Por Ivan Gutiérrez///
Para algunos es una ociosidad discutir sobre este asunto. Para otros es un tema resuelto, definido tras adscribirse de manera incondicional a los sistemas ideológicos vigentes.
Desde el chavismo se ha insistido en desarrollar un modelo cuyo centro es la inclusión y la solidaridad. Acompañado de otras nociones como la reafirmación de país independiente y soberano. Por supuesto, esto es una simplificación de la amplitud que contiene el pensamiento impulsado por el presidente Chávez.
Vale la pena detenerse un momento en si el gobierno bolivariano ha logrado hacer buenas sus orientaciones en lo que es su práctica gubernamental y política.
Sin duda que el Presidente Chávez en todo momento expresó de manera contundente su voluntad y compromiso con alcanzar una sociedad cada vez más igualitaria e incluyente. Al margen de cualquier crítica que se pueda hacer a la manera como fueron usados los recursos destinados al gasto social, es indudable que durante su gobierno se fue consecuente con el objetivo propuesto. No fue voluntad política lo que faltó, en todo caso, como así lo reconociera el propio presidente, hubo mucha ineficiencia.
¿Esto de la voluntad política es un dato secundario? Para nada, dependiendo de hacia dónde apunte ella, se orientara la acción de gobierno; lo que en nuestro caso no es cualquier cosa, dado el importante ingreso fiscal que obtiene el país en razón a la comercialización del petróleo.
Solo por colocar un ejemplo práctico de cuán importante resulta la direccionalidad de un gobierno desde el punto de vista de su voluntad, proponemos observar los comportamientos de los gobiernos anteriores al de Chávez en lo concerniente al gasto social. En aquellos casos, ante el menor signo de dificultades económicas, generalmente provocadas por los vaivenes de los precios petroleros, inmediatamente se asumían medidas de recortes drásticos de aquel gasto. Esto repercutía negativamente sobre los sectores menos favorecidos económica y socialmente, cuyo margen de maniobras era nulo y cualquier reducción de ingresos los dejaban sin lo indispensable para vivir; al contrario de otros sectores sociales que podían recortar en sus gastos suntuarios o limitar necesidades surgidas a partir de la elevación de su nivel de consumo, tal era el caso de viajes y otras necesidades culturales. En este caso se tenía la posibilidad de reducir la frecuencia y estadía de aquellos. En el caso de la inmensa masa de marginados cualquier reducción repercutía inmediata y directamente sobre la existencia misma.
El presidente Chávez no solo expresaba con su actitud un ideal largamente alimentado a través de un periodo de más de diez años de lucha clandestina en el seno de las FAN. Él y sus compañeros de armas, Francisco Arias Cárdenas, entre otros, impulsaron la creación de un movimiento militar inspirado en alcanzar una patria mucho más justiciera e independiente.
Pero no solo este grupo de militares perseguían aquel objetivo. Luego de la crisis del llamado sistema de armonía o de acuerdo de elites, que dominara a partir del derrocamiento de Pérez Jiménez, en diversos segmentos de la sociedad se estaba arribando a conclusiones parecidas. Desde el IESA, pasando por la UCAB, se evaluaba como profundamente negativa la alta marginalidad que había provocado el sistema. Desde diversos enfoques se buscaba dar respuesta a aquel fenómeno tremendamente negativo.
He allí donde aparecía el asunto de la voluntad política. Para muchos actores era fácil arribar al diagnóstico, donde doblaban las piernas era a la hora de tomar medidas. Era allí donde la voluntad política, como manifestación de un sistema de creencias largamente sostenido, limitaba el esfuerzo o, simplemente, todo quedaba a nivel de discurso, esgrimiendo justificaciones de carácter moral como aquello de “no dar el pez sino enseñar a pescar porque si no la gente se acostumbra a la vagancia y al mínimo esfuerzo”. O el concepto según el cual la pobreza, básicamente, estaba en la cabeza de la gente, o como solía decirse: Es que llevan el rancho en la cabeza.
Por supuesto, bajo estas creencias la acción de gobierno se limitaba, no sobrepasando la implementación de medidas remediales realizadas bajo el concepto muy cristiano de la caridad. Tal y como aun muchos empresarios observan eso que llaman la responsabilidad social.
Como se ha visto, era posible adoptar medidas más allá de lo remedial y abrir oportunidades a la gente que venía siendo ignorada. Es más, medidas que contribuyeran a sacar el rancho de la cabeza o, dicho de otra forma, que le abrieran perspectivas a la gente.
De otra óptica se insiste en privilegiar la inversión como factor de progreso. Es indudable que sin ella cualquier esfuerzo de desarrollo es imposible. Pero no se trata solo de inversión privada, también la pública es imprescindible, incluso en el área económica; o, sobretodo, en ella.
Qué una economía sea próspera en cuanto a sus variables macroeconómicas no implica que exista una sociedad que se vea reflejada en ella. Un ejemplo son Colombia, Perú y Chile con muy buenos números y una promoción de país a todo dar, sin embargo en muchos sitios del mundo hay Colonias de Colombianos que se han visto obligados a abandonar su país porque no encuentran en él los medios para subsistir. O Chile, donde los jóvenes libran una gran batalla por la gratuidad de la enseñanza ya que los altos costos de ella se ha convertido en un instrumento de segregación social.
Como podemos concluir de estos ejemplos y reflexiones, definir hacia que tipo de sociedad se quiere avanzar no es ociosidad; al contrario, es un tema vital para cualquier nación.
Bastaría con recordar una de esas frases de Yogi Berra para reforzar el argumento: Si usted no sabe para dónde va, tenga cuidado, porque puede llegar.
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