Por: María Jesús Vigo Pastur
El ambicioso proyecto de China de recuperar la antigua Ruta de la Seda, que fue presentado oficialmente en Pekín hace un par de semanas, ha puesto de manifiesto que la cooperación entre las economías asiáticas para conseguir una región más integrada es cada vez más fuerte. Así, aunque el continente cuenta con numerosos foros o asociaciones desde la década de los 90, su poder y su influencia han aumentado en los últimos años, e incluso, han nacido otros espacios que están determinando el orden mundial.
“Mientras en Occidente, y especialmente en Europa, se está dando un proceso de desintegración, como han demostrado el Brexit o el auge de los partidos de extrema derecha, en el continente asiático está sucediendo justamente lo contrario. Asia es el continente del siglo XXI. Hay un proceso de integración, aunque todavía bastante desestructurado, que acabará produciendo algún tipo de organización integrada”, asegura a RT Fernando Moragón, presidente del Observatorio Hispano-Ruso de Eurasía.
La clave fundamental: la Organización de Cooperación de Shanghai
Entre las organizaciones existentes destaca, sobre todo, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), creada en 1996, y de la que forman parte China; los países de Asia Central, a excepción de Turkmenistán; y Rusia. El próximo 8 y 9 de junio sus líderes se reunirán en Astaná para aprobar el ingreso de dos importantes países de la región, India y Pakistán, en la organización, además de abrir previsiblemente las negociaciones con Irán para que pase a ser un miembro de pleno derecho.
Hay que tener en cuenta que, actualmente, la República Islámica forma parte de la organización como país observador, al igual que Bielorrusia, Afganistán y Mongolia. Otros países, entre los que destaca Turquía, tienen el estatus de ‘socios de dialogo’. “Esta es la organización que más posibilidades tiene de convertirse en una futura organización asiática con competencias en materia económica y de seguridad, así como en temas culturales, que sea la pieza fundamental para articular el resto de foros u organizaciones”, explica Moragón.
Es precisamente en materia económica y de seguridad donde la región de Eurasia ya cuenta con dos instituciones clave bajo influencia de Moscú. Por un lado, la Unión Económica Eurasiática (UEE), creada en 2015, y que funciona como unión aduanera, aunque sin ningún tipo de integración política ni monetaria. Y, por otro, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, una organización político – militar que cuenta con más de 20 años de funcionamiento.
Curiosamente, a excepción de Tayikistán, las dos organizaciones tienen los mismos Estados miembros: Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán y Kirguistán. “Tayikistán acabará entrando en la Unión Económica Eurasiática, y entonces ya podríamos hablar de una integración plena, ya que tendríamos dos partes muy importantes unidas: la económica y la defensiva”, añade el analista.
El macroproyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda
Sin embargo, la iniciativa más ambiciosa del continente es la Nueva Ruta de la Seda, propuesta por China, que quiere ‘relanzar’ las complejas redes de rutas que hace más de dos mil años inauguraron las relaciones comerciales entre Asia y Europa. La Iniciativa del Cinturón Económico y la Ruta de la Seda Marítima, tal y como ha sido rebautizado el proyecto en sus dos vertientes, tierra y mar, busca construir carreteras, vías férreas, puertos, oleoductos, gasoductos y otras infraestructuras en más de 60 países de Asia, Europa y África.
Se trata de una iniciativa a largo plazo (2013 – 2049) de vital importancia geopolítica para Pekín, que busca el desarrollo de todos los Estados involucrados en el proyecto, especialmente de Asia, donde todavía hay muchos países subdesarrollados. El objetivo fundamental de China es conseguir crear un entorno de consumidores mucho mayor del que tiene actualmente. “Aspira a ser la potencia hegemónica mundial que sustituya a EE.UU., aunque sus líderes no quieran reconocerlo públicamente”, afirma Moragón.
En este punto, por ser una de las principales vías de financiación del proyecto geopolítico de Xi Jinping, adquiere especial relevancia el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (BAII). Desde su creación, hace poco más de un año, proporciona a la región una institución financiera internacional que pretende contrarrestar el poder del Fondo Monetario Internacional (FMI), al Banco Mundial (BM) y el Banco de Desarrollo Asiático (BDA).
Sus principales accionistas son China, India y Rusia, en este orden, pero la nueva entidad financiera cuenta con 57 miembros fundadores, principalmente de Asia. Fuera de la región, destacan la presencia de una decena de países europeos, como Reino Unido Alemania, Francia, Italia y España, así como la ausencia de las dos grandes potencias perjudicadas: EE.UU. y Japón. “La gran sorpresa para los norteamericanos fue que algunos de sus socios más estrechos, como Reino Unido, Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica e incluso Israel, llamaron a la puerta de este banco”, explica Moragón.
Europa Central y Oriental, una zona de futura influencia asiática
De hecho, geográficamente, lo correcto sería hablar de Eurasia, no solo porque el territorio ruso abarque los dos continentes, sino también porque varios países europeos han comenzado a estrechar sus lazos con China. Un claro ejemplo es el Grupo 16+1, que comenzó a funcionar en 2012 con el objetivo de promover y desarrollar los intercambios económicos y las inversiones en Europa Central y Oriental con China como protagonista.
Los préstamos chinos no condicionan la política económica de un país, como sucede con los del FMI y la UE
Esta plataforma hay que encuadrarla dentro de otra estrategia a largo plazo de Xi Jinping, ya que otorgaría a los chinos un área de influencia sobre la región que podría condicionar las políticas dictadas desde Bruselas. Según el presidente del Observatorio Hispano-Ruso, esta zona “cada vez mira más hacia China y menos hacia Europa”. “Entre otras cosas, se debe a que los préstamos chinos no condicionan la política económica de un país, como sí sucede con los créditos que concede el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea”, añade.
Asia, en definitiva, está experimentando en los últimos años procesos importantes de integración, con el nacimiento de nuevas organizaciones y con el fortalecimiento de las ya existentes. Así, la cooperación entre los países asiáticos ya no se limita a foros o asociaciones de corte más tradicional, como pueden ser el Foro de Cooperación Económica Asia – Pacífico (APEC) o la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).
De hecho, según Moragón, es posible que incluso los proyectos de la Unión Económica Eurasiática (UEE), bajo influencia de Rusia, y la Nueva Ruta de la Seda de China se vayan coordinando e integrando con el tiempo, tal y como ya han conversado sus líderes, Vladimir Putin y Xi Jinping, en diferentes encuentros. y se vayan integrando con el tiempo.
“Hay una tendencia clarísima a una integración asiática. Ahora mismo estamos en un momento de proliferación y surgimiento de diversas organizaciones, pero con el paso del tiempo tenderán a integrarse unas con otras o habrá una mayor que será la encargada de dirigir, de alguna manera, ese proceso de integración”, concluye el analista.
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