Por: Gabe Abrahams
El padre de Diego, Carlos Rivera Acosta, era un maestro de escuela liberal. Y su madre, María del Pilar Barrientos, pertenecía a una familia acomodada y conservadora.
Cubismo y Realismo Social
La relación de Diego Rivera con la pintura se inició pronto. En 1896, al cumplir los diez años, empezó a estudiar en la Academia de San Carlos de Ciudad de México, lugar en el que vivía con su familia desde 1892. Y, en 1907, recibió una beca para seguir su formación artística en España, marchando a Madrid para estudiar en la academia del pintor Eduardo Chicharro y Agüera.
En España, Rivera viajó por todo su territorio, estudió las obras de El Greco y Goya y frecuentó cenáculos de artistas. Varios óleos suyos del periodo 1907-1908 están relacionados con la ciudad de Ávila (Escena nocturna en Ávila, La calle de Ávila, La mañana de Ávila). En esas pinturas, Rivera captó muy bien los paisajes, los pueblos y las noches castellanas bajo las estrellas.
En 1909, Diego Rivera se trasladó a París, conoció a la pintora rusa Angelina Beloff en Bruselas en ese mismo año y se casó con ella en 1911, teniendo ambos un hijo, Diego, que falleció al poco tiempo. Nada más llegar a la capital francesa, Rivera pintó óleos de Realismo Social similares a algunos de su etapa española como Notre Dame de París (1909), Retrato de Angelina Beloff (1909) y La casa sobre el puente (1909), este último durante su viaje a Bruselas en el que conoció a Angelina. Después, pintó óleos cubistas tipo a Vista de Toledo (1912), La Torre Eiffel (1914), Retrato de dos mujeres (1914), Paisaje Zapatista (1915) y Retrato de Ramón Gómez de la Serna (1915), entre otros. En sus últimos años de estancia en París, Rivera se alejó del Cubismo y retomó el Realismo Social con óleos como El matemático (1918).
En febrero de 1920, Rivera marchó a Italia, donde residió durante un año y medio, y estudió principalmente el arte renacentista. Realizó bocetos y dibujos y, gracias al florentino Giotto, pintor muralista, escultor y arquitecto medieval, descubrió una forma monumental de pintura que le fue de gran ayuda en sus murales posteriores.
En 1921, Diego Rivera puso punto y final a su periplo europeo y regresó a México, arrastrado por el arte mexicano y la Revolución Mexicana.
Muralismo y militancia política
Al año siguiente de su regreso a México, Diego Rivera se casó por segunda vez, en esta ocasión con Guadalupe Marín, con quien tuvo dos hijas, Lupe y Ruth. Y, de forma consecuente con su ideología, se afilió al Partido Comunista Mexicano (PCM), en el cual pasó a formar parte de su comité ejecutivo. En ese mismo año, fundó también el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE), junto a artistas como José Clemente Orozco o David Alfaro Siqueiros.
Ya asentado en México, en los años siguientes, Rivera pintó numerosos murales en edificios públicos sobre la historia mexicana y la realidad social, siendo el primero La creación (1923), pintado en la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional de México (actual Antiguo Colegio de San Ildefonso, Ciudad de México).
Otros murales de Rivera, pintados en esos años, fueron los de la Secretaría de Educación Pública (Ciudad de México) y los de la Escuela Nacional de Agricultura (actual Universidad Autónoma Chapingo, Chapingo). Entre los murales de la Secretaría de Educación Pública, destacaron Mujeres tehuanas (1923), El trapiche (1923), Entrada a la mina (1923), El arsenal (1928), Banquete de Wall Street (1928) y La muerte del capitalismo (1928).
En 1927, el artista viajó a la URSS de Stalin, invitado por las autoridades del país con motivo del décimo Aniversario de la Revolución Rusa y no regresó a México hasta la primavera del año siguiente. En Moscú, Rivera expresó su incomodidad por la falta de libertad artística y Anatoli Lunacharski, Comisario del Pueblo de Educación, le instó a abandonar el país para evitar ser arrestado. Tras regresar a México, Rivera declaró lo mismo y fue expulsado del Partido Comunista Mexicano, el cual era fiel a Stalin.
Rivera se unió entonces a León Trotski y sus seguidores, quienes eran contrarios al régimen de Stalin. Una década después, Rivera y Trotski tuvieron una estrecha relación, escribiendo este último que “en el campo de la pintura, la Revolución de Octubre ha encontrado su mayor intérprete no en la URSS sino en el lejano México… El cierre de las puertas soviéticas a Rivera marcará para siempre con una vergüenza imborrable la dictadura totalitaria de Stalin”.
En medio de esas convulsiones, Rivera conoció a la artista Frida Kahlo por medio de una amiga común, la fotógrafa Tina Modotti, y, en 1929, se casó con ella.
Un genio en Estados Unidos
En 1930, Diego Rivera y Frida Kahlo viajaron a Estados Unidos tras superar problemas burocráticos que les impedían la entrada en el país por su militancia comunista y el artista inició su etapa más brillante. Algunos capitalistas norteamericanos le encargaron murales y él alcanzó el cénit.
La primera gran obra de Rivera en Estados Unidos, terminada en febrero de 1931, fue el mural La Alegoría de California del club de la Bolsa de San Francisco, donde la figura central era Calafia, una mítica reina de California que encabezó un reino de mujeres negras y guerreras. La imagen de Calafia era la de la tenista y pintora Helen Wills, a la cual Rivera había conocido en el estudio de San Francisco del escultor Ralph Stackpole. En el mural, aparecían Calafia, un hombre con un compás y otro hombre con un modelo de aeroplano al lado de trabajadores, buscadores de oro y obreros en las profundidades de la tierra. Imágenes que plasmaban la realidad social de California, en línea con el Realismo Social y el compromiso sociopolítico de Diego Rivera.
Las siguientes obras destacadas de Rivera en Estados Unidos fueron los murales La elaboración de un fresco (1931) y Fondos congelados (1932). El mural Fondos congelados mostraba en su parte superior una imagen de la arquitectura vertical de Nueva York, justo debajo una imagen de un refugio para trabajadores desposeídos y aún más abajo una imagen de una sala de espera de un banco con capitalistas sentados. Imágenes que plasmaban la realidad social de la ciudad. En la pintura, Rivera expresaba magníficamente los bruscos contrastes sociales de Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos, donde junto a la riqueza deslumbrante, se suele observar a pocos metros la pobreza más extrema.
Los posteriores Murales de la Industria de Detroit (1932-1933) fueron otra obra excepcional de Rivera en Estados Unidos. Los Murales, una serie de pinturas en veintisiete paneles, mostraban sobretodo imágenes de trabajadores de la Ford Motor Company y Detroit y plasmaban la realidad social de los trabajadores norteamericanos, fortaleciendo el nexo de Rivera con el Realismo Social y el compromiso sociopolítico.
El momento culminante de la estancia de Rivera en Estados Unidos llegó en 1933, de la mano de Nelson Rockefeller, cuando este le encargó pintar un mural en el vestíbulo de entrada del edificio principal del Rockefeller Center de Nueva York. Rivera pintó el mural El hombre controlador del universo, incorporando un retrato de Lenin, junto a otros teóricos comunistas. Los medios de comunicación de Estados Unidos y los poderes capitalistas del país se posicionaron en contra de la inclusión de Lenin en la obra. Y Rockefeller mandó cubrir el mural, aunque intentó salvarlo solicitando a Rivera que eliminase a Lenin del mismo. Rivera se negó rotundamente como no podía ser de otra forma en un artista defensor de la libertad artística y, al final, los censores destruyeron el mural. Rivera habló de vandalismo cultural.
En 1934, Rivera regresó a México y pintó el mismo mural en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Gracias a su tenacidad y valentía, hoy existe el genial mural. La obra muestra a un obrero como controlador del universo y la confrontación entre diversas dicotomías que componen el universo ideológico: capitalismo y comunismo, tradición y ciencia, etc. Justo en el centro del mural, un obrero ejerce de controlador del universo. A su derecha, aparecen imágenes del mundo capitalista desde una posición crítica. A su izquierda, aparecen imágenes del mundo comunista que muestran a la clase obrera y a sus principales teóricos.
Es cierto que Rivera en el mural criticó el capitalismo y exaltó el comunismo y el ateísmo, con imágenes de la clase obrera, sus teóricos y el obrero que controla el universo y suple a dios, y que eso incomodó a los que se lo encargaron. Pero los que contrataron a Rivera, el clan Rockefeller, conocían quién era y qué pensaba y, por tanto, las críticas y la censura estaban de más. Rivera solo se limitó a pintar lo que observaba, con Realismo Social y compromiso sociopolítico, y a reclamar su libertad artística cuando la sintió ultrajada.
León Trotski
La actividad de Diego Rivera en Estados Unidos no fue solo artística. Durante su estancia en el país, Rivera se unió definitivamente a León Trotski y sus seguidores. Al poco tiempo de llegar, contactó con el Partido Comunista (Grupo Mayoritario) y con la Liga Comunista de América, dos organizaciones trotskistas recién fundadas. Con la primera, el Partido Comunista (Grupo Mayoritario), colaboró en sus revistas The Revolutionary Age y The Workers Age y dio conferencias como la del 3 de abril de 1932, Tendencias en el Arte Moderno. Para la sede de su escuela de Nueva York, la New Worker’s School, pintó el mural Retrato de América (1933), compuesto de varios paneles de interés en los que aparecen figuras de la política internacional del momento.
Al regresar a México al año siguiente, Rivera reinició su actividad de muralista centrado en la historia mexicana y la realidad social, concluyendo algunos de los murales del Palacio Nacional de México como Epopeya del pueblo mexicano.
Ya a finales de 1936, Diego Rivera gestionó la petición de asilo de León Trotski en México ante el presidente Lázaro Cárdenas. Y, gracias a eso, Trotski y su mujer, Natalia Sedova, pudieron residir en Coyoacán desde enero de 1937, en concreto en la casa de Frida Kahlo en la que vivía con Rivera, la llamada Casa Azul.
El 3 de septiembre de 1938, los seguidores de Trotski fundaron la Cuarta Internacional en la casa del sindicalista y trotskista francés Alfred Rosmer, situada a las afueras de París, y Rivera se convirtió en miembro de su sección mexicana, colaborando con la revista Clave. Tribuna Marxista, su órgano teórico. A pesar del estrecho vínculo entre Rivera y Trotski, pocos meses después, a principios de 1939, la relación terminó en ruptura, según Trotski por el carácter impulsivo de Rivera, más que por cuestiones ideológicas. Rivera fundó entonces el Partido Revolucionario Obrero y Campesino.
En agosto de 1940, Diego Rivera se enteró de la noticia de la muerte de León Trotski a manos de un agente de Stalin, Ramón Mercader, que iba armado con un piolet y le afectó. A finales de ese año, pintó el destacado mural Unidad Panamericana para los vestíbulos del City College de San Francisco, el cual representaba el pasado, presente y futuro compartido de las Américas, e incluyó una imagen de Stalin con un piolet en sus manos para remarcar su responsabilidad en el trágico final de Trotski. Fue su homenaje a aquel que había sido su compañero y amigo.
Retorno a la URSS
Durante la Segunda Guerra Mundial, los sucesores de Trotski padecieron su ausencia, la ausencia del teórico y revolucionario marxista, y transitaron por un periodo difícil. Cosa lógica y normal por su talla intelectual y revolucionaria. Por su parte, la URSS de Stalin entró en el bando de los Aliados y derrotó al nazismo. Imágenes como las de la ocupación del Reichstag de Berlín con el izado de la bandera soviética en su tejado resultaron impactantes. Rivera meditó durante tiempo sobre esos acontecimientos y, a finales de los años cuarenta, decidió reingresar en el Partido Comunista Mexicano y solicitó su readmisión, siendo en principio rechazado.
En 1947, Rivera pintó el célebre mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, dedicado a la historia de México, y en él escribió “Dios no existe”, lo que provocó virulentas reacciones de los conservadores mexicanos en su contra. Rivera mantuvo la frase, tomando la misma postura que cuando fue censurado en Nueva York por cuestiones similares. Libertad artística y compromiso sociopolítico.
En 1950, Diego Rivera recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México en la sección de Bellas Artes, la única sección en la que se otorgó aquel año, y finalizó algunos murales dedicados a la historia mexicana del Palacio Nacional de México como La civilización huasteca y La civilización totonaca.
En 1952, Rivera pintó el mural inconcluso La Universidad, la familia mexicana, la paz y la juventud deportista en el Estadio Olímpico Universitario y, en 1953, el mural del Teatro de los Insurgentes, ambos en la Ciudad de México y con gran carga histórica.
Diego Rivera padeció la dolorosa muerte de su eterna compañera Frida Kahlo en 1954, quedando muy afectado por la misma. A raíz de ese fallecimiento y de sus reiterados intentos fallidos por ser readmitido en el Partido Comunista Mexicano, sufrió un deterioro anímico. En 1955, recibió otra mala noticia cuando le diagnosticaron cáncer, aunque se animó al conseguir por fin ser readmitido en el Partido Comunista Mexicano.
Inmediatamente después de su reingreso, Rivera se casó con la editora Emma Hurtado y ambos marcharon a Moscú para recibir él un tratamiento contra el cáncer en el Hospital Botkin. Tres décadas después, retornaba a la URSS. Habían pasado muchas cosas desde su primera estancia, tantas como su expulsión del Partido Comunista Mexicano, su paso por Estados Unidos, su relación con Trotski, el éxito internacional de sus obras…
En abril de 1956, Rivera terminó su tratamiento y regresó a México. En el trayecto, junto a su mujer, recorrió Polonia, Checoslovaquia y la Alemania del Este, siendo nombrado en Berlín corresponsal de la Academia de las Artes. Visitó el campo de concentración de Auschwitz y el búnker de Hitler. Ya en México, pintó dos óleos de puro Realismo Social, Desfile del 1º de Mayo en Moscú y Refugio de Hitler (ruinas de la Cancillería de Berlín). Era evidente que Rivera y la URSS habían hecho las paces.
Desde la primavera de 1956 hasta finales de 1957, Diego Rivera residió en la llamada Casa de los Vientos de Acapulco, porque su amiga la coleccionista de arte Dolores Olmedo la puso a su disposición, y pintó sus últimos óleos y murales. El principal mural lo pintó en la pared exterior de la casa, incluyendo las imágenes de dos dioses de la cultura azteca, Quetzalcóatl y Tláloc. Fue su último tributo a la historia de México.
En octubre de 1957, Rivera se sintió impactado ante la hazaña del satélite artificial soviético Sputnik 1 y empezó a trabajar en una obra sobre él, pero no pudo terminarla, porque la muerte lo impidió. Un mes después de la gesta del Sputnik, Diego Rivera falleció de un paro cardiaco en su domicilio y taller de la Avenida de Las Palmas 191, colonia San Ángel Inn, Ciudad de México. Sus restos no se unieron a los de Frida Kahlo en la Casa Azul como él quería, sino que fueron a parar a la Rotonda de las Personas Ilustres. Velado en el Palacio de Bellas Artes, el pueblo mexicano y el mundo del arte y la política lloraron su pérdida. Dejó para la posteridad un legado artístico infinito y un compromiso sociopolítico único, del cual toda su obra es testigo.
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