Con la Presidenta ya de regreso en Buenos Aires, la atención de la delegación oficial estaba puesta en Luiz Inácio Lula Da Silva. El mandatario brasileño debía hablar en el cierre del plenario de la cumbre. El canciller Jorge Taiana contaba con que Lula haría una fuerte reivindicación del reclamo de soberanía sobre Malvinas; también se esperaba que el líder del PT dejara en claro el apoyo incondicional de Brasil al rechazo argentino a la exploración unilateral de petróleo por parte de Gran Bretaña. Al final, el discurso del jefe de Estado brasileño superó todas las expectativas. “¿Viste lo que está diciendo Lula?”, comentó a Página/12 un estrecho colaborador del canciller, que no podía ocultar su entusiasmo. En una de las críticas más duras que recibió Londres en este foro internacional, Lula se preguntó cómo era posible que los británicos no cumplieran con resoluciones de las Naciones Unidas siendo que ellos forman parte del Consejo de Seguridad desde el fin de la Segunda Guerra. La Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe terminó con una declaración en la que los treinta y dos países participantes ratificaron los “legítimos derechos” argentinos sobre las Malvinas.
La acusación de Lula reflejó otra vez la sintonía diplomática con la que -salvo en las peliagudas cuestiones comerciales- suelen manejarse las cancillerías de Argentina y Brasil desde que las encabezan Taiana y Celso Amorim. El lunes, en la apertura del plenario de la cumbre, la propia CFK había lanzado el mismo reproche que ayer planteó Lula. La repetición no fue casualidad. Durante su discurso, el presidente brasileño también deslizó una inequívoca presión sobre el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon. “No es posible que Argentina no se adueñe de Malvinas y que, por el contrario, lo haga un país que está a 14 mil kilómetros de distancia de las islas. ¿Cuál es la razón geográfica, política y económica por la cual Inglaterra está en Malvinas? ¿Cuál es la explicación política de las Naciones Unidas para que no hayan tomado una decisión? Es necesario que empecemos a luchar para que el secretario general de las Naciones Unidas reabra ese debate con mucha fuerza”, aseguró Lula.
Cada vez más reconocido en los foros diplomáticos, haciendo valer el peso que Brasil ha ido adquiriendo -sobre todo en los últimos años- en la política mundial, el brasileño no dudó en plantear una crítica muy sensible dirigida al corazón mismo del orden internacional: la composición del Consejo de Seguridad de la ONU. Se trata del organismo con capacidad de veto que está integrado por las principales potencias militares del mundo, pero de un mundo congelado en la posguerra de 1945. “Es inexorable discutir el papel del Consejo de Seguridad. No es posible que la ONU siga con el Consejo de Seguridad representado por intereses geopolíticos de la Segunda Guerra Mundial y no tengan en cuenta los cambios que ocurrieron en el mundo. Los países del Consejo de Seguridad prefieren una ONU frágil”, denunció el jefe de Estado brasileño. Sus palabras hacen prever un retorno del debate por actualizar los organismos de multilateralidad.
La intervención de Lula fue seguida muy de cerca por la delegación argentina. Las críticas al funcionamiento de la ONU y la exhortación al coreano Ban Ki-Moon para que se involucrara con la cuestión Malvinas habían creado un marco más que favorable (¿pura casualidad?) para su siguiente compromiso diplomático: Taiana se entrevistará hoy con el mismísimo secretario general de las Naciones Unidas en la conocida sede del organismo, pleno Nueva York. Pero la satisfacción fue completa porque la Argentina además logró que los treinta y dos países que participaron de esta cumbre de América Latina y el Caribe -faltó Honduras porque el presidente mexicano Felipe Calderón no invitó a Porfirio Lobo para restarle legitimidad al golpe contra Manuel Zelaya- aprobaran dos documentos en apoyo a sus derechos de soberanía sobre las Malvinas.
Una política permanente
La declaración presidencial sobre la cuestión Malvinas fue ratificada por las 32 naciones presentes en el foro. Su aprobación pareció estar garantizada desde los primeros momentos de la cumbre, cuando el anfitrión Calderón anticipó que había consenso en firmar un reconocimiento de la soberanía argentina en Malvinas y en instar a las partes -sobre todo a Gran Bretaña- a sentarse a negociar como exigen las resoluciones de la ONU. Sin embargo, en la noche del lunes tres países del Caribe pusieron a prueba los nervios de los negociadores argentinos: se trataba de Belice, Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda. Nación limítrofe con Guatemala y Honduras, Belice -ex colonia británica- tiene un conflicto con Guatemala por la soberanía de un corredor de salida al mar Caribe. Tanto Trinidad y Tobago como Antigua y Barbuda son miembros del Commonwealth.
En un primer momento, los representantes de Belice, Trinidad y Tobago más Antigua y Barbuda intentaron que el documento que sería firmado por los presidentes no contuviera un párrafo de explícito reconocimiento de la soberanía argentina en Malvinas. “Querían bajarle el tono”, confiaron a Página/12 desde la delegación oficial. Sin embargo, la insistencia de Taiana -desde la comitiva se recordó que en su momento la Argentina había apoyado la independencia de Belice- y el apoyo clave que brindaron Brasil, México, Cuba y Venezuela, lo que fue reconocido por la delegación que acompañó a CFK, terminaron inclinando la balanza a favor de la declaración original. No hubo cambios, y todos los Estados participantes aprobaron el texto original. El documento sostiene que los Estados de América Latina y el Caribe “reafirman su respaldo a los legítimos derechos” de la Argentina en la disputa de soberanía con Gran Bretaña por las Malvinas.
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El invento de otra guerra en Malvinas
Por Martín Granovsky
El intríngulis de Malvinas tiene una trama difícil de desmontar. En 1982 la dictadura no sólo ordenó una guerra con el Reino Unido: la perdió. Además del costo en vidas, la guerra y la derrota consiguieron aplazar cualquier intención verdadera, hipotética o remota de Londres de discutir soberanía.
Por eso es sensato que la Argentina no responda con bravuconadas militares al anuncio británico de que comienzan las perforaciones para buscar petróleo al norte de las Malvinas. Primero, reavivaría el fantasma de la dictadura. Y luego, sólo les haría el juego a los halcones británicos: ellos saben, como cualquiera, que la Argentina no tiene el poder para convertir la bravata en un hecho militar. Pero usarían la amenaza como si fuera seria. De ese modo la Argentina terminaría demonizada y, como suele ocurrir, el demonio made in England luego sería importado por los conservadores made in Argentina. Una bola de nieve imparable.
Es peligroso azuzar a los halcones. Suelen alimentar a la poderosa prensa amarilla del Reino Unido, que a su vez convierte en temas de agenda pública asuntos que de otro modo quedan limitados a círculos pequeños.
El diario The Guardian editorializó contra su colega amarillo The Sun y dijo que la dureza de ambos lados, el británico y el argentino, obstruyó un proceso de cesión mutua de soberanía (pooling sovereignty en el original) “que permitiría a los isleños desarrollar relaciones normales con su vecino más cercano”. Recordó que eso mismo pudo haber pasado en 1980, cuando el subsecretario del Foreign Office, Nicholas Ridley, propuso un plan de flexibilización.
El editorial “Orgullo imperial”, que causó revuelo en Gran Bretaña, dice comprender el sentimiento de los isleños después de la guerra y también su sueño de convertirse en un Dubai con bandera inglesa. Pero sostiene que “seguirán en aislamiento artificial, sin ayuda del país más cercano para desarrollar su industria petrolera”.
Después, en una crítica a los dos gobiernos, remata: “Gran Bretaña puede mantener a los isleños en el limbo. Los políticos argentinos pueden encontrar en la cuestión de las Malvinas una distracción fácil. Es tiempo de que ambos crezcan”.
Hasta ayer, al menos, aun el ala más conservadora en Londres hacía una descripción de las cosas sin tono bélico. El artículo firmado en el diario The Times por Hannah Strange desde Caracas tenía un título neutro: “América latina respalda a la Argentina mientras Gran Bretaña comienza a explorar en las Falklands”. Strange citó a Hugo Chávez, calificado de “vociferante”, pero resaltó declaraciones vertidas en México por Marco Aurelio García, asesor internacional de Lula: “Las Malvinas deben ser reintegradas a la soberanía argentina. Al revés del pasado, hoy hay consenso latinoamericano detrás de los reclamos argentinos”.
La propia periodista analizaba así la cumbre del Grupo Río en Cancún: “Al contrario de lo que ocurrió en 1982, cuando algunas naciones latinoamericanas, sobre todo el presidente Pinochet en Chile, apoyaron el despliegue británico para repeler la invasión argentina de las islas, el continente ahora mantiene lazos fuertes entre gobiernos ideológicamente aliados y podría montar una poderosa resistencia a las operaciones británicas por el petróleo”.
John Hughes, ex embajador del Reino Unido en la Argentina, publicó una columna en The Guardian llamada “El fárrago de las Falklands”. Comienza preguntándose si podría haber un conflicto militar con la Argentina. Y se contesta: “Mi respuesta es inequívoca. No. Hay una Argentina muy diferente. Lleva 27 años de democracia y pasó la crisis económica y social de 2001 y 2002 sin siquiera pensar en una vuelta al régimen militar. Ya fue suprimida la sombra de una dictadura argentina”.
Práctico, además de citar la historia Hughes recurre al análisis de poder: “En los 27 años que van desde que Raúl Alfonsín fue electo presidente, todos los gobiernos dijeron que las Falklands -o las Malvinas- serían restituidas sólo por medios pacíficos. La prueba de eso es que en la Argentina democrática no se produjo un aumento significativo de la capacidad militar”.
Para Hughes, que la cuestión tenga ahora un perfil más alto se debe al cambio de táctica diplomática por parte de la Argentina. Dice que los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner pusieron mayor voltaje discursivo a la cuestión de las Malvinas y, para ejercer presión, “terminaron la cooperación en pesca con las Falklands y el Reino Unido” y en el 2007 “denunciaron unilateralmente un acuerdo con el Reino Unido sobre exploración petrolera en un área distinta a la que comenzará a ser perforada estos días”.
El ex embajador pronostica que, gobierne quien gobierne en el 2011, no cambiará la política de “Las islas Malvinas son argentinas”, aunque las tácticas son una cuestión abierta. También considera “una lástima” que no haya recorrido el camino de la cooperación, porque en su opinión “tanto la colaboración como la construcción de confianza mutua seguramente habrían servido a los intereses presentes en ambos lados del Atlántico Sur”, léase Argentina de un lado y Londres más isleños del otro.
“Puede haber más dificultades en la exploración petrolera, pero no una guerra”, escribe.
El diario The Independent, con firma de Rupert Cornwell, publicó ayer que no hay ninguna chance de un conflicto armado. En cuanto al escenario actual, para Cornwell la Argentina puede interrumpir parte del movimiento naval entre Tierra del Fuego y las islas, entre ellos el de los cruceros que hacen escala y convirtieron el cementerio en una atracción turística, puede formular reclamos en tribunales internacionales y puede exigir una parte del petróleo que se encuentre. Cornwell encuentra dos dificultades en esa estrategia. Una, “Gran Bretaña tiene derecho a explotar cualquier reserva de petróleo o gas en aguas territoriales de las Falklands”. Otra, la fuerte presencia de tropas británicas y navíos harían improbable una acción militar argentina.
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