Por: Oscar Ranzani
La adaptación de la novela de Anthony Burguess todavía es perturbadora en su denuncia de la violencia institucional y de la manipulación social a través de las imágenes.
“Aunque existe cierto grado de hipocresía sobre este tema, todo el mundo se siente fascinado por la violencia. Después de todo, el hombre es el asesino con menos remordimiento que ha pisado la faz de la Tierra”. Así pensaba el director estadounidense -nacionalizado británico- Stanley Kubrick. También guionista y fotógrafo, fue uno de los cineastas más influyentes del siglo XX. Si bien toda su filmografía fue motivo de análisis, el mayor impacto a nivel global lo logró con La naranja mecánica, película que se estrenó el 20 de diciembre de 1971 en Nueva York y San Francisco, hace exactamente medio siglo. Poco después se estrenó en Londres, el 13 de enero de 1972. En la Argentina, bajo la dictadura de Alejando Agustín Lanusse, fue prohibida por el Ente de Calificación Cinematográfica y recién se estrenó el 25 de julio de 1985, durante del gobierno democrático de Raúl Alfonsín, apenas unos días después que la proyectara el Cine Club Núcleo en calidad de preestreno.
Perturbadora y cargada de violencia, A Clockwork Orange está basada en la novela homónima de Anthony Burgess, publicada casi diez años antes que el film: en 1962. La historia se desarrolla en el Reino Unido en un futuro distópico. Una banda de jóvenes británicos liderada por Alex (Malcolm McDowell) ejerce la violencia contra personas desconocidas. Cuando sus cómplices traicionan a Alex, también lo meten en una trampa y es detenido. Tras ser juzgado y condenado a prisión, acepta convertirse en conejillo de Indias de un tratamiento psiquiátrico denominado “Ludovico”, que se encuentra en fase experimental. Todo toma un giro inesperado cuando el método, supuestamente para suprimir la violencia en un sujeto, es aún más cruel que las atrocidades que cometía Alex con sus secuaces.
“La película pone de manifiesto la violencia por parte de las instituciones. Este es uno de los aspectos relevantes del film. Y seguramente era lo que también generaba tanto malestar en términos sociales y sobre todo bajo sistemas fuertemente represivos”, comenta Ricardo Manetti, profesor titular de Historia de los Medios Audiovisuales en FADU- UBA, y de Historia del Cine en Latinoamérica y Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. “Uno tiene que leer que esas violencias son fruto de los malestares sociales pero, a su vez, los modos de regular las formas de reinserción al sistema están trabajados a través de un sistema de torturas y de aniquilación de los deseos, de las libertades, de las propias subjetividades”, plantea Manetti.
Edgardo Pígoli es profesor de Historia del Cine Argentino y Latinoamericano (Universidad del Cine-FUC), y de Teoría y Medios de la Cultura en la Facultad de Filosofía y Letras-UBA, entre otras cátedras. Respecto de qué manera La naranja mecánica “se hace cargo” de la forma de distribución de la violencia del orden social, Pígoli reflexiona: “Es interesante que la forma de expresar la violencia en la primera parte de la película no es igual que la forma de expresar la violencia en la segunda parte. Hay signos de institucionalización en la fuerza del Estado del uso de la violencia”.
Profesor de las materias Análisis y Crítica, y de Teorías del Audiovisual en la carrera de cine de la Universidad Nacional de La Plata, y director del Doctorado en Artes de la misma universidad, Eduardo Russo encuentra un nudo en una cantidad de preocupaciones que era muy típicas de Kubrick en aquel momento. “Es una película que cayó en el momento y en el espacio justo para provocar una especie de pequeño sismo en los ‘70. Forma parte de un momento en la filmografía de Kubrick y también del cine norteamericano y con este cruce a Gran Bretaña donde había una reflexión sobre la violencia de una manera muy intensa. Eso hizo que la película fuera un fenómeno y que trascendiera fuertemente el estado de una película de ciencia ficción para convertirse en una especie de hito en cuanto a la relación entre cine, violencia, violencia sexual también”, expresa Russo. “Aparece un argumento que tiene que ver con lo discursivo: si la película es una crítica a la violencia o es una crítica a cierta ingeniería social de la violencia a nivel estatal. O incluso vista desde hoy aparece una mirada sobre la relación entre violencia, política y medios que ilumina la cuestión de lo que uno podía ver en los años 70″, agrega Russo.
“Sin tener mucha imaginación uno podría estar pensando que la película de Kubrick está hablando de la Inglaterra de Theresa May o de Boris Johnson”, entiende Jorge La Ferla, profesor titular de Técnicas Audiovisuales I y II en la Universidad del Cine-FUC, también curador e investigador en Artes y Medios Audiovisuales y Jefe de Cátedra de Arte Contemporáneo/Diseño Transmedia en la UBA. “A pesar de que el tiempo ha pasado es como que estas posibilidades que se dieron de apertura, de democratización y ampliación de las bases sociales de la sociedad, y todo lo que significó el crecimiento de Europa a nivel económico de la posguerra, nadie imaginaba que se iba a degradar a un nivel, como dice un artista francés, de ‘lo peor siempre está por venir’. La persona que le da de comer en la boca al protagonista de La naranja mecánica es más democrático que lo que se puede estar viendo hoy en cuanto a manejo de los medios, manipulación, todo lo que implica el Brexit, etcétera, si lo concentramos en lo que es Inglaterra hoy”, agrega La Ferla.
Censura y violencia
Kubrick en el rodaje
La naranja mecánica fue retirada de circulación en el Reino Unido supuestamente por “incitar a la violencia”. También fue condenada a la categoría X en Estados Unidos. Entonces, Kubrick cortó 30 segundos de la película para su reestreno, cambiaron la calificación y fue relanzada en los Estados Unidos en 1973. Recién pudo ser vista en España, en los últimos meses de vida del dictador Francisco Franco, en abril de 1975. “Es una película que le trajo muchos problemas a Kubrick en el sentido de que él mismo apareció pidiendo en su momento que se dejara de exhibir, incluso fue amenazado de muerte”, recuerda Russo. Por esa amenaza que menciona Russo, Kubrick le pidió a la Warner retirar la película del Reino Unido en 1974. Finalmente, La naranja mecánica se reestrenó el 17 de marzo de 2000, después de estar alejada de las pantallas británicas durante más de un cuarto de siglo.
Incluso hubo quienes decían por aquel entonces que la película favorecía la delincuencia. “Es una tontera absoluta y es más bien al revés: la película está poniendo el dedo en la llaga de todo lo que empezó en Inglaterra precisamente en esa época: marginación social, desocupación, todo el tema de los inmigrantes que provenían de las antiguas colonias inglesas, sobre todo en Africa. Es al revés: es una especie de puesta en escena de situaciones que, además, existieron antes de que fueran representadas por Kubrick. Y hoy no podemos decir que esta violencia que es evidente en todo el mundo tenga algo que ver Kubrick. Más bien al contrario: es como una advertencia de cosas que podían ocurrir”, sostiene La Ferla.
Russo entiende que esas opiniones acerca de que la película favorecía la delincuencia “corresponden a un debate muy británico, porque la historia de la censura británica, a diferencia de otros países del mundo, siempre estuvo muy relacionada con la violencia”. “Aparecieron testimonios (que hoy los llamaríamos leyendas urbanas) de que la película promovía conductas violentas en poblaciones juveniles. Uno puede ver ahí que Kubrick estaba detectando lo que posteriormente se podría encontrar en el fenómeno de los Hooligans, y en los skinheads”, afirma Russo.
Manipulación psicológica
Alex es sometido al método Ludovico, que no hace bueno a nadie sino que intenta suprimir la voluntad de delinquir; suprime incluso el deseo sexual y dice combatir la crueldad… pero con más crueldad. Según dijo el propio Kubrick, La naranja mecánica reflexiona sobre los maleficios del condicionamiento psicológico en manos de un gobierno autoritario que tiene la oportunidad de formar las mentes de sus ciudadanos. Se podría agregar que en esta época en que la derecha promueve la baja de la imputabilidad, la discusión sobre las medidas punitivas y de contención del crimen promovidas por el gobierno de la historia ficcional, es también actual, tal vez no en su forma pero sí en su objetivo. Y permite entrever que la justicia es también criminal.
“Poniendo al método Ludovico en un lugar tan protagónico, las imágenes más recordadas son las de la exposición de Alex al tratamiento: pasar a ver esas imágenes con esos aparatos para que no pueda cerrar los ojos. Y de qué manera aparece una especie de sufrimiento extremo comparable a los otros sufrimientos que él les infringe a los otros personajes. Pero aparece esta cuestión ligada al control del sujeto y al control social de una manera muy central. Tanto es así que aparece un discurso apoyado por el mismo Kubrick de hacer con la película una crítica al conductismo y dejar por fuera cualquier tipo de capacidad de enfrentarse con una dimensión de libertad humana”, entiende Russo.
En líneas similares, Manetti observa que Kubrick “está planteando el método conductista de la imposibilidad de que alguien sea un sujeto pensante. Lo que hace es una especie de lobotomía, que lo va a terminar transformándolo en su condición de sujeto. Adquiere casi el lugar de ‘cosa’, se lo cosifica en términos de un sujeto que deja de tener existencia pensante”. Pígoli suma: “Y exacerba algo que también se problematizado en el cine de Kubrick que son los dispositivos de control. Es decir, de qué manera las formas de racionalidad no son instancias de transformación”.
“Hoy se puede decir que todos estos métodos han encontrado una concentración absoluta en lo que pueden ser las redes sociales”, aporta La Ferla. “Por un lado, tenemos la televisión por aire y, por otro, los usos individuales del aparato celular y locativo. Evidentemente, cualquier tipo de elucubración de lo que podían ser esas manipulaciones que tendían precisamente a la creación de conductas, nadie en su momento llegó a pensar este desarrollo, donde un pequeño testimonio fue la película Her, de Spike Jonze. En todo caso, es La naranja mecánica la que lo pone en juego. Por un lado, hay una manipulación psicológica y, por otro lado, es a través de la imagen que se van creando ciertas corrientes de conducta. Y precisamente hoy no hace falta poner ningún aparato en los ojos ni estar creando una situación de cautiverio sino directamente que en lo que consume el grueso de la población podrían estar concebidos estos sistemas de una manera sofisticada y muy eficiente”, analiza La Ferla.
Música y sadismo
Los actos agresivos sexuales y físicos que cometen Alex y su banda se combinan con música clásica y es una marca histórica de La naranja mecánica. ¿Esa música es una simbolización de la violencia como espectáculo? “Lo que hace es generar una fuerte tensión en términos dialécticos”, analiza Manetti. “Determinadas formas musicales, que lo que buscaban eran sistemas placenteros, se convierten a partir del uso dramático que hace Kubrick dentro del film en elementos fuertemente agresivos, violentos. También, la forma violenta de la cultura. Además, si uno piensa en el momento en el cual el autor escribió la novela, una década antes de que se hiciera la película, estaba todo el debate entre eros y civilización, algunos de los estudios de Marcuse sobre la pérdida de las libertades en función de lo que significaba adaptarlos a la cultura, adaptarlos a ser ciudadanos. La novela exacerba eso y también la película”.
“Es un componente más de lo que la película hace con la violencia”, señala Pígoli. “La película se presenta con una forma de estetización de la violencia. Vista hoy propone una forma de estetización de la violencia y es un monumento pop. Sobre todo en su primera parte es un monumento pop. Habría que pensar qué presupone esa forma en relación a las formas de tramitar la violencia en los ’60 y en los ’70 respecto del arte. Es una película híperestetizada. Es anti-realista porque manipula justamente las formas del pop. Ahí hay un punto de singularización donde hoy lo que expresa La naranja mecánica en términos de violencia no puede ser leído de la misma manera”, agrega Pígoli.
“Podríamos hablar del Beethoven de Kubrick, o del Wagner de Apocalypse Now, que es una música que no está ejecutada en vivo por instrumentos físicos analógicos y que es manipulada, utilizada en su volumen para crear ciertos efectos que tienen que ver con la adrenalina, el entusiasmo, con la acción. Y ahí está la ironía de Kubrick; es decir, acciones de una crueldad absoluta están acompañadas por lo más sofisticado de lo que puede ser el goce estético de la música. Es una música mediatizada por la tecnología digital, ejecutada con sintetizador”, entiende La Ferla.
“Yo creo que es un efecto de distanciamiento buscado”, afirma Russo. “Cuando uno ve a esa pandilla con esa música también hay como un juego de trabajar eso, por un lado, en cuanto a una música que no es la esperable de acuerdo al momento de vivencia coreografiada”, plantea Russo, quien destaca que lo interesante de cómo juega con la música tiene que ver “con un costado un tanto perverso desde mi punto de vista como espectador: me parece interesante cómo la película se mete en una especie de comedia musical perversa, jugando además con ‘Singin’ in the Rain’ (Cantando bajo la lluvia)”.
Situaciones límite
En el rodaje, Malcolm McDowell sufrió fracturas de costillas, daños en la córnea durante la escena del método Ludovico y casi se ahoga en la escena del tanque de agua. “Utilizamos un instrumento quirúrgico estándar llamado lidlock. McDowell tuvo que armarse de valor y recibir anestesia local para poder llevarlo. Puedo asegurarle que no le gustaba en lo más mínimo, y lo cierto es que la escena nunca salía bien a la primera”, le dijo Kubrick a la revista Rolling Stone sobre el rodaje de la escena del tratamiento psiquiátrico. En la escena del ahogamiento, los amigos de Alex debían sumergir la cabeza del protagonista en un tanque de agua. Para poder hacer real la escena, Malcolm McDowell contaba con un tanque de oxígeno para respirar debajo del agua, pero el dispositivo falló. El actor estuvo al borde la muerte.
“Kubrick siempre ha colocado a sus actores y actrices en situaciones muy límites. Y, además, yo creo que son metodologías que hoy hubieran sido impensables en la realidad actual, por el modo en que ponía las propias sensibilidades de sus actores, los propios cuerpos, los propios sentimientos”, concluye Manetti.
La naranja mecánica es de esas películas que no dejan indiferente a nadie. Desde el momento en que se estrenó, despertó amores y enconos. Después, la historia la tomó de la mano.
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