para 3.500 gente . Y este es sólo uno de los miles que aún se pueden mantener.
Durante todo este tiempo, los movimientos sociales resistieron, denunciaron, realizaron campañas de solidaridad, recibieron auditorías y sistemáticamente pidieron ser atendidos por las autoridades. Presentaron formalmente denuncia penal contra la ministra Sandra Petovello por abandono de persona. Desde febrero se movilizan semanalmente, organizando jornadas para concienciar sobre el problema.
Si antes organizaban cooperativas de trabajo, construían barrios, sindicalizaban a los trabajadores de la economía popular, ahora necesitan luchar sobre todo por el pan de cada día. Hace unos días, un juez ordenó al gobierno presentar un plan para distribuir los alimentos, lo que aún no se ha producido.
Cinismo sem limites
Se pensávamos que não poderíamos esperar mais nada, depois de seu show musical no Luna Park , na véspera do Dia da Pátria, em 25 de maio, Milei declarou: “Se as pessoas não tivessem dinheiro para pagar as contas, estariam morrendo en la calle”. El periodista que lo entrevistó argumentó: “Pero no tengo dinero para pagar las cuentas”. La respuesta del presidente fue breve: “Entonces deberías estar muerto, y no lo estás”.
Quizás el gobierno no ve que la demanda de alimentos en los comedores sociales está en los mismos niveles que durante la pandemia, o que empieza a haber violencia en las colas de los comedores sociales porque no hay suficiente comida. Y sí, tal vez él no esté viendo eso. Milei nunca puso un pie en un barrio obrero y salió de Buenos Aires para visitar otra provincia del país durante más de dos horas. Y, sí, quizás realmente sea un gobierno que hace del cinismo y la farsa una política de Estado como nunca antes.
El sentimiento cotidiano hoy en la Argentina es que este experimento llega con una fuerza destructiva irreversible. Sólo la unidad popular y la fuerza de la organización comunitaria, que sin duda está en el ADN de la memoria histórica del pueblo argentino, podrán luchar contra este experimento: la revuelta en la provincia de Misiones, que dura más de tres semanas, o los miles de pan que con autogestión y solidaridad siguen alimentando al pueblo que el gobierno mata de hambre, lo están demostrando.
Patricia Lizárraga – Antropóloga Social. Trabaja en temas de Soberanía Alimentaria y Economía Popular. Coordinadora de proyectos en Fundaçao Rosa Luxemburgo – Cone Sul
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