Por: Pedro Pierre
Desde la independencia de España hace más de 100 años, la mayoría de los gobiernos del Ecuador estuvieron en manos de los ricos conservadores de Quito y liberales de Guayaquil. En el año 2007 cuando ganó las elecciones el presidente Rafael Correa, fue la gran ruptura política: los ricos del Ecuador dejaron de tener el control político del país y el gobierno de Estados Unidos también. Con Rafael Correa estos ricos tuvieron que pagar impuestos como manda la ley; también se controló el movimiento internacional de dinero. Se dio una mejor repartición de la riqueza nacional; por esta razón, en 10 años, 20% de ecuatorianos salieron de la pobreza. Se redactó una nueva Constitución basada en los Derechos Humanos, con la participación de muchas organizaciones sociales. Los servicios públicos, como la salud y la educación, pasaron a ser de calidad y gratuitos. Se duplicó el salario básico y fue obligatoria la inscripción de las y los trabajadores en el Seguro Social. Se multiplicaron las ayudas financieras para las personas discapacitadas, las madres abandonadas, las personas de la 3ª edad, los que no tenían casa propia… Se crearon medios de comunicación públicos para una información más veraz, que hasta la fecha era manipulada por los grandes medios tradicionales en manos de los ricos. Se renovaron las carreteras de todo el país; se construyeron grandes represas para la producción eléctrica; se desarrolló el turismo; se protegió la naturaleza con derechos incluidos en la Constitución. Se controló también la inversión extranjera para que no se saquee las riquezas del país. Se fortaleció la integración latinoamericana. Etc.
El gobierno de Rafael Correa no fue socialista aunque hablaba del ‘Socialismo del Bien Vivir’, sino de un capitalismo social. A lo largo de 10 años se demostró que se podía orientar el capitalismo hacia beneficios sociales, controlar y repartir la riqueza nacional, combatir la pobreza y fomentar una cultura política que incluya a la población en las orientaciones y las decisiones nacionales. Ecuador pasó a ser un país reconocido internacionalmente y alabado por los cambios que estaba logrando como nunca antes a lo largo de sus 100 años de vida republicana. Es este proyecto de país que no gustaba a la clase rica del Ecuador ni al gobierno de Estados Unidos que no podía comprar los productos y las materias primas al precio que le convenía.
Los ricos del país y el gobierno norteamericanos nunca aceptaron ser desplazados del control político nacional e hicieron lo imposible para impedir que este modelo de gobierno continuara. El meollo de la disputa no es la persona de Rafael Correa ni los integrantes de la Revolución Ciudadana, sino el modelo de gobierno participativo y repartidor de bienestar que logró ponerse en marcha exitosamente. La lucha política en Ecuador es por la continuidad sin control del modelo neoliberal, es decir la explotación despiada de los trabajadores y de la naturaleza para el lucro continuo de la minoría rica del Ecuador y de sus mentores norteamericanos. Por eso pusieron en marcha una campaña sistemática y permanente de mentiras, de odio y de persecuciones a los representantes, miembros y simpatizantes del proyecto político de la Revolución Ciudadana. Lograron que el presidente Lenin Moreno traicionara sus ideales, sus promesas de campaña electoral, el voto mayoritario de los ecuatorianos y acaparara los bienes del partido Alianza País de Rafael Correa. Lograron también que el gobierno de Lenin Moreno nombrara personas favorables a la clase rica en los distintos poderes del Estado y que eso se aprobara en una consulta mañosa a cargo del grupo liderado por el fallecido Julio César Trujillo.
Luego esta misma clase rica ecuatoriano con el apoyo generoso del gobierno norteamericano logró la elección del banquero Guillermo Lasso que no pudo terminar su mandato por su ineptitud, su traslado de dinero a paraísos fiscales de Panamá y Estados Unidos, sus pactos con la delincuencia y el narcotráfico, su mal manejo de la economía, el descalabro del país, su desinterés por siquiera realizar el mantenimiento de las carreteras, las hidroeléctricas, los bienes públicos, su indolencia por el aumento de las enfermedades, la deserción escolar, la escasez de empleo, la migración creciente… Repitió al nivel nacional el feriado bancario que había promovida como ministro de economía en el gobierno de Jamil Mahuad a principios del siglo.
Ahora han desaparecido los partidos de izquierda, socialistas y comunistas por dejarse contaminar por el afán de dinero. No existe oposición política fuera de la Revolución Ciudadana y si la hay de vez en cuando, es para repartirse los puestos de gobierno y las migajas que se dignan regalarles los ricos en el poder. Hasta el Movimiento indígena cayó en esta trampa del ‘dinero fácil’. Después de 500 años de resistencia, adoraron ‘el becerro de oro’ que le presentó el capitalismo, comenzando por las y los dirigentes -los llamados ‘ponchos dorados’- de la CONAIE (Confederación de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador) y de Pachakutik, su ‘brazo’ político. En las elecciones del mes pasado ni lograron presentar candidatos para presidente y vicepresidente y alcanzaron la elección de sólo 4 asambleístas.
En la votación del mes pasado una mayoría de ecuatorianos permitieron la elección de Daniel Noboa, ilustro desconocido, representante de la empresa más rica del Ecuador. Menos de un 30% de los ecuatorianos (unos 5 millones) votaron por él, pero los apoyaron los que votaron nulo y blanco y los que se abstuvieron de votar. Así se estuvo confirmando la continuidad y profundización del modelo desastroso llevado adelante por Lenin Moreno y Guillermo Lasso. Comienzan a levantarse voces de súplicas y oraciones para que Daniel Noboa sea bueno, comprensivo y valiente para dar un cambio de timón y volver a dar al Ecuador la justica y la equidad que se merece. Esas son propuestas de ignorantes y faltos de dignidad, porque “no se puede pedir peras al olmo”. Después del apoyo de Lenin Moreno a los sedientes de poder, de Guillermo Lasso a los hambrientos de dinero, viene Daniel Noboa para colmar de bienes a sus amigos los grandes empresarios.
Ese es el futuro que nos espera: un despojo peor que el presente. No sabemos escuchar los consejos de la Biblia, tanto de Jesús: “¡No se puede servir a Dios y al dinero!” como del Sirácide: “¡No te hagas amigo de uno más fuerte y más rico que tú! Juntarías un cántaro de arcilla y una olla de fierro. El uno golpearía a la otra y ésta se quebraría… ¿Puede un lobo caminar con el cordero?”
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