Por: Luis Gonzalo Segura
Desde hace unos años, el escenario político español pocas veces sorprende a los sufridos ciudadanos, unas veces tratados como idiotas y otras muchas aturdidos ante una cantidad tan ingente de cinismo y surrealismo que hace imposible su digestión. Sin embargo, a veces sucede, y esta es una de esas ocasiones. Y no es poca cosa tratándose de un país chantajeado y desnudado por un ‘fontanero’, el comisario Villarejo. Un policía de poca monta que está abriendo las puertas de las cloacas y muchos empiezan a tener la sensación que el país terminará colapsando en una alcantarilla.
En este contexto, si algún partido político debía hacer lo posible por mantener un perfil parlamentario bajo en cuanto a la venta de armas ese es el Partido Socialista Obrero Español, que multiplicó por seis la industria armamentista durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011) y que aceptó este mes de septiembre (2018) mantener la amoral venta de armas a Arabia Saudí mientras se perpetra la mayor catástrofe humanitaria del Planeta a día de hoy: 6.000 muertos y más de 10.000 heridos, siendo de ellos más de 5.000 niños; 8 millones de personas en hambruna; y otros 20 millones más al borde de la misma, el cólera o la difteria.
Y si algún partido político debía, ya no guardar un tono bajo, sino callar al respecto, ese es el Partido Popular (PP), el cual solo en un año (2012) consiguió duplicar lo hecho por José Luis Rodríguez Zapatero en siete y colocar a España como la séptima potencia mundial en lo que respecta a la venta de armas. No solo eso, sino que desde que comenzó la masacre en Yemen (año 2015) hasta ahora, el PP ha vendido armas a los sauditas por valor de casi 1.000 millones de euros y al conjunto de la coalición por valor de casi 1.200 millones de euros. Solo el año pasado fueron más de 250 millones de euros. Casi nada.
Baste, como ejemplo de la falta de escrúpulos y el exceso de vulgaridad de ambos partidos políticos, el tuit del líder del Partido Popular de Catalunya, Xabier Albiol, que aseveró que “evidentemente que el gobierno del PP vendía, pero no teníamos la jeta y poca vergüenza de decir que no mataban civiles”. Una instantánea que debería avergonzar tanto al PP como al PSOE. Sin embargo, ajenos a cualquier sentimiento púdico, ambos organizaron una sorpresiva y esperpéntica trifulca el pasado 26 de septiembre.
Como en las peleas barriobajeras, Margarita Robles, ministra de Defensa, lanzó varias cuchilladas al anterior Gobierno conservador de Mariano Rajoy (Partido Popular) por el sostenido apoyo de los populares al genocidio cometido por los sauditas en Yemen. Las dagas encontraron carne, especialmente el lance en el que les acusó de hacerlo “de espaldas al Parlamento”.
Posteriormente responsabilizó al Partido Popular de poner “en riesgo a España y su credibilidad internacional” por el apoyo “a una guerra en contra de los principios de Naciones Unidas”, en lo que debería ser la estocada final.
Palabras que solo pueden calificarse de cínicas cuando emanan de quien ha respaldado el genocidio en Yemen con la venta de las ya tristemente famosas 400 bombas de precisión, las cinco corbetas y la innumerable cantidad de material bélico que se pretende vender a los sauditas siempre y cuando paguen bien. Y de momento lo hacen con la misma puntualidad que asesinan.
Porque por mucho que la venta de bombas a los sauditas, acordada por los populares, no tuviera un fin militar o que incluso España perdiera dinero con las mismas, pues salen directamente del arsenal de las Fuerzas Armadas y tendrán que reponerlas a un precio superior, lo cierto es que al permitir su venta, tanto el PSOE como Pedro Sánchez y Margarita Robles legitiman el genocidio yemení y lo hacen, paradójicamente, con la publicidad que supuestamente el anterior Gobierno quiso evitar para no dañar sus relaciones con Teherán.
De otro lado, los populares, que también lanzaron cuchilladas, patadas, golpes bajos y mordiscos, pues se defendieron y atacaron con la misma falta de escrúpulos mostrada por la propia Margarita Robles o por el citado Xabier Albiol. El caso era herir, enfangar el asunto, ensangrentar el escenario político y quedar por encima como fuera. Y si no se conseguía, al menos que el lamentable espectáculo escondiera el crimen que ambos habían cometido y que ambos se imputaban cínicamente.
Así, estos últimos aseveraron que la ministra es una “auténtica irresponsable” y una “boba políticamente hablando”. Para después achacarle que la crisis sufrida por la venta de armas se debió a su falta de perspectiva al no saber valorar las consecuencias de la cancelación de la venta de bombas de precisión a Arabia Saudí. Lo que hacía alusión a la posible cancelación de la venta, también a los genocidas sauditas, de cinco corbetas de Navantia por valor de 1.800 millones de euros.
Pavoroso espectáculo cuando España ha vendido casi 1.000 millones de euros a Arabia mientras esta y sus aliados bombardean civiles en hospitales, colegios, mercados o autobuses escoleras con resultado de más de 6.000 muertos y más de 10.000 heridos, siendo de ellos más de 5.000 niños.
Por suerte, entre tanta ordinariez, se escucharon voces comprometidas con los derechos humanos, lo que tratándose de España, no es poco. Así, el portavoz adjunto de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Gabriel Rufián, recordó con toda la razón que España se había comportado como un “señor de la guerra” al intermediar con Arabia Saudí y proporcionarles armas norteamericanas. También Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, aseveró que resulta “terrible” y de una gravedad extrema que España venda armas a los sauditas, a los que calificó como “dictadura que no respeta los derechos humanos”.
Palabras en todo caso que deberían ser acompañadas por las necesarias presiones para cancelar la venta de armas o hacer caer el Gobierno. No es esta una cuestión para estratégicas jugadas políticas. La muerte nunca lo es.
Comentario