Por: Marcos Salgado
Tras los escarceos payasescos de los primeros días de enero, el autoproclamado “presidente interino” Juan Guaidó confirmó que, como las estrellas en declive, ya solo brilla con fulgores pasados. El empecinamiento de Estados Unidos de mantenerlo al frente de una Asamblea Nacional ahora no solo en desacato sino también con dos directivas le dio apenas unas horas de aire al referente opositor, cuyas apariciones mediáticas, saltando rejas e insultando a guardias nacionales, no emocionan a nadie fronteras adentro, y a cada vez menos fuera.
Sin gente
Esa es la característica central de lo meneados hechos del 5 y el 7 de enero en las inmediaciones del Palacio Federal Legislativo de Caracas. La oposición ni siquiera intentó movilizar el 5 de enero, fecha de la elección de la nueva directiva, y tampoco conmovieron a nadie entre los suyos para “acompañar” a Guaidó en la segunda parte de la farsa, el día 7, cuando Guaidó y sus acólitos ingresaron a la sede de la Asamblea Nacional por la fuerza y persiguieron a sus “traidores”, siempre bajo el registro de una nube de medios grandes, medianos, y pequeños.
Al cierre de esta nota, el gobierno se preparaba para marcar terreno con el mensaje anual del presidente Nicolás Maduro (será de nuevo ante la Asamblea Nacional Constituyente), que será acompañado por una movilización del chavismo a las inmediaciones del recinto de sesiones.
Sin ideas
La oposición no sale de su encierro de años. De hecho, todo el sainete de estos días se produjo porque el llamado G4 (los partidos Voluntad Popular, Acción Democrática, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo, los de mayor número de bancas), no respetaron el acuerdo inicial por el que este último año de la Asamblea electa en 2015 debía estar dirigida por un representante de los llamados “partidos chicos”.
El empecinamiento de Estados Unidos de sostener a Guaidó llevó al panorama actual, que configura un solo escenario posible: la desactivación definitiva y de facto de la AN, hasta tanto se realicen las elecciones parlamentarias, en algún momento de 2020. Todo indica que si la estrategia de la Casa Blanca sigue trabando al “guaidosismo”, los partidos del G4 no se presentarán en las elecciones parlamentarias de 2020, y la Asamblea quedará en manos del Partido Socialista Unido de Venezuela, sus aliados, y una representación (no desdeñable, se avanza en acuerdos para más bancas para la minoría), de los partidos de oposición que están sentados con el gobierno en la mesa de diálogo nacional.
Sin urgencias
Ante este panorama para 2020, es Maduro y su gobierno el que parece manejará los tiempos de la política, mientras los Estados Unidos apretarán más las tuercas del bloqueo en todas las áreas, seguirán con presiones internas y externas, y probablemente favorezcan hechos de violencia, mientras su “presidente” virtual seguirá intentando permanecer en los pocos espacios disponibles a nivel internacional. El plan para “recuperar” Telesur es otra flecha al vacío. Como los alcohólicos en recuperación, la estrategia de Guaidó si limita a ir “un día a la vez”.
Sin soluciones
Mientras la política venezolana pasa por este sainete de traiciones vacuas, el grueso de la sociedad parece compenetrada en esquivar las dificultades del día a día. No le han servido a Guaidó algunas crisis del 2019, especialmente la eléctrica, que persiste en muchos estados, para posicionarse como un hombre de soluciones. Mientras tanto, el gobierno intervino más en el año que se fue en la economía, sin estridencias y sin anuncios.
La dolarización a la venezolana que se vio especialmente durante el último trimestre de 2019 forma parte de ese dejar hacer, que parece tener un fin concreto: las elecciones parlamentarias de 2020. Así, es muy probable que de nuevo la puja política se imponga sobre las soluciones económicas. 2020, aquí vamos.
Marcos Salgado
Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuela. Editor de questiondigital.com. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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