Por: Álvaro Verzi Rangel
En muchos países de América, la llegada de Colón al continente se recuerda de diversas formas, desde “Día de la descolonización”, “Día del Respeto a la Diversidad Cultural” o “Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural”.
En otros “Día para repudiar el Colonialismo”, pasando por el “Día de la Resistencia Indígena”, hasta llegar a otros donde se conoce como “Día del Encuentro de Dos Mundos” o “Día del Descubrimiento de América”, e incluso “Día de Colón” o “Día de la Hispanidad”.
Pero desde la “celebración“ de los 500 años de la llegada de los depredadores conquistadores de la cruz y la espada, la euforia por el “descubrimiento” alimentada desde las metrópolis europeas, ha mermado. Es más, este año pasó casi inadvertida.
En algunos lugares de Nuestramérica también se conmemora el 11 de octubre como el «Último día de libertad y soberanía de los pueblos originarios de América». Sin embargo, pese a que los derechos de los pueblos originarios son reconocidos en las constituciones nacionales y en múltiples tratados internacionales, el trato recibido por parte de los Estados no se distingue demasiado del dado por los colonizadores europeos hace más de cinco siglos.
Wilkipedia dice que existe controversia respecto al empleo del término descubrimiento para aludir a la llegada de la expedición de Colón, ya que desde el punto de vista de la humanidad, América ya estaba poblada y había sido descubierta por los primeros seres humanos que llegaron al continente hacía unos 14.000 años, y luego un arribo de los vikingos en el siglo X.
Existe una clara distinción entre el acto mismo del descubrimiento, entendido como la serie de viajes que hicieron navegantes españoles que llegaron a América y el encuentro entre culturas, y el posterior proceso histórico conocido como la depredadora y genocida conquista de América que los europeos realizaron a continuación.
«En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja», escribía el uruguayo Eduardo Galeano.
“El 12 de octubre de 1492, el Capitalismo descubrió América. Cristóbal Colón, financiado por los reyes de España y los banqueros de Génova, trajo la novedad a las islas del mar Caribe. En su diario del Descubrimiento, el Almirante escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces la palabra Dios o Nuestro Señor”, señala en Cinco siglos de prohibición del arcoiris en el cielo americano
“Él no podía cansar los ojos de ver tanta lindeza en aquellas playas, y el 27 de noviembre profetizó: Tendrá toda la cristiandad negocio en ellas. Y en eso no se equivocó. Colón creyó que Haití era Japón y que Cuba era China, y creyó que los habitantes de China y Japón eran indios de la India; pero en eso no se equivocó”. añade.
El venezolano Luis Britto García señala que más allá de los usureros europeos y la banca trasnacional, él, como americano, también puede reclamar pago e intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, que sólo entre el año de 1503 y el de 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América.
“¿Saqueo? No lo creyera yo, porque es pensar que los hermanos cristianos faltan a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? Guárdeme Tonantzin de figurarme que los europeos, igual que Caín, matan y después niegan la sangre del hermano. ¿Genocidio? Eso sería dar crédito a calumniadores como Bartolomé de las Casas, que califican al Encuentro de Destruición de las Indias, o a ultrosos como Arturo Uslar Pietri, quienes afirman que el arranque del capitalismo y de la actual civilización europea se debió a esa inundación de metales preciosos”, añade.
Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata que se robaron hace 530 años debieran ser considerados como el primero de varios préstamos amigables de América para el desarrollo de Europa. Lo contrario sería presuponer crímenes de guerra, lo cual daría derecho, no sólo a exigir devolución inmediata, sino a indemnización por daños y perjuicios.
“Tan fabulosas exportaciones de capital no fueron más que el inicio de un Plan Marshalltzuma para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los musulmanes, cultores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización”, dice Britto.
Al cabo de cinco siglos de negocio de toda la cristiandad, ha sido aniquilada una tercera parte de las selvas americanas, está yerma mucha tierra que fue fértil y más de la mitad de la población come salteado. Los indios, víctimas del más gigantesco despojo de la historia universal, siguen sufriendo la usurpación de los últimos restos de sus tierras, y siguen condenados a la negación de su identidad diferente.
En lo financiero, los europeos (españoles, británicos, portugueses, franceses, holandeses, vaticanos) han sido incapaces -después de una moratoria de 530 años- tanto de cancelar capital o intereses, como de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo.
Pero esa no es la única deuda. ¿Cuánto pesa la sangre de ochenta millones de víctimas? ¿Cuánto pesa el olvido de diez millares de culturas? ¿Cuánto pesa el silencio de veinte millares de lenguas? Dicen los pesimistas europeos que su civilización está en una bancarrota que le impide cumplir sus compromisos financieros o morales.
Matar al indio y salvar al hombre, aconsejaba el coronel estadounidense Henry Pratt. Muchos años después, el novelista peruano Mario Vargas Llosa explica que no hay más remedio que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar sus culturas, para salvarlos del hambre y la miseria. Los indios han sido buena carne de cañón: de los 25 mil indios estadounidenses enviados a la segunda guerra mundial, murieron 10 mil.
A los habitantes originarios “se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera, se les sigue negando el derecho de ser. Al principio, el saqueo y el otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios del Progreso. .Sin embargo, en esa identidad prohibida y despreciada fulguran todavía algunas claves de otra América posible, decía Galeano.
Los indios de las Américas viven exiliados en su propia tierra. El lenguaje no es una señal de identidad, sino una marca de maldición. No los distingue: los delata. Cuando un indio renuncia a su lengua, empieza a civilizarse. ¿Empieza a civilizarse o empieza a suicidarse?, preguntaba.
Si bien el arzobispo Desmond Tutu se refería al África, también vale para América: “Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ´Cierren los ojos y recen´. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia”.
Obviamente, no es la voz de pueblos originarios la que ha contado la historia de América. En las vísperas de la conquista española, un profeta maya había anunciado: Al terminar la codicia, se desatará la cara, se desatarán las manos, se desatarán los pies del mundo. Y cuando se desate la boca, ¿qué dirá? ¿Qué dirá la otra voz, la jamás escuchada?
*Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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