Año 1971, ciudad pequeña, frío amigable,calle de piedra, gente sencilla de trabajo, ropas austeras, diálogos prendidos en los dias y noches en la esquina, en la puerta de casa.
Más allá el mundo en constante ciclo de vida y muerte, ya se ha configurado, desde siglos, el destino manifiesto de la humanidad, de mirada enfrentada desde las cavernas a la muerte. Los cielos, sin ser el apocalípsis, ya están prendidos de fuego, la tierra germina con sangre humana.
1978, obreros sindicalizados con rostros de tarde, caminan compactos sobre las calles, sus voces son latigazos al poder, sus banderas parecen flores de coraje. Retumba entre las viejas edificaciones la consigna que en esa hora cruza la sombra creada por un sol que ilumina el grito que ha llegado hasta mi pecho infantíl. Algo ha despertado para siempre, algo ha despertado para multiplicarse en los años en jornadas sin tregua. Despertó la parte más humana del humano, el camino común de todos quienes comparten el destino de unidad, unidad para enfrentar la miseria humana creada, inventada para llenar vacíos de humanidad en otros humanos que olvidaron en el camino su parte natural.
Toda una década de lucha callejera, en las filas de la organización estudiantil, que se pueden resumir en palabras, mañanas, tardes, noches de caminar para organizar, organizar para caminar, rostros de jóvenes, nombres, sueños, pintura, paredes, banderas, piedras, fuego, madrugada clandestina, ira, coraje, prisión, foro, discursos, plenarias, muerte.
Años 80, la templanza de la calle, de la organización ha hechado raíces en la sangre, nuevas luchas, nuevos combates, cara al sol sin tregua en el campo y la ciudad, música de regalo a la vida, sin aflojar de la mano las armas disponibles.
Y ahí seguimos en todos los años de la década de los 90, cuando los indios nos mostraron como habían crecido sus banderas allá en la sierra, en el trópico, en la Amazonía. Y llegaron a Quito para dar una bobetada a la sociedad blanca-mestiza, y ahí estuvimos con Ausberto abriendo el paso a “palo limpio” a los ponchos de la esperanza. Y ahí seguimos con los “compas” dando piedra y bala a la ologarquía, bajo las rojas banderas de nuestras organizaciones. Y siempre lideramos la vanguardia en el combate para mandar a la mierda o al exilio a los oligarcas y populistas que fungiron de gobierno.
El nuevo siglo nos encontro con el rostro curtido, después de Berlín, mucho echaron paso atrás, nosotros “los tira piedras” no reculamos, discutimos y decidimos seguir el camino marcado por los pueblos. Seguimos.
Hoy ¿dónde estamos? ¿Qué somos? Quiénes somos?…somos los mismos, somo los otros, los que no creen en una revolución con la gente que en todas estas últimas décadas estaban del lado del enemigo. Ahora somos anónimos, no mediáticos, estamos, somos, aunque muchos nieguen nuestro trabajo y nuestras ideas.Estamos contra el reformismo del neopopulismo, estamos desde todos lados viviendo la esperanza.
Fuimos, somos los militantes sin ambiciones personales, quizá por eso ahora seguimos siendo igual a los obreros, que en una mañana del 78, prendieron el mejor fuego que aún no se extingue en mi.
Ecuador: Manifiesto necesario de la memoria
Por: Pablo Arciniegas Avila
Año 1971, ciudad pequeña, frío amigable,calle de piedra, gente sencilla de trabajo, ropas austeras, diálogos prendidos en los dias y noches en la esquina, en la puerta de casa…
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