Por: Luis Gonzalo Segura
Para los presidentes europeos entrevistarse con el presidente de los EE.UU. de Norteamérica en una cumbre de la OTAN es algo así como cuando los vasallos tenían que entregar al señor feudal una parte de su producción a cambio de seguridad. Y cuando lo entregado no era considerado suficiente por el señor feudal, no resulta difícil prever en qué podía derivar la situación.
No resulta difícil porque solo hace falta fijarse en la vehemente y acalorada reacción de Donald Trump con los presidentes europeos en la reunión de la OTAN en Bruselas (11 y 12 de julio de 2018). Tal fue la combustión del presidente de los EE.UU., según El Mundo, que Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza, tuvo que interrumpir la reunión y ante el desquiciamiento de Trump no le quedó más remedio que “invitar a salir a los líderes de otros países para mantener una sesión sólo de los 29 aliados”.
El voluble presidente norteamericano arremetió durante la segunda jornada contra Alemania, Bélgica y Españaporque no gastan en Defensa lo que él considera oportuno (el 2% en 2024 como paso previo al 4%). Incluso llegó a acusar en la jornada previa a la canciller Merkel de ser rehén de Rusia.
Sin duda, esta reunión de la OTAN en Bruselas fue histórica, no tanto por los acuerdos obtenidos sino por la confirmación de una realidad denunciada por tantos analistas: Europa es un protectorado norteamericano. De hecho, tras la salvaje e insólita bronca del presidente norteamericano, sus vasallos europeos han aceptado las condiciones y se han ratificado en “el compromiso inquebrantable” asumido en 2014, cuando se designó que el gasto mínimo en seguridad y defensa sería de un mínimo de un 2% del PIB de cada país europeo.
El señor de Europa, Donald Trump, no conforme con el cumplimiento de sus designios advirtió a los líderes europeos que el objetivo real es llegar al 4% del PIB en gasto en seguridad y defensa, cantidad absolutamente desorbitada.
Según el citado medio, la bronca ha sido tan dura que Pedro Sánchez, el presidente español, ha intentado defenderse asegurando que “España es fiable”. Acto seguido se ha ofrecido a “entrenar soldados en Túnez o evacuar a la ONU de Libia si fuera necesario”. La estratagema no ha tenido éxito y todos han claudicado cuando el presidente norteamericano ha amenazado con “graves consecuencias”, lo que más de uno de los presentes ha interpretado como una posible salida norteamericana de la OTAN si no se cumplían sus exigencias.
Donald Trump, después de conseguir que sus vasallos europeos aceptaran sus exigencias, ese 2% del PIB en gasto militar, se ha mostrado jubiloso y ha afirmado que “la OTAN es hoy más fuerte que hace dos días”.
Sin embargo, no ha confirmado sus pretensiones ante su reunión de Helsinki con el presidente ruso, Vladimir Putin. Ahora mismo nadie sabe, porque obviamente no le corresponde saberlo, si nos encaminamos hacia una era de tensión o hacia un deshielo en las relaciones entre EE.UU. y Rusia. Quizá, y eso es lo más preocupante, ni siquiera el propio Donald Trump lo sepa y todo dependa del humor con el que se levante.
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