Nuevas y contundentes evidencias que comprometen directamente al jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, en el escándalo de las escuchas ilegales, podrían precipitar su citación y la del ministro de Justicia y Seguridad, Guillermo Montenegro, a prestar declaración indagatoria ante el juzgado federal a cargo de Norberto Oyarbide. El espía porteño Ciro Gerardo James realizó una veintena de pinchaduras ilegales obtenidas por medio de causas fraguadas en los juzgados misioneros, pero la más embarazosa para Macri ha sido la de su cuñado, el mentalista Néstor Daniel Leonardo, casado con Sandra Macri. Sólo Mauricio -o eventualmente él y su padre-, podrían tener interés en pinchar el teléfono para fisgonear en la vida privada del sanador y parapsicólogo. El interés en Leonardo no estaba centrado en sus poderes ocultos sino en cuestiones más terrenales: en ese momento los Macri libraban una sorda batalla comercial y legal por el control de Socma, la nave insignia del grupo empresarial. Néstor Daniel Leonardo tuvo su teléfono intervenido entre el 23 de mayo y el 22 de junio de 2008. Durante ese período el espía Ciro Gerardo James retiró en catorce oportunidades las grabaciones del cuñado de Macri que nunca llegaron a los juzgados misioneros. ¿Qué hizo el espía porteño con esas escuchas? El juzgado de Oyarbide ha obtenido evidencias que le permiten sospechar que las llevó directamente a la casa de Macri en Barrio Parque y que su inmediato nombramiento en el ministerio de Educación fue una recompensa por esos servicios. La trama del espionaje al cuñado de Macri se desarrolló de la siguiente manera: James retiraba los casetes cada dos días, con excepción de la última vez, el 22 de junio, fecha en la que pasan cinco días en que no retira las grabaciones. En nueve de esas catorce veces en las que James concurre a Observaciones Judiciales a buscar los casetes, se activó la celda de su celular en la calle Ortiz de Ocampo al 3100, que es la casa de Mauricio Macri. El domingo 22 de junio James retiró las grabaciones de los cinco días previos a las 12.45. Después de eso, las antenas de telefonía celular lo toman una hora en su casa de Palermo, con lo que se sospecha que fue a escuchar las grabaciones que había obtenido. Luego se trasladó a Barrio Parque y durante dos horas y media permaneció en las celdas que corresponden con la casa del jefe de gobierno porteño. Alguien podría argumentar que James se fue a pasear al Paseo Alcorta, por ejemplo, que está en la misma celda. Pero la tarjeta de crédito del espía no registra ningún consumo allí. Además, ni en los meses previos ni en los posteriores visitó Barrio Parque, lo que refuerza la hipótesis de que James estuvo en la casa de Ortiz de Ocampo al 3100. Esta no fue la primera vez que James realizó tareas delicadas para Macri, sino que la relación del espía con el jefe de gobierno es previa, inclusive a su paso por Boca Juniors donde el ex comisario Jorge Fino Palacios se desempeñaba como Jefe de Seguridad y James como su ladero: se cree que realizó algunos trabajos sensibles para Macri vinculados con su vida personal. Aquí no terminan las inexplicables coincidencias: el 22 de junio James retiró la última escucha de Leonardo y pocos días después se produjo su nombramiento como asesor legal del ministerio de Educación, con un sueldo de seis mil pesos mensuales. En el juzgado de Oyarbide sospechan que la coincidencia temporal entre el ingreso de James a Educación y la intervención del teléfono del cuñado de Macri, no es azarosa: siete días después de activada la pinchadura, James firmó el contrato de locación de servicios del ministerio, donde jamás redactó un informe. La intervención del teléfono de Leonardo fue una especie de bautismo de fuego o la primera misión orgánica asignada a un espía que debía ser de la más íntima confianza del jefe de Gobierno. Su nombramiento fue una recompensa por los servicios prestados, que no apareció en el Boletín Oficial. Por otra parte, ni el ex ministro Mariano Narodowski ni sus subordinados supieron explicar que tareas realizaba James en Educación. Estaba contratado en el sector de auditorias, pero no realizó ninguna.
Central de Inteligencia. El caso de Néstor Daniel Leonardo revela que James cobraba por no hacer nada en Educación, porque se estaba armando una central de inteligencia que más tarde pinchó los teléfonos de Sergio Burstein, de Carlos Ávila y de otros empresarios, abogados y dirigentes sociales. Durante un año y medio, el espía con licencia para educar se embolsaba 3.500 pesos mensuales de la Policía Federal y 6.000 del ministerio de Educación a cargo del ahora renunciado Narodowski, sin realizar ninguna tarea que pueda ser confesada públicamente. El espía presentó la renuncia para asumir un cargo en la Metropolitana. Esto abre una nueva pregunta que el ministro de Justicia y Seguridad deberá responder ante Oyarbide cuando sea convocado a declarar como imputado: James no hubiera renunciado a ambos cargos para ganar menos en la Metropolitana. Esto indica que el espía iba a ocupar un cargo de jerarquía en la policía macrista porque su salario debía superar los 9.500 pesos a los que había renunciado. En la causa judicial, varios ex jefes de la Federal declararon que el espía se jactaba de su relación estrecha con el Fino Palacios y decía que le daría un cargo muy importante en la fuerza porteña. En su momento, Miradas al Sur accedió a las imágenes de las cámaras de seguridad del ministerio a cargo de Montenegro y esas imágenes no dejan dudas sobre la familiaridad y la horizontalidad con que James se movía entre los jefes de la vapuleada fuerza. Ese testimonio fílmico prueba que James no era un mero recluta sino que, desde la clandestinidad, formaba parte de la cúpula de la policía soñada por Macri y Montenegro. No quedan dudas que James era el hombre que a través de Palacios se había ganado la confianza personal de Macri al punto de convertirse en el depositario de algunos inconfesables secretos del clan familiar. Su silencio estaría garantizado definitivamente con un cargo de alto rango en el aparato clandestino de una estructura regada de especialistas en tareas de espionaje: pinchar teléfonos, tomar fotos, cruzar datos y realizar informes de inteligencia. En ese sentido, James no fue una excepción sino la regla. Otro dato que el ex juez y actual ministro Montenegro deberá explicar cuando sea indagado en el juzgado que alguna vez estuvo a su cargo, es que las antenas de telefonía celular muestran que James concurría al ministerio de Justicia y Seguridad antes de que la Metropolitana estuviera formada y antes que se oficializara la presencia del Fino Palacios en esas dependencias del barrio de Barracas: al único que puede haber visitado tan asiduamente en 2008 es al propio ministro Montenegro.
Policías y rufianes, burdeles y hoteles
No se puede ser portero de un burdel y al mismo tiempo proclamarse virgen. Esto es lo que pretende hacer la dupla Macri-Montenegro ante el escándalo que culminó con el apartamiento esta semana de Miguel Ángel Fausto Colombo de la jefatura de inteligencia de la Metropolitana, al comprobarse que irá a juicio oral por haber brindado protección a burdeles y proxenetas del barrio de Recoleta. Fue cuando se desempeñaba como subjefe de la lucrativa y cotizada comisaría 15, famosa por albergar en su zona prostíbulos VIP. Aunque Colombo fue contratado por la Metropolitana cuando ya estaba procesado y se presentó varias veces en el juzgado a cargo de Jorge Baños presentando sus credenciales de la Metropolitana, Mauricio Macri, Guillermo Montenegro y el jefe policial Eugenio Burzaco argumentaron con tono de castidad recién perdida que resulta muy difícil controlar los antecedentes de los policías que contratan. Lo cual es falso, porque la red de protección a prostíbulos que el rufián Colombo integraba junto a una decena de uniformados fue desmontada en su momento por Asuntos Internos de la Federal y el caso fue profusamente cubierto por los medios. En lugar de darse el trabajo de generar una institución nueva, Macri trasladó al gobierno porteño la estructura que tenía armada en Boca, donde Montenegro integraba el Comité de Seguridad, Palacios era jefe de Seguridad, Ciro James era su ladero y Andrés Ibarra, el gerente del club xeneize, permanece como segundo del ministerio de Educación, después de la eyección de Mariano Narodowski y Abel Posse. Reciclar a los hombres más cuestionados de la Federal y de la Side en la ciudad de Buenos Aires fue un enorme error que los porteños van a pagar caro. Porque hasta que no se termine de esclarecer el escándalo James, la policía macrista no va a poder funcionar, porque antes de haber prevenido un sólo delito la Metropolitana, ya ha cometido varios. Además de su pasado rufianesco, Colombo fue señalado por Miradas al Sur en octubre de 2009 como uno de los nexos del gobierno porteño con el aparato de inteligencia montado en el Hotel Savoy -propiedad del gastronómico Luis Barrionuevo-, por el peronismo disidente y por el Grupo Clarín para impedir la sanción de la Ley de Medios Audiovisuales. En aquella denuncia periodística -que nunca fue debidamente investigada por la Justicia- se revelaba que el ex comisario Carlos Sablich, sus dos hombres de confianza, los comisarios Juan José Schettino -salpicado por su vinculación confesa con el reducidor de autos Jorge Sagorsky- y Colombo operaban esa central de espías ubicada a metros del Congreso. Allí alternaban directivos del Grupo Clarín, Jorge Rendo y Pablo Casey, con el ex titular de la Side duhaldista, Miguel Ángel Toma, y el senador de la UCR por Mendoza, Ernesto Sanz, entre otros. Colombo, no fue un caso aislado: Macri y Montenegro tienen otros funcionarios con causas pendientes con la Justicia. El comisario Carlos Arturo Kevorkian es otro de los sumariados por la Federal y reciclado como superintendente de la Metropolitana, a pesar de que está imputado en la muerte de un hincha durante un operativo policial que él encabezó el 25 de junio de 2005 en la cancha de Huracán.
Comentario