Por: Jesús Silva R.
Después del 5 de marzo hay gente chavista que se llenó de miedo, tristeza o desesperanza. Hay también opositores que se inflaron de triunfalismo maligno, odio y afán de revancha. Lo cierto que desde la muerte de Hugo Chávez todo es más difícil en ruta al socialismo soñado y es lógico que así sea, se fue el líder democrático más importante de nuestra historia. Pero está prohibido abandonar el barco revolucionario. Se dice que construir el socialismo implica una fase histórica de transición, ello supone la disputa entre factores sociales contradictorios que se derivan de la división de clases del contexto pre-socialista y esto a su vez significa que el sólo establecimiento de un gobierno popular no conlleva la desaparición de la ideología capitalista.
Se trata, ciertamente, de un complejo asunto sociopolítico, pues si se sabe que las clases explotadoras han sobrevivido en anteriores ensayos socialistas (Europa Oriental), es mucho más factible que lo hagan en el marco de un gobierno popular de unidad nacional como el que se estila en muchos de los países no industrializados en el siglo XXI.
Es así que la clase empresarial (burguesía), hace oposición a los nuevos gobiernos populares, en unas circunstancias extremadamente favorables e insólitas para quienes conocen como fue la vida de los factores adversos a gobiernos burgueses en el siglo pasado. Notable ejemplo es Venezuela para diferenciar a la vieja oposición izquierdista que combatió a Rómulo Betancourt y a la nueva oposición derechista que hoy hace todo por derrocar al Gobierno Bolivariano.
Betancourt estrenó la Constitución venezolana de 1961 con la suspensión de las garantías civiles y políticas en ella contempladas, los destacamentos marxistas de entonces cayeron en su trampa y emprendieron la aventura de la lucha armada, que para entonces lucía como la única alternativa de resistencia frente a la falsa democracia vendepatria y hambreadora.
Sin derechos civiles ni políticos, bajo la persecución de aparatos oficiales de exterminio, nuestros ancestros alzados contra el régimen burgués fueron víctimas de asesinatos, torturas y desapariciones forzadas a consecuencia de la acción sistemática de un Estado fascista.
Hoy la oposición es encabezada por la burguesía, no hay garantías constitucionales suspendidas, prevalece un libre juego democrático, no hay asesinados políticos, y tanto partidos como ONG’s derechistas gozan de masivo financiamiento económico nacional y extranjero, además de un poderoso entramado comunicacional que no sólo les permite difundir ampliamente sus ideas sino inclusive hostigar a la ciudadanía con un brutal bombardeo mediático de mentiras y medias verdades.
Ahora bien, si por obra de la poderosa oposición venezolana actual (adinerada, mediática, empresarial, latifundista, bancaria, en pleno goce de sus derechos constitucionales, patrocinada por los gringos y demás amigos, etc) la ideología capitalista se mantiene todavía robusta en nuestro país, y si a esto le añadimos que la ola capitalista arrecia como modelo dominante contra los pueblos del mundo (véanse las crisis en EE.UU., Europa y Asia), entonces hay pluralidad de indicios para afirmar que el Socialismo Bolivariano o Socialismo del Siglo XXI es una propuesta innovadora, valiente y desafiante al “New World Order” (nuevo orden mundial del hegemonismo yanqui a partir del colapso de la antigua URSS).
De conformidad con esta última aseveración la Revolución Bolivariana constituye la esperanza del mundo, una referencia moral para quienes luchan hoy por la emancipación de sus pueblos, la sociedad sin clases o el establecimiento de un sistema mundial distinto al capitalismo, en el cual la paz y la igualdad sean los ejes fundamentales de la convivencia humana.
Sin embargo, no debemos ser ingenuos, y obligatorio es ponderar la dimensión del enemigo en esta etapa vigente que recrea la disputa entre “David y Goliat”, pues nos enfrentamos a las grandes burguesías del mundo: la estadounidense, la europea y las sembradas por los gringos en América Latina (incluyendo la venezolana).
Ahora bien, lejos dar la batalla por perdida, oportuno es dirigir la mirada a los pueblos que han resistido adversidades semejantes, uno de ellos el digno pueblo cubano; sintetizo ese ejemplo en inolvidables palabras del Comandante Raúl Castro, quien alertó que la mayor amenaza contra la Revolución no era el Imperialismo sino los errores (desviaciones capitalistas) que pudieran cometer los propios cubanos. Venezuela en 2013 debe verse en ese espejo.
De manera que en nuestra amada nación donde el capitalismo diariamente nos salpica y contemplamos por doquier la promiscua convivencia del comportamiento conservador y el hacer revolucionario; yo, uno más en la heterogénea masa de venezolanos que apoyan el cambio político actual, pregunto: ¿Qué hicimos hoy por construir el Socialismo?
Jesús Silva R.
Escritor, constitucionalista y militante marxista. Profesor de estudios políticos e internacionales en la UCV.
Comentario