Las alarmas comenzaron a sonar dentro del chavismo, que se enfrenta a una situación inédita en los últimos cinco años: para poder avanzar en la profundización de la revolución bolivariana deberá aprender a negociar (¿en un escenario bipartidista al mejor estilo de las democracias representativas o reclamativas?), porque no se logró la meta de las 110 curules, que aseguraba una mayoría absoluta.
La derecha avanza sobre las conquistas y condiciona la posibilidad de avanzar con leyes que profundicen las pendientes reformas del Estado, la del modelo económico y la cultural. Para Aristóbulo Istúriz, dirigente del PSUV, desde enero, los asambleístas tendrán la oportunidad de debatir “el socialismo versus el capitalismo”.
El propio presidente Hugo Chávez, ante periodistas de todo el mundo, ofreció el cuadro de situación: “obtuvimos 98 diputados de un total de 165. Es el 59, 39 % (casi 60%) y estuvimos a un diputado de una de las mayorías calificadas (la de los 3/5). El bloque contrarrevolucionario obtuvo 65 diputados, el 40% de los curules. El PPT sacó 2 diputados en Amazonas”.
Añadió que el PSUV ganó en 18 de los 24 estados del país y habló de los empates en los estados Miranda y Sucre: “De los 87 circuitos ganamos en 56 de ellos, el 64%. Ellos ganaron en 30 circuitos, es decir, el 36%, y el caso de Amazonas, 1%”.
Los opositores han dicho y repetido que ya somos la nueva mayoría, señaló el Presidente. “Si se creen mayoría, entonces convoquen a un referendo revocatorio… Háganlo… ¿Para qué esperan dos años?”, sugirió Chávez en alusión a los próximos comicios presidenciales de finales de 2012.
La realidad cotidiana determinó la conducta del ciudadano, que fue a votar o prefirió quedarse en casa, de acuerdo a la gestión administrativa de su localidad y a la convocatoria de los candidatos presentados a la lid: la abstención fue poco más de una cuarta parte del padrón del 17,5 millones de ciudadanos.
Dos preguntas saltan al observar el cuadro de situación: ¿es posible una reconciliación de clases? ¿Es posible no tener en cuenta el tablero del ajedrez global, donde las reservas petroleras y gas de Venezuela son miradas con cariño por Estados Unidos y otras potencias?
Más allá de su resultado, estos comicios cambiaron el panorama político venezolano y el país pasará a otra etapa, quizá más conflictiva, casi dividido por mitades, convertido en una de las más preciadas piezas del ajedrez estratégico global ante la apetitosa mirada de las principales potencias del mundo que se disputan sus recursos naturales.
La realidad muestra que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) cuenta con el Poder Ejecutivo, mayoría en la Asamblea Nacional, una maquinaria capaz de movilizar a millones, y unas Fuerzas Armadas que son, institucionalmente, parte del proceso. En la otra vereda, existe una montonera de partidos fragmentados, cuyo único referente es Hugo Chávez y el sueño de retomar los privilegios de clase que tuvieron durante décadas.
Las dos terceras partes del Asamblea eran necesarias “para consolidar la hegemonía y debilitar las viejas fuerzas” (Chávez dixit). De lo contrario se presagian serios y peligrosos conflictos, que pudieran generar situaciones de desestabilización política, parálisis de leyes que fortalezcan el poder popular y permitan la construcción de una economía de carácter social, contraria a las leyes del mercado. No hay que olvidar que en la AN se eligen también a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, rectores del CNE y del Poder Ciudadano (Fiscal, Contralor, Defensor del Pueblo).
“Está bien que la oposición participe en la AN, porque ese era su lugar natural. Lo que pasó es que se retiraron en 2005, unas horas antes de abrirse el proceso, para tratar de deslegitimarlo y además con la esperanza de que los marines estadounidenses les hicieran el trabajo sucio de sustituir al presidente Chávez”, dijo el embajador ante la OEA y electo diputado al Parlamento Latinoamericano, Roy Chaderton, quien recordó que la oposición logró 20 diputados menos que en 2000. “Ojalá que cese en la locura permanente en que vive y venga a participar del juego democrático”, precisó.
María Corina Machado, participante del golpe de 2002, amiga de George Bush, una de las figuras emblemáticas de la oposición y precandidata presidencial, señaló que todo “está muy claro. Venezuela le dijo no al comunismo a la cubana. Venezuela le dijo sí a un camino de construcción democrática y nosotros ahora tenemos la legitimidad de los votos de la ciudadanía; somos los representantes del pueblo”.
El director de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León, destacó que la oposición tiene una oportunidad de oro de consolidarse. “Tenía mucho tiempo sin poder presentar triunfos que oxigenen a sus seguidores, que les muestren que Chávez es derrotable. El reto ahora es pasar de la articulación electoral a la verdadera articulación política. La MUD es por ahora un grupo organizado para unos comicios, sin una propuesta común de país”, dijo.
Axel Carriles, siquiatra, uno de los conductores ideológicos de la oposición, financiado por la Nacional Endowment for Democracy, expresó que “Lo importante es haber alcanzado un espacio de poder institucional”.
Las tres erres
La bronca en los barrios es grande. También, dicen, en el Palacio de Miraflores. Hace tres años, cuando se fracasó en el referendo constitucional, se habló de las necesarias 3 R (revisión, rectificación y reimpulso) como el paso inmediato e imprescindible para continuar con los cambios revolucionarios. Pero eso no pasó de lo reclamativo.
La bronca es grande, porque esos millones de ciudadanos que pasaron de ser objeto a ser sujetos de política, ahora demandan una mayor participación, que los incluya en el diseño de los planes: la demanda hoy es de profundizar la democracia, limpiar de corrupción, ineficacia e ineficiencia la administración pública, terminar con la inseguridad y detener la inflación.
A la masa chavista no le basta con quedarse con el discurso de que es la acción de la derecha nacional y los apoyos de gobiernos y ONG extranjeros (Estados Unidos, España, Holanda, principalmente) la que impide los avances. Sin duda se ha producido un pase de factura a la ineficiencia, ineficacia y corrupción de la administración, la pérdida de calidad de vida, la falta de una cultura socialista que moldee al hombre (y la mujer) nuevos.
La realidad muestra que ese 80% de la población, que ha sido largamente beneficiada por las medidas sociales del gobierno bolivariano, no constituye un conglomerado sólido de apoyo a la Revolución Bolivariana.
Dice Martín Guedez que a la Revolución Socialista hay que garantizarla hasta colocarla a salvo de los sustos propios del juego eleccionario burgués. Marcelo Colussi señala, por su parte, que o se construye el socialismo o se continúa con un capitalismo de rostro humano, pero las dos cosas al mismo tiempo, un producto híbrido, no es posible.
Colussi plantea otra interrogante: ¿es posible construir socialismo amparándose en la figura omnipresente del presidente, o eso es un límite insalvable? La construcción del socialismo no puede ser apenas una marea roja-rojita de camisetas, llena de consignas, ni tarea de un aparato, una maquinaria partidista. El PSUV no puede ser a la vez partido y gobierno y mantener en la nebulosa la diferenciación entre Estado, gobierno y partido.
Otros se preguntan dónde está la causa de esta merma sostenida en la votación bolivariana y se responden que, sin dudas, la causa generadora de la tendencia negativa reside en la ideología pequeño burguesa que hegemoniza el proceso desde el triunfo sobre el golpe de abril, que propone una mezcla de capitalismo con socialismo, que en lo económico mantiene la fragmentación capitalista y en lo social dispersa las unidades organizativas.
Para Antonio Aponte, se deben tomar algunas medidas: preservar el liderazgo de Chávez, no desencadenar cacería de brujas porque impediría recomponer el rumbo y dejaría la deficiencia como un simple mal comportamiento personal, y realizar una rectificación profunda del rumbo, revirtiendo la tendencia de desgaste, lo que es posible ahora por el alto grado de la conexión que mantiene Chávez con el pueblo.
No serían descartables nuevos ajustes en la economía, que inevitablemente significará pérdida de calidad de vida para las mayorías, lo que sería un problema para asegurar que en las elecciones presidenciales del 2012, más allá de todo su carisma, vuelva a imponerse Hugo Chávez. Por ahora, la oposición no tiene un referente para hacerle frente al líder bolivariano.
Los resultados son parte de una tendencia que se viene sucediendo desde 2007: los ciudadanos se comportan de manera distinta cuando está en juego la figura presidencial. Cuando se trata de referendo revocatorio, elección presidencial, o la enmienda reciente que permite la reelección continua, los venezolanos han participado masivamente y la relación de la votación fue de un 6/4 a favor de la opción de Chávez, como lo fuera en la primera elección, en diciembre de 1998.
Pero cuando se trata de elecciones parlamentarias, de gobernadores, alcaldes, municipales, etc. la situación cambia y la tendencia es más dispersa. En las últimas elecciones de gobernadores (2008), en el Distrito Capital, y los estados Zulia, Miranda, Lara, Carabobo, Anzoátegui, Nueva Esparta y Táchira, donde se encuentran las ciudades con mayor población, fueron elegidas autoridades de grupos opositores.
En estas elecciones parlamentarias, el PSUV pudo recuperarse la capital, Lara y Carabobo, logrando la mayoría de los cargos en disputa. En otros casos la tendencia se ha repetido y ampliado, por ejemplo en el estado Zulia la oposición obtuvo 13 diputados de 15 posibles.
Mientras la oposición tiende a la convergencia, que se concretó en la Mesa de la Unidad Democrática como movimiento electoral, a medida que pasa el tiempo los grupos de la coalición “revolucionaria” se van dispersando.
Pareciera lógico que la oposición quiera modificar las más de 150 leyes sancionadas entre 2001 y 2006 por una asamblea monolítica, cuando reformuló la regulación del poder regional, restando presupuesto y competencias a gobernaciones y alcaldías para traspasarlo a organizaciones comunitarias.
Aunque muchos piensan que el plan A de la oposición sigue siendo la desestabilización y el golpismo, la participación electoral parte de la comprensión de que el golpe cívico-militar no está al alcance de su mano. El sueño de algunos dirigentes opositores, al alcanzar un tercio de curules en la Asamblea Nacional, es instalar desde allí una situación desestabilizadora similar a la que padeció el presidente de Honduras, Manuel Zelaya en junio 2009. Si bien ambas realidades son diferentes, el temor es que si esta situación se planteara, no tardaría en llegar, bajo cualquier excusa o sin ninguna, la visita de los marines, la invasión militar de Estados Unidos.
Sin dudas, un debilitamiento del chavismo, junto a la caída del precio del petróleo obstaculizaría los planes integracionistas a escala latinoamericana, como el Banco del Sur o los oleoductos, gasoductos y negocios bilaterales, además de la construcción del sucre como moneda única de intercambio, el apoyo a los pequeños países caribeños y centroamericanos de la Alba y a Cuba y el papel de Caracas en la construcción de la Unasur.
Lo que se juega hoy en Venezuela es la necesidad de más democracia. O sea, de una movilización y participación decisiva de las grandes mayorías, convertidas en actores sociales, pero lejos aún de una participación protagónica en los destinos del país. Ahora, el desafío es construir el socialismo desde ese abajo que se mueve: desde arriba lo único que se construye es un pozo.
* Aram Aharonian es periodista y docente uruguayo-venezolano, director de la revista Question, fundador de Telesur, director del Observatorio Latinoamericano en Comunicación y Democracia (ULAC)
Fuente: http://alainet.org/active/41193
Comentario