Friedrich Nietzsche nació cuatro años antes de las revoluciones de 1848, que marcaron el comienzo de una época que el filósofo alemán despreciaba. En sus escritos trató explícitamente de crear una filosofía capaz de anular la lenta marcha del progreso, desarrollando una ideología aristocrática hostil a la igualdad.

A pesar de ello, los escritos de Nietzsche han tenido durante mucho tiempo admiradores en la izquierda, entre ellos los filósofos franceses Michel Foucault y Gilles Deleuze. Lo que atrajo a estos pensadores a la obra del iconoclasta escritor fue su hostilidad hacia el mundo esclerótico que había producido el «socialismo realmente existente» y sus partidos satélites estalinistas en todo el mundo. Sin embargo, los intentos de la izquierda de abrazar a Nietzsche se han basado a menudo en una ingenuidad sobre su política reaccionaria o en un rechazo de la misma.

Esto, sostiene el filósofo Daniel Tutt en su libro How to Read Like a Parasite: Why the left Got High on Nietzsce, es un grave error. La izquierda debe aprender de la profunda crítica del pensador alemán a la modernidad sin abrazar sus aspectos autoritarios. Nick French, editor de Jacobin, entrevistó a Tutt sobre los elementos antigualitarios del pensamiento de Nietzsche y acerca de cómo el pensador ha influido en la izquierda desde su época, para bien y para mal.

NF

¿Podrías hablarnos un poco de Nietzsche y de la situación social y política que intentaba abordar en sus escritos?

DT

Para situar políticamente a Nietzsche es esencial que comprendamos el contexto histórico en el que vivió, un contexto de rápidos cambios políticos en la dirección del sufragio universal masculino, la introducción de la educación universal y el avance de los derechos y el bienestar de la clase trabajadora. Nietzsche entra en la escena intelectual de Alemania a principios de la década de 1870, justo cuando se forma el Segundo Reich y se unifica Alemania a partir de treinta y cinco microestados.

Aunque las revoluciones de 1848, a las que el nacimiento de Nietzsche precedió en cuatro años, habían provocado el auge de la reacción dentro de Alemania y el éxodo de los intelectuales socialistas, al mismo tiempo se estaban produciendo innegables cambios sociales igualitarios. Por ejemplo, se abolió la esclavitud en las colonias y muchas figuras de la intelectualidad alemana abrazaron ideas más radicales inspiradas por los jacobinos y el filósofo Jean-Jacques Rousseau, incluido el socialismo. El pensamiento político de Nietzsche es una reacción y una respuesta concertada a este creciente entorno igualitario y revolucionario.

Su primera obra importante, El nacimiento de la tragedia, se publicó en 1872, justo un año después de la Comuna de París, en la que comunistas y anarquistas establecieron brevemente una forma de gobierno radicalmente igualitaria. El nacimiento de la tragedia y su ensayo sobre la política de la antigua Grecia en El Estado griego, escrito por la misma época, ofrecen una ventana al pensamiento político de Nietzsche.

En estas obras, Nietzsche diagnostica lo que denomina la «visión optimista del mundo» como una condición de la era moderna, y la sitúa en una tendencia histórica que se remonta dos mil años atrás, a las enseñanzas de Sócrates. Llegó a describir el levantamiento de anarquistas y comunistas durante la Comuna de París como unas «saturnales de la barbarie» dirigidas por trabajadores que eran poco más que una «clase de esclavos bárbaros que han aprendido a considerar su existencia como una injusticia y ahora se preparan para vengarse, no solo de sí mismos, sino de todas las generaciones».

A diferencia de muchos de sus contemporáneos conservadores, Niezsche no pretendía la restauración de una tradición perdida ni profesaba nostalgia por un orden aristocrático pasado. Su objetivo era más bien cultivar seguidores; afirmaba Lou Salomé, su amante, «Nietzsche no escribe para convencer, sino para convertir». En el centro de su perspectiva política hay una llamada aristocrática a sus lectores para que participen en la superación y el sometimiento de los impulsos democráticos y socialistas que se extienden por la civilización europea.

Una preocupación central del pensamiento político de Nietzsche desde estas primeras obras hasta su trabajo más maduro en Así habló Zaratustra (1883) es la crisis del genio individual. Nietzsche está obsesionado por pacificar los movimientos que él considera partidarios de la nivelación y la igualdad. Estos, temía, borrarían la posibilidad del genio individual en la cultura.

Yo sostengo que podemos entender su política como basada en una estrategia tácita de construcción de una comunidad de «espíritus libres», que serían capaces de elevarse por encima de las demandas socialistas de igualdad de masas y la mediocridad que supuestamente produce. Aunque no todo lo que escribió Nietzsche es político, creo que hay un radicalismo político consistente en su pensamiento, impulsado principalmente por la oposición al socialismo.

En aquella época, los debates sobre cómo entender la condición de la clase obrera se discutían bajo el epígrafe de la «cuestión social». Nietzsche leyó ampliamente la economía política, la historia de la Revolución Francesa, los movimientos socialistas y la actualidad de su tiempo para elaborar su propia respuesta a esta cuestión.

El historiador marxista italiano Domenico Losurdo ha demostrado de forma convincente cómo la política de Nietzsche se volvió cada vez más militantemente aristocrática y crítica con el régimen de Otto von Bismarck en Alemania debido al avance del movimiento obrero. En la década de 1880, el Segundo Reich introdujo reformas que establecieron seguridad social y nuevas protecciones para los trabajadores.

Esto parece haber inquietado a Nietzsche, y en torno a la publicación de La gaya ciencia en 1882, se embarca en lo que se conoce como su fase «antimoralista». Sus objetivos políticos siguen siendo la pacificación de las masas y la supresión de los impulsos revolucionarios, pero empieza a hacer un llamamiento más explícito a una comunidad de militantes aristocráticos que se opongan a la política del establishment.

En esta fase, Nietzsche empieza a apoyarse más en las ideas fisiológicas. Sus obras de finales de la década de 1880, El Anticristo (1895) y El ocaso de los ídolos (1889), marcan lo que él llama su «declaración de guerra» a los débiles y degenerados. Nietzsche estaba familiarizado con el movimiento eugenésico, y son estos escritos los que le convierten en su padrino espiritual.

Aunque la agenda reaccionaria de Nietzsche es evidente a lo largo de toda su carrera, estudiosos de su política como Frederick Appel y György Lukács han demostrado que en sus últimas obras, como La voluntad de poder (1901), se sitúa a la derecha de Bismarck en los temas del imperialismo, la guerra y la cuestión obrera. El Nietzsche tardío pretende inspirar a sus lectores para que se eleven por encima de la compasión y la debilidad de las masas haciéndose capaces de la brutalidad hacia los que él considera débiles, degenerados y fracasados.

NF

Reconoces que Nietzsche era una especie de «anticapitalista romántico», pero al mismo tiempo sostienes que su proyecto político consistía esencialmente en desviar los desafíos revolucionarios al statu quo capitalista. ¿Cómo concilias estas afirmaciones?

DT

El anticapitalismo romántico es un concepto que Lukács desarrolla en El asalto a la razón para referirse no solo a la política de Nietzsche, sino a un tipo particular de proyecto reaccionario que surgió tras las revoluciones de 1848. El anticapitalismo romántico opone la cultura a la civilización. Así, presenta una crítica del capitalismo que a menudo implica resucitar el punto de vista de grandes culturas pasadas.

Vemos el anticapitalismo romántico en una amplia gama de escritores y pensadores reaccionarios de este periodo, desde Honoré de Balzac hasta Thomas Carlyle. Carlyle, por ejemplo, consideraba que el levantamiento obrero de 1848 desataba una anarquía en la sociedad que requería la restauración de la autoridad y el orden.

El concepto de Nietzsche de la moral del esclavo contiene una crítica implícita a la división capitalista del trabajo, que según él crea «individuos incompletos». Sin embargo, su objetivo era apaciguar la subversión y la revuelta desde abajo para promover lo que podría decirse que es su principal objetivo en política: la preservación de un orden social no corrompido por un liderazgo bajo o plebeyo.

NF

Volviendo a citar a Lukács, dices que el centro del pensamiento político de Nietzsche fue «una continua polémica contra el marxismo y el socialismo». Se trata de una afirmación sorprendente, ya que Nietzsche nunca se ocupó directamente de los escritos de Karl Marx. ¿En qué sentido crees que la obra de Nietzsche es «una polémica continua contra el marxismo» y contra el socialismo en general? Y si es así, ¿por qué Nietzsche no criticó directamente a Marx?

DT

Sabemos, por ejemplo, que en 1866 Nietzsche asistió a un mitin de masas del partido socialista Allgemeiner Deutscher Arbeiterverein, la Asociación General de Trabajadores Alemanes, fundada por Ferdinand Lassalle, que más tarde se fusionaría con el Partido Socialdemócrata Obrero de Alemania para convertirse en el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). También sabemos que Nietzsche leyó La mujer y el socialismo, de August Bebel, Socialism, de John Stuart Mill, y La quintaesencia del socialismo, de Albert Schäffle, y que se embarcó en un profundo estudio de Eugen Dühring, el socialista antisemita contra el que Friedrich Engels polemizó en su obra Anti-Dühring.

Es importante subrayar que Nietzsche estaba fascinado por la economía política y volvió en múltiples ocasiones a lo largo de su carrera a los escritos del economista político de Filadelfia Henry Charles Carey. Fue el concepto de competencia económica del pensador estadounidense lo que Nietzsche defendió como útil para mantener la armonía del orden social. También sabemos que conocía a Marx, pero no hay pruebas de que lo leyera en serio, aunque el nombre de Marx aparece subrayado en uno de los libros de la biblioteca de Nietzsche.

Y, lo que es más importante, la razón por la que podemos leer la política de Nietzsche como un asalto al socialismo y especialmente, al marxismo, es porque su objetivo era lograr lo que él llamaba «una civilización superior». Afirmaba que tal civilización solo puede darse cuando existen dos castas sociales distintas: los trabajadores y los ociosos, o aquellos capaces de un verdadero ocio.

Esta perspectiva nos ayuda a entender la observación del historiador de derechas Ernst Nolte sobre que El Anticristo de Nietzsche es una respuesta al Manifiesto comunista. Si Nietzsche hubiera conocido los escritos de Marx, los habría rechazado en su totalidad. En toda su obra, el objetivo político más constante de Nietzsche fue la erradicación de la amenaza socialista. Lo que rechazaba del cristianismo, por ejemplo, eran sus elementos igualitarios. En la medida en que el cristianismo podía imponer el orden jerárquico y la disciplina, recibía su admiración.

NF

El principal objetivo de How to Read Like a Parasite es criticar los intentos de leer a Nietzsche como un pensador de izquierda o de apropiarse de su pensamiento para fines izquierdistas. Para ello, exploras la historia de las recepciones izquierdistas de las ideas de Nietzsche. ¿Cómo recibió a Nietzsche el movimiento obrero de finales del siglo XIX y principios del XX, y en particular los bolcheviques?

DT

El sociólogo Adolf Levenstein escribió un importante análisis de cómo leían e interpretaban a Nietzsche los obreros alemanes de principios de siglo, titulado Friedrich Nietzsche in the Judgment of the Working Class. Lo que Levenstein descubrió es que el estilo seductor de Nietzsche era muy popular entre los trabajadores, y que su política reaccionaria más abierta y su mensaje antimayoritario no necesariamente engañaban a sus lectores.

Descubrió que Nietzsche interpelaba el sentimiento de «aislamiento trágico» entre sus lectores de la clase obrera. Dio voz a su deseo de cultivar una rica «vida interior». Muchos trabajadores leían a Nietzsche con la conciencia de que su mitología del «superhombre» y el llamamiento a los hombres superiores podían, de hecho, trasladarse a su propia situación.

Parte de lo que mi libro pretende rastrear son las diversas formas en que Nietzsche aparece en momentos de auge revolucionario, incluidos los bolcheviques en Rusia, el contexto de posguerra del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, el posterior movimiento Black Power y el levantamiento de mayo de 1968 en Francia. Una de las razones por las que Nietzsche continuó siendo un filósofo tan central en tiempos de revolución y cambio social se debe a la cuidadosa y exhaustiva preocupación política que él mismo aplicó a sus ideas y conceptos.

La filosofía de Nietzsche se hace ineludible en tiempos de agitación política porque los temas que aborda —la voluntad del individuo, la fuerza, el vitalismo y el poder— son importantes para cualquier movimiento político. Pero como Nietzsche se ha apoderado de la imaginación tanto de la derecha como de la izquierda, su pensamiento produce un efecto extraño. La derecha se apoya en el filósofo para defender el orden jerárquico y muchos en la izquierda intentan recuperarlo para sus propios fines.

Para los bolcheviques, Nietzsche se convirtió en un filósofo central por dos razones principales. La primera era política, a saber, que estaban ansiosos por forjar una voluntad colectiva ante una gran catástrofe: una guerra mundial como nunca había vivido la humanidad. Antonio Gramsci tiene razón al señalar que los bolcheviques desafiaron la teoría de la historia de El capital de Marx al aprovechar la fuerza de voluntad del proletariado en un país que seguía dominado por la aristocracia. En ese contexto, en el que la revolución parecía llevarse a cabo de forma voluntarista por la voluntad y la organización del Partido Bolchevique, no debe sorprender que el pensamiento de Nietzsche, así como el nietzscheanismo, ejercieran una influencia decisiva.

La segunda área en la que Nietzsche demostró ser importante para los bolcheviques fue en el ámbito de la construcción de mitos y cultura. Quizás irónicamente, los bolcheviques adoptaron el pensamiento tanto de Rousseau como de Nietzsche en sus intentos de inventar un «hombre nuevo» marcando el nacimiento del socialismo con festivales y celebraciones.

Pero Nietzsche también supuso un riesgo para la vida intelectual del movimiento bolchevique, como argumentó León Trotsky. De hecho, el primer artículo publicado de Trotsky, de 1900, se titulaba «A propósito de la filosofía del superhombre». Aquí Trotsky señala que la filosofía del individualismo radical de Nietzsche atraía a la burguesía, que «se convirtió en el ideólogo de un grupo que vive como un ave de rapiña a expensas de la sociedad, pero en condiciones más afortunadas que las del miserable lumpenproletariado: son un proletariado-parásito de un calibre superior».

El movimiento bolchevique estaba dividido respecto a Nietzsche. Algunos, como Trotsky, criticaban su filosofía, mientras que otros, como el escritor de ciencia ficción y filósofo Alexander Bogdanov, estaban más abiertos a incorporar aspectos del pensamiento del alemán, concretamente lo que Niezsche llamaba la transvaloración de los valores (el rechazo de las categorías morales tradicionales del bien y el mal y la creación de un marco evaluativo radicalmente nuevo). Pero en general, la mayoría de los bolcheviques no encontraban afinidad entre el pensamiento de Nietzsche y su visión socialista del mundo. Más bien lo reconocían como un enemigo cuya hegemonía cultural había que superar, pero cuyos conceptos podían resultar útiles en algunos casos.

NF

Quizás los más importantes lectores recientes de Nietzsche fueron pensadores franceses posmodernos como Gilles Deleuze y Michel Foucault. Brevemente, ¿cómo leyeron a Nietzsche? ¿Qué influencia crees que ha tenido esa lectura en la izquierda contemporánea?

DT

Tanto Deleuze como Foucault elevaron a Nietzsche al centro de su filosofía, y las agendas nietzscheanas informan profundamente su pensamiento político. Empecemos con una breve comprensión de los métodos interpretativos que aportaron a la lectura de Nietzsche. La obra de Jan Rehmann Deconstructing Postmodernist Nietzcheanism: Deleuze and Foucault hace un excelente trabajo detallando lo que él llama sus «interpretaciones represivas». Deleuze y Foucault son lectores represivos de Nietzsche porque continuamente dejan de lado la agenda aristocrática y elitista de su pensamiento, y esta evasión del núcleo político tiene la tendencia a repetir ciertas agendas nietzscheanas, aunque de forma izquierdista.

Pero antes de discutir estas cuestiones, examinemos brevemente sus métodos interpretativos considerando cómo tratan el concepto nietzscheano del «pathos de la distancia». Ambos pensadores toman el concepto y lo aplican a las teorías de la diferencia y la diferenciación, una piedra angular de la filosofía posmoderna. Pero el pathos de la distancia invocado por Nietzsche es un concepto social, explícitamente aristocrático. Se refiere a la distancia que debe promulgarse para producir el rango y la distinción entre los nobles y los esclavos o las castas plebeyas. Nietzsche quiere que sus seguidores promulguen un pathos de la distancia, y yo sostengo que está en el núcleo de las intenciones de Nietzsche de construir una comunidad para borrar la lucha de clases y reforzar una sociedad basada en el orden jerárquico y la segregación de clases.

Pero mientras que el pathos de la distancia es un concepto implícitamente antimayoritario destinado a reforzar la segregación de castas y clases, Deleuze y Foucault lo desvinculan del contexto social, político e histórico en el que Nietzsche lo aplicó. Deleuze interpreta el pathos de la distancia en un registro puramente filosófico, como una ruptura con el fundamento trascendental de los valores. Este es solo un ejemplo de otras innumerables interpretaciones de los conceptos nietzscheanos que deshistorizan sistemáticamente sus ideas, desde la voluntad de poder hasta el ressentiment  y el eterno retorno.

Desde principios de los años sesenta, Deleuze inicia un proyecto de elevación del pensamiento nietzscheano por encima de Marx y Freud. Mi libro no analiza el método de Deleuze para interpretar a Nietzsche, sino que se centra más en las consecuencias de situar el pensamiento de Nietzsche en el centro de una política de izquierda. ¿Cuáles son exactamente esos efectos? Tanto Foucault como Deleuze, a pesar de sus diferencias, comparten un profundo escepticismo hacia el socialismo de Estado y los partidos socialistas organizados. Ambos son también muy escépticos respecto al marxismo y abandonan los principales modos marxistas de análisis crítico, sobre todo la teoría de clases.

Estos elementos de su pensamiento están motivados por un izquierdismo nietzscheano. En una entrevista de 1977, por ejemplo, Foucault dice que «el proletariado y la burguesía ya no se enfrentan, sino que luchamos “todos contra todos”; y siempre hay algo en nosotros que lucha contra otra cosa en nosotros». Es importante comprender que la filosofía de Nietzsche resultaba atractiva para ambos pensadores debido a la distinta situación histórica a la que se enfrentaban, a saber, escribir en el contexto de un estalinismo francés esclerótico y burocrático.

Pero considerando nuestra actual coyuntura histórica, la que se abre con posterioridad a 2008, está claro que ahora nos enfrentamos a una tarea política fundamentalmente diferente. Hoy nuestra tarea es construir la determinación organizativa de un socialismo del siglo XXI, no derribarlo todo.

NF

Sostienes que los intentos de la izquierda de apropiarse de los conceptos nietzscheanos para sus propios fines han «distorsionado y pervertido las agendas marxistas, socialistas y de izquierda». ¿Por qué? ¿Hay algo en el pensamiento de Nietzsche que tenga un valor positivo para la izquierda?

DT

La incorporación del pensamiento nietzscheano a la izquierda puede ser problemática cuando se basa en un método de lectura que descarta su núcleo político profundamente reaccionario. Es lo que yo llamo «afinidad electiva». Se trata de un método que pretende una síntesis de MArx y Nietzsche o que pretende situar a Nietzsche en el centro del pensamiento de izquierda dejando de lado a Marx, como hacen Deleuze y Foucault.

Entre la izquierda socialista estadounidense anterior a la Segunda Guerra Mundial, Nietzsche era tratado como un enemigo declarado de la clase obrera y de la política socialista. Jack London emerge durante esta época como alguien que buscó una lectura parasitaria de Nietzsche, un enfoque que no forja una afinidad electiva con Nietzsche sino que pretende revertir sus ideas para la lucha de clases. Lo mismo puede decirse de una figura como Kurt Eisner, que dirigió la revolución socialista bávara en 1918 y que escribió una importante obra sobre Nietzsche en la que argumentaba que el proletariado debe incorporar aspectos de los conceptos de Nietzsche pero abriéndose paso a través de su filosofía aristocrática para superarla.

El método de lectura de la afinidad electiva y el proyecto más amplio del nietzscheanismo de izquierda tienen algunas tendencias comunes. Su objetivo es la politización de la cultura a expensas de una crítica de la economía política. Esto a menudo adopta la forma de un izquierdismo contracultural lúdico y rebelde en el que se descarta por completo la centralidad del conflicto de clases como ligado a las fuerzas sociales productivas y basadas en el trabajo. El izquierdismo nietzscheano redefine la política revolucionaria, como vemos en Deleuze y Félix Guattari por ejemplo, en torno al deseo de grupos revolucionarios independientes desvinculados de los objetivos colectivos de emancipación de clase. El proyecto marxista siempre ha implicado la construcción de los intereses colectivos de la clase obrera, pero el izquierdismo nietzscheano a menudo arroja profundas sospechas sobre este tipo de educación política a gran escala.

Mi argumento no es que la izquierda deba evitar a Nietzsche tout court, sino que deberíamos evitar poner a Nietzsche en el asiento del conductor. Nietzsche plantea problemas sobre los que marxistas y socialistas deberían reflexionar. Pero estos problemas, y las soluciones que propone Nietzsche a ellos, se leen de forma más productiva cuando entendemos la perspectiva política de la que emergen. Sin reconocer esto, corremos el riesgo de hacer avanzar su agenda política bajo la apariencia de un programa de izquierda.