Por. David Cavalcante
El progresismo, liderado por la candidata Luisa González, desafía al gobierno del presidente de extrema derecha y megaempresario bananero Daniel Noboa.
Hoy tendrá lugar una nueva e importante contienda electoral en el país andino. Alrededor de 13,7 millones de ecuatorianos están habilitados para votar, 456.487 de ellos en el extranjero. Están en juego la Presidencia y la Vicepresidencia, los 151 escaños de la unicameral Asamblea Nacional (que estará compuesta por 15 parlamentarios nacionales, 130 parlamentarios de circunscripciones provinciales y 6 parlamentarios de circunscripciones de ultramar), así como los 5 representantes del Parlamento Andino (formado por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú).
Hay 16 candidatos a la presidencia y la vicepresidencia. Para que no haya segunda vuelta, es necesario que se emita el 50% de los votos válidos, o que el 40% de los votos vayan al candidato más votado, con una diferencia del 10% respecto al segundo candidato más votado. Hay encuestas electorales para todos los gustos para la primera vuelta, pero en promedio han indicado una polarización entre Noboa y Luisa González para una segunda vuelta.
También es importante destacar el papel de la candidatura de Leonidas Iza, Presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), candidato por el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik, principal líder del último levantamiento indígena durante el gobierno de Lasso. También hay otros candidatos de izquierda con menor puntuación en las encuestas, como Jorge Escala, presidente de la Unión Nacional de Educadores, por Unidad Popular, y Pedro Granja, abogado, por el Partido Socialista Ecuatoriano, este último con un perfil de centroizquierda. Es imprescindible y necesario unir a los candidatos de izquierda y centroizquierda en la segunda vuelta para derrotar a Noboa. Esta vez será posible lograrlo a través de reuniones comunes y debates programáticos, que tuvieron lugar antes de la inscripción de los candidatos.
Estas elecciones pueden verse como el tercer capítulo de un ciclo que se abrió con la victoria del candidato banquero, Guillermo Lasso, en 2021, quien ya había sido acusado de enriquecimiento ilícito meteórico en la época de la dolarización de la economía y vio truncado su mandato por varias crisis políticas y económicas, derivadas de un paquete neoliberal y de las revelaciones de escándalos internacionales de corrupción en paraísos fiscales con los Pandora Papers.
El poderoso movimiento indígena liderado por la CONAIE reaccionó al paquete neoliberal en 2022, encabezando un levantamiento popular y huelga general contra las medidas draconianas del gobierno, que fue fuertemente reprimido por las fuerzas armadas, con saldo de muertos, desaparecidos, detenidos arbitraria e ilegalmente, como el del entonces presidente de la CONAIE, Leonidas Iza. Además de operativos policiales y procesos judiciales abusivos contra dirigentes indígenas y el partido Revolución Ciudadana.
Lasso, que ya no contaba con mayoría parlamentaria, también sumó a sus méritos de empresario «buen gestor», la mayor crisis de seguridad pública que el país había vivido. Revelando al mundo el grave incremento de la delincuencia y la ramificación y fortalecimiento de los carteles de la droga y el crimen internacional en el país, facilitado por la dolarización de la economía.
El banquero cayó, pero arrastró al fondo de la crisis la disolución de la Asamblea Nacional para evadir el proceso de destitución y ganar seis meses más de mandato, lo que abrió una brecha que terminó perjudicando principalmente a la candidata de la oposición, Luisa González, tras el asesinato a plena luz del día, con tres disparos en la cabeza, de uno de los candidatos de derecha, un ferviente anticorreista.
Los grandes medios de comunicación corporativos no perdieron la oportunidad de asociar el asesinato con Rafael Correa, arrebatando una elección segura y cierta al candidato progresista de centroizquierda que aventajaba en todas las encuestas por unos 10 puntos.
El segundo capítulo de esta historia fue que, ante una ola de conmoción nacional y fake news, 11 días antes de la elección, un entonces desconocido candidato, Daniel Noboa, hijo del magnate bananero Álvaro Noboa, logró derrotar a Luisa con el apoyo de partidos ficticios para un período bisagra que ahora termina.
Noboa siguió y profundizó la línea política de Guillermo Lasso, añadiendo a su propaganda y discurso su referente político de gestión pública al empresario y prodictador, Nayib Bukele, Presidente de El Salvador, quien recientemente ofreció a Trump sus megaprisiones para confinar a los indocumentados expulsados de Estados Unidos.
El proyecto de la megaprisión de máxima seguridad fue presupuestado en más de 50 millones de dólares, pero aún no se ha ejecutado en su totalidad, pues fue rechazado con protestas y bloqueos por los pueblos y movimientos indígenas de la región amazónica, en la provincia de Napo.
El bananero ha hecho de la Presidencia de Ecuador su cocina particular. Invadió la Embajada de México para secuestrar al ex vicepresidente del país, Jorge Glas, que se encontraba en el edificio tramitando su solicitud de asilo, generando una grave crisis diplomática sin precedentes.
El espectáculo del tratamiento de la violencia también busca criminalizar aún más al Movimiento Revolución Ciudadana de Rafael Correa y Luisa González, con el objetivo de capitalizar la arbitrariedad en las urnas este año y asociarla al falso discurso anticorrupción y antidelincuencia.
Noboa burló la Ley Electoral y no pidió licencia del cargo para postularse. Nombró un Vicepresidente, destituyendo a su propio socio que previamente había sido elegido en su fórmula. Esta semana ordenó un impuesto del 27% a los productos procedentes de México y, en otro acto asombroso, ordenó la militarización de los puertos y el cierre de las fronteras antes de las elecciones, en una cómica imitación de su jefe del norte, dado que Ecuador sufre precisamente la emigración de sus ciudadanos.
La cortina de humo para ocultar la grave crisis que vive el país ha sido pedir más seguridad y militarización en un viejo planteamiento populista de derechas que no ha solucionado nada, pues desde 2023 han sido asesinados más de 30 líderes políticos, incluidos alcaldes. Hubo incluso una invasión armada de un programa de televisión en directo por parte de un grupo criminal.
También hay una fuerte crisis energética en el país. Los cortes de electricidad son recurrentes y sistemáticos, alcanzando hasta 14 horas diarias en algunos episodios, incluso en las mayores ciudades y centros industriales. La pobreza ha aumentado hasta el 28% de la población, es decir, más de 5,2 millones de personas (con ingresos inferiores a 91,43 dólares al mes), según el Instituto Nacional de Estadística y Censos – INEC.
El empleo informal subió al 58% de la fuerza laboral y alcanzó la tasa más alta registrada desde diciembre de 2007. En abril de 2024, Noboa aumentó el Impuesto al Valor Agregado (IVA) del 12% al 15%, incrementando el costo de vida para la mayoría de la población.
Noboa siguió el ejemplo de los gobiernos de Lenín Moreno y Guillermo Lasso. Los tres son responsables en gran medida del agravamiento de la crisis económica, social y de seguridad ciudadana, ya que emprendieron un rumbo neoliberal que debilitó al Estado ecuatoriano, sus instituciones y políticas sociales, con privatizaciones, recortes de subsidios e inversiones estatales.
Estos tres últimos gobiernos fueron los que llevaron al país al abismo y además buscaron justificar los arrebatos bonapartistas, haciendo de los decretos de Estado de Excepción una rutina en el país para tratar de amedrentar a la mayoría de la población trabajadora y a los movimientos sociales para que no reaccionen frente a las medidas neoliberales. Son los mismos que han profundizado la semicolonización de la economía, que ya no tiene autonomía monetaria desde el año 2000, con la dolarización, y depende esencialmente de las exportaciones de productos primarios (commodities) como petróleo, bananas, camarones, cacao, flores y café. Es necesario y posible cambiar este rumbo.
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