Mientras avanzaba en su lectura se me aceleraba el sentimiento de vértigo que me embargaba. Al final, no sabía qué posición adoptar para reírme y disfrutar un texto que conociendo el nivel intelectual de su autor y compinches políticos, no puedo menos que calificar como una mala pieza tragicómica, porque el humor es demasiado serio para enmarcarla dentro de sus filas.
Todo parece indicar que para el dirigente zuliano del cada vez más regional partido Un Nuevo Tiempo -en términos matemáticos, primera derivada de Acción Democrática- desconoce la existencia de una ciencia que estudia el pasado de las sociedades humanas que llaman vulgarmente, la historia. Lo peor, en este caso, es que desconoce no cualquier historia, sino que es la nuestra y, más aún, que es la reciente.
Retomé mi lectura y comencé a darme cuenta que Barboza ignora, entre muchas cosas, que el capitalismo atraviesa una de las peores crisis que ha enfrentado desde su existencia, lo cual ha obligado a sus mayores impulsores a dejar de lado varios de principios y políticas para capear el temporal. Seguí cayendo en cuenta que gradualmente, el pueblo venezolano está organizándose de una forma tal que ya ha comenzado a ser receptor y administrador de poder y de recursos para ejercerlo. Igual evoqué los esfuerzos desplegados por el Gobierno Nacional para rescatar la soberanía nacional en toda su extensión que le ha permitido retomar las riendas de los sectores estratégicos de la economía nacional y revalorizar la dignidad del país para situarlo como pieza clave de la plurilateralidad que hoy despunta en el concierto internacional. Y que para completarla, en medio de la crisis, ha logrado incrementar la inversión social con resultados que hoy muestran al país con índices tales que tan solo no pueden ser apreciados por aquellos que se niegan a ser pacientes de la Misión Milagro o que esta, todavía, no les puede proporcionar remedio a la invidencia generada por la disociación psicótica.
La insólita agenda de Barboza, más bien parecida al contenido del célebre decreto de abril de 2002, es el mejor estímulo para que nuestro pueblo continúe amalgamando los vínculos con su Fuerza Armada para defender sus logros como ya se lo demostró en aquel entonces al bufonesco dictador y como se lo demostraría a cualquier dirigentico de pacotilla que osara repetir una deshistoria como las que hemos vivido a lo largo de estos últimos once años.
Mientras ese proceso se va desarrollando, seguiré pendiente de la brillante palabra del dirigente Omar Barboza para alimentar la tragicomedia cotidiana y “seguir descubriendo” cuáles serían sus intenciones de retornar al Palacio Legislativo. Ya las intuíamos, pero Barboza se llenó de valor y con su eximia pluma decidió enriquecer el debate ideológico de la política nacional proponiendo regresar a la realidad que hace rato, dejamos atrás.
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