En estos momentos las movilizaciones en Francia nos están obligando a preguntarnos a muchos, (incluso a los trabajadores que les cuesta movilizarse y que apenas tienen inquietudes) por qué y cómo es que aquí, siendo mucho más grave lo que ocurre a los trabajadores y a las capas populares, no surgen este tipo de explosiones de indignación y de hartazgo.
La modificación en el Estado español del artículo constitucional 135, conlleva el ataque que venimos constatando contra todos los servicios sociales y en contra de la jubilación con su retraso a los 67 años; lo cual viene a ser, de un modo muy concreto, una irracionalidad que supera niveles nunca imaginados. Tampoco, cuatro décadas atrás, hubiéramos imaginado que ante este machetazo que nos asesta la burguesía, nos cruzaríamos de brazos.
Igualmente es descorazonador e incomprensible que, ante el encarecimiento general de la vida, y en especial de las cosas básicas y primordiales como la alimentación y la vivienda, tampoco se le esté dando respuesta de lucha. Otro tanto ocurre con el proceso de desmantelamiento y robo de la sanidad que produce criminales estragos por los que se deteriora la salud y mueren personas. En este fatídico camino, se infringen emboscadas a la enseñanza, al sistema público de pensiones, a las condiciones de trabajo, a los salarios…
Como suele decirse “nos hemos dejado comer la tostada”. Desde el inicio del siglo XX, las direcciones de la clase obrera organizada en partidos y en sindicatos, fueron dejando que, poco a poco, los explotadores se fueran haciendo con la iniciativa de la exigencia de clase. Tal hecho se produce por miedo y comodidad de los dirigentes obreros. Ante esta debilidad los burgueses se adueñaron de la batuta reivindicativa y pusieron la verdad y la lógica patas arriba. El avanzamos, luego hemos de trabajar en óptimas condiciones y vivir mucho mejor los trabajadores, se convirtió en: avanzamos, luego los trabajadores vais a trabajar y vivir peor porque lo exigen las contradicciones y necesidades que tiene el capitalismo.
Lo que en estos momentos está aconteciendo en Francia, es un buen indicador de lo que ha venido sucediendo desde hace muchos años en la lucha de clases. Aunque la clase obrera francesa nos está dando una lección de dignidad y conciencia de clase. La dinámica de esta lucha se desarrolla en ese mismo sentido invertido y según la crítica que desde hace varias décadas personalmente vengo planteando. Ciertamente yo no inventaba nada, sobre la marcha, con el tiempo, constaté asombrado que estas mismas críticas y razonamientos ya se habían efectuado por otros filósofos y revolucionarios con bastante anterioridad.
Para que lo entendamos, esta lucha de los trabajadores y las trabajadoras francesas tendría que estar desarrollándose en base a reducir la edad de jubilación y no en que se quede como estaba. Aunque la iniciativa la emprende la burguesía (tal y como viene sucediendo desde hace mucho tiempo), si la contrapropuesta obrera hubiera sido extremadamente opuesta, por ejemplo, jubilación a los 55 años acompañada de un arsenal de contundentes razones: revolución científico-técnica, la juventud es la que ha trabajar, producción de calidad y la realmente necesaria, cambio climático, etc. no sólo hubiera servido para que inmediatamente los capitalistas retiraran su propuesta (ese insulto a la inteligencia del pueblo francés), sino que también hubiera sido un revulsivo, una explosión de claridad y toma de conciencia en toda la clase obrera europea.
Y todo este lamentable panorama de retrocesos de la clase obrera, de haber olvidado el fundamento principal de la lucha de clases (dejarse dividir y explotar sin límites y cargar constantemente con las contradicciones de sus antagonistas de clase), está teniendo consecuencias aún más graves. Como consecuencia los problemas medioambientales y el indiscutible cambio climático está arrastrando al planeta produciendo una modificación tenebrosa para los seres humanos. Esto ha sido reconocido y explicado en uno de sus informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC). Este es el Órgano de las Naciones Unidas que evalúa la ciencia relacionada con el cambio climático: “el capitalismo es incompatible con la lucha contra el cambio climático”.
Coincido, cómo no, con quienes plantean que el cambio climático es el problema más grave y urgente a abordar. Primero, porque todos los demás problemas en que estamos sumidos no podrán resolverse mientras tengamos encima esta espada de Damocles. Segundo; multitud de expertos en ciencias ambientales afirman: “si se pierde la predicción en el clima, no habrá posibilidades de desarrollar la agricultura de manera constante”. Tercero; porque el planeta maravilloso que conocemos los humanos dejará de serlo y nos perjudicará como no podemos imaginarnos. Cuarto; si no logramos acabar con el capitalismo y socializar el mundo ya mismo, nuestros descendientes sufrirán consecuencias terribles. Quinto; y el más importante, porque el cambio climático ha sensibilizado al conjunto de la sociedad y especialmente a la juventud. Sólo hace falta organizarla y orientarla para que tomen conciencia y luchen por la única solución que es dar fin al capitalismo, e implantar la socialización de la humanidad.
Ahora depende de nosotros, de que seamos capaces de combatir al capitalismo, a la manipulación que ejercen con sus potentes medios, los cuales manipulan y tratan de confundir a los pueblos. Los capitalistas pretenden aparentar que están al frente para solucionar el inevitable desastre que ellos mismos han creado.
Los núcleos sociales organizados hemos de tomar esa iniciativa importante, de repetir estas verdades miles de veces: claro que hay solución; se progresa y se avanza. Luego lo lógico, lo racional es que los problemas sean pocos y leves y no muchos y graves. Ya hace mucho tiempo que es posible tener una verdadera calidad de vida. Lo beneficioso para la humanidad y para el planeta es producir, construir y servir lo verdaderamente necesario, con calidad para que no haya que reproducir y cambiar constantemente los productos. Se ahorraría así energía, materias primas, esfuerzos, etc.
Es determinante llegar a la juventud para que comprenda que el cambio climático tiene que ver con el aberrante funcionamiento del sistema capitalista, con su falso libre mercado, con su brutal competitividad y ataques con espolios constante contra los pueblos más débiles del mundo.
De modo que es verdad y urgente que hemos de acabar con el capitalismo porque es la única solución para revertir el cambio climático y todos los demás problemas que padece la humanidad.
La educación en los centros de enseñanza y en todas partes ha de ser preponderante para apremiar el proceso de desaparición del capitalismo y de la aparición del proceso hacía la socialización.
Por su bien, la humanidad habría de ir tomando conciencia de la conveniencia, para todos, en ponerse de acuerdo en el reparto del esfuerzo de aportación necesaria (concepto, este, que debería sustituir al del trabajo), así como en la distribución de bienestar que ese esfuerzo común generara.
Sí, sin duda, hay que hablar de las cosas antes de construirlas. Sabemos que hay organizaciones políticas y sindicales que no tienen intención de profundizar, de construir teoría y organización para transformar la sociedad. Se lo impide la remuneración de comodidad y “seguridad” que les garantiza el sistema.
Ahora bien, eso no es razón para que los que creemos que sí hay que construirlas, nos esforcemos en teorizar adecuadamente. Y es que, recordemos: sin teoría revolucionaria es muy difícil construir organizaciones revolucionarias. Y sin una teoría pormenorizada de lo que ya podría ser una sociedad socializada, no se puede convencer a nadie para que luche por conseguirla.
J. Estrada Cruz 27/4/2023
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