Por: Ann Pettifor
No fue la sorpresa de saber que la supuestamente austera Ministra de Hacienda laborista, Rachel Reeves, había sacado 22.000 millones de libras de la nada.
No, fue la duración de la financiación -un cuarto de siglo- y la confianza en que los beneficios futuros, los puestos de trabajo y las cualificaciones puedan protegerse durante todo ese tiempo.
Eso me sorprendió.
Que el mundo disponga todavía de 25 años para prolongar el capitalismo fósil, ahora asistido por la captura de carbono.
El gobierno laborista prometió en su manifiesto convertir a Gran Bretaña en una superpotencia de energïa limpia y, sin embargo, ha acordado invertir 22.000 millones de libras para “capturar” CO2 y prolongar la producción, los beneficios y los dividendos de los accionistas de las petroleras mundiales -como las estatales noruegas Equinor y Eni- durante 25 años. Un acuerdo que, por cierto, cuenta con el apoyo del sindicato de los trabajadores de plataformas petrolíferas mejor pagados. Así lo explicó su secretario general, Mike Clancy:
“Situar esta nueva tecnología en zonas en las que se están eliminando progresivamente los empleos con altas emisiones de carbono también es vital para apoyar a nuestros núcleos industriales y garantizar futuros puestos de trabajo y cualificaciones”. (Énfasis añadido).
Me recuerda al anuncio político de la brillante sátira de Adam McKay Don’t Look Up. Una actriz, acunando una bebida caliente en su acogedora cocina, canaliza a Elon Musk y nos dice que espera con impaciencia los puestos de trabajo que traerá el cometa.
Lo que revela esta historia es crudo: el futuro que importa al nuevo gobierno laborista es el de las compañías petroleras, no el de las generaciones más jóvenes. Si yo fuera más joven (suspiro) me uniría a otros niños que han presentado demandas, y desafiaría la decisión del gobierno laborista de ayudar a las empresas energéticas a prolongar la extracción y explotación de combustibles fósiles, amenazando así su futuro.
La tecnología
Ahora se producirá un acalorado debate sobre méritos no demostrados de la tecnología de captura de carbono. El Gobierno, ayudado por la industria, contraatacará, y la discusión será agotadora y probablemente no llegará a ninguna parte. Sin embargo, es probable que el debate nos distraiga de la verdadera cuestión. El delirio de un gobierno laborista: que el capitalismo puede hacer frente a las crisis asociadas al colapso climático y a la degradación acelerada de la naturaleza, nuestro sistema de soporte vital.
Quiero explicar por qué es un engaño. Por qué el capitalismo es una de las principales causas de las crisis ecológicas a las que nos enfrentamos; y por qué el sistema y su ideología no son aptos para abordar esas crisis.
Todo tiene que ver con la mala representación que el capitalismo hace del Tiempo -el tema de mi último post: Capitalismo, valoración de activos y tiempo.
¿De quién será el futuro?
Los lectores recordarán la sección del último post sobre la “enervante” valoración de activos determinada en el presente, pero que el valor real de un activo o garantía “se calcula en función de los flujos de ingresos futuros aún por realizar”.
Gran parte de la preocupación del capitalismo por el futuro fue teorizada por Irving Fisher, un destacado economista estadounidense de principios del siglo XX. Según él, el capitalismo tiene una relación específica con el tiempo (como explica Liliana Doganova) y está “orientado decididamente hacia el futuro, en el que cualquier entidad podía participar y, por tanto, convertirse en capital”.
El huerto y el futuro
Fisher utilizó el manzano como ejemplo. El huerto que produce manzanas (es decir, que generará manzanas en el futuro) representa el capital. Pero es el valor de las manzanas, y no el árbol o la tierra sobre la que se asienta el huerto, lo que produce el valor real del capitalismo.
Como el valor sólo depende de las plusvalías futuras, no del presente ni del pasado, el valor de la tierra puede descontarse. Si las manzanas no pueden venderse de forma rentable en el futuro, entonces el huerto resulta redundante. Hay que arrancar los árboles centenarios y dedicar la tierra a un cultivo «productivo» que garantice más plusvalías en el futuro.
Esta fórmula explica en gran medida la destrucción de la naturaleza por el capitalismo.
La teoría de Fisher dio lugar a un método ampliamente utilizado por las empresas que toman decisiones de inversión. El valor (Valor Actual Neto (VAN)) de cualquier inversión se calcula proyectando los flujos de costes y beneficios futuros. La contradicción inherente a la teoría es que los flujos se “descuentan”, por ejemplo, mediante un tipo de interés, para determinar el valor actual de una suma de dinero futura, y partiendo del supuesto de que un dólar hoy vale más que un dólar mañana.
Por tanto, aunque el valor sólo depende del futuro, al mismo tiempo el futuro se devalúa como un tiempo menos digno que el presente, porque el tiempo tiene un coste.
Rockhopper, la costa adriática y el análisis del flujo de caja descontado (DCF)
La historia de la empresa petrolera Rockhopper Exploration PLC y su fallido proyecto de exploración en Ombrina Mare, cerca de la costa adriática de Italia, ilustra muy bien el interés del capitalismo por el rendimiento futuro de la inversión como el único futuro que importa.
El proyecto de perforación de la empresa en esa costa de impresionante belleza encontró resistencia desde el momento de su concesión en 2008. Esto incluyó, como recoge Liliana Doganova “masivas manifestaciones ecologistas en la región de los Abruzos, la petición de un referéndum por parte de diez regiones italianas y, en última instancia, decretos legislativos que prohibían proyectos cercanos a la costa como éste”.
Finalmente, la concesión fue rechazada por el gobierno italiano.
Rockhopper Exploration -empresa con sede en el Reino Unido- no se amilanó.
En 2017 inició un procedimiento de arbitraje contra Italia, exigiendo una indemnización por la inversión de la empresa en el proyecto Ombrina Mare. El coste total de exploración para Rockhopper y sus accionistas fue de solo 2 millones de euros. La empresa no había creado ninguna infraestructura. No había instalaciones de perforación petrolífera que desmantelar. No había trabajadores que despedir, ni contratos que rescindir.
A pesar de estos hechos, utilizando el análisis del flujo de caja descontado (FCD) del propio inversor, el tribunal de arbitraje concedió a Rockhopper 184 millones de euros como compensación por la pérdida de futuras plusvalías debida a la disidencia popular y democrática.
La línea de pensamiento del tribunal era que el futuro que más importaba no era el de la costa adriática ni el de sus ciudadanos, sino el de Rockhopper.
Rockhopper, el inversor cuyas futuras plusvalías imaginadas superaban con creces los costes imaginados (la tasa de descuento) y al que, por tanto, se le concedieron 184 millones de euros de dinero real.
Las contradicciones inherentes al “principio de capitalización” de Fisher
La historia de Rockhopper ilustra la contradicción que subyace en el análisis de Fisher sobre la relación del capitalismo con el tiempo. La histórica publicación The Economics of Climate Change: the Ster, Review puso al descubierto esa contradicción en 2006. Reveló la incompatibilidad del uso del descuento en el Análisis Coste-Beneficio (ACB) con la tarea de abordar las crisis climática y ecológica. Y es que, vistas a través de la lente de Fisher del DCF capitalista, las ambiciosas políticas climáticas resultaban inútiles y carentes de valor. El informe señalaba que:
“sus eventuales beneficios están tan lejanos en el tiempo que se descuentan mucho y apenas pueden pesar frente a… los costes iniciales, la mayoría de los cuales están mucho más próximos en el tiempo”.
En su lugar, el Informe Stern propuso utilizar tasas de descuento cercanas a cero para que el futuro cuente tanto como el presente, llegando a la notable (para el capitalismo) conclusión de que debemos “tratar el bienestar de las generaciones futuras al mismo nivel que el nuestro”.
Los cálculos de Stern fueron atacados por William Nordhaus, conocido negacionista del clima y asesor del IPCC de la ONU. (Para más información sobre Nordhaus, véase mi artículo del 28 de agosto de 2023, Nordhaus, Refuseniks, Frontierniks y Limitniks).
Nordhaus arfumentó que la tasa de descuento que determina el “equilibrio eficiente entre el coste de la reducción de emisiones hoy y el beneficio de la reducción del daño climático en el futuro» debería ser “el rendimiento del capital”…que mide el rendimiento neto de la inversión en capital, educación y tecnología ..observable en el mercado”, y que es muy superior a la tasa cero aplicada por Stern.
Esos son los argumentos económicos responsables de que el capitalismo se desentienda de las amenazas a las que se enfrenta la humanidad. Explica la falta de preparación para el colapso climático de la mayoría de los gobiernos. Hace sólo diez años, los economistas que asesoraban al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) llegaron a esta conclusión1:
“Para la mayoría de los sectores económicos, el impacto del cambio climático será pequeño en relación con los impactos de otros factores (evidencia media, acuerdo alto)”.
“Los cambios en la población, la edad, la renta, la tecnología, los precios relativos, el estilo de vida, la regulación, la gobernanza y muchos otros aspectos del desarrollo socioeconómico tendrán un impacto en la oferta y la demanda de bienes y servicios económicos que será grande en relación con el impacto del cambio climático”. (Énfasis añadido)2
Afortunadamente, el informe Stern se desmarcó de los economistas convencionales y del IPCC. Sus autores reconocieron que la inversión, como coste en el que se incurre ahora, es vital para evitar y protegerse de los riesgos que los científicos señalan de consecuencias muy graves en el futuro. Esos científicos creen que ya hemos superado los puntos de inflexión, como la quema de la selva amazónica, que antes era un sumidero de carbono, y los indicios de que nos estamos acercando a un punto de inflexión para el colapso de la Circulación Merídional del Atántico (AMOC).
El científico René van Westen explica: “Se habla mucho de cómo debe prepararse la agricultura para esta situación. Pero un colapso de la circulación que transporta el calor es un escenario de quiebra para la agricultura europea”, añadió. “No es posible adaptarse a ello. Hay algunos estudios sobre lo que le ocurre a la agricultura en Gran Bretaña, y resulta como intentar cultivar patatas en el norte de Noruega”.
Esto debería preocupar mucho más al gobierno laborista que el estado de la industria petrolera. Porque un colapso de la AMOC plantearía claramente un desafío crítico a la seguridad alimentaria, como ya advirtió la OCDE en 2021.
“Tal colapso, combinado con el cambio climático, tendría un impacto catastrófico”.
Un impacto que los inversores actuales y futuros en tecnología de captura de carbono se niegan a afrontar.
Notas
1 Esos economistas fueron: Autores principales coordinadores: Douglas J. Arent (EE.UU.), Richard S.J. Tol (Reino Unido) Autores principales: Eberhard Faust (Alemania), Joseph P. Hella (Tanzania), Surender Kumar (India), Kenneth M. Strzepek (UNU/EE.UU.), Ferenc L. Tóth (OIEA/Hungría), Denghua Yan (China)
2 Agradezco al profesor Steve Keen estas referencias.
Con agradecimientos a sustainablefinance.hsbc.co.uk.
Ann Pettifor
economista política, directora de PRIME Economics. Escribe sobre el sistema financiero internacional y su impacto en la sociedad, laa economia y el ecosistema.
Comentario