Las subsiguientes notas de corte teórico-histórico buscan desglosar los principales momentos del ascenso y desplome del poder de los Estados Unidos de América (EE.UU.).
1. La sustitución de Inglaterra por EE.UU. como potencia hegemónica
1.1 Después de la I Guerra Mundial (1914-1918), la decadencia de Inglaterra como centro de gravedad del universo capitalista y su reemplazo por EE.UU. devino un proceso ineluctable. Esto aconteció porque la “guerra europea” permitió a las empresas norteamericanas realizar pingües negocios con productos vinculados al abastecimiento bélico y al consumo civil de los contendientes de ultramar, posibilitando que la emergente Unión americana revirtiera sus saldos comerciales negativos y recomprara valores en poder de inversionistas extranjeros.
De esta suerte, y al paso de pocos lustros, la nación de tercer rango del siglo XIX se convirtió en el poder hegemónico del planeta. La traslación del poder desde la City a Wall Street no fue, sin embargo, un cambio rápido y menos apacible. “Se necesitó —escribe Harry Magdoff— otra guerra mundial, la devastación de Europa y Asia y la bancarrota financiera de las otras potencias para que los EE.UU. asuman la supremacía financiera, tanto como la política y militar, del mundo capitalista”. (1)
Los convenios de Bretton Woods (1944) sellaron el proceso con la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) —un organismo multilateral al servicio de la banca norteamericana— y la consagración del dólar como eje del patrón de cambio oro (gold exchange standard), acordado en reemplazo del carcomido patrón oro que sustentara al imperio inglés a lo largo del siglo XIX.
1.2 El sistema monetario nacido en Bretton Woods buscó las metas siguientes: la cooperación monetaria entre los países miembros, la expansión y el equilibrio del comercio internacional y la estabilidad de los tipos de cambio. Conforme a la norma básica del patrón de cambio oro, las reservas monetarias para respaldar la circulación de dinero de un determinado Estado debían componerse de oro y divisas fuertes (el dólar y marginalmente la libra esterlina); en contrapartida, las divisas de reserva serían libremente convertibles en metal amarillo al precio establecido en el propio acuerdo constitutivo del FMI.
Al fijarse el precio del oro en un precio artificialmente bajo (35 dólares por onza troy, siendo que la inflación en el interregno bélico había escalado hasta el 200 y el 400 por ciento), los EE.UU. se aseguraron ganancias extraordinarias con la venta de sus bienes y servicios. El efecto no fue otro que el oro de Europa, urgida de dólares para la reconstrucción, fluyera a Fort Knox y la economía yanqui se erigiera en el núcleo central y en el motor del capitalismo mundial, afianzándose tales condiciones a través de los préstamos, las inversiones y las bases militares que Washington diseminó por los cinco continentes.
1.3 La mecánica del patrón de cambio oro —el patrón dólar, en la práctica— fue ilustrada del siguiente modo: “Supongamos que General Motors compra, por 100 millones de dólares, una empresa francesa. En Francia circula el franco y, por lo tanto, la General Motors cambia sus dólares por francos en un banco francés. ¿Qué hace este banco francés con esos dólares? Los coloca a interés en Estados Unidos. O sea, que un banco norteamericano vuelve a disponer de ellos y los puede usar para prestárselos a otra empresa francesa, para que ésta compre tractores Carterpillar en USA. La sociedad francesa retorna, pues, los 100 millones de dólares a Estados Unidos, etc.” (2)
A consecuencia de estos operativos de succión de recursos del resto del orbe capitalista legitimados en Bretton Woods, la economía norteamericana vivió la Gran Celebración de posguerra a la que aludiera Wrigth Mills, una apoteosis que se extendió por un cuarto de siglo –aproximadamente entre l945 y l970-, para devenir ulteriormente en una fluctuante pero inequívoca decadencia que se extiende hasta nuestros días.
2. La “explosión” del sistema de Bretton Woods
2.1 El derrumbe del patrón de cambio oro se originó en causas como las siguientes:
a) La excesiva emisión de dólares por parte del Banco de Reserva Federal (FED).
b) La acusada inflación de la economía norteamericana a fines de los 60, que hizo que los tenedores de dólares en el extranjero perdieran la confianza en una moneda que persistentemente perdía su capacidad adquisitiva.
c) La guerra de Vietnam (l965-75) cuyo gigantesco costo fue transferido en gran medida por EE.UU. a sus socios occidentales, provocó la reacción de éstos en términos de presión sobre las reservas de oro norteamericanas.
d) La recuperación económica de Europa Occidental y Japón, así como la distensión Este-Oeste, hicieron que cobraran vida en el mundo nuevos circuitos comerciales que ya no requerían del depreciado dólar para los intercambios, propiciando caídas adicionales de la divisa estadounidense.
2.2 Al despuntar los años 70 del siglo pasado, los desajustes comerciales, monetarios y financieros se tornaron insostenibles. A fin de enjugar la situación, la Administración Nixon dispuso, en l971, la Nueva Política Económica (NEP, por sus siglas en inglés), encaminada a desmantelar el Estado de Bienestar con su soporte teórico en el keynesianismo civil, y favorecer de ese modo los niveles de acumulación del capital monopolista; y, en l972, decretó la inconvertibilidad del dólar, medida unilateral que rompió con el compromiso básico de Bretton Woods, instaurando la dictadura financiera de Wall Street que, con contratiempos cada vez más severos, prevalece hasta la actualidad.
2.3 ¿Por qué Richard Nixon inició el desmantelamiento del Estado de Bienestar y liquidó el patrón de cambio oro? La respuesta puede condensarse en una sola frase: debido al deterioro de la competitividad de la economía estadounidense.
Emir Sader explicó tal proceso del modo siguiente: “Así como la hegemonía británica tuvo su pilar en la temprana y solitaria revolución industrial en la isla, la de EE.UU. se asentó en su capacidad para construir la más potente industria del planeta. Su poderío económico tuvo, básicamente, dos nombres: Frederik Taylor y Henry Ford. Fueron la aplicación de la ‘organización científica del trabajo’, el estudio y cronometraje de los movimientos de los obreros (taylorismo) y de la cadena de montaje y ensamblaje (fordismo) los que le permitieron a EE.UU. multiplicar la producción de sus fábricas y dar el salto a la producción en masa antes que sus competidores. Dicho de otro modo, fue EE.UU. el primer país del mundo en derrotar al tradicional movimiento obrero y liberar al capital de los límites que le imponían los trabajadores organizados”. (3)
2.4 La Guerra Fría contra el campo socialista promovida por Washington y respaldada por Europa Occidental, que se extendió hasta el hundimiento de la Unión Soviética, en l99l, tuvo el efecto de disimular —no eliminar— las falencias estructurales de la economía estadounidense, exacerbadas por los descomunales gastos militares para la defensa del llamado ¨mundo libre¨.
2.5 Las administraciones de Bill Clinton orientadas a sustentar la expansión de EE.UU. favoreciendo a las corporaciones a través del fomento del capital financiero/especulativo terminaron por desnudar los pies de barro de la potencia unipolar. De hecho, EE.UU. inició el siglo XXI con un cuadro macroeconómico clínico. Su déficit comercial se había agravado año a año, pasando de 100 mil millones de dólares en l989 a 450 en el 2000. De esta suerte, en la misma década de los 90 los EE.UU. se convirtieron en el país más endeudado del mundo (más de 600 mil millones de dólares, cifra que superaba el 60 por ciento de su producto interno bruto).
Su pérdida de competitividad se había extendido incluso a los bienes de alta tecnología (excepto en la fabricación de armamento), lo cual significaba que la mayor potencia mundial se encontraba incapacitada para competir con sus adversarios europeos, japoneses y crecientemente chinos después de las reformas filocapitalistas instrumentadas por Deng Xiaoping.
2.6 En tales condiciones, ¿cómo podía sostenerse la supremacía estadounidense? La paradoja se explica por dos factores extraeconómicos: la superioridad militar y el predominio autoritario del dólar en el comercio y las finanzas mundiales.
A este respecto, Raúl Zibechi escribía: “En el único rubro en que EE.UU. mantiene una ventaja importante es en la producción y venta de armamento. Pero en ese sector no rigen las reglas del mercado, ya que se beneficia de un importante apoyo del Estado y de un mercado cautivo, forzado por la presión de Washington a sus satélites para que compren armas que nunca serán utilizadas, como sucedía con varios países islámicos… Un segundo factor que contrarrestó la decadencia estadounidense fue también extraeconómico: el monopolio de la emisión de dólares, moneda en que se realizaban las cuatro quintas partes de los intercambios internacionales. Así las cosas, mientras el mundo producía, EE.UU., cuyo ahorro nacional era casi nulo, consumía¨. O, como señalaba en otro pasaje el propio autor, ¨… el comercio entre naciones se ha convertido en una bomba de succión de la producción que la superpotencia pagaba con papeles verdes. La ‘ventaja’ de EE. UU. era la de un depredador cuyo déficit estaba cubierto por el aporte, consentido o forzado, de terceros. Esto le permitía pagar, por ejemplo, la colosal factura petrolera a precios de risa, gracias al privilegio de poder emitir sin respaldo”. (4)
2.7 Semejante superioridad superflua de la economía estadounidense se tornó visible con el desplome de las gigantes y poco escrupulosas entidades bancarias Enron y WorldCom, en el 2000, cuyas acciones cayeron a 0 o casi 0, iniciándose un gravoso proceso de salvatajes con cargo al Tesoro Federal.
2.8 El gobierno de George W. Bush —inaugurado en enero del 2001— pretenderá enjugar la desmedrada situación apelando a expedientes de la denominada “economía vudú”, como la reducción de impuestos a las grandes firmas paralelamente a la expansión del presupuesto, especialmente militar. Un coctel ciertamente mortífero.
Todo esto acontecía poco antes del 11/S del 2001, fecha del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, suceso cuya comprensión presupone una revisión de lo que por esas mismas fechas acontecía a escala internacional en la crucial esfera de la producción y comercio del petróleo y, en general, de los energéticos. ¿A qué aludimos?
3. El resurgimiento de la OPEP y el mayor debilitamiento del dólar
En efecto, la inflexión de la fase expansiva estadounidense en la vuelta de siglo no es posible comprenderla sin incorporar al análisis dos factores preponderantes del capitalismo mundial: a) la política de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y el consiguiente fin de la energía barata, y b) el debilitamiento del “imperialismo del petrodólar”. Ambos elementos, por lo demás, íntimamente vinculados.
3.1 Como se recordará, en la década de los 70 del siglo pasado los países de la OPEP, la mayoría árabes, intentaron imponer una elevación sostenida de los precios del petróleo, reduciendo su volumen de extracción para elevar su precio. Desde l986, la OPEP había tenido que renunciar a esa reducción por cuanto Occidente, es decir los países no-OPEP, reaccionaron abriendo otros yacimientos –México, Mar del Norte- que aportaron al mercado mundial grandes cantidades y compensaron así las rebajas de la OPEP. En consecuencia, el precio medio del petróleo se mantuvo bajo durante varios años, en alrededor de 17 dólares por barril (d/b).
3.2 Empero, los yacimientos no-OPEP se consumieron rápidamente al ritmo de la creciente demanda de EE.UU., Europa y Japón. A fines de los 90, la OPEP, orientada por el régimen nacionalista de Hugo Chávez, rompió con el esquema de la energía barata al retomar la política de reducir las extracciones de crudo. El año 2000, el petróleo desbordó los 30 d/b y la OPEP recuperó el control del mercado petrolero.
3.3 A este mismo respecto, cabe recordar que medio siglo atrás EE.UU. producía las dos terceras del petróleo mundial y que a comienzos de este siglo ese mismo país devino primer importador de crudo y su consumo ascendió al 26 por ciento de la producción planetaria, en tanto que apenas producía el 10 por ciento y sus reservas habían caído al 2.9 por ciento de las mundiales; y, por otro lado, que cada incremento de 5 d/b derivaba en una contracción del 0.5 por ciento del PIB norteamericano.
3.4 Traducido al lenguaje de la política, lo anterior no significaba otra cosa que al comenzar esta centuria la superpotencia se encontraba presa de las decisiones de la OPEP. Desde luego que no se trataba únicamente de una cuestión de abastecimiento, sino que tal dependencia venía erosionando cada vez más la esfera del “imperialismo del petrodólar”. ¿A qué aludimos con esto último? A cuestiones tan cruciales como la siguiente:
“¿Qué pasaría si de repente la OPEP se pasara al euro?”, se preguntaba el citado Zibechi. “Sencillo: la hegemonía estadounidense colapsaría. Si el dólar no se ha depreciado más, cosa que debería haber sucedido dado el inmenso déficit de EE.UU., es por las subvenciones globales de que disfruta, toda vez que cuatro quintas partes de las transacciones internacionales, la mitad de las exportaciones y dos tercios de las reservas globales de divisas se hacen y están en dólares”. (5)
Expuesto en otros términos, la aceptación universal del dólar obedecía a que con él se podía comprar petróleo y, por otro lado, el reciclaje de los petrodólares era el precio que los EE.UU. exigían a los países de la OPEP para tolerar la existencia de la entidad.
En el contexto del resurgimiento de la OPEP y de la consolidación de la Unión Europea y su moneda común –el euro, que entró en vigencia el 2002- la hegemonía de la divisa estadounidense se tornaba cada vez más deleznable y el parasitismo de EE.UU. cada vez más evidente.
4. El petróleo de Medio Oriente como “salvavidas” de EE.UU.
4.1 Al despuntar el siglo XXI el abandono del dólar por los países-OPEP no era un escenario hipotético sino un proceso en curso. La Unión Europea venía comprando la mitad del crudo de la OPEP. Según los especialistas, era sólo cuestión de tiempo para que los países del cártel se pasen al euro.
Vale recordar que el primero que dio este paso, a fines del 2000, fue Sadam Husssein, a la sazón presidente de Iraq.
Conforme escribía por esos días Juergen Wagner: “Detrás de Iraq, vendrá el resto. Corea del Norte ya no usa el dólar en su comercio internacional. Irán ya tiene sus reservas en euros. Brasil también vende sus bonos del tesoro en euros y Venezuela estudia esa opción… Pero había algo más, y mucho más grave para EE.UU.: ¿Qué pasaría si Japón, que tiene las reservas más grandes del mundo en dólares, las transfiriera a euros? Por lo pronto, en mayo de 200l la Unión Europea acordó con Rusia la posibilidad de que pronto el intercambio entre ambos se haga en euros, siendo que el 40% de las ventas rusas se dirigen a Europa, contra sólo el 8% de las de EE.UU… El fin del monopolio mundial del dólar sería un duro golpe para una potencia en declive inexorable”. (6)
4.2 Buscar anticiparse a ese orden de acontecimientos constituyó el leitmotiv del 11/S del 2001. De hecho, su antecedente inmediato no fue otro que la necesidad de EE.UU. de asegurarse el control del gasoducto que uniría a Turkmenistán con Pakistán, pasando por Afganistán. Este aseguramiento presuponía una acción político/militar para deshacerse del otrora aliado régimen talibán. Meta que fue lograda como primer trofeo de la guerra del Bien contra el Mal, o cruzada contra el terrorismo internacional, declarada por Bush Jr. poco después del estallido de las torres neoyorquinas.
Notas
(1) La era del imperialismo, Nuestro Tiempo, México, 1969.
(2) Vivian Trías, La crisis del dólar, Barcelona, l97l.
(3) “Dominar el mundo para postergar la decadencia”, ALAI, 21 de marzo del 2003.
(4) “La guerra como forma de acumulación”, ALAI, 2003).
(5) Ibid.
(6) “El petróleo y la guerra de Iraq”, América Latina en movimiento, ALAI, 366, l8 de marzo del 2003.
* René Báez. Ex decano de la Facultad de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Autor de Dialéctica de la economía ecuatoriana (1980), Conversaciones con Marcos (1976), Antihistoria ecuatoriana (2010), Antología personal (2018), entre otros.
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