Anthony Day y Sergio Mu~noz/ I =A4 Octavio Paz ha hecho m’as que
cualquiera en el siglo XX para definir al pueblo de M’exico. Ha
delineado sus rasgos a lo largo de m’as de 50 a~nos de poes’ia. Ha
celebrado a Rufino Tamayo y sus dem’as pintores modernos, e iluminado
los rincones largos y oscuros del M’exico colonial. Y en el ensayo del
tama~no de un libro, El laberinto de la soledad, cre’o la piedra de
toque mediante la cual tanto mexicanos como extranjeros valoran al
M’exico moderno.
A finales del invierno, poco antes del cumplea~nos 81 de Paz, nos
trasladamos a la Ciudad de M’exico para charlar con ‘el. Quer’iamos ver
el M’exico confuso a trav’es de sus ojos. Y quer’iamos saber c’omo estaba.
Sab’iamos que hab’ia sufrido problemas cardiacos que lo obligaron a una
operaci’on by-pass cu’adruple o qu’intuple (s’olo su doctor y su esposa
saben cu’antos) en Houston. (El alto costo del cuidado m’edico en
Estados Unidos “casi me arruin’o”, dice Paz). Cuando uno de nosotros
lo vimos casi un a~no antes, se ve’ia cansado a causa de sus problemas
cardiacos, y algunos mexicanos nos hab’ian dicho que ahora se ve’ia
todav’ia peor, una condici’on dif’icil de imaginar en un escritor tan
lleno de pasi’on y fuerza durante tantos a~nos.
Lo encontramos en su condominio de tres niveles en un edificio
tranquilo de la d’ecada de los cincuenta a un lado del ruidoso y
grandioso Paseo de la Reforma. Su esposa por 31 a~nos, Marie-Jos’e, nos
recibi’o en la puerta. Nos condujo abajo por una escalera y hacia una
sala decorada con esculturas de la India y africanas, a trav’es de un
patio frondoso y abierto al cielo, y en direcci’on de la biblioteca
amplia y llena de libros que ella misma mand’o construir para su
marido.
Fue con alivio y placer que encontramos al hombre c’alido, sonriente y
de ojos resplandecientes que ambos record’abamos de a~nos anteriores -un
poco encorvado, s’i, pero no menos alerta, no menos interesado en
hablar de historia y pol’itica, amor y erotismo y (sus dos grandes
temas): la poes’ia y M’exico.
Eran las seis de la tarde; Marie-Jos’e hab’ia colocado sobre la mesa del
centro una botella de Oporto, algo de whiskey, peque~nos emparedados y
galletas. Se retir’o para dejarnos hablar.
Tanto en M’exico, como en Latinoam’erica y Espa~na, un escritor goza de
una posici’on como comentarista p’ublico, inconcebible en la vida
moderna de Estados Unidos. All’i, un hombre de letras -y Paz, con todos
sus intereses, es evidentemente eso- es tambi’en un hombre de asuntos
p’ublicos. Le preguntamos por M’exico, la reciente conmoci’on pol’itica,
la crisis financiera. El peso que hab’ia estado desliz’andose
diariamente.
“La pol’itica es un arte, no es una ciencia… la historia est’a sujeta
al accidente”, dijo Paz, al modo de un aviso oblicuo, con una cr’itica
suave a los j’ovenes tecn’ocratas gobernando M’exico y a los forasteros
inversionistas -ambos grupos empe~nados en arrancarlo de sus capas
hist’oricas y moldearlo en un estado capitalista moderno y eficiente.
“Estamos pasando por un periodo muy dif’icil, pero no es el m’as
peligroso, como algunos periodistas han dicho”. Lo suficientemente
viejo para recordar una ni~nez en el exilio debido a las actividades
revolucionarias de su padre, Paz echa muy atr’as su mirada,
remont’andose d’ecadas, incluso siglos.
“El proceso de gestaci’on ha sido largo y complicado, con conexiones
entre problemas pol’iticos y problemas econ’omicos. A corto plazo, la
situaci’on se ve mal. Si no resolvemos el problema financiero, entonces
se puede convertir en una gran crisis econ’omica que podr’a crear
inestabilidad social. Pienso que si podemos resolver parte del
problema econ’omico y parte del problema pol’itico, podemos llegar al
siglo XXI con mayor seguridad”.
Paz habl’o de las complejidades de la historia de M’exico con el fin de
iluminar las dificultades de modernizar su pa’is. Aunque su cara fuerte
y bien parecida se ha suavizado con el tiempo, su voz y actitudes
reflejaron pasi’on al hablar de su pa’is. “M’exico tuvo una civilizaci’on
antes de la llegada de los espa~noles. Los ind’igenas mexicanos fueron
constructores de grandes ciudades; tuvieron religiones y una moral muy
complejas. Ese mundo fue destruido en aquel gran encuentro entre dos
civilizaciones, y la civilizaci’on occidental destruy’o la civilizaci’on
ind’igena. Pero hay muchos recuerdos, muchos elementos sobrevivientes
-desde la cocina hasta el idioma y las ideas acerca de la familia.
Estos elementos han sido muy persistentes, y tenemos algunos grupos
que no han sido totalmente incorporados al M’exico moderno, como es el
caso de Chiapas”.
El que los norteamericanos no entiendan a M’exico s’olo complica la
situaci’on, dice Paz. “Este nuevo ataque a M’exico coincide con los
triunfos electorales de los grupos populares de derecha. Este nuevo
grupo est’a reviviendo el viejo nacionalismo norteamericano que es
racista y aislacionista y muy peligroso. Es peligroso no s’olo para
M’exico, sino para el mundo entero y para Estados Unidos. Los
norteamericanos no deber’ian enojarse tanto con M’exico, porque estamos
condenados a vivir lado a lado”.
La tarea por adelante no es f’acil, dijo, porque nada garantiza que las
cosas mejorar’an. “El sistema de libre mercado produce injusticia. Es
un mecanismo, y como todos los mecanismos, con eficiencia produce
bienes y tambi’en ‘con eficiencia’ produce pobreza, desempleo y
desigualdad social. Este ha sido el gran problema del siglo XX.
Debemos encontrar otra manera de resolver esa contradicci’on entre el
mercado mercantil y la justicia social”.
Los puntos de vista de Paz son de sobra conocidos para los mexicanos,
quienes lo describen entre pedante, l’ucido, impaciente, autoritario,
col’erico, democr’atico y conservador. Reconocimiento internacional
-incluido un Premio Nobel- por su obra literaria le ha dado acceso a
un gran p’ublico dom’estico que, a lo largo de los ‘ultimos 50 a~nos, ha
seguido sus comentarios culturales y pol’iticos en peri’odicos, sus
propias revistas, y en la televisi’on. Patriarca indiscutible de las
letras mexicanas, tiene en su poder el hacer la carrera de un joven
escritor, o cambiar el tono de las discusiones pol’iticas del pa’is. Y
al trabajar la tensi’on entre la pol’itica y la literatura, ampl’ia el
alcance de ambas, a’un a expensas de contradecirse. “Espero que
todav’ia haya una contradicci’on entre mis ideas pol’iticas y
est’eticas”, dijo, con risa ahogada, “porque si no hay contradicci’on,
no hay vida, &verdad?”.
Hab’iamos ido a ver al escritor mexicano y erudito Carlos Monsiv’ais,
llamado por algunos como la conciencia del pa’is -el I.F. Stone de
M’exico. M’as a la izquierda que el centralista Paz, Monsiv’ais ha
escrito extensamente tanto de la cultura popular como de la poes’ia
mexicana. “Paz -dijo Monsiv’ais- es un gran poeta porque va desde la
ret’orica elevada de los poemas tempranos al esplendor autobiogr’afico
de Piedra de sol y Pasado en claro”. Pero -agreg’o- “la visi’on de
M’exico que Paz ofrece en El laberinto de la soledad no tiene
paralelo en su agudeza y profundidad”.
El libro encierra a la vez una visi’on devastadoramente cr’itica de los
compatriotas de Paz, un an’alisis l’ucido de la historia de M’exico y una
b’usqueda autobiogr’afica de un autor al encuentro de su camino a partir
de una sensaci’on de soledad hasta aquel momento de comuni’on perfecta
llamada amor.
Paz public’o El laberinto de la soledad en 1950, mientras viv’ia en
Francia, y su examen de los mexicanos y su historia cre’o una manera de
ver y pensar acerca de M’exico marcada en la sensibilidad mexicana. Sus
discernimientos se han vuelto clich’es. En M’exico al estudiante
principiante se le dice que de poder leer un solo libro acerca de
M’exico, ser’ia ese.
&Qu’e dice? Dice que los mexicanos viven detr’as de una m’ascara de su
propia creaci’on y est’an, al final, siempre solos. Dice que para los
mexicanos, hay dos tipos de mujeres: la Virgen de Guadalupe, la madre
de todo y la protectora de los pobres e indefensos, y la
seductora/puta, la chingada. Dice que para todos los compatriotas,
hay un solo tipo de hombre, el macho, quien tiene que salirse con la
suya. Y dice que en los mitos y fiestas, en el arte, en el amor, en la
poes’ia, en el teatro y en las epopeyas, existe, tanto para el mexicano
como para toda la gente, aunque por corto tiempo, el escape de la
soledad.
El p’arrafo que abre el segundo cap’itulo del libro, “M’ascaras
mexicanas”, ofrece una buena muestra de su estilo de prosa elegante y
v’ivido:“Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o
licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se
preserva: m’ascara el rostro y m’ascara la sonrisa. Plantado en su
arisca soledad, espinoso y cort’es a un tiempo, todo le sirve para
defenderse: el silencio y la palabra, la cortes’ia y el desprecio, la
iron’ia y la resignaci’on. Tan celoso de su intimidad como de la ajena,
ni siquiera se atreve a rozar con los ojos al vecino: una mirada puede
desencadenar la c’olera de esas almas cargadas de electricidad.
Atraviesa la vida como desollado; todo puede herirle, palabras y
sospecha de palabras. Su lenguaje est’a lleno de reticencias, de
figuras y alusiones, de puntos suspensivos; en su silencio hay
repliegues, matices, nubarrones, arcos iris s’ubitos, amenazas
indescifrables. Aun en la disputa prefiere la expresi’on velada a la
injuria: ‘al buen entendedor pocas palabras’. En suma, entre la
realidad y su persona establece una muralla, no por invisible menos
infranqueable, de impasibilidad y lejan’ia. El mexicano siempre est’a
lejos, lejos del mundo y de los dem’as. Lejos, tambi’en, de s’i mismo”.
“El objeto de nuestra reflexi’on -escribi’o Paz en El laberinto- no
es diverso al que desvela a otros hombres y a otros pueblos: &c’omo
crear una sociedad, una cultura, que no niegue nuestra humanidad pero
tampoco la convierta en una vana abstracci’on?”.
As’i, “la soledad, el sentirse y el saberse solo, desprendido del
mundo y ajeno a s’i mismo, separado de s’i, no es caracter’istica
exclusiva del mexicano. Todos los hombres, en alg’un momento de su
vida, se sienten solos”.
Casi medio siglo despu’es de haber escrito estas palabras, Paz cree que
ellas “siguen siendo verdaderas. No son ni pesimistas ni positivas,
t’erminos que no me gusta emplear”. Agrega, sin embargo: “Creo que
M’exico por fin se est’a sobreponiendo a la gran crisis iniciada en el
siglo XIX. Se est’a volviendo un pa’is verdaderamente moderno. Veremos
si lo logramos o no. Esta es la gran pregunta para Latinoam’erica”.
Traducci’on: Merry Mac Masters
Nota: Entrevista publicada en su versi’on original en el suplemento
Los Angeles Times Magazine del peri’odico Los Angeles Times el
pasado 30 de abril, quien autoriza su publicaci’on en La Jornada.
(Ellos publicaron la entrevista con el t’itulo de “Conversaci’on con el
alma de M’exico”).
El periodismo es literatura a alta velocidad: Paz
Anthony Day y Sergio Mu~noz/ II El dramaturgo Hugo Hiriart, quien
con frecuencia habla con Paz sobre temas tal como la naturaleza de los
sue~nos y el dominio de la imaginaci’on, habl’o con nosotros en su
confortable casa en el sector colonial de San Angel.
Cuando Paz “era adolescente”, dijo Hiriart, “decidi’o que ser’ia uno
de los grandes poetas del mundo. As’i que se fue de M’exico, se mezcl’o
con las mejores figuras literarias en Europa y Estados Unidos y se
volvi’o el poeta mejor conocido de M’exico”. Las vidas, como la
historia, est’an sujetas al accidente y lo inesperado, pero
ciertamente, muy pocos poetas norteamericanos forjaron su arte y sus
carreras tan deliberadamente como Paz. De manera que encauzamos la
conversaci’on hacia la poes’ia.
Hab’iamos supuesto que la obra de Paz, al igual que el pensamiento de
tantos compatriotas suyos, estaba influenciado en su mayor parte por
Francia y lo franc’es. Eso es cierto, con particular influencia del
poeta Guillaume Apollinaire y de Andr’e Breton y los surrealistas. “Yo
acostumbraba reunirme en el caf’e con Breton, Max Ernst, Joan Mir’o y
muchos otros j’ovenes poetas y escritores”, dijo Paz. “Yo no cre’ia
mucho en la po’etica de los surrealistas ni en la ‘escritura
autom’atica’, pero deseaba unir la poes’ia y la revoluci’on, y eso era,
junto con sus ideas acerca de la libertad, lo que me atra’ia de ellos,
aunque siempre tuve mis reservas. No tanto acerca de la moralidad o la
pol’itica, sino en cuanto a la est’etica”.
No sab’iamos del profundo cari~no que Paz guardaba hacia los poetas
norteamericanos modernos, o lo mucho que le hab’ia impresionado de
joven The Wasteland (Tierra bald’ia), de T.S. Eliot. Se inclin’o hacia
adelante y deposit’o su taza de t’e en la mesa. Sus ojos se animaron y
las palabras empezaron a brotar r’apidamente.
“Leer Tierra bald’ia fue una especie de revelaci’on. Era muy joven, y
de alguna manera (Eliot) expresaba lo que yo sent’ia acerca de la
civilizaci’on moderna. Yo era bastante izquierdista, y ‘el fue un hombre
religioso y muy conservador. Sin embargo, yo aprobaba su repugnancia
por la vida moderna, la degradaci’on de la humanidad a trav’es de la
homogenizaci’on del alma. De alguna manera, coincidi’o con mis propias
ideas acerca de los tiempos. El fue un poeta que introdujo la historia
en la poes’ia. Yo fui educado en la tradici’on simbolista y surrealista,
donde el poema era algo muy subjetivo, algo que le sucede al poeta…
para m’i, la gran novedad, primero en Eliot y luego en otros poetas
norteamericanos (Ezra Pound, William Carlos Williams), fue la
introducci’on de la realidad hist’orica de nuestro tiempo…. con la
historia de la civilizaci’on occidental… Y eso, para m’i, fue el gran
descubrimiento de la poes’ia norteamericana… no s’olo tratar con cosas
subjetivas, sino temas universales”.
La t’ecnica empleada por Eliot tambi’en era interesante, explic’o Paz.
Modelado en parte despu’es de Apollinaire, quien a su vez tuvo como
inspiraci’on los pintores cubistas, “Eliot presentaba simult’aneamente
diferentes aspectos de la vida en la ciudad moderna”. Esta es una
t’ecnica que el mismo Paz utiliz’o con grandes resultados en sus cuatro
largos y poderosos poemas, escritos entre 1969 y 1976 y reunidos en
Vuelta, 1976. En el poema principal, tambi’en llamado Vuelta, Paz
escribe, con ecos de Eliot:
Camino sin avanzar estoy rodeado de ciudad
Me falta aire me falta cuerpo
Paz no escribe en la tranquilidad de su biblioteca, que prefiere
utilizarla como un lugar para recibir a los amigos y conducir
negocios. “Escribo en un peque~no cuarto cerca de la rec’amara”, dijo,
mezclando palabras en ingl’es, franc’es y espa~nol, sacudiendo su cabeza
negativamente cuando pedimos verlo. Obviamente celoso de su intimidad,
no quiso llevarnos all’i, porque eso hubiera significado ver su
rec’amara. Sin embargo, nos confi’o que escribe con una pluma y
papel:-No se puede escribir poes’ia en una computadora.
Escribe, entrega su trabajo a una secretaria, quien lo mecanograf’ia;
escribe a mano sus correcciones y le regresa las hojas para
mecanografiar de nuevo.
No tiene un horario fijo, dijo. Piensa en una idea durante mucho
tiempo; luego, “una vez que me siento a escribir, lo hago muy
r’apido”.
No fue ning’un accidente que, de joven, este escritor mexicano fuera
atra’ido por poetas quienes se ocuparon no s’olo de temas personales y
subjetivos, sino tambi’en universales.
Octavio Paz naci’o en la Ciudad de M’exico en 1914. Su abuelo fue un
intelectual/periodista/pol’itico. Su padre, Octavio Paz Sol’orzano, un
abogado, se meti’o a la pol’itica y se convirti’o en un partidario del
revolucionario Emiliano Zapata. Su madre, Josefina Lozano, fue hija de
inmigrantes espa~noles. En 1920, despu’es de que el gobierno mexicano
mat’o a Zapata y persiguieron a sus seguidores con una determinaci’on
sangrienta, la familia de Paz se traslad’o a Estados Unidos,
estableci’endose en Los Angeles, donde el padre de Octavio hab’ia
trabajado como el representante del l’ider revolucionario.
En Estados Unidos, el joven Octavio tuvo una de las experiencias
determinantes de su infancia, a los seis a~nos, en el jard’in de ni~nos.
Su ingl’es no era fluido. Su maestro se fij’o que no estaba comiendo su
lunch. Le pregunt’o por qu’e. “Cuchara, cuchara”, dijo, repitiendo
la palabra en espa~nol. No sab’ia decirlo en ingl’es. “Cuchara!
Cuchara!”, molestaron los ni~nos norteamericanos. Y acab’o pele’andose.
Esta fue una de las tres veces en su infancia -escribi’o en su esbozo
autobiogr’afico Itinerario-cuando se sinti’o totalmente solo,
abandonado. “Tal vez”, escribi’o, “todo lo que he escrito sobre mi
pa’is no ha sido otra cosa sino una reacci’on a tres experiencias de
desamparo infantil”.
Otra de las experiencias: de regreso a M’exico, Paz se sinti’o, de
nuevo, fuera de lugar; solo. Y fue molestado, esta vez -con su
conocimiento del ingl’es, sus ojos azules, piel blanca y pelo casta~no
claro-por ser un “gringo”.
Sin embargo, su experiencia m’as temprana de abandono, y la m’as
extra~na, vino, dice, cuando ten’ia tres o cuatro a~nos. “Yo me percibo,
tal vez debo decir que veo una figura borrosa, un bulto pueril,
perdido en medio de un enorme sof’a circular, tapizado en seda gastada,
justo en medio del cuarto… hay una fiesta en la casa pero el peque~no
bulto llora y nadie viene. El bulto llora. Ha estado llorando durante
siglos, pero nadie lo oye. Est’a perdido en un mundo que es, al mismo
tiempo, familiar y distante, ‘intimo e indiferente…. no recuerdo nada
m’as”.
“Lo m’as probable es que mi madre haya acudido a consolarme: las
mujeres son la puerta hacia la reconciliaci’on con el mundo”.
Paz habl’o con suavidad en ingl’es, el cual es fluido, s’olo vacila de
vez en cuando. Ha ense~nado en Harvard, la Universidad de Texas y la
Universidad de Cambridge, Inglaterra. De vez en cuando, los ocho gatos
de Paz maullaron y maullaron en el patio. “Imag’inense”, Marie-Jos’e
hab’ia proclamado, “ocho gatos, cada uno con nueve vidas!”.
A partir de aquella visita infantil a Los Angeles, Paz pas’o mucho
tiempo en Estados Unidos. Lleg’o a ese pa’is en 1944 con una Beca
Guggenheim y se qued’o dos a~nos, trabajando en el periodismo, ense~nando
en Middlebury College, en Vermont, y trabajando de repente aqu’i y
all’a.
El periodismo “fue una buena preparaci’on para m’i”, dijo, “porque el
periodismo es literatura a alta velocidad”.
Otro ejercicio comprendi’o el doblaje al espa~nol de pel’iculas de los
estudios MGM (en Nueva York). “Fue interesante, porque intent’e muchos
experimentos al seguir el movimiento de los labios y encontrando
palabras que sincronizaban. Siendo un poeta, pude encontrar algunos
ritmos y hacer las frases m’as lac’onicas”.
De aquellos a~nos Paz dijo: “Hist’oricamente ese fue un gran momento
para Estados Unidos. Era el final de la guerra, y encontr’e a la gente
llena de energ’ia. Tambi’en hab’ia algunos puntos negativos. Hab’ia
discriminaci’on. Pero la cultura era muy vigorosa, e inauguraba una
nueva era en la historia universal”. Encontr’o a los norteamericanos
“tan directos y abiertos -es es un gran m’erito de los
norteamericanos… pero a veces es muy dif’icil hablar con ellos porque
sus or’igenes son muy diferentes a los nuestros. Nuestros antecedentes
intelectuales y existenciales son muy diferentes. Pero, de superar ese
choque inicial, puede ser maravilloso”.
En Los Angeles, conoci’o a los “pachucos”, los Zoot Suiters, y
escribi’o sobre ellos. Su imagen del pachuco no gust’o a los chicanos,
quienes la encontraron condescendiente y francamente insultante. Le
preguntamos al respecto; dijo haber o’ido de las quejas, pero no las
justificaba. “Sent’i atracci’on por este grupo de gente joven que
estaba en rebeli’on. Su rebeli’on no fue ideol’ogica ni pol’itica. Era una
rebeli’on de c’omo comportarse y vestirse. De alguna manera, para m’i,
era una rebeli’on moral y est’etica. La est’etica es una de las armas de
aquella gente que ha sido derrotada. Yo era mexicano y ten’ia las
mismas ra’ices. Para m’i, eran v’ictimas”.
Traducci’on: Merry Mac Masters
M’exico ha pasado momentos peores; se impondr’a la voluntad de ser: Paz
Ang’elica Abelleyra. En dos noches seguidas que encabez’o para
comentar los tomos VII y VIII de sus Obras Completas, Octavio Paz se
hizo al prop’osito de no emitir palabra alguna. Sin embargo, al t’ermino
de la presentaci’on ayer de su libro sobre historia y pol’itica, El
peregrino en su patria, no resisti’o la tentaci’on de hablar sobre
M’exico y los momentos “dif’iciles” de hoy:“Hemos pasado momentos
peores y creo que al final est’a la persistencia de los mexicanos, esta
voluntad de ser se impone. Lo que me conmueve de mi pa’is es su
voluntad de permanecer. Los mexicanos no debemos preocuparnos por
saber el misterio de nuestra historia. Lo que debemos hacer es
conservar esta voluntad, esta perseverancia y, claro, nuestra
capacidad para inventar otro M’exico”.
El poeta acudi’o a la Casa de los Azulejos, para escuchar desde la
primera fila los comentarios de Enrique Krauze, Rafael Segovia y
Fernando P’erez Correa sobre este libro que compila los escritos a lo
largo de medio siglo de Paz sobre el M’exico de la antropolog’ia, la
historia, la moral y la pol’itica.
“Cuando uno escribe no se da cuenta exactamente de lo que est’a
haciendo. Aquellos autores que digan que son los due~nos de lo que
escriben, tienen ilusiones excesivas acerca de los poderes misteriosos
de la palabra. La palabra siempre va m’as all’a de las intenciones del
autor, sobre todo si ese escritor es un literato y quiere ser un
poeta. En el caso de los historiadores y soci’ologos (como los aqu’i
reunidos) es m’as f’acil para ellos controlarse. Yo no puedo. Escrib’i
El laberinto de la soledad en momentos de soledad tambi’en, con un
plan vago que finalmente no cumpl’i en totalidad, en una situaci’on
an’imica y emocional muy intensa. Despu’es, todo lo que he escrito ha
sido una reflexi’on sobre mis circunstancias. Para m’i la poes’ia ha sido
siempre la respuesta a las circunstancias y he hecho m’ia la f’ormula de
Goethe, de que no hay m’as poes’ia que la de circunstancias”, coment’o
el Nobel de Literatura, ante un auditorio acalorado en un saloncito
que a todos parece decorado como un pastel.
Esa condici’on circunstancial, Paz la traslada tambi’en a sus ensayos.
Mis escritos, deline’o, son circunstanciales, cr’iticos, apasionados.
“Tratan de develar, descifrar una realidad, sobre todo descifrarme a
m’i mismo. No es obra cient’ifica, es obra de escritor que quiere
conocer el mundo que lo rodea para conocerse a s’i mismo y poder
dialogar con ese mundo”.
El cierre de Paz tuvo como respuesta los aplausos.
Antes, el historiador Enrique Krauze ofreci’o una especie de biograf’ia
pol’itica del escritor de 81 a~nos, “m’as vigoroso que su abuelo, tan
rebelde y revoltoso como su padre, que sigue en la trinchera con un
siglo de experiencia y ve a M’exico en un mirador patriarcal”, ley’o
para continuar:“Sus contempor’aneos se han ido, s’olo queda ‘el. Pero no
est’a solo. Su vida ha sido una met’afora de la tradici’on. Su obra es un
milagro. En ella comulgan las generaciones de M’exico”.
El autor de Biograf’ias del poder hab’ia hecho una emotiva disertaci’on
sobre un autor que con 35 a~nos era ya “un buzo en las aguas
subterr’aneas y superficiales de M’exico” y “un alquimista en busca de
la sustancia” del pa’is, a trav’es de ese “libro revelador” y
“autobiograf’ia t’acita” que es El laberinto de la soledad.
Habl’o del abuelo Irineo y del padre don Octavio; el primero, un
liberal que siempre tuvo como temas la libertad y el poder; el
segundo, un revolucionario detr’as de la justicia y la igualdad. Sobre
el poeta presente en Sanborn’s de Madero, dijo que “ser’a siempre un
hijo de la Revoluci’on Mexicana” que ha ido hacia ese movimiento a
trav’es del acto po’etico.
M’as adelante, Krauze descifr’o las actuaciones de Paz como diplom’atico,
las cartas que envi’o a Carrillo Flores (in’editas) para reprobar la
pol’itica mexicana respecto al movimiento estudiantil del 68, y las
cr’iticas e “incomprensi’on” de la izquierda mexicana ante su postura
contra el “mito sangriento de la revoluci’on comunista”.
En la lectura lo antecedi’o el escritor Fernando P’erez Correa, quien
advirti’o algunos puntos nodales en la reflexi’on de Paz: la democracia
es el medio para echar a andar a la Naci’on, para devolverle su
libertad de acci’on”.
Despu’es, Rafael Segovia hablar’ia del “misterio” que otorga toda su
fuerza a El laberinto de la soledad, “un libro paradigma” en el
que circulan la inteligencia y la libertad.
Toledo, artista de extrema modernidad y de extrema antiguedad: Octavio
Paz
Ang’elica Abelleyra y Braulio Peralta =A4 Dice Octavio Paz que
todav’ia espera “la media hora favorable”, el momento propicio de
inspiraci’on para escribir sobre Francisco Toledo, Vicente Rojo y de
otros pintores ausentes en su vasto ejercicio literario sobre el arte
contempor’aneo.
Sin embargo, antenoche habl’o con La Jornada en torno del creador
juchiteco:“En Par’is me entusiasm’o su aparici’on. Tuvo algo de
milagroso en el mundo de aquellos a~nos. Su pintura me gusta mucho.
&C’omo definirlo? Dir’ia una banalidad. Preferir’ia escribir algo, que
decir opiniones de tipo period’istico. &Compararlo con (Rufino) Tamayo
o cosas as’i? No. Es un temperamento de una gran originalidad”.
“Est’abamos hablando de las relaciones del mundo antiguo, del mundo
precolombino con ciertos artistas mexicanos, no con todos.
“Yo creo que los muralistas, sobre todo (Diego) Rivera, ten’ian una
comprensi’on intelectual, pero no profunda y emocional como la que tuvo
Tamayo. En el caso de Toledo son m’as visibles la extrema modernidad de
Toledo y la extrema antigedad de Toledo; adem’as ‘el se mezcla con su
inter’es por los artes primitivos de otras culturas, no s’olo de la
mexicana”.
Aunque de manera escueta, esta es la primera vez que el Nobel de
Literatura se refiere p’ublicamente a Francisco Toledo.
En su volumen Los privilegios de la vista II -que compila 50 a~nos
dedicados a escribir sobre pintura, escultura, arquitectura y las
formas y estilos que han marcado el arte mexicano desde la antigedad y
hasta nuestros d’ias- la de Toledo es una de las omisiones m’as notables
en su ejercicio cr’itico.
En la restaurada Casa de los Azulejos, durante la presentaci’on del
tomo VII de las Obras Completas del poeta, publicadas por el Fondo de
Cultura Econ’omica (FCE), la historiadora Teresa del Conde y el pintor
Miguel Cervantes coincidieron en lamentar la ausencia de varios
creadores mexicanos en Los privilegios de la vista. Entre ellos,
Francisco Toledo.
Poco despu’es, ante el micr’ofono, Octavio Paz responder’ia: “Lamento
much’isimo no haber hablado como deber’ia de haber hablado de Toledo, de
Vicente Rojo y de varios pintores. No he tenido esa media hora de
inspiraci’on para escribir sobre ellos. Para m’i -agreg’o- el ejercicio
de la cr’itica nace del entusiasmo. Pero ese entusiasmo tiene que
coincidir con ciertos momentos propicios. La palabra inspiraci’on est’a
quiz’a demasiado gastada, pero tiene que ver con eso”.
Apenas una semana antes (jueves 4 de mayo), en un suplemento alrededor
de Francisco Toledo publicado en este diario, el artista oaxaque~no
recordaba el apoyo que Octavio Paz y Rufino Tamayo le hab’ian brindado
durante su estancia en Par’is en los a~nos 60. Dijo: “En Par’is conoc’ia
Tamayo y a Octavio Paz. Los dos fueron muy importantes y bondadosos
porque me apoyaron para quedarme […] Reci’en llegado, gracias a
Octavio Paz entr’e a la Casa de M’exico. Adem’as, frecuentaba su casa
adonde nos junt’abamos con Nieto (Rodolfo); habl’abamos del amor y la
nostalgia. Me acuerdo m’as o menos que Paz me dijo una vez: ‘Toledo &y
si por valija diplom’atica mandamos a traer una iguana estar’a usted m’as
contento?’. Eso era un chiste pero, lo cierto, es que estar lejos a
veces resulta pesado”.
Con la presencia del poeta Aurelio Asiain, del moderador Danubio
Torres Fierro, de Teresa del Conde y Miguel Cervantes, transcurri’o la
noche del jueves para comentar Los privilegios de la vista II,
t’itulo del volumen que enmarcaba la mesa del estrado, entre logotipos
del Fondo de Cultura Econ’omica y Sanborn’s.
La acalorada sala, con sillas en extremo juntas, nunca lleg’o a verse
colmada al tope, como sucede en cada presentaci’on p’ublica de Octavio
Paz, quien esta vez se coloc’o en primera fila, al lado de su esposa
Marie Jos’e y de Miguel de la Madrid Hurtado, director del Fondo.
A sugerencia del moderador (que no lo fue tanto), Octavio Paz accedi’o
a decir unas palabras al final de la sesi’on.
“Agradezco mucho la invitaci’on pero realmente no hab’ia preparado
nada. Quiz’as pudiera referirme a las omisiones que han se~nalado. En
efecto, la m’as importante es la de la pintura novohispana. La verdad
es que me siento muy distante de esta pintura. En cambio, le dedico
unas p’aginas entusiastas tanto a la arquitectura del siglo XVI como a
la del XVII y XVIII”, puntualiz’o para luego hablar de las ausencias
de Toledo y Rojo, comentadas al inicio de la nota.
Para finalizar, el ensayista abund’o sobre el tema central de Los
privilegios de la vista: la tradici’on de la modernidad, la conquista
de la modernidad que es la conquista de la libertad, tema que hab’ia
punteado Asiain en su texto.
Y a~nadi’o Paz sobre el asunto: “La historia del arte de M’exico es
parte de la historia de las tradiciones, recreaciones, respuestas
pol’emicas que hemos hecho los mexicanos hacia el mundo exterior y a
las artes de fuera. Esta creo que es la historia del arte mexicano y
probablemente del arte de todo el continente americano sin excluir a
Estados Unidos que, entre par’entesis, al principio y muy iniciado el
siglo XX, fue mucho m’as d’ebil que nosotros y no pudo oponer a la
fascinaci’on europea sino una imitaci’on. En cambio, M’exico ha
establecido un di’alogo pol’emico con el arte europeo”.
Antes del comentario y del coctel con canap’es, muy mexicanos, se
hab’ian sucedido los comentarios de Miguel Cervantes, Teresa del Conde
y Aurelio Asiain, de quienes Paz destac’o la “penetraci’on”,
“iron’ia” y “esp’iritu luminoso”, respectivamente.
En primer t’ermino, Cervantes dijo que la publicaci’on est’a ajena al
‘animo enciclop’edico. “Es un libro del gozo de ver, del gozo del
lenguaje y la reflexi’on”, puntualiz’o al referirse a los supuestos de
Paz en relaci’on al arte precolombino y a los pintores Hermenegildo
Bustos, Jos’e Mar’ia Velasco y Jos’e Clemente Orozco, entre otros.
En segundo t’ermino, vino la improvisada participaci’on de Teresa del
Conde al destacar que en todos los libros de arte contempor’aneo en el
mundo “no cesa la menci’on de Octavio Paz”, y aplaudi’o la
“disposici’on” del Nobel a abordar a algunos artistas eludidos hasta
el momento, como Toledo.
Para cerrar, Aurelio Asiain apunt’o que el volumen no surge del azar
sino de la voluntad de la forma, por lo que se constituye en un libro
alrededor del “enigma de c’omo es M’exico y sus formas”, y en cuyo
texto, dijo, hay un poema in’edito dedicado a Marie-Jos’e, que aqu’i
publicamos.
“Toda la literatura de occidente versa sobre el amor o el
poder…”
Usen el adjetivo o etiqueta que quieran, pero no “conservador”:
Octavio Paz
Anthony Day y Sergio Mu~noz/ III y ‘ultima $ Hablamos primero con
Octavio Paz un viernes. Ese mismo fin de semana nos quedamos en una
vieja hacienda azucarera del Valle de Morelos, al otro lado de las
monta~nas de la ciudad de M’exico, y m’as all’a de Cuernavaca. All’i nos
dijeron que hasta un portero anciano hablaba de irse a California. No
hab’ia o’ido de la Propuesta 187, pero al enterarse dijo que no le
importaba. “Justo hace una semana -coment’o-cien hombres de Tetecala
(un pueblecito cercano) se fueron a buscar trabajo en el norte”.
El peso se desliz’o un poco m’as el d’ia que regresamos a la ciudad.
Paz dijo: “Es injusto, aunque natural y humano” lo que se ha hecho
del ex presidente Carlos Salinas de Gortari: un “chivo expiatorio”
de la presente crisis financiera. “Salinas fue un hombre muy valiente
en cuestiones de econom’ia. Hizo lo correcto al liberar la econom’ia del
control estatal”. En el M’exico colonial, la riqueza del pa’is era
propiedad del Estado. A partir de su independencia en 1821, la
econom’ia vino a depender m’as y m’as del Estado, y todav’ia mucho m’as a
ra’iz de la revoluci’on de 1910-1921. “Por ‘ultimo, la influencia
marxista hizo al Estado m’as y m’as poderoso. Salinas rompi’o esta
tradici’on de una vez por todas” mientras intentaba modernizar el
pa’is.
El PRI -a~nadi’o-, creado para ser “un partido moderadamente
autoritario, a veces me recuerda el Partido del Congreso de la India.
Ser’an muy diferentes los partidos, pero la funci’on es la misma:
mantener la cohesi’on y la unidad en pa’ises donde las fuerzas
centr’ifugas son muy poderosas”.
Quer’iamos hablar m’as con ‘el acerca de su propia pol’itica. “Hagan lo
que hagan con la entrevista”, nos dir’ia m’as tarde, “no me llamen un
conservador”. Su petici’on reflejaba lo que sab’iamos de su historia
pol’itica.
Como es costumbre en un intelectual mexicano, Octavio Paz empez’o como
un escritor de la est’etica. En su juventud, el fascismo hab’ia
oscurecido Italia y se estaba revelando de manera a’un m’as aterradora
en Alemania. A muchos intelectuales de todo el mundo, el marxismo los
atrajo con la embriagadora tentaci’on del antifascismo, y Mosc’u era
visto como un faro de justicia. En Espa~na, los fascistas, guiados por
Francisco Franco, intentaban, con ayuda alemana e italiana, derrocar a
la rep’ublica espa~nola sostenida por Mosc’u. En 1937, cuando a los 23
a~nos ya era un poeta publicado, acept’o la invitaci’on del chileno Pablo
Neruda y del espa~nol Rafael Alberti, para asistir a la Segunda
Conferencia Internacional de Antifascistas en Espa~na.
A su regreso se ocup’o de lo que describe como su “actividad pol’itica
m’as intensa”. Trabaj’o con refugiados espa~noles republicanos en
peri’odicos literarios y pol’iticos. Para ese entonces hab’ia comenzado a
alejarse del c’omodo izquierdismo que practicaban sus compa~neros
escritores de Am’erica Latina. En Espa~na “los comunistas hab’ian
empezado a hacerme dudar”. Pero a su regreso hab’ia cooperado con
ellos: “yo todav’ia era un compa~nero de viaje”. Sin embargo, poco a
poco, influenciado por eventos, como el pacto sovi’etico-nazi de no
agresi’on en 1939, el asesinato de Le’on Trotsky en M’exico ordenado por
Stalin en 1940, empez’o a alejarse, y ya para 1943 hab’ia renunciado al
peri’odico izquierdista.
Paz ten’ia treinta y tantos a~nos y estaba en plenas facultades
creativas. Vivi’o en Francia, visit’o la India y Jap’on, luego regres’o a
M’exico en 1953 despu’es de residir nueve a~nos en el extranjero. Fue,
explica, “una verdadera gestaci’on, s’olo que en reversa: afuera en vez
de adentro de mi pa’is de nacimiento”.
Al t’ermino de aquella estancia fuera de M’exico hab’ia separado los
hilos entrelazados de la poes’ia y la pol’itica. “Fue antes de 1950 que
yo hab’ia cambiado de idea respecto a la noci’on de que la poes’ia era un
arma para la revoluci’on. Pero tambi’en descubr’i que la idea de la
poes’ia como la personificaci’on de la revoluci’on era absurda. En aquel
entonces tambi’en llegu’e a la conclusi’on que la revoluci’on en la URSS
hab’ia sido una gran cat’astrofe”.
Algo nost’algico, expres’o: “estuve muy aislado en M’exico aunque ten’ia
muchos amigos disidentes de la izquierda”.
La ruptura de Paz con los comunistas, antes que otros intelectuales de
Am’erica Latina, no se dio sino hasta fines de los a~nos setenta. Cuando
rompi’o, la izquierda reaccion’o furiosa. “Conservador”, ese adjetivo
que odia, fue el m’as moderado de las etiquetas que le lanzaron sus
miembros. Incluso, fue acusado de ser un operativo de la CIA. Y la
izquierda todav’ia no le ha perdonado los programas que posteriormente
hizo para la servil y progubernamental cadena de televisi’on, Televisa.
Pero, a pesar de los insultos, a menudo rasgo de las pol’iticas
intelectuales mexicanas, Paz nunca ha sido un hombre de derecha.
Despu’es que el Ej’ercito dispar’o y mat’o a un gran n’umero de estudiantes
que se manifestaban en la Plaza de Tlatelolco de la ciudad de M’exico,
renunci’o como embajador en la India, en protesta contra el gobierno. Y
en ese instante, se convirti’o en un h’eroe en M’exico, venerado por
j’ovenes y respetado por aqu’ellos que no s’olo desaprobaban la represi’on
militar sino que exig’ian democracia.
Desde entonces, ha seguido criticando las convenciones pol’iticas y
art’isticas de la vida mexicana. “La cr’itica -ha escrito- es lo que la
imaginaci’on ha aprendido en su segunda vuelta. Despu’es de haberse
curado de la fantas’ia, es una imaginaci’on que ha decidido enfrentar la
realidad del mundo”.
En nuestra segunda y ‘ultima visita a Paz, desv’iamos la discusi’on hacia
su trabajo reciente.
En 1993, escribi’o un libro extraordinario: La llama doble, que es un
relato enciclop’edico de la correlaci’on entre el sexo, el erotismo y el
amor en las obras de Plat’on, los poetas medievales de Provenza y
Jap’on, Gustave Flaubert, James Joyce, el Marqu’es de Sade y Sigmund
Freud. “Este libro sobre la India”, explic’o Paz en referencia a
Vislumbres de la India, recientemente terminado, “as’i como La
llama doble, los escrib’i bastante tarde en mi vida; pero ambos son
libros que hubiera querido escribir hace muchos a~nos. Poco a poco
estoy saldando las deudas contra’idas conmigo mismo con un retraso de
por lo menos 20 a~nos”.
Quer’iamos saber m’as acerca de su larga reflexi’on sobre el amor, tema
siempre presente en su vida.
“Nunca estamos solos”, contest’o como si diera respuesta a las
ansiedades del ni~no y las preguntas del hombre joven que alguna vez
fue. “Siempre estamos con el otro, alguien que pertenece al mismo
mundo pero es diferente -y esa es la esencia de, quiz’a, el secreto de
la atracci’on…
“El amor es parte de la vida humana. En el mundo animal existen
pasiones sexuales. Pero la cultura ha invitado a un nuevo dominio:
aquel tipo de relaci’on que llamamos amor. El amor es un invento de los
hombres…
“Todas las sociedades han conocido el amor, algunas incluso han
reflexionado sobre el amor: la India, China, Jap’on. Provenza… Toda
la literatura de la civilizaci’on occidental es acerca del amor o
acerca del poder… El amor pertenece al reino de la libertad, el amor
es uno de aquellos momentos en que los hombres pueden alcanzar la
libertad; no siempre, sino por un momento, por un instante de
reciprocidad”.
La entrevista llegaba a su fin. Ten’iamos que correr al aeropuerto a
tomar un avi’on, y Marie-Jos’e entr’o a la biblioteca. Quer’ia saber c’omo
nos iba. Paz la mir’o con la misma pasi’on que le ha profesado durante
los ‘ultimos 30 a~nos. Mientras nos prepar’abamos para decir adi’os, vimos
su cara feliz. Nos hab’ia dicho que era un hombre feliz, simplemente
porque “Marie-Jos’e existe: eso es todo”.
(Traducci’on: Merry Mac Masters)
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En Nueva York otorgar’an a Paz el Doctorado Honoris Causa en Letras
Notimex, Nueva York, 13 de mayo $ La Nueva Escuela de
Investigaci’on Social de Nueva York otorgar’a el pr’oximo 23 de mayo un
Doctorado Honoris Causa en Letras al escritor mexicano y premio
Nobel de Literatura 1990, Octavio Paz, informaron fuentes de ese
centro.
La instituci’on acad’emica reconocer’a la labor del poeta y ensayista, en
una ceremonia en la que el profesor em’erito de la Universidad de
Columbia, Robert K. Merton, tambi’en recibir’a un grado honorario,
agregaron.
Paz fue objeto de un amplio homenaje en Nueva York el a~no pasado con
motivo de su 80 aniversario, en una serie de eventos que incluyeron la
lectura de sus poemas, conferencias y simposios sobre su trayectoria.
La obra de Paz es conocida a nivel internacional. Algunos de sus
trabajos de prosa m’as conocidos, entre ellos El laberinto de la
soledad, han sido traducidos al idioma ingl’es.
La Nueva Escuela de Investigaci’on Social incluye diversas centros,
entre ellos el Colegio Eugene Lang, el Colegio Mannes de M’usica, la
Facultad de Ciencias Pol’iticas y la Escuela de Graduados en
Administraci’on y Pol’itica Urbana.
Junto con Paz y Merton, otras personalidades que recibir’an grados
honorarios son el director ejecutivo de la organizaci’on
Trans’africa/Trans’africa Forum, Randall Robinson, quien apoy’o la
transici’on pac’ifica a la democracia en Hait’i. Tambi’en ser’a reconocida
la labor del vicepresidente de la firma General American Investors,
Company, Inc., y presidente del Consejo de Fideicomisarios de la Nueva
Escuela de Investigaci’on Social, Malcolm B. Smith.
El reconocimiento que recibir’a Paz se sumar’a a una larga lista de
distinciones de que ha sido objeto por parte de instituciones
acad’emicas y gobiernos de diversos pa’ises.
Fuente: http://www.cs.uwaterloo.ca/~alopez-o/politics/opaz.html
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