El año pasado tuve el privilegio de unirme a casi cuarenta jóvenes sindicalistas del Reino Unido en la 17ª Brigada Anual de Jóvenes Sindicalistas de la Campaña de Solidaridad con Cuba. Nos alojamos en el campamento internacional Julio Antonio Mella, construido en 1972 para acoger visitas solidarias. La Campaña de Solidaridad con Cuba (CSC) es la principal organización del Reino Unido dedicada a combatir el bloqueo de Estados Unidos, concientizar sobre los desafíos a los que se enfrenta el pueblo cubano, fomentar la solidaridad y proporcionar apoyo material a la revolución cubana. Nuestra brigada formaba parte de un grupo más amplio de más de 330 sindicalistas y activistas de 33 países, con participantes que viajaban desde lugares tan lejanos como Corea y Ghana.

Durante dos semanas, seguimos un itinerario repleto de actividades, que incluyó trabajo agrícola en granjas cooperativas, una visita a la Bahía de Cochinos, celebraciones del Primero de Mayo en La Habana y el Encuentro Internacional de Solidaridad con Cuba y contra el Imperialismo (EISCI) en el parlamento cubano, donde escuchamos un discurso del presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel. El Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), que organizó el programa, ha coordinado visitas de solidaridad a Cuba desde 1960.

Internacionalismo siempre

Desde sus inicios, la revolución cubana priorizó el internacionalismo, desde el apoyo a la lucha de Angola contra el apartheid en la década de 1970 hasta el envío de 1500 trabajadores médicos a Haití tras el devastador terremoto de 2010. Como dijo una vez Fidel Castro: «Ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad. Quien no sea capaz de luchar por los demás nunca podrá luchar por sí mismo».

A su vez, en todo el mundo han surgido grupos que pretenden mostrar solidaridad con Cuba. El primero se formó tras la invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961, respaldada por la CIA. A mediados de la década de 1960 se invitó a organizaciones juveniles de todo el mundo a Cuba para formar Brigadas Laborales que ayudaran en la construcción de escuelas y en labores agrícolas.

La más emblemática fue la Brigada Venceremos de Estados Unidos, que llegó en noviembre de 1969 y estaba formada por más de 200 brigadistas estadounidenses de grupos como Estudiantes por una Sociedad Democrática, el Comité Coordinador Estudiantil No Violento (SNCC), el Partido Comunista, Panteras Negras y los Young Lords. El viaje no estuvo exento de riesgos: justo el año anterior, las autoridades habían confiscado el pasaporte estadounidense a Stokely Carmichael, presidente del SNCC y creador del ahora icónico grito de guerra «¡Black Power!», por haber visitado La Habana como invitado de Fidel Castro. Por esa razón, los primeros brigadistas viajaron a Ciudad de México y luego a Cuba en un barco de ganado reconvertido. Una vez allí, participaron en las cosechas de azúcar en toda la isla.

Al igual que las brigadas modernas, los primeros visitantes también participaron en eventos culturales organizados por el ICAP, como conciertos, exposiciones de arte y charlas educativas. Los brigadistas conocieron a cubanos de todos los ámbitos de la vida y aprendieron cómo la revolución había transformado sus vidas. Desde entonces, han estado visitando brigadas de todo el mundo.

Como me explicó Rigoberto Zarza Ross, el papel del ICAP es mantener «y fortalecer las relaciones con los pueblos del mundo», incluidos los grupos de solidaridad, asociaciones, intelectuales y particulares. El ICAP también ayuda a los visitantes de Cuba, informándoles de las prioridades del país y con la esperanza de «fomentar sentimientos de paz y la necesidad de paz a nivel internacional». Rigoberto destacó que la misión del ICAP es «promover la realidad cubana a nivel internacional» y corresponder a las expresiones de solidaridad con Cuba. La organización también apoya varias «causas justas», añadió, como la liberación del Sáhara Occidental, Palestina y Puerto Rico.

La sede del ICAP, ubicada en una mansión de estilo Art Déco catalán en La Habana, perteneció anteriormente a Manuel Carvajal, el marqués de Avilés. Como muchos grandes edificios coloniales de La Habana, fue reutilizado con fines revolucionarios. Nuestro guía del ICAP lo resumió bien: en Cuba, «si te vas, pierdes», y tu pérdida se convierte en la ganancia del pueblo cubano.

Cuba sí, bloqueo no

Tras un deshielo parcial bajo Obama, el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba se endureció significativamente bajo Trump, una situación que Biden no revirtió. En medio de las dificultades económicas resultantes, el ICAP ha asumido la responsabilidad adicional de recibir ayuda, incluidos suministros médicos y materiales artísticos, como parte de sus esfuerzos de «solidaridad material».

Además de crear lazos de solidaridad, estas visitas exponen el daño que ha causado el bloqueo. El impacto es asombroso. Muchos dentro y fuera de Cuba lo describen como genocida, diseñado para sofocar al pueblo cubano y servir de advertencia a cualquier nación que esté considerando caminos económicos alternativos. En 2009, Amnistía Internacional pidió el fin del bloqueo, describiéndolo como «altamente perjudicial para el disfrute de los cubanos de una serie de derechos económicos, sociales y culturales, afectando especialmente a los más vulnerables». En 2018, la ONU cifró los daños en 130.000 millones de dólares a lo largo de 60 años.

Al pasear por La Habana, las cicatrices de la guerra económica son visibles por todas partes. Cada edificio en ruinas o sin terminar sirve como recordatorio de la silenciosa lucha burocrática que se está librando. Al leer sobre las ciudades posrevolucionarias, a menudo uno se entera de la tensión entre la anticipación de la gente y el deterioro que los rodea. El bloqueo significa que Cuba todavía está en medio de esa anticipación revolucionaria: dado que Estados Unidos no logró enfrentarla de frente durante la invasión de Bahía de Cochinos, en cambio ha mantenido a Cuba en un estado de estasis, atrapada en ese momento antes de que las celebraciones puedan comenzar de verdad.

Todos los brigadistas con los que hablé estaban indignados por el crimen histórico que se estaba cometiendo contra el pueblo cubano. Sin embargo, a pesar de las dificultades, el optimismo revolucionario era palpable. Una palabra clave que aprendimos de nuestros guías del ICAP fue resolver. En Cuba, captura el espíritu de una nación que se esfuerza por hacer que la revolución funcione a pesar de la falta de equipos esenciales causada por el bloqueo. En varios lugares de trabajo fuimos testigos de primera mano de esta determinación.

Los hospitales son un buen ejemplo. Los cirujanos de un hospital que visitamos estaban desinfectando guantes quirúrgicos porque el bloqueo hace casi imposible importarlos. Sin embargo, el sistema sanitario de Cuba sigue siendo líder en el mundo: hay un médico por cada comunidad y las visitas a domicilio son habituales. Un médico explicó que «el diagnóstico se basa en un equipo multidisciplinar e incluye a trabajadores sociales y de salud física y mental», lo que significa que no se trata solo de la persona que recibe tratamiento de forma aislada, sino de toda una familia.

Se han producido avances notables: Cuba fue el primer país en detener la transmisión maternoinfantil del VIH en 1997 y ha desarrollado una vacuna que ralentiza el crecimiento del cáncer de pulmón. Durante la pandemia de COVID-19, Cuba no pudo importar respiradores ni vacunas, por lo que construyó sus propios respiradores y desarrolló cinco vacunas distintas.

Las capacidades médicas de Cuba también se han alineado con su internacionalismo para realizar importantes contribuciones a la atención sanitaria mundial. El Ministerio de Salud de Cuba informa de que casi medio millón de profesionales médicos cubanos han prestado servicios en 164 países desde 1960, lo que convierte al país en el mayor donante mundial de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). El académico guatemalteco Henry Morales destaca que Cuba dedica el 6,6 % de su PIB a la AOD, la proporción más alta del mundo. Su investigación muestra que entre 1999 y 2015, Cuba realizó 1400 millones de consultas médicas, 10 millones de cirugías y salvó casi 6 millones de vidas.

Mientras tanto, en las granjas cooperativas, los brigadistas preparaban manualmente los lechos de siembra orgánicos debido a la falta de tractores y fertilizantes. Cuba ha adoptado principios similares a la permacultura con el objetivo de minimizar la necesidad de insumos externos y reducir los residuos. Sin embargo, sería simplista atribuir estos enfoques únicamente a la necesidad; después de la revolución surgió una cosmovisión científica y ecológica que ve el medio ambiente y sus habitantes de manera dialéctica y, por lo tanto, holística. Cada aspecto está en constante relación con todos los demás.

Esta visión influye en muchos aspectos de la vida pública, desde el enfoque en la medicina preventiva hasta los proyectos de plantación de árboles y la excavación concertada de estanques y lagos para aumentar la biodiversidad. Una investigación publicada en 2018 reveló que Cuba tenía la segunda tasa neta más alta de regeneración forestal en los últimos 20 años, lo que la convierte en el único país del Caribe y Centroamérica que ha aumentado su cobertura forestal.

Amistad y solidaridad

Quizás el momento más impactante de la visita fue el último día. El tema central de la sesión de debate a la que acudimos era el sindicalismo. La sala de conferencias estaba repleta de delegados compuestos por mineros, médicos, maquinistas, agricultores y muchos más: trabajadores de todo el mundo de muchas razas, religiones y orientaciones políticas reunidos por la creencia de que el capitalismo no es el único camino, y unidos en solidaridad después de dos semanas de trabajar, comer y dormir en espacios reducidos. Los emocionados murmullos entre los discursos eran un remolino de docenas de idiomas. Los delegados que hablaban condenaban el imperialismo y el belicismo, y compartían historias de luchas nacionales y victorias laborales.

Un delegado de México subió al escenario. «Un cubano puede nacer en cualquier parte del mundo», declaró. «Puede haber miles de millones de cubanos en todo el mundo (…) ¡Cuando los hombres y las mujeres crean que no son esclavos, nunca serán esclavos!». Sus palabras electrizaron la sala, y continuó: «El imperio nunca derrotará a Cuba. Cuba nunca se rendirá». Su pasión se intensificó al vincular la lucha de Cuba con los horrores más amplios del imperialismo en todo el mundo. «Denunciemos lo que está sucediendo en el Congo», instó. «El imperio va tras los recursos. ¡Lo mismo está sucediendo en Palestina!». Cuando se acercaba al final de su discurso, su grito de guerra final resonó en la sala: «Ama tu vida. Defiende tu vida (…) ¡O somos cubanos o somos aliados del gobierno de Estados Unidos!». La multitud estalló en aplausos y se oyó un grito de «¡Viva Cuba!», al que el salón respondió al unísono: «¡Viva!».

La fuerza de los sentimientos en la sala en ese momento atestigua el hecho de que, después de 60 años de visitas y brigadas de solidaridad, las lecciones de la revolución cubana son tan relevantes como siempre, y la necesidad de defenderla contra el imperialismo sigue siendo apremiante. Debemos defender a Cuba no solo por el pueblo cubano, sino como un símbolo para el mundo de lo que es posible. Rigoberto describió cómo nosotros, en Gran Bretaña, podemos apoyar la revolución cubana: «Los lectores pueden participar en el CSC, apoyar sus actividades y venir a Cuba como miembros de la brigada». No es necesario compartir la ideología de Cuba ni ser socialista, dijo; si defiendes el derecho de Cuba a existir libre del bloqueo y la coerción de Estados Unidos, «todo el mundo es bienvenido».