Sin dudas en algún lugar, del país o del exterior, se está festejando el inicio del intento de desplazamiento del gobierno nacional, largamente anunciado por comunicadores y embajadas que responden a intereses que representan el proceso de concentración de las riquezas de los últimos 33 años de neoliberalismo, entre las dictaduras y los gobiernos atados a los dictados del Consenso de Washington.
Esa decisión fue tomada hace tiempo y sólo necesitaba de los elementos de decisión política permanentes en el ejercicio del poder. Esa decisión era y es avanzar en cada paso que dé el gobierno hacia la destitución por juicio político, la nueva marca registrada del “golpe blanco” de la administración estadounidense, ya probada en Honduras y en vías de ejecución en Paraguay.
Poco importa si es el BCRA, la ley de medios, el tema del fútbol por TV, la asignación universal o la re estatización de la aerolínea de bandera, todo sirve para esmerilar y deteriorar frente a la opinión pública con el poderoso instrumento de los medios de comunicación, transformando en delincuencial la imagen y los procedimientos de gobierno. Siempre está a mano la frase “atrapen al ladrón” que persigue el fin de que todas las miradas confluyan sobre el sospechoso, en este caso la demonización gubernamental, mientras las maniobras destituyentes corren en las sombras.
Sin dudas la falta de definiciones políticas de fondo, impiden una respuesta política masiva y popular. Perón cerró la etapa inglesa de la autonomía del BCRA, un estado dentro de otro estado, nacionalizando la banca y el crédito y colocando al mismo al servicio de los intereses nacionales, la producción y el empleo. Una medida así convocaría de inmediato a los indecisos y a los enredados en discusiones formales que esconden los intereses sectoriales que están llevando a una lucha fratricida a la Argentina.
Por ello, la confrontación debe ser de ideas claras y concretas, de proyectos de país, de formas de concretarlos con participación efectiva o contraposición también clara y consistente. Solamente esta clarificación de objetivos nacionales permitirá avanzar conociendo con certeza quienes están de acuerdo en uno u otro camino; quienes pueden sumar y quienes restarán; quienes ayudarán a construir y quienes destruyen, mas allá de los discursos, el centimetraje de los diarios o los minutos de apariciones en la televisión.
Para eso hacen falta definiciones por parte de quienes llevan adelante desde el Gobierno esta Política, aunque sabemos que en el poder no se hace lo que se quiere sino lo que se puede, pero es indudable que abrir las puertas, dar un debate de cara a la sociedad como se hizo con la Ley de Medios, con participación popular plena en todo el país, con movilización y definiciones técnicas en un marco político, es el único camino posible para sacar al debate de la simple pugna electoralista en el mejor de los casos y golpista siempre, que se está induciendo arteramente hoy.
Toda medida del gobierno será sospechada, mirada por el ojo de la cerradura por aquellos que solamente piensan en las candidaturas del 2011 y por quienes quieren ya el acceso a la llave constitucional del desplazamiento, para coronar al vice en sus esfuerzos de garantizar intereses “amenazados”, en algunos casos por simples competidores. No quieren nuevos jugadores en la cancha los que usufructaron el poder durante décadas llevando al pueblo argentino a sufrir vejámenes y privaciones que pretenden hacer olvidar, como si las consecuencias sociales todavía no se estuvieran pagando por toda la sociedad. No tiene el gobierno todavía claridad necesaria para evitar caer en el juego que le proponen, ni un marco estratégico definido donde apoyarse.
Sin dudas debe profundizarse el proceso de “deconstrucción” del neoliberalismo estructural para que se vislumbre el camino nacional. Deben contenerse los sectores que por exigir profundizaciones, golpean al gobierno por izquierda; los sectores del campo nacional y popular deben evitar incluirse alegremente dentro de la nueva unión democrática ; el Gobierno debe ampliar el sistema de alianzas y fortalecerse el peronismo militante recreando conducciones claras y de objetivos superiores a los electorales. Perón sufrió traiciones y deserciones, pero su amplia base de sustentación popular tenía no sólo liderazgo sino objetivos claros: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.
De esa forma se podrá superar la maniobra del desplazamiento que llevaría a la Argentina a un abismo ya conocido y padecido.
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