Los últimos escritos de Vladimir Lenin han dado lugar a una sorprendente variedad de interpretaciones. A pesar de esta diversidad, existe consenso en que, en estos artículos, Lenin abría nuevos caminos, ampliaba su crítica al comunismo de guerra y profundizaba en su concepción de la Nueva Política Económica (NEP).

Pocos investigadores acuerdan sobre el contenido de la nueva orientación de Lenin, aunque cabe señalar la siguiente coincidencia: siempre tienden a considerar que allí Lenin rechazaba todo lo que al propio autor no le gusta del bolchevismo original.

Sin embargo, a pesar de algunos detalles nuevos, los temas y preocupaciones de los escritos finales reflejan fielmente la perspectiva a largo plazo de Lenin. De estos escritos no se puede extraer ninguna crítica al comunismo de guerra ni a la profundización de la NEP. Esta falta de originalidad no les resta importancia, sino que, por el contrario, refuerza su posición como testamento político de Lenin.

Burocratismo

Lenin era un hombre enfermo cuando dictó los escritos finales, hecho que se refleja en su organización desenfocada, repetitiva y tediosa. Por tanto, es inútil retomar los artículos uno por uno; debemos discutir cada uno de los temas de Lenin a la luz de todas las referencias a ellos diseminadas por los escritos. Los tres temas que trataré aquí son la mejora del aparato, el fortalecimiento de la autoridad del partido y la necesidad de la revolución cultural.

Lenin clamaba contra el «burocratismo» porque quería un aparato eficaz y centralizado que fuera una herramienta eficiente en manos del Estado obrero. El aforismo marxista sobre la «extinción del Estado» no significaba eliminar un aparato administrativo, sino terminar con la separación entre Estado y sociedad, lo que Robert Tucker ha llamado la «Rusia dual». La superación de este dualismo se lograría mediante la democracia plena, que limpiaría así el aparato de sus defectos «burocráticos».

La preocupación de Lenin en los últimos escritos no es, pues, suprimir o incluso limitar el alcance del aparato estatal, sino simplemente mejorarlo. Según Lenin, los defectos del aparato proceden enteramente del pasado prerrevolucionario: burócratas zaristas, capitalistas burgueses y pequeños burgueses especuladores. El burocratismo era un perezhitok starogo, un vestigio del pasado.

Aunque Lenin advirtió a los bolcheviques que en cinco años no podían esperar hacer gran cosa para eliminar el burocratismo, nunca sugirió que el comunismo de guerra o la guerra civil hubieran reforzado el burocratismo. De hecho, en un pasaje se asocia la intensificación del burocratismo en particular con la NEP.

Lenin menciona de pasada que el partido también estaba infectado de burocratismo, pero todo el enfoque de su programa es utilizar al partido para limpiar (o purgar) el aparato estatal. El aparato menos infectado por el burocratismo, el Comisariado de Asuntos Exteriores, es muestra de aquel objetivo:

Este aparato es un componente excepcional de nuestro aparato estatal. No hemos permitido que entre en él ni una sola persona influyente del antiguo aparato zarista. Todas las secciones con alguna autoridad están compuestas por comunistas. Por eso ya se ha ganado (…) el nombre de aparato comunista fiable, purgado en una medida incomparablemente mayor de los viejos elementos zaristas, burgueses y pequeñoburgueses con los que hemos tenido que conformarnos en otros Comisariados del Pueblo.

La propuesta de Lenin para mejorar el aparato consiste en reclutar a los mejores y más brillantes jóvenes obreros y campesinos en el Comisariado Popular de la Inspección Obrera y Campesina, conocido como Rabkrin por sus siglas en ruso (los campesinos que estén directa o indirectamente asociados con la explotación no necesitaban presentarse).

Palanca revolucionaria

La evolución del esquema de Lenin puede rastrearse desde su carta al congreso, pasando por el primer borrador de «Cómo reorganizar el Rabkrin», hasta el artículo final publicado. Durante esta evolución, se producen una serie de cambios sustanciales. Cuando se menciona por primera vez la propuesta, se le asignan dos objetivos de igual importancia: evitar una escisión entre los dirigentes y mejorar el aparato. A medida que Lenin elabora el plan, el primer objetivo casi se desvanece y el segundo se convierte en decisivo.

Al principio, Lenin quería poner a los trabajadores alistados en el Comité Central, pero entre el primer borrador y el artículo publicado simplemente sustituyó el Comité Central por la Comisión Central de Control. Lenin no explicó por qué abandonó su plan de ampliar el Comité Central, pero supongo que es porque vio la anomalía de tener en el Comité Central a personas que tendrían «plenos derechos» y que, sin embargo, estarían confinadas a una tarea específica.

El cambio a la Comisión Central de Control también está en consonancia con un alejamiento de las elecciones y un acercamiento a los exámenes como forma de seleccionar a los trabajadores alistados. En cualquier caso, el cambio repentino demuestra que Lenin no se centra en la reforma de ninguna institución concreta del partido, sino en el alistamiento de nuevas fuerzas.

El sentido del plan de Lenin descansa en las cualidades humanas —incluso se podría decir sobrehumanas— de los trabajadores alistados. En la primera mención del plan, la principal característica de estos trabajadores era el no haber adquirido los prejuicios de la nueva función pública soviética. Pero como Lenin quiere que conozcan a fondo la ciencia administrativa actualizada, la fuente de los trabajadores alistados tuvo que cambiar.

En la versión definitiva, Lenin busca candidatos entre funcionarios experimentados y estudiantes. Los trabajadores alistados serán también comunistas irreprochables, concienzudos, leales, unidos entre sí. Serán intrépidos: no temerán a la autoridad y nunca hablarán en contra de su conciencia. No aceptarán nada por fe. Inspirarán la confianza de la clase obrera, del partido y, de hecho, de toda la población.

A veces, los trabajadores alistados tendrán que recurrir a la astucia. Dado que una de las principales causas de la ineficacia del aparato fue el sabotaje semiconsciente de los burócratas, los métodos del trabajo de inteligencia serán apropiados. Estos métodos «a veces se dirigirán a fuentes más bien remotas o de manera indirecta», por lo que Lenin aconsejó a los cruzados antiburocráticos que elaboraran «artimañas especiales para ocultar sus movimientos». El llamamiento de Lenin a utilizar métodos poco ortodoxos contra el sabotaje de inspiración clasista es quizá la parte del testamento más cercana a la perspectiva estalinista.

El objetivo de Lenin es «concentrar en Rabkrin material humano de tipo verdaderamente contemporáneo, es decir, plenamente comparable a los mejores modelos europeos occidentales». Tras ser formados por «especialistas altamente cualificados» y dirigentes del partido, los trabajadores alistados mejorarán Rabkrin y, a través de Rabkrin, todo el aparato del Estado.

Nikolai Bujarin los llamó «palanca para reformar el aparato», y esta metáfora apropiada nos recuerda la famosa paráfrasis de Lenin de la palanca de Arquímedes en el ¿Qué hacer? («¡Dennos una organización de revolucionarios y derrocaremos a Rusia!»). En sus últimos artículos, Lenin se retrae a su sueño de inspirar a «revolucionarios profesionales» cuya total dedicación y heroica capacidad de liderazgo produzcan milagros.

Evitar un cisma

«Nuestro Comité Central se ha convertido en un grupo estrictamente centralizado y con gran autoridad, pero el trabajo de este grupo no se ha realizado en condiciones que correspondan a esta autoridad». Aunque muchas de las observaciones de Lenin a este respecto se refieren a la mejora de la rutina administrativa, nos centraremos en las que tienen una importancia política más amplia. La consideración más importante es la prevención de un cisma.

El miedo a un cisma y la insistencia en la unidad es probablemente el aspecto de la mentalidad bolchevique más difícil de comprender para el público actual. Los bolcheviques sentían profundamente que, en un mundo hostil, la supervivencia de la revolución dependía de su propia unidad y de la desunión de sus oponentes. Lenin habla de la posibilidad de un cisma a dos niveles: entre los individuos de la cúpula dirigente y al nivel más fundamental de los obreros y los campesinos.

Lenin no creía que hubiera muchas posibilidades de una escisión obrero-campesina en sí misma. Tras señalar la posibilidad de una falta de entendimiento básico entre las clases, comenta que «esto es demasiado [una cuestión de un] futuro remoto y un suceso demasiado increíble para que [siquiera] hable de ello». El peligro de una escisión en la cúpula dirigente tampoco se debía al temor de que sus colegas subestimaran la alianza obrero-campesina; no temía ninguna otra posible diferencia política grave.

El peligro que le preocupaba era más bien que una escisión estrictamente accidental y personal entre los altos dirigentes condujera a una pérdida de autoridad del partido y, por tanto, al fracaso en la batalla por la lealtad del campesinado. Evitar un cisma en la cúpula también es importante porque ninguna persona puede reunir todas las cualidades necesarias en un líder.

A pesar de su preocupación por una escisión en la dirección, Lenin no menciona el fraccionalismo, quizás porque ya no veía el fraccionalismo como una amenaza, como había hecho en 1921. Otra posibilidad es que Lenin considerara que el fraccionalismo surgía de las disputas entre la élite y no de las presiones de las bases.

En cualquier caso, el plan de Lenin para reclutar a los mejores y más brillantes trabajadores también estaba diseñado para reforzar la unidad del partido. Los alistados reducirían la posibilidad de un cisma personal al mejorar las rutinas de trabajo de la cúpula. También proporcionarían a la dirección un «vínculo con las masas», ya que estos nuevos reclutas ganarían autoridad por su cercanía a «la más alta institución del partido [el Comité Central] y por su posición de igualdad con los que dirigen el partido y, a través de él, todo el aparato del Estado».

Nada de esto parece un llamamiento a la presión democrática para limitar la libertad de acción de los altos dirigentes del partido; al contrario, el objetivo es aumentar la eficacia de lo que Lenin llamó en su última frase publicada la «élite con alta autoridad del partido».

Revolución cultural

En sus primeras polémicas con los narodniki (populistas), Lenin había argumentado que el capitalismo era necesario para sacudir a Rusia de su somnolencia «asiática». Al final de su vida, seguía pensando que, aunque el capitalismo en sí ya no era necesario, esta tarea cultural seguía estando a la orden del día. La «cultura proletaria» era imposible sin la revolución cultural que el capitalismo había llevado a cabo en otros lugares.

La preocupación de Lenin estaba motivada por su conciencia marxista que le decía (en la persona de Nikolai Sujanov y otros críticos socialistas) que una revolución socialista no era posible sin la base material creada por el capitalismo y las actitudes culturales que lo acompañaban. Otra fuente de preocupación era el problema práctico de tratar con el campesinado. Ambas preocupaciones presentaban los mismos retos: cómo llevar a la Rusia actual a la posición que tendría un país occidental al día siguiente de la revolución; cómo encontrar un mecanismo de alistamiento que transformara la perspectiva de los campesinos para que pudieran participar en la construcción del socialismo.

La principal respuesta de Lenin a estas preocupaciones culturales fueron las cooperativas, aunque el shefstvo y los maestros de escuela de las aldeas pueden considerarse equivalentes políticos. A Lenin no le interesaban especialmente las ventajas económicas de las cooperativas; para él eran una respuesta a la crítica socialista basada en la falta de cultura de Rusia. Las cooperativas actuarían como el equivalente funcional del capitalismo y transformarían al campesino ruso que por el momento no había llegado ni siquiera al nivel de un «mercachifle culto».

Lenin no veía las cooperativas como una prolongación de la NEP, sino como una herramienta para superarla:

En la NEP hicimos una concesión al campesino como comerciante y al principio del comercio privado; precisamente de ahí (contrariamente a lo que se piensa) fluye la gigantesca importancia de las cooperativas (…). Al pasar a la NEP fuimos demasiado lejos, no porque diéramos demasiada importancia al principio de libre producción y comercio, sino porque nos olvidamos de pensar en las cooperativas.

En otras palabras, aunque permitir el comercio privado era una concesión necesaria, los bolcheviques deben recordar su deber de transformar a los campesinos para que ya no necesiten tal concesión.

Territorio desconocido

Para comprender la naturaleza del testamento de Lenin, debemos empezar por algunas de las cosas que no están en los escritos finales. En ellos no se encuentra ninguna nueva definición del socialismo. Hoy, una de las frases más populares del testamento es «nos vemos obligados a admitir un cambio radical de todo nuestro punto de vista sobre el socialismo». Sin embargo, Lenin deja claro inmediatamente que se refiere al cambio de la tarea de tomar el poder a la tarea de construir pacíficamente el socialismo y se habría sentido gravemente ofendido por las afirmaciones de que había ido más allá de la definición de socialismo de Karl Marx.

El testamento no contiene ninguna crítica al comunismo de guerra. Incluso el concepto mismo está ausente: Lenin se refiere continuamente a los cinco años transcurridos desde la revolución como una unidad, con una mención ocasional al hecho de que la intervención y el hambre ralentizaron el ritmo de la construcción socialista. La fuente de todos los males es el pasado prerrevolucionario y el entorno pequeñoburgués. La guerra civil no es un corruptor del bolchevismo, sino una fuente de ejemplos inspiradores.

El testamento no contiene una visión más profunda y amplia de la NEP. Lenin defiende la NEP basándose en la necesidad de recuperación económica y como una concesión justificable a la perspectiva atrasada de los campesinos, pero por lo demás su actitud parece negativa. La NEP se asocia con el burocratismo, un bajo nivel de productividad económica, el «nepmen» y la retirada de Brest.

El testamento político no es una crítica del estalinismo avant la lettre. A pesar de la ira de Lenin contra Stalin, el testamento no contiene ninguna advertencia contra los asaltos coercitivos al campesinado o las purgas asesinas del partido, simplemente porque a Lenin nunca se le ocurrió que tales cosas fueran posibles. Nunca insinúa un replanteamiento del papel del partido. Lenin consideraba que las altas instituciones del partido eran eficaces y con autoridad, y quería asegurarse de que lo fueran aún más.

Aunque parezca que estas observaciones quitan gran parte del dramatismo al testamento final de Lenin, aumentan su importancia como expresión de su perspectiva elemental. Una de las razones de esta importancia es la falta de un estricto control editorial, que permite que afloren directamente las tensiones inherentes a la perspectiva de Lenin. Estas tensiones a veces parecen contradicciones, pero reflejan los conflictos reales de un estadista revolucionario que se adentra en territorio desconocido.

Vergüenza y orgullo

Una de esas tensiones es la relación entre «Occidente» y «Oriente». A veces, Occidente es un símbolo de civilización, ciencia actualizada y progreso, en contraposición al somnoliento, atrasado e «inculto» Oriente; en otros lugares, Occidente es opresivo, soberbio y malévolo, mientras que Oriente es un gigante revolucionario que solo empieza a sentir su fuerza.

La actitud hacia la cultura burguesa y los especialistas burgueses revela una ambivalencia similar. Lenin quiere que sus lectores admiren a los especialistas como fuentes de conocimiento y maestros y que los desprecien como saboteadores potenciales. Relacionada con esta actitud está la confianza en la virtud de los obreros combinada con la sospecha sobre su falta de cultura.

Otra tensión es la que existe entre la paciencia y la impaciencia, entre la autodisciplina cuidadosa y la audacia revolucionaria. Lenin expresó esta tensión directamente en su fórmula sobre combinar el entusiasmo revolucionario con la capacidad de ser un negociador eficiente. También puede verse en la división entre la atención prestada a la mejora de la rutina administrativa frente a la denuncia del «burocratismo», entre los llamamientos a la paciencia frente a las burlas a la timidez ante la rutina establecida.

Como en el caso de los especialistas burgueses, Lenin llama a una actitud psicológicamente difícil de desprecio hacia una fuente de disciplina necesaria. La tensión entre el deseo de centralización y el deseo de participación de las masas conduce a la inestabilidad del esquema de alistamiento de los trabajadores: algunas veces se insiste en la elección, otras en el nombramiento; algunas veces se hace hincapié en la naturaleza virgen, otras en la pericia profesional.

Una tensión final, y quizá básica, es la que existe entre la vergüenza y el orgullo de Rusia: vergüenza por su atraso y su pasado zarista, orgullo por su pueblo y su futuro revolucionario:

Hablamos de la carencia semiasiática de cultura, de la que aún no nos hemos librado, y de la que no podremos librarnos sin un esfuerzo denodado… aunque ahora tenemos todas las oportunidades de hacerlo, porque en ningún lugar las masas populares están tan interesadas en la cultura real como en nuestro país; en ningún lugar los problemas de esta cultura se abordan tan a fondo y con tanta coherencia como en nuestro país; en ningún otro país el poder estatal está en manos de la clase obrera que, en su masa, es plenamente consciente de las deficiencias, no diré de su cultura, sino de su alfabetización; en ningún otro lugar la clase obrera está tan dispuesta a hacer, y en ningún otro lugar está haciendo realmente, tales sacrificios para mejorar su posición a este respecto como en nuestro país.