Por: Patricio Montecinos
Cuando los venideros días 14 y 15 de junio se celebre en la ciudad boliviana de Santa Cruz la Cumbre del G-77, en ocasión del 50 aniversario de esa organización integrada por los llamados países en desarrollo, sus máximos dignatarios deberán promover la unidad y la solidaridad, y concientizar, como nunca antes, que hoy su norte tiene que ser el Sur.
Ese excelente eslogan que identifica a la prestigiosa televisora latinoamericana Telesur, fundada por el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez y líder indiscutible de la Patria Grande, es la clave principal para desafiar los graves problemas que los regímenes de Estados Unidos y de Europa les han ocasionado durante muchos años a los pueblos más desposeídos.
Desde constantes injerencias, agresiones de todo tipo, guerras impuestas y planes de subversión, hasta el saqueo sin límites de las riquezas de las naciones subdesarrolladas y la destrucción de Madre Tierra, figuran entre los males causados por esas potencias occidentales que han ejercido su poder universal, aunque ahora con menor predominio.
El Grupo de los 77, actualmente conformado por 133 Estados miembros más China, se estableció el 15 de junio de 1964, y a partir de entonces es considerada la mayor organización intergubernamental, que promueve la cooperación Sur-Sur y sus intereses económicos colectivos, al tiempo de articularlos en el Sistema de las Naciones Unidas (ONU).
Los países que lo conforman representan dos tercios de los que integran la ONU, casi el 60 % de la población de nuestro planeta, por lo que está llamado a desempeñar un rol protagónico en una nueva coyuntura internacional, en la que han surgido potencias emergentes en el Sur, mientras se abren las puertas hacia el fin del fracasado y nocivo mundo unipolar.
Bolivia asumió la presidencia anual del 6-77 el pasado 8 de enero, luego de ser elegida en noviembre de 2013, y tiene a su cargo la preparación del conclave cimero que celebrará el medio siglo de su existencia, en el cual se abordarán temas candentes y urgentes que tiene ante sí la humanidad.
Esa nación sudamericana, con el liderazgo del mandatario Evo Morales, es ejemplo hoy de lo que pueden hacer los gobiernos en beneficio de sus poblaciones, de la integración y la cooperación regional e interregional.
Bolivia, hasta hace pocos años uno de los países más pobres, emprende un proceso revolucionario de Cambio que no solo ha elevado sus índices económicos, sino que la riqueza ha sido repartida, reduciéndose así la pobreza y el hambre, mientras sus ciudadanos se benefician cada vez más de derechos humanos fundamentales como la salud, la educación y el deporte, gracias a la colaboración desinteresada entre naciones amigas de Sur.
Eso era impensable bajo los otroras regímenes neoliberales de turno bolivianos, todos a las ordenes de Washington y de grandes empresas europeas que saqueaban sus prolíferos recursos naturales.
El presidente Morales ha demostrado además que sin Estados Unidos se puede combatir el narcotráfico, y de una forma más efectiva, al tiempo de que el capitalismo salvaje propugnado por el imperialismo norteamericano y sus aliados es un narcótico que debe desparecer, porque incluso demuele a sus propios inventores y defensores.
La cita del G-77 en la ciudad boliviana de San Cruz está llamada a pasar a la historia como la que estableció para siempre en esta nueva era que el Sur tiene que tener su norte en el Sur, unido, independiente y soberano.
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