Por: Rafael Poch
La campaña electoral francesa ha dado un giro crucial: los favoritos para pasar la eliminatoria del 23 de abril ya no son dos, Macron y Le Pen, sino cuatro: Los ascensos del izquierdista Jean-Luc Mélenchon (+4 puntos en una semana) y del conservador François Fillon, lo han cambiado todo. Especialmente porque sigue habiendo más de un 30% de indecisos.
Fillon ha remontado un poco el desastre de los escándalos sobre los presuntos empleos ficticios de su mujer que en enero destrozaron su sólido liderazgo electoral. Eso es una sorpresa, pero la verdadera proeza es la de Mélenchon.
Nadie esperaba que este candidato gruñón, excelente orador y perdedor en 2012, fuera capaz de reinventarse y dar lugar a una campaña tan moderna e innovadora. Su criticada estrategia de romper con el esquema de las primarias de la supuesta izquierda, por no querer competir con políticos que considera de derechas, y con la lógica de partidos, se ha demostrado un éxito. La primaria socialista naufragó y él creó un movimiento original. La “Francia Insumisa”, tal es su nombre, apela al pueblo, no a la izquierda, esconde la bandera roja sin negarla en beneficio de la tricolor, canta la Marsellesa antes que la Internacional e invita a los franceses a “radicalizar la democracia”.
En los contenidos, una oferta de “planificación ecológica” para salir del paro y del neoliberalismo ambiente, independencia y soberanía nacional, fuera de la OTAN, de la lógica de la guerra en beneficio de la diplomacia, y fuera del paradigma Merkel en Europa: o se reforman los tratados que han desvirtuado el proyecto europeo desde hace 25 años, conviertiéndolo en una autopista neoliberal, o Francia se va, es el mensaje.
Mélenchon ha puesto en marcha una campaña en equipo, rodeado de jóvenes y expertos que han fabricado en consulta ciudadana, un ambicioso programa con el que pretende “refundar” la República. Profusión de recursos en la red (es, con diferencia, el más seguido en las redes sociales que en Francia están mucho menos desarrolladas que en España) y enormes mítines en los que se ha renunciado al tono arribista en beneficio de didácticas sesiones en las que más que aclamar a un líder, se habla de política: ¿cómo funcionan los paraísos fiscales? ¿Por qué la sanidad y la educación no pueden enfocarse con criterios financieros? Necesidad de una fiscalidad más justa, de combatir la desigualdad y recuperar el papel económico del Estado y la dignidad de una gran nación integradora e universalista.
Con un estilo que ha extraído enseñanzas de Bernie Sanders y de Podemos, enseñanzas que no han sido copiadas, sino traducidas y fundidas con la tradición republicana y social francesa, estos mensajes están calando.
Los mítines de la Francia Insumisa, que acaban con lectura de un poema, son los más concurridos -ayer 70.000 en el Puerto Viejo de Marsella- y también los más seguidos en las redes sociales: 300.000 seguidores en el mitin de Châteuroux, siempre con gente fuera de los lugares por falta de espacio. Enorme seguimiento también en televisión (los medios de comunicación no le están tratando mal, otra novedad): 733.000 telespectadores, el 5 de febrero, en su mitin de Lyon, con futurista holograma en tres dimensiones retransmitido a un palacio de deportes parisino, en la cadena de televisión BMFTV, 711.000 en Rennes… Son también los más interesantes. “Escuchando a Mélenchon, siempre se aprende algo”, se oye decir frecuentemente al público. Él habla de una “onda” en expansión.
Con el 19% de la intención de voto, empatado con Fillon y a cuatro puntos del dúo Macron/Le Pen, Mélenchon está robando votos a todos; desde luego al decaído socialista Benoît Hamon, pero también a Macron e incluso a Marine Le Pen, confirma el director del instituto de sondeos Ipsos, Brice Teinturier. En la izquierda, Mélenchon está concentrando el voto útil, del que en 2012 fue víctima en beneficio de François Hollande. Cinco años de hollandismo han cambiado las cosas. ¿Hasta adonde llegará?
Después de haber manejado tanto el espectro de una victoria de Marine Le Pen, ya no puede excluirse una sorpresa por la izquierda en Francia, que para Europa significaría un impacto mucho más serio que el Brexit.
Mélenchon dijo ayer en Marsella que una ola francesa tendrá efecto arrastre; “en Grecia, en España, en Portugal, en Italia y para los 12 millones de pobres de Alemania”. Sería, simplemente, el fin de la Europa tal como hoy la conocemos.
El despegue de Mélenchon no tiene nada que ver con el de aquel Front de Gauche de 2012. “La Francia Insumisa está definiendo una nueva frontera política que surge en un contexto de mutación de las categorías”, dice el politólogo Gaël Brustier. Estas elecciones podrían torcerse. Una victoria de la izquierda en Francia ya no es impensable, coinciden analistas del Deutsche Bank y el titular del sólido diario conservador Neue Zürcher Zeitung.
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