Por: Eduardo Febbro
Ya no es un sueño. El largo túnel del colonialismo occidental sobre los destinos del mundo se resquebraja con el avance en el siglo XXI. Las fallas del sistema internacional de seguridad, la inoperancia de las Naciones Unidas, la ineptitud y la parcialidad de los organismos de crédito internacionales, FMI y Banco Mundial, el papel destructor de las agencias de calificación, el inmovilismo ante la crisis ecológica y energética, la política de Estados Unidos, país capaz de legalizar la tortura y la usura bancaria internacional, el lacayismo de la Unión Europea, la profundización sin salida de conflictos espantosos como el israelo-palestino, la desigualdad en el comercio internacional y la aparición de nuevas potencias esbozan un horizonte muy distinto al que se intuyó apenas comenzó el siglo. Estamos en otro mundo, un mundo intermedio: los antiguos diseños derivados de la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial y la reformulación que siguió al fin de la Guerra Fría ya no funcionan. A la par de las crisis y las desigualdades, los nuevos actores que se mueven fuera de la esfera occidental se organizan para crear zonas de intercambio y racionalidad muy distintas. El último pilar puesto en este edificio se llama Brics. Este grupo compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Africa del Sur creó hace unas semanas un Banco de Desa-rrollo para los países emergentes. Se trata de una alternativa al FMI y al Banco Mundial y una línea para romper con la hegemonía de las instituciones de Bretton Woods. En julio de 1944, 44 países se reunieron en un hotel de la localidad norteamericana de Bretton Woods y delinearon un modelo de relaciones comerciales y financieras que, hoy, carece de toda validez. El politólogo francés Alexandre Kateb, profesor en el Instituto de Estudios Políticos de París, anticipó estas transformaciones en su libro Las nuevas potencias mundiales: por qué los BRICS cambian el mundo.
En esta entrevista con Página/12, el profesor Kateb analiza el tramo final de este modelo occidental en crisis, pronostica el surgimiento de una organización de naciones emergentes, al tiempo que ubica la crisis actual entre Rusia y Occidente bajo la influencia del gigantesco desplazamiento geopolítico que se está produciendo.
–Los Brics y otras voces sueltas ya no se limitan a la mera denuncia retórica sobre la perversión y el agotamiento del sistema. Han pasado a la acción y, aunque sea naciente, con ello esbozan un nuevo orden mundial donde Occidente ya no está más en el centro del paradigma.
–Hay una nueva línea que se está formando. Por un lado, tenemos un bloque occidental que está a la defensiva. Estados Unidos renunció poco a poco a asumir un liderazgo mundial, al tiempo que la Unión Europea es un objeto geopolítico no identificado. La Unión Europea no sabe lo que quiere, no sabe pensar su lugar en las relaciones internacionales. Por otro lado, tenemos esas potencias emergentes, o incluso ya emergidas hoy, como la China, segunda potencia económica mundial, y un conjunto de otros países que no aceptan este imperialismo norteamericano-europeo. Ese conjunto de países empieza a tener la fuerza económica necesaria para organizar una fuerza alternativa del mundo.
–En ese eje entran, desde luego, los Brics.
–Sí, por supuesto, pero va más allá. Los países miembros del Brics tienen la vocación de ampliarse y podríamos asistir al surgimiento de una organización de naciones emergentes. En esa organización entrarían muchos países emergentes, los que hoy son miembros del G-20, como la Argentina, Indonesia o Turquía. Esos países rehúsan hoy alinearse detrás de las posiciones norteamericanas y europeas en torno de cuestiones internacionales, sean geopolíticas, de seguridad, sea la reforma de las instituciones como la ONU o Bretton Woods, o en torno de conflictos que no tienen solución, como el israelo-palestino. La cuestión bancaria se plantea igualmente. Hoy hay bancos europeos y norteamericanos que cuentan con mucha liquidez pero que rehúsan prestar a los países en desarrollo o a los emergentes. Esa es la razón por la cual se está creando el banco de los Brics. Se trata de impulsar una alternativa a ese orden monetario y económico que está bloqueado y que ha dejado de reflejar las relaciones de fuerza reales.
–Esa idea de un banco alternativo es, con el Banco del Sur en discusión en América del Sur, la única contrapropuesta concreta que existe en el mundo.
–Efectivamente. El banco de los Brics es una primera etapa. A pesar de todo el escepticismo que los analistas occidentales proyectan, ese banco del Brics tendrá una eficacia real en el escenario internacional. También tenemos el Fondo Monetario de los Brics, que se creó al mismo tiempo. Esto es tanto más interesante cuanto que podrá respaldar a los países en crisis que tienen necesidades importantes. En vez de dirigirse al FMI o a los Estados Unidos se podrá recurrir al fondo de los Brics. Por consiguiente, es la primera vez en la historia que tenemos una organización económica alimentada por países no occidentales que se presentan como una alternativa a los bancos norteamericanos y occidentales. Lo que queda por resolver es el tema del dólar en el sistema internacional. En cuanto los chinos empiecen a convertir su moneda y a dejarla circular libremente, especialmente en los otros países del Sur, allí tendremos una alternativa decisiva. Ya no dependeremos más del dólar. El caso de la Argentina con los fondos buitre se debe en parte porque se usa el dólar para los préstamos.
–De alguna manera, las muchas formas del colonialismo occidental están llegando a un final de ciclo.
–Sí. En todo caso, el orden internacional occidental que se constituyó en los siglos XIX y XX, luego de la victoria de Estados Unidos en 1945, no representa más el mundo en el cual vivimos. Estados Unidos dejó de asumir cualquier forma de liderazgo internacional. Cuando hubo un enemigo identificado, los Estados Unidos fueron hasta el final y lograron unificar a todos los países que se oponían a ese enemigo, concretamente la URSS. Pero cuando ese enemigo desapareció, el enemigo alternativo que Estados Unidos trató de crear, o sea Al Qaida, no era lo suficientemente movilizador. Todo el mundo se dio cuenta de que se trataba de un fantasma.
–¿Las enormes inversiones que China hizo en la Argentina se inscriben para usted en esa construcción de un nuevo orden de alianzas?
–Sí. Cuando se sabe que las reservas de la Argentina alcanzan hoy 25 mil millones de dólares y que la China invirtió 11 mil millones, vemos cómo nos dirigimos hacia una consolidación de las relaciones entre China y Argentina. Detrás también están Brasil y el Mercosur. Estamos entonces en una fase de acercamiento entre estos países, la China, la India y Rusia con las consiguientes cooperaciones tecnológicas que estos acercamientos acarrean. Rusia, por ejemplo, ya no puede utilizar las tecnologías occidentales para desarrollar su sector energético. Por eso pienso que se dirigirá hacia la Argentina, Brasil y los demás países del Brics. Cuando esto ocurra, entraremos en otra fase. Ya tenemos la fase financiera con el banco de los Brics y luego vendrá la fase tecnológica con un esfuerzo de desarrollo tecnológico conjunto que ya no será más dependiente de los sistemas occidentales. Rusia ya desarrolló su propio sistema de pagos para reemplazar a Visa y MasterCard y está haciendo lo mismo con los sistemas de localización por satélite. Con Internet está ocurriendo lo mismo.
–Esto nos trae a la crisis entre Rusia y las potencias occidentales a propósito de Ucrania. ¿Se trata de un juego de amenazas o hay verdaderamente una ruptura?
–No, hay una ruptura. El dossier de Ucrania nos muestra que Estados Unidos y el mundo occidental no pueden tolerar la reconstitución de un polo de potencia que englobaría a las antiguas repúblicas de la URSS. Ucrania es el eje de ese proyecto. Si se saca a Ucrania de ese plan, entonces todo reposaría únicamente sobre Rusia. Pero, con Ucrania incluida, nos encontramos ante una verdadera fuerza. Cabe recordar que ya en la época soviética Ucrania representaba el 50 por ciento de las capacidades industriales de la URSS. Lo que está en juego es un intento de Rusia por volverse una verdadera potencia regional y otro intento paralelo por parte de Estados Unidos para impedir que eso ocurra. Y, por supuesto, los europeos siguen a Estados Unidos como ovejas porque son incapaces de pensar por sí mismos. Los europeos, en vez de convertir a Rusia en un puente entre Asia y Europa, están empujando a Rusia hacia Asia. A pesar de su debilidad, Rusia, gracias a la inteligencia de su diplomacia, consigue resultados muy interesantes.
–¿Se podría decir que Europa cometió con Rusia el mismo error que Estados Unidos cometió con América latina?
–Sí, es cierto, vemos el mismo error. Y es tanto más impactante cuanto que, después de la Guerra Fría, el pacto consistió en que Rusia renunciara a su imperio a cambio de su integración en el espacio europeo, o sea, la misma prosperidad, el mismo desarrollo tecnológico que en Occidente. Rusia cumplió con su parte del contrato, pero los europeos no cumplieron con la suya, carecieron totalmente de visión.
–Los europeos provocaron miserablemente a Putin en Ucrania y ahora la crisis se vuelve contra ellos como un boomerang.
–Así es. Ucrania representa el fracaso de la ambición de la Unión Europea para integrar países que estaban dispuestos a hacerlo. Todo se ha vuelto inútil y retórico. Entre lo que Europa dice y lo que da hay realmente un abismo. Europa promete decenas de miles de millones pero, al final, no hay nada. Estados Unidos hizo lo mismo después de la caída del comunismo. Prometió y prometió, pero dejó a Ucrania en un estado de marasmo absoluto. Bruselas no ayudará a Ucrania. Es pura retórica. Putin tiene muchas cartas para mover. Putin es como un jugador de ajedrez que piensa los movimientos con mucha anticipación. Su principal problema es que, a veces, quiere ir demasiado rápido. Las sanciones que Estados Unidos y la Unión Europea adoptaron contra Rusia lo van a perjudicar, desde luego. Pero Putin profundizará sus ambiciones estratégicas al mismo tiempo que volverá a la mesa de negociaciones con los europeos.
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