Por: Santiago Aguilar
Tras la asunción a la presidencia de Barack Obama, EE.UU. planificó una estrategia militar en la que la guerra irregular era uno de los mecanismos nuevos de intervención. Según sus preceptos, el nuevo campo de batalla no tiene límites, las tácticas y estrategias difieren de las tradicionales.
Simultáneamente a las operaciones militares en Iraq y Afganistán, el Pentágono libró una guerra de “diplomacia pública”, más bien secreta, contra Ecuador y otros países de Suramérica como Bolivia, Paraguay, Venezuela, Colombia y Perú.
Esta guerra está organizada bajo el Mando de Operaciones Especiales (SOCOM), que llegó a tener presencia en 60 naciones al concluir la era de George W. Bush, y dispuso de unos 57.000 especialistas de las fuerzas armadas estadounidenses desplegados en 75 países ubicados en el Medio Oriente, Asia Central y África Oriental.
En correspondencia a esta guerra “diplomática”, fachadas y agencias como la Organización de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el National Endowment for Democracy y Freedom House, entre otras, fueron utilizadas para canalizar dinero a los actores que promueven la agenda de Washington, y en la penetración de la “sociedad civil” en países estratégicamente importantes para los intereses imperiales, asegura el estudio realizado por el analista cubano Leyde Rodríguez.
En medio de esta estrategia, el gobierno de Obama dictó instrucciones precisas para militarizar el espacio cibernético. Ecuador ya ha sido víctima de esta política. Como lo demostrara una investigación de la Agencia Andes, las cuentas del presidente Rafael Correa y otros funcionarios del gobierno están bajo espionaje.
El costo para el pueblo estadounidense en estas campañas armamentistas es inconmensurable. Solo en las instalación de bases militares, entre las que se incluyen las que existen en Colombia, fronterizo conEcuador, el gasto es de exactamente 250 000 millones de dólares anuales, es decir unas diez veces el presupuesto general del Estado ecuatoriano.
El gasto militar ecuatoriano en 2011, medido como coeficiente del Producto Interno Bruto (PIB), fue del 3,5%, un alto rubro a razón de la conflictividad que surge del conflicto interno colombiano. Esa cifra es menor en coeficiente al gasto militar de Estados Unidos, que en 2011 fue 4,7%. El PIB Estadounidense de ese año marcó 14,99 billones (millones de millones) de dólares y el de Ecuador 65.000 millones de dólares (0,65 billones), 30 veces menor al del país norteamericano.
Si Estados Unidos gasta 70.000 millones de dólares en sus Fuerzas Armadas en 2011; Ecuador hizo lo propio utilizando 319 millones de dólares en el mismo año, con cifras publicadas por el Banco Mundial.
El premio Nobel de la Paz 2009, Barack Obama, ha dividido las formas de guerra en conflictos de alta intensidad –del tipo guerra mundial-, media intensidad –ataques militares como los de Irak o Afganistán-, y baja intensidad o indirectas –entre las que se cuentan los golpes de Estado “blandos”, que ya han tenido resultados en la región, como en el caso de Paraguay.
La administración Obama privilegió el tipo de guerras de baja intensidad para lograr fines político-militares por vías más “inteligentes”, que van desde las campañas mediáticas de demonización, embargos y bloqueos comerciales y golpes de Estado. Lo mismo sucedió con los conflictos de baja intensidad promovidos en Centroamérica durante los años 80` del siglo pasado.
América Latina y el Caribe fueron incluidas en esta concepción de guerra de baja intensidad. El desarrollo de bases, fuerzas y medios militares norteamericanos para intervenir en cualquier punto de la región: el golpe de estado contra Venezuela en el año 2002 y luego el golpe petrolero; la sedición en Santa Cruz en Bolivia, el golpe militar en Honduras y Paraguay, el intento de golpe en Ecuador encajan perfectamente en la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos divulgada el 27 de mayo del 2010.
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