Por: Manlio Dinucci
A pesar de las ya numerosísimas pruebas que demuestran que Estados Unidos y el Reino Unido planearon la guerra contra Afganistán desde la ruptura en Berlín de las negociaciones con los talibanes –en julio de 2001– aún prevalece la versión que invoca los atentados del 11 de septiembre como justificación de esa guerra. Una guerra cuyo objetivo oficial era el derrocamiento del emirato que los mismos Estados Unidos habían instalado en Afganistán. Esa guerra continúa hoy en día, desde hace 15 años.
El 15º aniversario de los atentados del 11 de septiembre ocupó durante varios días las primeras páginas de los periódicos. Hubo, en cambio, un silencio total de los medios sobre el 15º aniversario de la guerra contra Afganistán, iniciada el 7 de octubre de 2001 con la operación «Enduring Freedom», o sea «Libertad Duradera».
Motivo oficial de la operación: perseguir a Osama ben Laden, organizador [designado] de los atentados del 11 de septiembre y supuestamente escondido en una cueva afgana bajo la protección de los talibanes.
En realidad, como finalmente acabó por saberse, todo el plan de invasión de Afganistán ya estaba sobre el buró del entonces presidente George W. Bush antes del 11 de septiembre. Sus objetivos estratégicos podían además distinguirse claramente en el informe Quadriennal Defense Review, cuyo texto divulgó el Pentágono el 30 de septiembre de 2001, una semana antes del inicio de la guerra contra Afganistán.
El 10 de octubre de 2001, nosotros publicamos las partes fundamentales de ese documento en el diario [italiano]Il Manifesto. Quince años después, su lectura, a la luz de los acontecimientos de los últimos tiempos, resulta especialmente interesante:
«Estados Unidos, que como potencia mundial tiene importantes intereses geopolíticos en el mundo entero, debe impedir que otros dominen áreas cruciales, particularmente Europa, el noreste asiático, el litoral del Asia oriental, el Medio Oriente y el sudeste asiático. Asia, en particular, está emergiendo como una región de posible rivalidad militar a gran escala. Es posible que aparezca en esa región un rival militar con una formidable base en recursos. Nuestras fuerzas armadas deben conservar la capacidad de imponer la voluntad de Estados Unidos a cualquier adversario, incluso a`Estados y entidades no estatales, cambiando el régimen de un Estado opositor u ocupando un territorio extranjero hasta que se alcancen los objetivos estratégicos estadounidenses.»
Lo anterior expresa de manera totalmente transparente las verdaderas razones de la guerra en Afganistán.
Durante el periodo anterior a los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 pudieron verse en Asia fuertes señales de acercamiento entre China y Rusia. Ese acercamiento se concreta, el 17 de julio de 2001, con la firma del Tratado de Buena Vecindad y Cooperación Amigable, definido como «piedra angular» de las relaciones entre esos dos países.
Washington ve el acercamiento entre China y Rusia como un desafío a sus intereses en Asia, en un momento crítico en que Estados Unidos trata de ocupar el vacío que el derrumbe de la URSS había dejado en Asia Central, área de primera importancia tanto por su posición geoestratégica en relación con Rusia y China como por sus reservas de petróleo y gas natural en los límites del Mar Caspio.
Y Afganistán es una posición clave para el control de esa área. Eso explica el enorme despliegue de fuerzas de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán, en una guerra que –según un estimado por defecto del Watson Institute (de la Brown University de Estados Unidos)– ha arrojado hasta ahora más de 170 000 muertos y 180 000 heridos graves y el gasto oficial –contabilizando únicamente los gastos estadounidenses– de unos 830 000 millones de dólares (más de 40 veces el PIB de Afganistán), además de enormes gastos no registrados.
En estos 15 años, las operaciones militares en Libia, Irak, Siria y en otros países han costado oficialmente, contabilizando sólo las operaciones militares en el terreno, alrededor de 3 700 millardos [1] de dólares. Pero los “gastos colaterales” futuros, principalmente en términos de asistencia médica a los veteranos estadounidenses de esas guerras, elevan la suma a 4 800 millardos.
En la operación de la OTAN en Afganistán, bajo el mando de Estados Unidos, hoy rebautizada con la denominación «Apoyo Resuelto», se mantiene la participación de Italia con un contingente desplegado en las regiones afganas de Kabul y Herat. Oficiales italianos son enviados además a Tampa (en la Florida, Estados Unidos) para servir en el mando estadounidense de la operación y también a Bahréin, como personal de enlace con las fuerzas de Estados Unidos.
En el marco de esa misma estrategia, Italia está implicada actualmente en 27 «misiones» que hoy tienen lugar en 19 países.
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