Por: Geraldina Colotti
Imaginemos un vuelo cancelado, con destino a un país europeo, y pasajeros alojados en un hotel en Venezuela. Imaginemos un encuentro casual con una señora de rasgos caribeños que vive desde hace décadas en una ciudad europea, preocupada por no poder darle a su familia respuestas ciertas sobre la fecha de regreso. E imaginemos una conversación entre dos mujeres, la primera mostrando una foto de sus hijos, y la segunda preguntándose, como periodista, en qué bando político pertenece la señora: una venezolana de una zona rica del país, escenario de recientes disturbios post-electorales, que regresó para votar. Y la conversación resulta interesante.
Resulta que la venezolana forma parte de los “comanditos”, que actúan entre Europa y su país, y que respondió -dice- a “todo” lo que los grupos extremos de Venezuela le pedían: desde la recolección de medicinas, quitadoselas “a aquellos enfermos de cáncer que ya no lo necesitaban”, o del dinero que seguramente no se utilizó para tratamientos, sino para organizar violencias y golpes de Estado, para propaganda y quién sabe qué más.
Sólo tuvo algunas dudas cuando, en la época del policía-actor Oscar Pérez, que quiso intentar un golpe de Estado en 2018, “una persona que luego volvió a la sombra” le pidió una mayor implicación. Ahora lamenta que el “sacrificio” de Pérez no sirvió para rebelar a los militares “que en los grados inferiores -afirma- están todos con nosotros, pero no en los altos mandos, porque están con Padrino y Diosdado”.
La mujer se considera una antichavista de la primera hora. Como muchos opositores, cree que ha sido penalizada “porque Chávez expropió la tierra y las fábricas y llevó al país a la ruina”. Una creencia muy arraigada en su familia, pero con algunas excepciones en la descendencia. En las últimas elecciones europeas el voto de la señora, que tiene doble nacionalidad, fue hacia la extrema derecha. Y aquí las cosas están claras, considerando la admiración de Machado por la motosierra del sombrío Milei y por las políticas genocidas del verdugo Netanyahu.
Lo que en cambio comienza a enredarse en la cabeza y el discurso de la mujer son los hechos, los actores y las consecuencias desatadas por su equipo político tras la victoria electoral de Maduro. Frente a ella, la periodista tiene un puro producto del “trumpismo”, una mezcla de “negacionismo” y teoría de la conspiración, en la que el chavismo es la quintaesencia de todos los males, y los “comanditos” son los (angelicalizados) salvadores del bien.
¿La violencia? Desatada por Maduro, que paga a los “colectivos” para que le echen la culpa a los angelitos. ¿Las confesiones? Idéntica versión “negacionista”. ¿Los vídeos de los comanditos para poder cobrar la cantidad acordada? Colectivos de Maduro que se han vuelto en su contra. Y cuando la lógica arrincona al fanatismo, replicando, por ejemplo, que uno de los principales organizadores de la campaña de “Edmundo” también fue pirómano de los commanditos, pues, “cómo no entender el enojo de quienes se han visto robados las elecciones?”.
La señora recuerda que “con Capriles ya había pasado igual, pero luego lo compraron y no se pudo seguir adelante. Y Guaidó tenía muchos recursos pero poca experiencia”. La periodista no puede insistir más para no delatarse. De lo contrario, pondría ante las narices de la opositora mensajes de odio y amenazas difundidas en las redes sociales y fotografías de chavistas señalados como objetivos. También sucede en Europa. Pero en este punto la opositora no puede mentir. La expresión habla por ella. En apenas unos minutos, pasó del amor por sus hijos y nietos a un odio que le retuerce el rostro.
“Hemos visto la cara del fascismo”, dijo el presidente Maduro a los periodistas internacionales. Al ocultar las razones del pueblo y enfatizar las estafas de los golpistas, o dejarles el micrófono abierto, los medios de comunicación allanan el camino al fascismo, glorificando sus máscaras, para contrarrestar el socialismo, desde Venezuela hasta Europa. La opositora dice que desde Europa, donde la ultraderecha venezolana es muy agresiva y apoyada, piden cada vez que se difundan más videos en las redes sociales, y que por eso “han venido tres profesionales que ahora están en México”.
La mujer se presta a difundir algunas leyendas urbanas, como la de un súper testigo del presunto “fraude” chavista que supuestamente fue eliminado. El desarrollo de las redes sociales ha favorecido el mercado de mercenarios digitales. Actúan a cambio de una remuneración para difundir información falsa de carácter político y social a través de cuentas anónimas o medios ficticios, para manipular o influir en elecciones y opiniones.
La magnitud del juego global que se juega contra el “laboratorio” bolivariano lo indican los repetidos ataques a sitios, cuentas o plataformas informativas de la izquierda: desde “la iguana tv”, hasta “Con el Mazo dando”, el exitoso programa de Diosdado Cabello, que fue borrado de youtube tras superar los 100.000 seguidores.
Cabe recordar que, en México, la extrema derecha tiene sólidas bases de apoyo, como se vio durante las últimas elecciones presidenciales, cuando intentó influir en el voto presentando estadísticas adulteradas. Pero hay que recordar los antecedentes. Tres semanas después de la derrota de Jair Bolsonaro en las elecciones brasileñas, ganadas por Lula, el 19 de noviembre de 2022, Eduardo Bolsonaro (su hijo) viajó a Ciudad de México para participar en la primera repetición de la Conferencia de Acción Política Conservadora (Cpac), la conferencia anual de los conservadores estadounidenses que, este año, ya celebró la victoria de Trump en febrero.
Mientras se preparaba el golpe de Estado en Brasil, el diputado de extrema derecha se dedicó a consolidar alianzas con gente de su calaña en América Latina, Estados Unidos y Europa, para difundir la falsa teoría del fraude en las elecciones presidenciales brasileñas.
El esquema presentado entonces por Bolsonaro era muy similar al show de la ultraderecha venezolana. Lo heredó de Steve Bannon, estratega mediático de Trump, ideólogo de la internacional nacional-populista, que ahora cumple 4 meses de prisión por el ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021. En una videollamada, Bannon puso en duda la credibilidad del voto electrónico, implementado – dijo – para robarse las elecciones, porque “si no hay votos en papel, no hay prueba de identidad”.
Un bulo sensacionalista como todos los cuentos anticientíficos que difunde el trumpismo para construir un mundo al revés. Y, de hecho, como analizó detalladamente el presidente de la Asamblea Nacional venezolana, Jorge Rodríguez, en la página opositora, que dice ser más precisa que el conteo electrónico, existen infinitas y groseras falsificaciones, empezando por el voto de personas ya fallecidas: como ocurrió durante la Cuarta República.
En aquella convención internacional ultra-conservadora, se trataba de acreditar a un candidato de extrema derecha para las elecciones en México previstas para el año siguiente, Eduardo Verástegui, actor y antiabortista, exasesor de Trump, que sin embargo no logró recoger las firmas necesarias para lanzar su candidatura.
Como otros intentos de derrotar el “peligro rojo”, renovado por el imperialismo en el siglo XXI, la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) fue creada en 1973, pero fortalecida y relanzada por Ronald Reagan en la década de los años 1980, se extendió a “Israel”, Corea del Sur, Japón, Australia, América Latina y Europa. La figura central es Eduardo Bolsonaro, a quien Estados Unidos ha atribuido la tarea de crear vínculos entre la extrema derecha europea y latinoamericana, y de organizar sus poderosos centros de estudio y propaganda.
En 2020, Santiago Abascal, líder del partido de extrema derecha español Vox, y la fundación Disenso, crearon el Foro de Madrid, una alianza internacional “para frenar el avance del comunismo” y contrarrestar la actividad de expresidentes, partidos progresistas y movimientos sociales como el Foro de São Paulo o el Grupo de Puebla.
En 2021, el partido Vox utilizó 100.000 euros de fondos públicos del Ministerio de Cultura español para financiar un documental – “Desenmascarando el Foro de São Paulo” – contra el presidente Lula, y para acusar a la izquierda brasileña de fraude.
En febrero de 2019, un mes después de que Jair Bolsonaro asumiera la presidencia de Brasil, Steve Bannon nombró a Eduardo Bolsonaro representante sudamericano de El Movimiento, una alianza de políticos ultraconservadores creada para “apoyar el nacionalismo populista y rechazar la influencia del globalismo”.
Un mes antes, en enero de 2019, ya se había puesto en marcha en Venezuela la farsa del autoproclamado “presidente interino”, Juan Guaidó. Una estrategia utilizada, desde entonces, para desviar fondos públicos destinados al pueblo venezolano. Una rica tendencia que aún continúa es la de financiar a los “migrantes venezolanos”. Utilizando fundaciones y ONG vinculadas a la oposición, la derecha venezolana ha logrado capturar gran parte del dinero proporcionado por Estados Unidos y sus aliados europeos.
La opositora venezolana contó a la periodista cómo se estructura esta estafa en Europa, con el aporte de numerosas parroquias que engañan a los fieles con una narrativa tóxica sobre la “crisis humanitaria provocada por el dictador Maduro”. De esta manera, también ha podido alimentarse y crecer el poder mediático de las innumerables plataformas “independientes” que en realidad difunden el mismo esquema decidido por los grandes monopolios a nivel global.
La opositora, sin embargo, muestra de tener muy claro que “Edmundo padece cáncer y que la verdadera presidenta será María Corina, que tiene mucho respaldo a nivel internacional”. Confirma también lo que Machado tenía en mente desde el principio – intentar un golpe de Estado -, contando a la periodista cómo, unos días antes de la votación, en su región habían “comprado todo lo posible, también por consejo de algunos chavistas, que aparentemente trabajan para el gobierno, pero en realidad están con nosotros”.
Pintar un mundo al revés presentando reconstrucciones plausibles, pero que no son ciertas. Éste es el objetivo de los aparatos de control ideológico y sus poderosos terminales en las grandes instituciones internacionales. La composición del Parlamento Europeo (predominantemente de centroderecha y extrema derecha), combinada con la inconsistencia de los elegidos por la izquierda, más proclives a defender democracias disfrazadas que las reales (el socialismo), abren el micrófono a personajes sombríos y desacreditados, como la senadora colombiana de extrema derecha, María Fernanda Cabal (del Centro Democrático de Uribe).
Cabal, que forma parte de la nueva internacional negra animada por Bolsonaro y Milei, pidió al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, que envíe los Cascos Azules a Venezuela, “para proteger a la población civil de las atrocidades”. Es una pena que fueran las bandas de mercenarios, en la versión “comanditos”, quienes atacaron a militantes y lugares públicos.
“Ya ganamos porque la gente lo cree”, declaró María Corina Machado en vísperas de las elecciones presidenciales. La opositora venezolana cuenta a la periodista que, la víspera de las elecciones, en su región los “comanditos” se reunían con sus líderes, esperando una noticia inminente para todos: la de la fuga del “dictador” Maduro, que habría aceptado el “generoso” ofrecimiento de Machado de salvoconducto para él, su familia y su círculo político más cercano. “Lo esperábamos – dice la mujer – sólo que en el último momento Cabello logró imponerse y así organizaron el fraude”. Siempre él, el odiado Capitán Diosdado, la bestia negra de la oposición, cuyos defectos y planes desenmascara cada semana. Y por eso hay que oscurecer su programa, intentar quemar vivos a los miembros de su familia.
Basar las “encuestas” no en hechos, sino en “percepciones” es también un esquema muy difundido, teniendo en cuenta el peso que tienen las redes sociales en la construcción de la llamada opinión pública, especialmente entre los jóvenes. Eduardo Bolsonaro y su red firmaron un acuerdo de cooperación con los conservadores estadounidenses también en este sentido, para el intercambio de “conocimientos” sobre las estrategias de propaganda a adoptar.
Detrás de la extrema derecha venezolana están los mismos think tanks, los mismos actores que han denunciado fraude en Estados Unidos, Brasil, Bolivia, México o Venezuela. No es casualidad que el magnate web Elon Musk, partidario de Trump y de sus seguidores latinoamericanos, entrara al campo con todo su peso.
La mayoría de los detenidos en relación con algún delito en Venezuela, a pesar de formar parte de los “comanditos”, declararon que no habían votado. Una tendencia muy extendida entre los jóvenes de clase media, como aquellos con los que la periodista tuvo la oportunidad de hablar mientras “aparcaba” en un hotel de primera categoría, esperando para salir hacia Europa. Todos, sin embargo, firmemente convencidos del fraude chavista contra “Edmundo y Maricori”.
Está el joven de veintitrés años que habla en voz alta por su móvil, gesticula y pide compartir la charla con su interlocutor. Dice que está estudiando (gracias a la escuela pública) como experto en redes sociales. La suya es una familia de periodistas, que creció en la escuela de RCTV, la emisora activa en el golpe de Estado contra Chávez en 2002, y cree que con la llegada de Chávez “el país se ha derrumbado”.
No votó, pero está convencido de que “en el chavismo todo se puede comprar” y que, para tener derecho, hay que pagar. “La mayoría de los detenidos – afirma – ya han sido puestos en libertad previo pago a un juez o a un militar con buenos contactos. En Venezuela –dice- incluso para evitar una multa en la calle hay que pagar”. ¿Le pasó esto a él? No, pero se lo dijeron.
La propaganda imperialista, sin embargo, también ha logrado avances entre los sectores populares. Los votos obtenidos por la extrema derecha así lo indican. La sonrisa del camarero contratado, un veinteañero que vive en un sector popular, se ensancha al ver a una europea al que atender: “Ya verás – dice – cuando vuelva la próxima vez, las cosas estarán bien mejor”. ¿Y por qué? “Porque con la victoria de Maria Corina pronto los americanos llegarán aquí”.
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