El alto funcionario de la ONU destacó durante una reciente visita a Caracas que Venezuela “ha logrado ser un modelo de paradigma para los demás países en aras de alcanzar esos objetivos”.
Treki revisó con las autoridades venezolanas el cumplimiento de las metas fijadas por la organización mundial, y cómo este país las ha encaminado en la década pasada.
En el año 2000, 192 naciones aprobaron ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio que deben cumplirse en 2015 para mejorar las paupérrimas condiciones económicas y sociales que padecen millones de personas en el mundo.
Entre éstos se encuentran el de reducir a la mitad el porcentaje de personas hambrientas y de las que tengan ingresos de un dólar al día; disminuir en dos tercios la mortalidad de menores de cinco años y en tres cuartas partes la materna en relación con las de 1990 y que todos los niños del orbe puedan concluir la enseñanza primaria.
Los otros cinco proyectos consisten en detener la propagación del VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades graves; disminuir a la mitad el porcentaje de personas que carecen de agua potable; garantizar el medio ambiente; mejorar la vida de millones de personas que viven en tugurios; adoptar políticas de desarrollo sostenible y fomentar la asociación mundial para el desarrollo.
Estas proyecciones de la ONU se han visto detenidas por la crisis del sistema capitalista que iniciada en Estados Unidos en 2008 afecta a numerosos países y se extiende a los campos de las finanzas, economía, inversiones, inmobiliaria, alimenticia y ambiental.
A lo anterior se suman las políticas neoliberales, de privatizaciones masivas y de globalización irracional impuestas a muchos países por las naciones desarrolladas a través del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), que provocan la concentración de capitales en manos de unas cuantas personas en detrimento de la mayoría.
Las Naciones Unidas detallaron en un reciente informe que el 1 % de los más ricos del planeta posee el 40% de la riqueza global, mientras que la mitad más pobre solo es dueña del 1%.
Una de las últimas campañas contra la Revolución Bolivariana para tratar de denigrar el sistema social escogido por el gobierno del presidente Hugo Chávez fue la caída del -2 % del Producto Interno Bruto en 2009, motivado por la crisis mundial capitalista y la abrupta baja de los precios del petróleo, principal rubro exportable de la nación.
El PIB, según las normas impuestas por entidades económicas y financieras occidentales, representa la suma de todos los bienes y servicios finales producidos por un país en un año, pero la riqueza generada que se realiza dentro de esa medición no es completa.
Para el Premio Nobel de economía, el estadounidense Joseph Stiglitz, los instrumentos de medida del crecimiento “solo compensan a los gobiernos que aumentan la producción material y no el bienestar”.
Tras una solicitud para analizar ese índice que le pidió el presidente francés Nicolás Sarkozy, Stiglitz puntualizó que entre los economistas existe desde hace tiempo un “fuerte sentimiento de que el PIB no es un buen instrumento de medida, pues no calcula adecuadamente los cambios que afectan el bienestar, ni permite comparar adecuadamente el bienestar en los diferentes países”.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) después de varios años de discusiones, aceptó sin reservas la fórmula diseñada por Cuba para medir su PIB.
Desde 2003 Cuba incluyó en sus cálculos de crecimiento los servicios gratuitos, subsidios y otros beneficios sociales, basada en que la metodología de la agencia de Naciones Unidas para medir las cuentas nacionales mostraban prejuicios hacia los países con economías que no eran de mercado.
El mismo parámetro se aplica a naciones que destinan una parte importante de su presupuesto a mejorar, física y mentalmente, el bienestar de su población.
Cuando se analizan los logros alcanzados por Caracas desde el arribo de Chávez al poder en 1999, resulta lógico que Venezuela marche delante de la mayoría de los países de la región en cuanto a su PIB y al cumplimiento de las metas del Milenio.
En breve síntesis, los programas sociales, a los que solo en éste año el gobierno asignó un presupuesto de 72 851 millones de bolívares (45,7 % del total nacional) permitieron reducir la pobreza del 80 % en 1999 al 30 % en 2009, y bajar la pobreza extrema en el mismo período, del 17,1 % a 7,2 %.
En pocos años, Venezuela logró, con la ayuda de Cuba, declarar su territorio libre de analfabetismo, título reconocido por la UNESCO.
Numerosas y extensas son las más de 30 misiones sociales puestas a disposición de toda la población, que van desde los estudios gratuitos de primaria, secundaria, preuniversitaria y universitaria hasta la atención médica y especializada en todos los rincones del país.
En cuanto a la alimentación, la desnutrición de niños en edad escolar se ubicó en solo 3,7 % y la mortalidad en menores de cinco años se detuvo en 13 por cada mil nacidos vivos.
En los casi 12 años transcurridos, se han edificado miles de viviendas y se han llevado los servicios de electricidad, agua potable y alcantarillado a miles de hogares con mínimo costo para sus habitantes.
Cuestión fundamental para la consecución de estos beneficios fue la recuperación por el estado de las riquezas petroleras pues de esa forma la empresa PDVSA pudo obtener abultados dividendos y entregar en el lapso de 2001-2009 más de 57 000 millones de dólares a los programas sociales.
El desarrollo industrial y agropecuario se ha llevado a cabo para diversificar la dependencia de la industria petrolera y por eso a lo largo nación se crean diariamente nuevas empresas e industrias productoras de alimentos y bienes duraderos.
Son abundantes los resultados obtenidos por la Revolución Bolivariana, que no se pueden tapar ni con las fuertes campañas desinformadoras de los medios de comunicación capitalista.
La CEPAL se encargó de refutarlas cuando en su informe del 2009 significó que Venezuela está a la vanguardia en la superación de la pobreza y la desigualdad en América Latina y el Caribe. O sea, una economía social exitosa.
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