Fuente: Iniciativa Debate
Al menos 23 personas habían sido quemadas vivas desde el pasado mes de abril hasta el 19 de julio en actos de protestas organizadas por la oposición venezolana, según ha documentado Red58.org.
La mayoría murió o recibió graves lesiones debido a prejuicios hacia y contra la víctima por razón de su condición social o creencia política, acto tipificado por Naciones Unidas como “crimen de odio”.
“El crimen de odio es una modalidad de delito deshumanizante, porque quien lo comete considera que su víctima carece de valor humano a causa de su color, sexo, orientación sexual, género, identidad de género, origen, origen étnico, status civil, nacimiento, impedimento físico o mental, condición social, religión, edad, creencias religiosas o políticas”, según la Oficina del Asesor Especial sobre la Prevención del Genocidio, de la ONU.
Este tipo de crímenes, inéditos en la historia contemporánea de Venezuela, se ha producido en cinco regiones del país en los últimos 108 días: Región Capital (15), Lara (3), Zulia (2), Anzoátegui (1), Táchira (1) y Carabobo (1).
Cuatro de estos hechos ocurrieron cuando estallaron los explosivos en las manos de los propios manifestantes de la oposición, antes de que los lanzaran contra otros. En 19 casos, las personas agredidas eran funcionarios gubernamentales, negros, pobres o fueron señalados como chavistas por fanáticos, en acciones donde los perpetradores utilizaron cócteles molotov y morteros caseros, petardos y otras armas.
Carlos Ramírez, quemado a la salida del Metro Altamira en Caracas y uno de los pocos que ha sobrevivido para contarlo, refirió a los medios cómo fue interceptado por un grupo de hombres encapuchados:
Uno de ellos le dijo: “¡Epa, chavista!”, a lo que él respondió: “¡Yo no soy ningún chavista! Déjame pasar, que yo voy a un edificio por aquí. Me lanzó un golpe, yo le lancé otro. Cuando intenté correr, dice: ‘¡agarren al chavista!’ Allí salieron como veinte”. Recibió el impacto de una molotov. Aunque estaban presentes funcionarios de la Policía de Chacao –cuerpo autónomo del municipio del mismo nombre que encabeza el opositor Ramón Muchacho–, no intervinieron en su defensa.
La práctica de quemar personas vivas ha sido utilizada en el pasado por grupos minoritarios para desaparecer a todo el que consideran de una raza inferior. La frecuencia y la dimensión cruel y aterradora de estos actos es quizás la manifestación más decadente de los crímenes de odio, que como demuestran los antecedentes históricos y prácticas contemporáneas como las del ISIS, el genocidio en Ruanda, el paramilitarismo de Colombia o el sicariato en México, no son ni circunstanciales ni aislados.
En Estados Unidos, la Universidad Tuskegee ha registrado que 3,446 afroamericanos y 1,297 blancos fueron linchados –y la mayoría quemados vivos– entre 1882 y 1968, en casos vinculados fundamentalmente a las acciones de grupos extremistas como el KuKlux Klan.
Algunos de los más de 4000 detenidos-desaparecidos argentinos, que pasaron por la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), durante la dictadura, fueron quemados en las calderas del Casino de Oficiales de esta tenebrosa cárcel, refiere página 12.
Según ha documentado la prensa local venezolana, de los 105 muertos en Venezuela durante las protestas de calle, 29 fueron víctimas –directa o indirectamente– del accionar de los propios manifestantes. Otras 14 víctimas fallecieron durante saqueos y en un caso prominente, los asaltantes prendieron fuego a una tienda y terminaron envueltos en las llamas. Otras 14 muertes son atribuibles a las acciones de las autoridades del Estado (en casi todos estos casos los responsables se les ha procesado judicialmente) y 44 están todavía bajo investigación o en disputa.
Hasta la Embajada de los Estados Unidos en Caracas ha alertado a sus nacionales sobre el carácter violento de las manifestaciones de la oposición, y les ha sugerido no acercarse a los lugares donde son convocadas protestas o “trancazos” (cierres de calle).
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