Un hecho constatable es que los espacios de poder de la oligarquía y las transnacionales se han ido reduciendo paulatinamente en Venezuela desde la llegada a la Presidencia de Hugo Chávez hace doce años. El número de empresas privadas recuperadas para el Estado cada vez es mayor y, en muchos casos, son los propios trabajadores quienes las gestionan y dirigen.
Las empresas clave de la economía están en manos del Estado: Petróleos de Venezuela (PDVSA), la principal empresa de comunicaciones (CANTV), la mayor parte de los bancos… Entre ellas cabe destacar la importancia estratégica de las agropecuarias y de procesado de alimentos que, junto con la recuperación de tierras improductivas o apropiadas por hacendados ilegítimamente, permite avanzar hacia la soberanía alimentara, reduciendo la histórica dependencia de las importaciones y desbaratando la posibilidad de un nuevo ataque de la oligarquía mediante el desabastecimiento de productos de primera necesidad y el alza de precios.
El establecimiento de impuestos a las empresas y aquellos que gravan principalmente a los que más tienen han incrementado la recaudación del Estado.
Fruto de todas estas medidas y del progresivo debilitamiento de la burguesía, muchos miembros de la élite económica venezolana ha emigrado a otros lugares (EEUU, Colombia, Perú…) allanando el camino de las transformaciones en favor del pueblo.
De igual forma, aunque la mayor parte de los medios de difusión masiva siguen en manos de la oligarquía, el número y capacidad de los medios comunitarios aumenta constantemente.
De forma paralela se han destinado enormes recursos para responder a las necesidades de los más desfavorecidos, principalmente a través de las denominadas «misiones», en campos como la alfabetización, educación, salud, cedulación de indocumentados, ahorro energético… Por otro lado, la creación de los Consejos Comunales ha abierto nuevos cauces al poder popular. No deja de ser significativa la progresiva formación política del pueblo, la paulatina ideologización de un sector cada vez más amplio de la sociedad. Frente al apoliticismo generalizado de las décadas precedentes, cuando la política estaba al servicio de una minoría para hacer dinero, cualquiera que se dé una vuelta por la República Bolivariana de Venezuela puede comprobar que la discusión política está ahora a pie de calle, y que la participación y organización popular no había sido nunca tan alta. Todo ello a pesar de la inmensa labor que queda todavía por hacer para dar la vuelta al nefasto legado de décadas de mediocridad, enchufismo y corrupción.
El proceso bolivariano avanza, aunque su velocidad es aún lenta. Pero además de los intentos de la contrarrevolución por hacerlo descarrilar, existen una serie de elementos internos que constituyen un alarmante lastre para que el proceso de transformaciones cuaje. Esos elementos negativos vienen representados principalmente por lo que se ha venido a denominar derecha endógena o boliburguesía, una conjunción muy amplia instalada en diferentes puestos políticos y de gestión (incluso en el entorno más próximo del presidente) integrada por oportunistas, burócratas, socialdemócratas y políticos locuaces pero sin verdaderos principios revolucionarios. Es decir, personas que se han subido al carro del bolivarianismo no para servir al pueblo y al proceso revolucionario sino para vivir cómodos y en algunos casos aumentar su patrimonio.
Dichos sujetos continúan con las prácticas corruptas y clientelistas de la IV República, constituyendo un auténtico freno para el proceso y provocando el enfado y frustración de gran parte de la población que apoya a Chávez. Los sectores más conscientes y combativos hace tiempo que vienen exigiendo una depuración de todos estos cargos, tanto en las estructuras del Estado como en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Chávez, por su parte, también es consciente de ese peligro interno, aunque la remoción de cargos a día de hoy sería a todas luces insuficiente. La falta de control sobre todo el aparataje estatal, así como la carencia de suficientes cuadros preparados y honestos, explicarían en gran medida el que no se hayan tomado de momento medidas más drásticas. En este sentido, el excesivo liderazgo de Chávez (excesivo porque a día de hoy no se vislumbran, ni de lejos, otros dirigentes con esa referencialidad y capacidad de aglutinar al pueblo) es una debilidad en sí misma del proceso.
Partiendo de esta constatación se está formando política e ideológicamente a una nueva generación de cuadros dirigentes que vayan asumiendo en los próximos años cargos de responsabilidad en el partido y el Gobierno, instruidos en una cultura y principios verdaderamente socialistas, alejados de los vicios y prácticas deshonestas insertadas en la sociedad venezolana durante décadas. Este progresivo relevo generacional se comienza a apreciar con la designación de algunos ministros muy jóvenes.
La depuración de cargos dentro del PSUV y las discusiones sobre los ritmos a imprimir al proceso supondrán probablemente el paso de no pocos de sus miembros a la oposición, pero posibilitará un partido más efectivo, más socialista; en definitiva, un motor mejor engrasado para cumplir con su misión.
El mejor reflejo de este reclamo de cambio en las filas del PSUV lo encontramos en las pintadas callejeras que reivindican «Queremos diputados como Fabricio Ojeda», en referencia al revolucionario que, siendo diputado y al constatar que aquel entramado politiquero no tenía interés ni capacidad para solucio- nar los problemas del pueblo, renunció a su escaño con un discurso ante el Parlamento, en el que anunció su paso a la lucha armada contra el sistema, en la que encontró la muerte en 1966.
La depuración de estos obstáculos internos, la formación de cuadros revolucionarios que ocupen en un futuro próximo los cargos de dirección, la erradicación mediante el ejemplo y medidas punitivas mucho más enérgicas de las prácticas corruptas y clientelistas y el logro de una mayor concienciación, ideologización y participación del pueblo se antojan claves para afianzar el proceso hacia el socialismo en la República Bolivariana de Venezuela y, por extensión, hacia la consolidación del frente antiimperialista regional, la gran república de estados independientes que soñó Bolívar.
* Iñaki ETAIO y Amaia ARRUTI I en nombre de la Brigada de Askapena a la República Bolivariana de Venezuela 2010
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