Y lo que natura no da, la negación no presta. Le pasa al periodismo reinante: la honestidad que no se tiene nunca encuentra las noticias honestas. ¡Qué sensación de desigualdad argumental entre la presidenta y los que aspiran a reemplazarla!. Y no digo nada de Cobos. Ya que estuvo impecable en ese papel de nadie que le sienta: de nadie en cuyo rostro se notó la búsqueda de nada para no delatar su impostura. El recurso de la presidenta de comparar la Argentina real de la virtual dejó al desnudo la realidad de la virtualidad negadora. Al país del cuento mediático en comparación con el del recuento de obras y de acciones. Es tan demoledor el efecto que causa, exhibir aquella Argentina derrumbada de esta Argentina en construcción, que para no reconocerlo hay que vendarse los ojos, taparse los oídos, apelar a la mentira o sentir nostalgia de esas Fuerzas Armadas que se auto humillaron y que recién hoy van recuperando el orgullo. O reconocerse confesándose a si mismos que no importa cuanto haga el Gobierno: a la oposición opositora oponente no le gusta porque no le gusta. Responder al discurso, antes que nada con honra, exige la honra de los críticos. O un despojamiento si ya no patriótico, al menos de entendimiento político. Y no el amasijo cualunquista. Pero apenas saltaron de sus bancas a comentar el discurso reincidieron en tratar de disminuirlo. No habló del Indec. Mirá vos. Tampoco de cómo aumenta el bife de costilla. No. Pero si habló de cosas de tamaño Estado: habló del mayor crecimiento económico en doscientos años de historia argentina. Habló de superávits inéditos. De la creación de millones de puestos de trabajo, de nuevos millones de jubilados que estaban fuera del sistema, de millones de megavatios que impidieron el apagón que se auguraba deseándolo. Habló de la disminución de la mortalidad infantil. De la dignidad de la Argentina científica. ¿Si? Pero no habló de los 2 millones de dólares que compró el marido para el hotel. Ni de la valija de Antonini. Ni de la declaración jurada. Así no vale. Cualquiera se luce hablando de que nunca como hoy hubo tanto presupuesto educativo, tanta distribución de planes para hijos y familias, tanta inserción internacional y tanta adhesión latinoamericana. Eso sí, no habló de represión: porque no hay. Ni habló de ajuste; porque al contrario, hay aumentos salariales y sostenimiento del empleo. Habló de los nietos e hijos de desaparecidos. ¿Y qué? Ya se sabe. No hay que andar enrostrándolo como si no se supiera. Bueno, algunos sufren de amnesia y de amnistía. ¡Qué discurso a capella! No traten de imaginarse a candidatos como Reutemann, Macri, Duhalde, Menem , De Narváez empeñados en emularla. Sería inútil. Únicamente si hacen mímica, y detrás de ellos ponen algún compact con la voz de Kovadloff o la de Aguinis. Acaso la única capaz de juzgarla como oradora es Elisa Carrió sino le pesaran los rosarios. O el odio. La presidenta tampoco habló de la Iglesia opositora. Una omisión atea. Si quiere ser la presidenta de todos tendría que haber citado a Duhalde cuando dijo: “Queremos un país para los que quieren a Videla y para los que no lo quieren”. Pero ella no puede con su naturaleza. Es una presidenta difícil. Pregúntenle a Magnetto. Y respecto al uso de las reservas para el Fondo del Bicentenario viendo la reacción del auditorio contra, debió pensar en lo que dijo Maradona. Pero ella no lo dijo.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 2 de Marzo de 2010 en Radio del Plata.
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Palabras oscuras que hablan por nosotros
Sismo, terremoto, mega terremoto, maremoto, tsunami. O desastre, destrucción, desconsolación y cataclismo son algunas de las palabras que tratan de definir los últimos males de la tierra ahora concentrados en Chile, ayer en Haití y casi al mismo tiempo y en grados menores en Madeira, Portugal, o en Galicia, España. O en cualquier parte. Son palabras tan pesadas como default, colapso, recesión, derrumbe, depresión o quiebra, que describen nuestros males económicos y financieros contemporáneos. Todas son palabras instaladas cada vez más en el planeta. Para resumir nuestros males sociales se usan pauperización, hambruna, xenofobia, exclusión y marginación, entre otras más negras como los condenados o los nadies. La adjetivación negativa define nuestra época. Cuando no es algo espantosamente eventual lo que la motiva, es algo que atañe a la agenda corriente. Nos acostumbramos a aniquilación, genocidio, matanza y masacre. Como a caos, escándalo, dolor, explotación, injusticia y depredación. Ya enfrentados a lo terrible reaparecen entonces la solidaridad, la fraternidad, el socorro, la tolerancia y la compasión. Pero pasada la reacción del amor a nuestros semejantes, ahí se vuelve a las andadas; como si la naturaleza de la condición humana fuera más afín al mal que al bien, y estuviera más cerca de la desgracia que de la felicidad. El dolor de Chile, tan próximo que duele aquí hasta en el corazón más descorazonado, alcanza a doler en el mundo. Como pasa siempre cuando se duda si Dios promueve estos dolores o si Dios no pudo con el Diablo, los seres humanos victimizados se revelan en heroísmos y cobardías, sacrificios y miserias, generosidad y egoísmos. Durante horas se mantuvo en vilo a la gente ante la inminente y presunta ola gigante que taparía Hawai como una tumba de agua. En todo ese tiempo, desde nuestras casas esperábamos – como espectadores de un circo esperan que el tigre no se coma, o se coma, al domador – que aconteciera la gran ola sentados cómodamente. Como no vino, tuvimos el premio consuelo de que la ansiedad de los medios fuera burlada por la naturaleza. Después nos entretuvo el saqueo de los supermercados por la gente ya desesperada, de la apropiación de recursos para la supervivencia. No sé si antes de condenarla moralmente, se nos ocurrió pensar que haríamos nosotros en esas mismas circunstancias. Ante estos avances del horror nos preguntamos cómo logra el ser humano mantener la esperanza. Si en cada despertar cotidiano sucede algo negro. O sino, se lo inventa. Si todo es polémico. Si lo que se avecina es el caos. Si porque aumenta el precio de la lechuga y el cuadril se junta más rabia que la que deberíamos juntar cuando nos inundan con canales clandestinos o vaporizan con veneno, o cuando un petimetre rentado se hace el cocorito en el asiento del Banco Central. ¡Ah!, las palabras se pronuncian sin medir las proporciones entre lo grande y lo insignificante. Si vienen últimamente tan oscuras no es solo porque los medios y los palabreros las oscurecen. También porque los receptores no las aclaramos
Carta abierta leída por Orlando Barone el 1 de Marzo de 2010 en Radio del Plata.
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Zonceras y mentiras
(Versión mejorada)
La mentira verosímil es una tendencia que se ha perfeccionado. Cada vez hay más especialistas en ese sentido. Calan en el imaginario de alguien predispuesto a ser mentido. Es un tipo de mentira que tiene un diseño verosímil. No es una mentira cualquiera y sin sentido: cuenta con aportes creativos e intelectuales. Para reconocer o descubrir a la mentira está el recurso de no desear creérsela. Ya que el acostumbramiento a las mentiras que nos gustan porque sazonan nuestros odios, acaba por hacernos inapetentes a lo cierto. Una vez acostumbrados legitimamos la costumbre. Pero desear la mentira porque creerla nos da goce, hace que uno se contagie y se vuelva un mentiroso. ¿ No es extraño que digan que este es un gobierno que no respeta a la justicia y es el que desalojó a la vieja Corte dependiente e impulsó la nueva Corte Suprema irreprochable? Sorprende que quieran enrostrarle la pobreza y la exclusión a un gobierno que fue parido en la exclusión y la miseria. Y que sus enrostradores sean los originarios responsables de la miserabilización que le atribuyen. ¿Por qué se escandalizan diciendo que controla o agrede a la libertad de prensa cuando no hay medio o periodista opositor que se prive de acosarlo, azuzarlo, acusarlo y agredirlo? ¿Por qué se instala la idea de que es un gobierno crispado y violento, si la realidad prueba lo contrario? Cualquiera lo piquetea, lo bloquea, lo tractoriza y lo huelguea. Si el Gobierno ha logrado que haya reservas récords, ¿por qué se sospecha que ahora va a robárselas? ¿Y si se roba todo , por qué hay hoy más plata en el Estado que toda la que hubo antes? Ya sé, la fabrican a escondidas. Contrataron a Gostanian para que trabaje de noche en la Casa de la Moneda. Esta sí sería una buena mentira verosímil. Se ha conseguido la más alta prosperidad rural de que haya memoria. Y los ruralistas , mientras lloran restregándose los ojos con el último y próspero balance, dicen que están arruinados. Lo extraordinario es que muchos, que lo único que plantan es un malvón en la maceta, se solidaricen con aquellos creyéndose la mentira. ¿Por qué a una oposición aglomerada con pegamento efímero se la hace lucir como si fuera un compacto perdurable? Lo inverosímil se hace creíble. Todavía los noticieros audiovisuales no se avivaron de alentar a los niños que reciben la asignación por hijo a salir con los chupetes a la calle a reclamar porque la inflación les consume el beneficio. Tampoco se avivaron de que ya mismo deberían organizar equipos rentados para instigar piquetes y proveerlos de bombos, nafta y neumáticos usados. Es una zoncera pensar que la mentira hace crecer la nariz. En algunos lo que hace crecer es el deseo de seguir siendo mentido.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 25 de Febrero en Radio del Plata.
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Perplejidades, zonceras y mentiras
¿Por qué al actual gobierno lo enfrentan a derecha e izquierda? Si nadie dice que es un gobierno de centro. ¿Entonces, de qué es? La izquierda urbana alega que es de derecha; la derecha global dice que es de izquierda. Casualidad que lo apoyen las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y lo odien los represores enjuiciados o prófugos. Casualidad que lo desprecien los economistas ortodoxos y consultores del stablishment. ¿ Desde qué lugar, desde la derecha o la izquierda se le hacen los tractorazos? Si ya sé: de los dos lados. El rechazo a las retenciones hizo coincidir los extremos opuestos. ¿ No es extraño que digan que es un gobierno que no respeta a la justicia y es el que desalojó a la vieja corte dependiente e impulsó la nueva Corte Suprema irreprochable? Es raro que haya un vicepresidente que se opone. Y más raro que él sea el probable candidato de un partido que predica la pureza de las instituciones. Sorprende que quieran enrostrarle la pobreza y la exclusión, al gobierno que fue parido en la exclusión y la miseria. Y que sus enrostradores sean los que fueron responsables de miserabilizarnos. ¿Por qué se escandalizan que controla o agrede a la libertad de prensa y no hay medio ni periodista que lo desee que se prive de acosarlo, azuzarlo, acusarlo y agredirlo? ¿Siendo tan crispado y tan violento por qué ha sido tan pacífico?
Cualquiera lo piquetea, lo bloquea, lo tractoriza y lo huelguea. Todavía los noticieros audiovisuales no se avivaron de alentar a los niños que recibieron la asignación por hijo, a salir con los chupetes a la calle a reclamar que la inflación les consume el beneficio. Si el Gobierno ha logrado que haya reservas récords, ¿por qué se sospecha que ahora va a robárselas? ¿Y si se roba todo , por qué hoy más plata que toda la que hubo antes? Ya sé la fabrican a escondidas. Contrataron a Gostanian que trabaja de noche en la casa de la Moneda. Se ha conseguido la más alta prosperidad rural de que haya memoria. Entonces ¿por qué los ruralistas , mientras lloran restregándose los ojos con soja, leche, lomo y el último y próspero balance, odian al Gobierno ? También hay gente que lo aprueba. Últimamente parecen haber sido arreados a fronteras menos amplias. Y en los Grandes Medios casi exclusivamente lucen masivos sus odiadores. Y los que mienten. La mentira verosímil es una tendencia que se ha perfeccionado. Cada vez hay más especialistas en ese sentido. Calan en el imaginario de alguien predispuesto a ser mentido. Es un tipo de mentira que tiene un diseño verosímil. Para reconocer o descubrir a la mentira está el recurso de no desear creérsela. El acostumbramiento a las mentiras que nos gustan, porque sazonan nuestros odios, acaba por hacernos inapetentes a lo cierto. Desear la mentira porque creerla nos da goce, hace que uno se contagie y se vuelva un mentiroso.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 25 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.
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