En los últimos años, África Occidental ha sido escenario de una transformación política de gran alcance. Los golpes de Estado en países como Mali, Burkina Faso y Níger han puesto en evidencia una crisis en las relaciones poscoloniales, marcadas por décadas de dependencia hacia Francia.

Estos eventos no son hechos aislados, sino parte de un movimiento más amplio que desafía el legado del neocolonialismo en la región, impulsando una narrativa de soberanía nacional y redefiniendo las alianzas internacionales.

El neocolonialismo en África Occidental

La descolonización de África en los años 60 marcó un momento de esperanza para los países que buscaban forjar sus propios destinos tras décadas de dominación europea. Sin embargo, esta independencia política fue a menudo superficial, ya que las estructuras de poder económico y militar permanecieron profundamente ligadas a los intereses de las antiguas potencias coloniales, especialmente Francia.

El término Françafrique, acuñado para describir las relaciones franco-africanas tras la descolonización, encapsula esta dinámica de dependencia. A través de instrumentos como el franco CFA (moneda utilizada por 14 países africanos que ha sido objeto de críticas por restringir la soberanía económica de estas naciones al estar vinculado al tesoro francés), acuerdos de defensa y cooperación económica y una presencia militar continua, Francia logró mantener su influencia sobre las políticas y economías de sus antiguas colonias.

La explotación de recursos naturales ha sido otro pilar del neocolonialismo. Países como Níger, con vastas reservas de uranio, han servido como fuente de materias primas clave para Francia, mientras que las poblaciones locales han recibido pocos beneficios tangibles. Este sistema perpetuó desigualdades, profundizó la dependencia y alimentó el resentimiento popular tanto hacia Francia como hacia las élites locales, percibidas como cómplices de este sistema.

Mali, el pionero en el rechazo a la influencia francesa

El golpe de Estado en Mali en 2020 marcó el inicio de una nueva era en la región. Bajo el liderazgo del coronel Assimi Goïta, el país puso fin a años de frustración con un gobierno considerado incapaz de abordar los problemas más apremiantes, como el aumento del terrorismo yihadista y el deterioro de las condiciones económicas.

La ruptura de Mali con Francia fue algo más que un cambio de liderazgo. La retirada de la Operación Barkhane, una intervención militar francesa diseñada para combatir el terrorismo en el Sahel, y la expulsión de tropas francesas en 2022 simbolizaron el rechazo categórico al neocolonialismo. En su lugar, Mali optó por una alianza con Rusia, que incluye la controvertida presencia del grupo Wagner en el país.

El giro hacia Rusia generó un intenso debate. Para muchos malienses, la cooperación con Rusia representó un acto de soberanía, un alejamiento necesario de la tutela francesa. Sin embargo, otros cuestionaron si la dependencia de un actor extranjero distinto realmente resolvería los problemas estructurales del país. En cualquier caso, la narrativa nacionalista de Goïta inspiró a otros países de la región a considerar caminos similares.

Burkina Faso: dos golpes, un líder joven y un discurso renovado

Burkina Faso ha experimentado una turbulencia política significativa, con dos golpes de Estado en un solo año. El primero, en enero de 2022, derrocó a un gobierno civil incapaz de manejar la crisis de seguridad causada por grupos yihadistas. El segundo, en septiembre del mismo año, fue liderado por el capitán Ibrahim Traoré, quien a sus 34 años se convirtió en el jefe de Estado más joven del mundo.

Traoré ha adoptado un enfoque radicalmente soberanista, expulsando al embajador francés y exigiendo la retirada de todas las fuerzas militares extranjeras. Además, ha iniciado alianzas estratégicas con países como Rusia, Turquía e Irán, diversificando las relaciones exteriores de Burkina Faso y reduciendo su dependencia de Occidente.

Un elemento destacado de su gobierno ha sido la movilización de 50.000 voluntarios para combatir el terrorismo. Este esfuerzo no solo apunta a reforzar la seguridad, sino también a promover un sentido de unidad nacional frente a amenazas externas. Sin embargo, este enfoque militarizado también suscita preocupación sobre la erosión de las instituciones democráticas y el riesgo de que el poder se concentre en manos de líderes militares.

Níger, corazón estratégico de la resistencia

Níger, con su abundancia de uranio y su posición geopolítica clave, ha sido un punto focal en esta ola de resistencia. En julio de 2023, un golpe militar liderado por el general Abdourahamane Tchiani destituyó al presidente Mohamed Bazoum, considerado un aliado cercano de Francia y Estados Unidos.

El nuevo régimen adoptó rápidamente una postura antimperialista, exigiendo la retirada de las tropas francesas y revisando contratos de explotación de recursos naturales para garantizar un mayor beneficio para la población local. Estas medidas fueron celebradas por muchos nigerinos como pasos hacia una verdadera independencia. Sin embargo, las sanciones económicas impuestas por la CEDEAO y otros actores internacionales plantearon nuevos desafíos, exacerbando las dificultades económicas en un país ya afectado por altos niveles de pobreza.

La situación en Níger destaca el dilema central de esta ola de resistencia: cómo equilibrar la soberanía política con las necesidades económicas inmediatas.

Implicancias regionales e internacionales 

El rechazo al neocolonialismo en Mali, Burkina Faso y Níger ha resonado más allá de sus fronteras, impulsando un cambio en la dinámica regional. La creación en 2024 de la Confederación de Estados del Sahel (AES), compuesta por estos tres países, subraya un esfuerzo concertado por consolidar una visión compartida de autodeterminación y cooperación.

A nivel internacional, estos cambios generaron no pocas tensiones. Francia y la Unión Europea han expresado preocupación por la pérdida de influencia en la región y el avance de Rusia como nuevo actor clave. Por su parte, China aprovechó la oportunidad para fortalecer su presencia económica, ofreciendo inversiones y acuerdos comerciales menos condicionados políticamente.

En este contexto, estos y otros actores políticos africanos están comenzando a explorar estrategias multilaterales con países asiáticos y sudamericanos, desafiando la narrativa tradicional de alineamientos bipolares o unilaterales.

Desafíos y perspectivas 

Aunque la resistencia al neocolonialismo ha revitalizado el sentimiento nacionalista, los desafíos son inmensos. Los gobiernos militares enfrentan el reto de legitimar su autoridad mientras lidian con economías frágiles y una presión internacional que no cesa.

Para que estos movimientos se traduzcan en un cambio sostenible, será esencial fortalecer las instituciones democráticas y garantizar que el nacionalismo no se convierta en autoritarismo. Asimismo, la región deberá priorizar la inversión en infraestructura y educación para generar oportunidades que reduzcan la dependencia de actores externos.

África Occidental atraviesa un momento histórico crucial, cuyas decisiones tendrán un impacto duradero en el rumbo del continente durante el siglo XXI.