Por: Javier Zurro
El cineasta ha presentado su documental sobre Lula da Silva en el Festival de Cannes, donde se ha mostrado crítico contra EEUU y ha alertado sobre los riesgos de la democracia
A Oliver Stone siempre le ha interesado la política de los países de Latinoamérica. Lo ha demostrado dedicándoles muchos de sus documentales. Quizás el que mejor muestre ese interés es Al sur de la frontera, donde viajó por diferentes lugares entrevistando a sus líderes en un momento donde parecía que las fuerzas de poder del sur del continente viraban hacia la izquierda. Fue allí donde entrevistó a Lula da Silva, entonces presidente de Brasil por primera vez.
Stone se quedó enganchado con aquel político que había salido de una fábrica metalúrgica. Su éxito demostraba que un obrero podía gobernar un país y hacer políticas para cambiar la vida de los trabajadores. También que la unión sindical era necesaria frente al avance del neoliberalismo. Otro de los motivos por el que a Stone le interesa la política de Latinoamérica es por las injerencias que EEUU ha tenido siempre. El cineasta ha denunciado constantemente el apoyo de su país a los golpes de Estado que sufrieron los Gobiernos de izquierdas durante la Operación Cóndor.
Para Stone, lo que sufrió Lula da Silva en la operación Lava Jato, que le llevó a la cárcel acusado de corrupción, fue algo parecido a un golpe de Estado. Posteriormente fue declarado inocente, pero el daño ya se había hecho. Habían acabado con el líder de izquierdas incomodo para el poder y también con su sucesora, Dilma Rousseff. Ahora los golpes de Estado se dan sin violencia. Las armas son el poder judicial y la prensa. Llámenlo máquina del fango o lawfare.
10 meses antes de volver a ser reelegido, Oliver Stone se volvió a reunir con el presidente de Brasil para contar su historia y lo sufrido, y lo recoge en el documental Lula, que se ha presentado fuera de concurso en el Festival de Cannes y por el que ha sido criticado por ser “demasiado entusiasta con Lula”. “Ha sido la BBC, por supuesto”, dice Stone con mala leche en un encuentro reducido con periodistas en un hotel de Cannes.
No niega la fascinación, pero confiesa que el interés en este documental viene de otro sitio, de la proximidad de EEUU en “ese proceso de lawfare que sigue ocurriendo en Brasil”. “Se dice en la película, aparte de la guerra esta es la mejor forma de utilizar la ley como sustituto de medios más violentos. Es una forma de eliminar las opciones democráticas elegidas por las personas”, dice Stone, a lo que su codirector Rob Wilson, a su lado, añade que supone “usar violencia sin violencia”.
¿Cree entonces Stone que el lawfare es una de las grandes amenazas para las democracias, incluso las europeas? “Por supuesto que sí, es la forma de deshacerse de las personas que el establishment no quiere. Es el establishment el que puede lograrlo porque tiene a la policía, tiene a los medios de comunicación, tiene al ejército y al sistema judicial como en Brasil”, dice sin pensarlo.
Esto no trata solo de Brasil, mira lo que pasó en Egipto, se deshicieron de Morsi, y esto sigue y sigue, y EEUU no va a parar (Oliver Stone — Cineasta)
Para Stone otro de los triunfos del establishment y de “los caudillos” es haber creado “el miedo al socialismo”. “Ocurrió en Chile cuando el golpe de Estado. Mucha gente ha sido asesinada en nombre del miedo al comunismo, al socialismo o el miedo a la izquierda”, subraya y añade que desde 1917 “estamos luchando contra los rusos en nuestra cabeza”. Un miedo que define como “irracional”. Su codirector apunta de dónde viene ese miedo: “Solo hay que seguir el dinero”.
La película muestra cómo EEUU estuvo involucrado en la operación contra Lula, y por eso Stone tiene claro que “esto no trata solo de Brasil, mira lo que pasó en Egipto, se deshicieron de Morsi, y esto sigue y sigue, y EEUU no va a parar”.
La decepción de Obama
Uno de los testimonios de Lula que más sorprende en el documental es su opinión de su relación con Obama que explica que fue complicada y que las relaciones de Brasil con EEUU son peores con los líderes demócratas que con los republicanos. En paralelo se ve al expresidente alabando al líder brasileño, un comentario que Stone define como “desagradable”. “Cuando le veo decir esas cosas me desanimo. Es tan falso… Ni se disculpó con Dilma cuando se descubrió que la habían espiado. Este es el tipo de comportamiento hipócrita. Era muy bueno siendo un actor hipócrita. Obama hizo campaña como un tipo de candidato diferente al que terminamos eligiendo. Hubo mucha decepción entre sus votantes por las cosas que hizo cuando asumió el cargo”, critica.
Obama era muy bueno siendo un actor hipócrita. Hizo campaña como un tipo de candidato diferente al que terminamos eligiendo (Oliver Stone — Cineasta)
Oliver Stone vincula el momento actual de su país con una de sus obsesiones, el asesinato de Kennedy que le llevó a firmar una obra maestra como JFK y a realizar un documental que alimentaba la teoría de que fue un asesinato para eliminar a un político incómodo para el poder. “El 63 fue un punto de inflexión. Fuimos a Vietnam, y desde entonces hemos tenido guerra tras guerra. Realmente nunca hemos dejado de ir a la guerra desde el año 19. Desde el final de Vietnam hasta el 89 hubo un paréntesis, pero ese año fuimos a Panamá y ese fue el comienzo de esta maldita enfermedad. Luego vino Irak y después otra vez Irak. Es un estado de emergencia, un estado de tensión que parece gustarle a EEUU”, señala.
Una tensión que, para Stone, beneficia “a un lobby industrial militar que gana dinero con la tensión”. “La tensión es importante. Crear tensión con China. Crear tensión con Rusia, apoyar a Ucrania y dar un golpe de Estado en Ucrania. Genial. Así introducen a sus proestadounidenses en Ucrania y ya tienes tensión acumulada. ¿Y ahora qué pasa si vamos a la tercera guerra mundial? Vamos a lamentarnos. Es peligroso. Vivimos hablando de guerras. No solo en Ucrania, en Gaza, en todas partes. Es la tercera guerra mundial, y eso es lo que me preocupa”. No ve solución posible, porque “el mundo no va a cambiar hasta que EEUU cambie”. O quizás sí ve una: “Una revolución, eso es lo que necesita el mundo, pero una diferente, no como la última”.
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