Por: Marbelys Mavárez
Hace 21 años se llevó a cabo la segunda insurrección cívico-militar: la del 27 de Noviembre de 1992. No resulta difícil recordarla. Ese día, el centro de Caracas escuchó el estruendo de los aviones que de forma inusitada, y sobre todo irreverente, sobrevolaron la ciudad.
El General Francisco Efraín Visconti Osorio, de la aviación, asumió la batuta en la organización de lo que posteriormente resultó ser la Insurgencia Cívico-Militar del 27N, cuando también comandó las operaciones rebeldes de la Fuerza Aérea Combatiente, desde la Base Aérea “El Libertador”.
La insurgencia del 27 N fue una especie de eco, de continuidad, a la rebelión que se gestó el 4 de Febrero de ese mismo año y sin duda del alzamiento del pueblo el 27 de Febrero de 1989: Son hechos que forman parte de un mismo proceso histórico. De más está decir que necesario… Los actores de esta acción cívico-militar dicen que no podía ser de otra forma, pues el país demandaba que la institución militar se alzara en contra de las condiciones de existencia que tenían los venezolanos: los índices de miseria, los niveles de exclusión, la política entreguista de los recursos energéticos a las empresas transnacionales; las puertas abiertas a los organismos financieros internacionales que “sugerían” -realmente imponían políticas para reducir la inversión social, pues bajo su óptica los seres humanos representamos un gasto-, amén de las “recomendaciones” para equilibrar los índices macroeconómicos en desmedro del país; la corrupción como hecho naturalizado, como praxis “normal” y sin duda la desmoralización de la Fuerza Armada Venezolana del momento, entre otros tantos factores, dieron lugar a un país implosionado desde todo punto de vista. Así ocurrió el quiebre…
A la memoria de Visconti Osorio viene una reflexión que no puede dejar pasar por alto. “El 4F y el 27N hicimos lo que se hizo en 1810: se aprovechó la coyuntura. La insurgencia debía venir con la insurrección popular. La realidad es lo que permitió insurgir”. A lo anterior agrega: El 27 de febrero de 1989 generó la reflexión, pues estaban echadas las bases del ideario bolivariano, el trabajo clandestino y la convicción de que el país no podía seguir con esos derroteros.
La orden de bombardear a Chávez:
¡Entendido¡ Pero no la cumplió
Luego de la insurrección Comandada por el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, el 4 de Febrero de ese año rebelde, el General Visconti relata que se le había encomendado la tarea de bombardear al “rebelde” Chávez, orden que de seguro “entendió” pero no ejecutó.
La orden había sido recibida desde el Ministerio de la Defensa de Venezuela. La misión consistía en bombardear con los medios aéreos bajo su comando las instalaciones donde se encontraban alojados los líderes de la insurgencia militar: Museo Histórico Militar en la ciudad de Caracas, donde se estaba el Teniente Coronel rebelde Hugo Chávez Frías, el cuartel José Antonio Páez, La Placera, en la ciudad de Maracay, donde se hallaba el Teniente Coronel rebelde Jesús Urdaneta Hernández y el Cuartel “Libertador” en la ciudad de Maracaibo, donde se encontraba el Teniente Coronel, también rebelde, Francisco Arias Cárdenas.
El general Visconti Osorio no cumplió esas órdenes. Ergo, fue sometido a Consejo de Investigación, separado de la organización aérea y enviado a un cargo irrelevante en el Estado Mayor Conjunto del Ministerio de la Defensa. Desde allí comenzó el trabajo de organización de lo que posteriormente se constituyó como la Insurgencia Cívico-Militar del 27N de 1992 (27N).
El vuelo a Perú
Después que la Aviación estuvo combatiendo durante todo el 27N, desde la madrugada hasta avanzadas las horas de la tarde de ese viernes, y ante el evidente fracaso militar de la insurgencia, el General Visconti Osorio, al frente de 93 combatientes, volaron a la República del Perú a bordo de un avión C-130 Hércules, donde solicitaron asilo político. Allí permanecieron por año y medio, tiempo después del cual regresó para ser sobreseído el juicio que se le seguía y pasar al retiro del servicio militar activo, por decisión del otrora Presidente de Venezuela, Rafael Caldera, en 1994.
No tuve militancia… pero sí posiciones
El General Visconti procedía de una familia con limitaciones económicas, como muchas de la época. “Fui a una escuela granja, luego a escuela técnica industrial… No tuve militancia política, pero tuve posiciones”. La escuela técnica industrial era más “incendiaria” que la propia UCV. “Me tocó estudiar en la Escuela Técnica en los años 60”.
Su incorporación al mundo militar… estuvo guiado por la “inquietud y curiosidad” por la aviación. “Jamás en mi vida me había montado en un avión ni conocía un aviador. La primera vez me vomité”, dice con franqueza. “Fue traumático. Mi acompañamiento en ese vuelo fue una recompensa por ser el mejor en aerodinámica…, pero el premio se volvió un trauma”. (Este hecho ocurrió en 1966. Comenta con la nostalgia que sintió en aquel momento y que ahora revive: “¡concho vale¡, yo como que no sirvo para esto. Yo estaba con el instructor. Él manejaba y cuando maniobró.. bueno…”
¿Y la primera vez que piloteó?
Fue después de nueve o diez horas de instrucción. Hice mi vuelo sólo. “Estuve centrado en ello, tratando de no pasar por alto nada. Tus sentidos se centran en el vuelo. Es saludable psicológicamente pero tienen sus efectos fisiológicos”.
Apunta que lo que más lo ha enganchado del ideario bolivariano es “su originalidad sustentada en la realidad de lo que somos y donde estamos”. Saber que fue hecho para nuestro beneficio. Por eso me adjetivo bolivariano”.
¿Qué significó su salida de la FAN?
Fue injusta. Caldera debió reincorporarnos, pero él dijo que no podía hacerlo. Su argumento consistió en que “políticamente era difícil porque habíamos asumido una posición política nacional e internacional y eso, según nos dijo, podría resultarle difícil de manejar a lo interno”. No obstante, a los oficiales subalternos, a los suboficiales profesionales de carrera y a la tropa profesional sí los reincorporaron. Pero agrega el general: “Sus emisarios no fueron lo suficientemente honestos. Por eso Caldera nos dijo que los exiliados debíamos ponernos a derecho; es decir, entregarnos, pues”.
Añade que hicieron un petitorio al entonces Presidente: la reincorporación a la Fuerza Armada, pago por antigüedad, salarios caídos… “Aceptó todo pero debíamos irnos de baja”. Posteriormente hice una nueva petición: “solicité que a los que no les habían dado créditos se los dieran, y a quienes deseaban seguir estudiando, les dieran facilidades crediticias para cubrir los gastos. Esto último no lo cumplió”.
Han pasado 21 años. Visconti Osorio apunta a señalar que luego de la insurgencia civil del 27F de 1989, “los militares no queríamos seguir respaldando a la clase dominante, pues éramos parte de ese pueblo masacrado”. Eso explica la raigambre y el comportamiento de nuestra Fuerza Armada.
(*) Periodista. Trabajadora Social.
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