Por: Alberto Rodriguez García
La cooperación comercial entre China y África. El renacimiento de las relaciones para el desarrollo sur-sur al margen de Europa. Hay quienes lo llaman neocolonialismo, sin embargo, el desarrollo está siendo bilateral, y al contrario que las potencias coloniales, los chinos no quitan y ponen gobiernos a su antojo, crean protectorados y utilizan África como su patio trasero.
Aunque es innegable que las relaciones sino-africanas se basan en la lógica del mercado y los intereses propios de cada una de las partes, la relación que se ha creado es de “win to win”, logrando responder a las necesidades de las economías emergentes. China está en África porque quiere sus recursos, y África abre sus puertas a China porque necesita sus inversiones.
No es ni justo, ni injusto. Ni bueno, ni malo
El cómo Pekín ha logrado establecerse en el continente africano no es ni justo, ni injusto. Ni bueno, ni malo. Porque la política no se entiende así. China recibe recursos a buen precio. A cambio, África (principalmente Angola, Nigeria, Kenia, Burundi, Sudáfrica, Egipto, Zambia, Malaui y Etiopía) tiene la posibilidad de subirse al carro de la globalización y el Siglo XXI. Y parece que ambas partes están contentas con los resultados. Tal es así que la colaboración comercial no ha dejado de crecer desde el 2000 hasta los últimos años. Si hasta 2009 la inversión directa de china era de 48.000 millones de dólares en el África Subsahariana, en la última década la cifra se ha disparado hasta los 251.000 millones. Traduciendo los números al sentir popular, de acuerdo a un estudio realizado por ‘Afrobarometer’ en 2016, el 63% de la población africana veía como algo positivo la influencia china en sus países.
Si bien África es una de las regiones del mundo con mayor crecimiento de población, la realidad es que son quienes menor flujo de Inversión Extranjera Directa per cápita reciben. África necesita empresas, y ser un lugar en el que nadie explota todo su potencial, lo que resultó ser muy atractivo para los chinos, que además partían con la ventaja de haber creado décadas atrás lazos políticos con muchos países del continente. Desde Pekín tienen tan claro que van a quedarse en África que en octubre de 2018 anunciaron que invertirían 60.000 millones de dólares en negocios dentro del continente para su desarrollo. Para tener un poco de perspectiva, es prácticamente el doble de lo que han invertido cualquiera de los años anteriores.
Desde una Europa paternalista, moralmente acomplejada por los siglos de esclavitud negra, es difícil entender que la lógica de mercado –frente a la humillante caridad– sea precisamente lo que necesitan los africanos. Pero es lo que necesitan los africanos. Si en África quieren dinero, deben empezar a producirlo por sí mismos, y China –insisto que es por interés–, hace esto posible.
Mientras Pekín recibe materias primas necesarias para su desarrollo industrial, África percibe una mejora de la salud pública, un desarrollo de la infraestructura, se beneficia de la transferencia de tecnología china y aumenta la alfabetización gracias a la formación de la población local para puestos especializados. Todo ello se resume en que mejora la calidad de vida.
A todo lo anterior hay que añadirle que cuanto más se desarrolla la economía de China, más aumenta la demanda y, por tanto, hay mayores beneficios para el continente. Y es que los chinos no solo invierten en materias primas, sino que también lo hacen en industria, agricultura y sector servicios.
Uno de los proyectos más ambiciosos que se pretende llevar a cabo es el ‘Standard Gauge Railway Project’, que tiene como objetivo conectar las principales ciudades de Kenia con las capitales de Uganda, Burundi, Sudán del sur y Ruanda, en una red ferroviaria de 2.935 kilómetros. La primera fase del proyecto, que conecta Nairobi con Mombasa, se finalizó en 2017. Se trata de un empuje muy grande para las oportunidades comerciales de los países que participan en el proyecto, ya que si quieres crecer, lo primero que debes hacer es mejorar las rutas comerciales. A saber: carreteras y redes ferroviarias. Por eso China también está participando en hacer posible la ‘red de autopistas trans-africana’, que conecta de norte a sur y este a oeste el continente con 9 carreteras de casi 60.000 kilómetros. Aunque algunos lo llamen imperialismo, suena más a cooperación.
Todas las luces tienen sombras
Es un hecho que si África crece, es gracias a China, pero esto provoca también inevitablemente una relación de desigualdad y dependencia. El desarrollo del continente africano depende de la necesidad china de comprar recursos y mercancías. Tras un ‘boom’ muy fuerte, el crecimiento económico chino se ha desacelerado –como era de esperar–, lo que repercute en una desaceleración por consecuencia de la economía en los países africanos con los que comercia; principalmente aquellos que exportan hierro, cobre y petróleo, las materias que más le interesan en Pekín.
Por otro lado, mientras los chinos importan materias primas, a África exportan productos terminados, lo cual provoca que algunos bienes producidos por los africanos sean sustituidos por productos chinos, en ocasiones de cuestionable calidad. La solución pasa inevitablemente por una ‘globalización’ de los acuerdos comerciales y ‘diversificación del mercado’, aunque ningún estado desarrollado del norte esté dispuesto a tener una relación de igual a igual con países del sur, lo que hace que China se mantenga (y parece que lo hará por varios años) como el socio preferente.
Aun así, a la idea de una ‘diversificación’ del mercado africano, parece que China no le fuese a poner excesivas trabas siempre y cuando tengan asegurado cobrar. De hecho, aunque los países africanos importan y exportan principalmente de y hacia China, los chinos importan la mayoría de otros países asiáticos. Del mismo modo, la mayoría de exportaciones chinas se hacen a EE.UU., Hong Kong, Japón, Alemania y Corea del Sur, demostrando así que su interés en África es meramente comercial (comprar recursos y vender infraestructura) y no colonial; y es que el país africano al que más exportan es Sudáfrica, que representa únicamente un 0,65% del total de las exportaciones chinas.
La trampa de la deuda no existe
Hay quienes hablan de una “trampa de deuda” por parte de China para atar en corto a los países africanos. Es una completa chorrada.
La delirante teoría de que China está forzando a los países africanos a endeudarse por encima de sus posibilidades para así tenerlos atados en corto y dominados, en una especie de ‘neocolonialismo’, se desmonta sola cuando a fin de no ‘reventar’ la economía de sus socios, desde Beijing han tomado recientemente decisiones como extender de 10 a 30 años el tiempo que tiene Angola para pagar su deuda, cancelar 78 millones de dólares de deuda camerunesa, otros 160 millones de dólares que debía Sudán y todos los préstamos sin intereses adelantados a Etiopía. Por poner algunos ejemplos. Esta política es parte de la estrategia china en las relaciones con otros estados del sur, habiendo renegociado en la última década cerca de 50.000 millones de dólares que le debían sus socios.
Y es que China ni siquiera utiliza la deuda para hacerse con activos de terceros como algunos ya han dejado caer. Solo hay un caso registrado en el que los chinos han embargado activos de un socio. Se trata de cuando en 2016 Sri Lanka decidió entregar el control del puerto de Hambantota para no tener que pagar su deuda, por lo que tampoco podemos considerar un embargo de activos a lo que a todas luces es un acuerdo… que ni siquiera se realizó en África. Porque la política exterior china consiste en lograr la máxima cooperación y la mínima confrontación.Es una herencia de la idea del Datong o ‘Gran Harmonía/Comunidad’, original del confuncionismo pero presente también en el socialismo chino.
Recomendaría a quienes desde Think Tanks atlantistas juegan la carta de “la trampa de la deuda” para atacar el papel de China en África que guardasen sus plumas. Primero, por respeto a sí mismos, ya que teorizan en base a una falacia. Y segundo, porque África tiene más deuda con países e instituciones occidentales que con China. Es destacable que los países africanos con mayor riesgo de caer en una crisis provocada por la deuda, lo hacen por préstamos con países occidentales. Sin desoír, justificar o minimizar el impacto en la población que implica la deuda de África con China, tan solo pretendo matizar que, utilizar esa carta contra los chinos desde posiciones atlantistas es, cuanto menos, un ejercicio de hipocresía supina.
Y aun con todo lo anterior, el Fondo Monetario Internacional prevee que el África Subsahariana sea una de las regiones del mundo que más crecerá entre 2018 y 2022, estimando un aumento del PIB de entre el 3,5 y 3,95 %.
Si a estas alturas nada de lo expuesto le vale al lector, si aun sigue creyendo que el papel de China en África es mero neocolonialismo, y si aun sigue pensando que no es beneficioso el desarrollo del continente basado en el comercio en lugar de la caridad, me gustaría concluir no con una reflexión sino con datos; siempre fríos, directos e irrefutables.
Desde que China comenzase a invertir seriamente en África Subsahariana a principios de siglo, el PIB del continente se ha disparado de 378.000 millones de dólares a 1,8 billones en 2014, su mejor momento. El INB per capita creció de 531 en el año 2000 a 1.803 en catorce años. En 2014, el comercio entre chinos y socios africanos estaba valorado en 215.000 millones de dólares. Aunque la desaceleración de la economía china ha tenido un impacto negativo en el comercio, los números ya se están recuperando hasta casi los niveles de 2014, cerrando 2018 con un comercio valorado en 204.000 millones de dólares y un aumento de las importaciones que se traduce en el mayor porcentaje de crecimiento del mundo.
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