El economista australiano visita a España para presentar su nuevo libro, ‘Reclamar el Estado’.
William Mitchell (1952) es un economista heterodoxo australiano, principal proponente de la Teoría Monetaria Moderna. Es profesor en la Universidad de Newcastle y director del Centro de Empleo y Equidad (CofFEE), una organización de investigación sin ánimo de lucro cuyo enfoque se centra en las políticas que pueden restaurar el pleno empleo y lograr una economía que “brinde resultados equitativos para todos”.
En su libro de 2015, La distopía del euro, presentaba “una historia crítica y un análisis desde la perspectiva de la teoría monetaria moderna de la crisis económica europea que comenzó en 2009”. Actualmente está realizando un viaje por varias ciudades europeas para presentar su último libro, Reclamar el Estado.
En 2015 publicaste La distopía del euro, donde analizabas los orígenes históricos y teóricos de la moneda única ¿Cómo fue ese proceso hacia la distopía?
En los años setenta el monetarismo y las extrañas ideas de Milton Friedman llegaron a Europa y se instalaron incluso en el ministerio de finanzas francés. El impulsor del actual diseño del euro, Jaques Delors, se convirtió también en monetarista. El informe Delors que finalmente guió la implantación de la UEM [Unión Económica y Monetaria] instauró, siguiendo el mantra neoliberal que propugnaba entonces el FMI, la completa liberalización de los movimientos de capitales. Fue un auténtico fraude puesto que se abandonaron las ideas de informes previos como el Werner [1970] y el MacDougall [1977]. Estos documentos subrayaban lo equivocado de carecer de una hacienda común y de un parlamento federal con poderes impositivos en una unión económica.
Luego, al inicio de los 2000, Alemania y Francia entraron en sendas recesiones por las que fueron las primeras naciones en violar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que ellas mismas habían instalado como pilar del euro. El supuesto periodo de estabilidad subsiguiente gestó la crisis del euro gracias a la política de tipos de interés que el BCE aplicó para favorecer a Alemania y la dura deflación salarial interior en la que este país se embarcó. Así se cebaron las burbujas inmobiliarias en Irlanda y España.
El BCE ha asumido así el papel de autoridad fiscal y de régimen opresivo que ha castigado severamente países como Grecia, Portugal y España sin legitimidad democrática
Como el sistema no estaba diseñado para soportar el estrés acabó colapsando y la única razón por la que sobrevive hasta hoy es porque el BCE incumplió el Tratado de Maastricht. Aunque el banco ha asegurado que solo está gestionando la liquidez lo que están haciendo es financiar déficits. Ha asumido así el papel de, por un lado, autoridad fiscal sin legitimidad democrática y, por otro, parte del régimen opresivo que ha castigado severamente países como Grecia, Portugal y España. La razón de que no se adoptara el informe Werner en su momento es la misma que explica la crisis actual: la UE está compuesta por países no dispuestos a cooperar conjuntamente.
Ahora parece que la zona euro está más o menos tranquila. De hecho, en España los indicadores económicos sugieren cierta recuperación ¿a qué crees que se debe?
La UE ha tolerado que España presentase un déficit que violaba el 3% debido al periodo electoral en que surgió la amenaza de un gobierno socialista (o peor, con Podemos). Entonces en Bruselas olvidaron las reglas de déficit y dejaron de exigir austeridad aquí. Por tanto, la razón por la que España tiene crecimiento es porque la Eurozona está violando sus propias reglas y tan pronto como vuelvan a imponer austeridad y a aplicar los mecanismos del Pacto el Crecimiento y Estabilidad desaparecerá. El caso español no nos dice nada sobre la viabilidad de la eurozona, de hecho, nos dice justo lo contrario, que la Eurozona es disfuncional y que solo se mantiene haciendo caso omiso de sus reglas.
No se han solucionado ninguno de los problemas: la unión bancaria es una farsa, como también lo es el plan Juncker de infraestructuras. Las contradicciones fundamentales están todavía sin solucionar y ante un cambio de ciclo económico el sistema volverá a colapsar. La cuestión es ¿cuánto tiempo se puede violar las propias reglas sin agotar toda la credibilidad del proyecto?
En 2015 propusiste que lo mejor sería una disolución pactada del euro ¿Sigues pensando que es la mejor opción?
Así es, sería precisa una convención europea para negociar cuestiones como las moratorias de deudas. Es mejor una disolución multilateral que una salida unilateral, tanto más cuanto que ésta implicaría ganadores y perdedores, teniendo todas las posibilidades de perder los países más débiles. En cambio, con una disolución multilateral, los países débiles podrían aglutinar fuerzas y forzar un proceso más civilizado. Sin embargo, como esto es muy díficil que ocurra, la segunda mejor opción es la salida unilateral.
¿Salida unilateral y vuelta a la peseta?
Por supuesto, si yo fuera español, estaría manifestándome delante del Congreso exigiendo que nos sacaran del euro.
Estás en España presentando tu nuevo libro en colaboración con Thomas Fazi, Reclaiming the State, en el que defendéis recuperar la soberanía nacional. ¿Qué hay de la idea de que en un mundo globalizado los Estados nación ya no son relevantes?
En el libro [Thomas Fazi y yo] sostenemos la tesis de que a partir de la década de 1970 la izquierda había llegado a asumir la tesis errónea de que la globalización había vaciado a los Estados de su poder. Podríamos decir que la derecha convenció a la izquierda de que el Estado era irrelevante, pero ellos sabían que era muy poderoso y, de hecho, se lanzaron a cooptarlo y utilizarlo para sus propios intereses. De hecho, todos los aspectos trascendentales de la transición neoliberal se han realizado desde el Estado: la desregulación del mercado de trabajo, la liberalización de los mercados de capital, la abolición de los controles de cambio, las privatizaciones, los tratados de libre comercio, etc.
Todos los aspectos trascendentales de la transición neoliberal se han realizado desde el Estado: la desregulación del mercado de trabajo, la liberalización de los mercados de capital, las privatizaciones, los tratados de libre comercio
La agenda neoliberal funciona privatizando las ganancias y socializando las pérdidas. Cuando las cosas se ponen difíciles son los Estados los que utilizan sus prerrogativas para pagar la factura y transferirla a la ciudadanía. Pero, si eso se puede hacer en favor de los ricos, nosotros también podemos utilizar el Estado para un proceso inverso: negándonos a que los acuerdos de libre comercio contengan cláusulas sobre tribunales de arbitraje, nacionalizando las infraestructuras que han sido privatizadas, etc. Irónicamente, la única que no entiende esto es la izquierda.
¿Qué medidas tendría que adoptar un gobierno de izquierdas? ¿Nos podrías hablar de vuestras propuestas?
Para los países que están en el euro yo propondría abandonarlo y a ser posible con un domingo por la noche [Risas]. Pero, para todos los países en general, lo primero que hay que hacer es reorientar el propósito del Estado. En palabras de Jeremy Corbyn, este debe ser puesto al servicio de “los muchos y no de los pocos”. La cuestión relevante no es cómo la riqueza crea ricos, sino cómo la riqueza crea pobres. Los efectos nocivos de esta era de neoliberalismo se han dejado sentir en la consolidación del desempleo, subempleo y precariedad masivos, en el retraimiento de los salarios y en los ataques a las condiciones de trabajo. Pero el Estado tiene que velar por la dignidad del trabajo. En este sentido, propongo un programa de empleo garantizado y un salario mínimo incondicional y socialmente inclusivo.
También es necesario reformar el sistema financiero para eliminar todos los productos financieros que no benefician la actividad productiva. Un mero 2% de las transacciones financieras benefician a la economía real, el resto son jugadas de casino que van en detrimento del bienestar social. Tenemos que obligar a los bancos a que sean verdaderamente bancos y no salas de juegos. Debemos también contemplar la nacionalización de la banca o, en todo caso, la creación de un fuerte sector bancario público. Igualmente, los fondos de pensiones tendrían que ser nacionalizados. Se debería contar con un parque de viviendas pública con alquileres asumibles y de buena calidad.
El sector público debe volver a tener una activa política industrial, en concreto, desarrollando las energías renovables. Asimismo, servicios básicos como el agua o la electricidad tienen que ser nacionalizados. En el libro pueden encontrarse muchas más propuestas, hemos puesto decenas.
Una pregunta que encontraréis polémica pero que, en el contexto de ascenso de la ultraderecha, hay que aclarar: ¿Tiene algo que ver vuestro llamamiento a la soberanía nacional con el nacionalismo? ¿No hay una contradicción para la izquierda entre la defensa de la soberanía nacional y el internacionalismo?
Los Estados nación son fundamentales para que haya internacionalismo: es decir, que un grupo de Estados se agrupe para un bien mayor. En caso contrario, lo que tenemos es “supranacionalismo”, que es lo que tenemos en Europa, donde las decisiones se toman a un nivel superior, pero sin ningún control democrático desde abajo.
Hay una mentalidad de guerra fría donde se ensalza el “internacionalismo” sin cuestionarse qué quiere decir en términos prácticos. Si queremos un área monetaria óptima, ¿quién decide qué moneda vamos a emitir?, ¿qué banco central supervisará el sistema? ¿cómo va a funcional el Tesoro federal? Si nadie lo decide, entonces estamos ante un área monetaria disfuncional, que es precisamente lo que observamos en Europa.
Hay un anhelo popular legítimo de mayor soberanía nacional, pero hasta ahora las fuerzas que mejor han sabido formularlo han sido los populistas reaccionarios de derechas
Una de las razones por las que la izquierda se ha aferrado al internacionalismo es porque la izquierda rechaza tajantemente la xenofobia, el fascismo y el nacionalismo, que es precisamente con lo que nos encontramos ahora. Reclamar el Estado nación no tiene nada que ver ni con la xenofobia, ni el fascismo. Hay un anhelo popular legítimo de mayor soberanía nacional, pero hasta ahora las fuerzas que mejor han sabido formularlo han sido los populistas reaccionarios de derechas. La gente anhela controlar sus vidas. Esto lo han utilizado las campañas del Brexit y de Trump.
Es uno de los fundadores de la Teoría Monetaria Moderna [TMM], teoría que busca explicar el verdadero funcionamiento del sistema monetario ¿Qué supone en la práctica?
Para la TMM, un estado que emite moneda propia carece de restricciones financieras. Mediante la emisión de moneda un gobierno puede comprar cualquier bien de la economía incluyendo trabajo ocioso. La conclusión que se extrae de ello es que, si se deja al sector privado la toma de decisiones en el gasto, el Estado se priva de los instrumentos para eliminar una situación de desempleo masivo. Lo que implica que sea cual sea la tasa de desempleo, esta es escogida por el gobierno, no por el mercado. Si todo el mundo entendiera esto, entonces los gobernantes no podrían desentenderse de la responsabilidad que le atañe ante tasas de paro de un 25%.
Las monedas que ahora utilizamos no tienen valor intrínseco, el público las demanda sencillamente porque el Estado exige el pago de impuestos en estas monedas. A su vez, obtenemos estas monedas del Estado, porque tiene precisamente el monopolio de su emisión. Esto significa que los impuestos no son los que financian el gasto público, ya que en realidad el gasto público es anterior a los impuestos. No podemos conseguir moneda para pagar los impuestos si antes el Estado no ha gastado. Por tanto, si los gobiernos pueden crear dinero ex nihilo, entonces no necesitan endeudarse para gastar. Así que la dinámica de los gastos y los impuestos es muy diferente a la que nos quiere hacer creer la economía convencional.
¿Qué pasa entonces con los archinombrados déficits?
Desde el punto de vista de contabilidad nacional de una economía cerrada, los déficits públicos son de la misma cuantía que la acumulación de activos financieros en el sector privado. Y a la inversa los superávits públicos son de la misma cuantía que la desacumulación de activos financieros en el sector privado.
En la mayoría de los países, los Estados tienen que tener déficits públicos. No se puede decir nada sobre cuál es el nivel óptimo del déficit público, en algunas ocasiones, un déficit del 10% será bueno y en otras un 2% será malo. Los déficits públicos son el mecanismo necesario para compensar las insuficiencias de gasto (o los excesos de ahorro) en el sector privado. Si ese exceso de ahorro no retorna a la economía, esta se deslizará a la recesión. La única forma de obtener superávits continuados es succionando la riqueza del sector privado. La austeridad obliga destruye la riqueza del sector privado, que se ve empujado a acumular más y más deuda.
Los defensores de la TMM también proponen un plan de empleo garantizado como medio para alcanzar el pleno empleo. ¿A qué se debe esta relación entre la TMM y el empleo garantizado?
Desde el punto de vista empírico, uno de los problemas del keynesianismo fue el de la curva de Phillips: es decir, la constatación de que había una relación inversa entre el desempleo y la inflación y que para alcanzar una baja tasa de aquél era preciso tolerar una mayor tasa de esta última. La respuesta de la TMM a cómo reducir el desempleo sin causar inflación fue el plan de empleo garantizado.
Si un Estado lanza un programa de gasto ambicioso y compra los bienes que necesita a precios de mercado, entonces las ofertas públicas compiten con las privadas por los bienes disponibles en la economía y se corre el riesgo de generar inflación. No obstante, si el sector privado no quiere adquirir el exceso de fuerza de trabajo existente en el mercado, el gobierno sí puede hacerlo si pone en marcha un programa de empleo garantizado. Como el trabajo desempleado no tiene propiamente un precio, el Estado no está compitiendo por unos recursos escasos, con lo cual no se generaría mayor inflación. El precio por el que el Estado compra la fuerza de trabajo desempleado se convierte así en el salario mínimo. Estamos creando una reserva de estabilización de empleo sin generar inflación, pues insisto que estamos comprando fuerza de trabajo que actualmente no tiene precio, ya que carece de ocupación. Este programa es mucho más justo y eficiente que aumentar el desempleo para hacer bajar la inflación, que es la política favorecida por la ortodoxia.
¿Por qué no te convence la renta básica? ¿No podrían combinarse renta básica y empleo garantizado?
El problema que le veo a la renta básica es que me parece resignarse a la idea neoliberal de que el Estado no puede alcanzar el pleno empleo. Estamos aceptando la cosmovisión neoliberal de que no puede existir pleno empleo con puestos de calidad. También creo que la gente necesita el trabajo tanto o más que la renta. El trabajo nos da una identidad social, autoestima, confianza en nosotros mismos y nos hace conocer a otras personas. Mientas lo que dice la renta básica es: “Mira, aquí tienes una cantidad de dinero, tómala y déjanos en paz”. En otras palabras, la renta básica concibe a la humanidad como unidades de consumo carentes de vínculos sociales. Una crítica final es que la renta básica tiene que ver con la inflación. Como veíamos el empleo garantizado compra fuerza de trabajo que no está empleada y no genera inflación. Por el contrario, la renta básica da unas rentas a la población por lo que, cuando la economía empezara a calentarse, la única manera que tendría el Estado de reducir la inflación sería aumentar el desempleo.
El problema que le veo a la renta básica es que me supone aceptar la cosmovisión neoliberal de que no puede existir pleno empleo con puestos de calidad
De acuerdo, la renta básica y el empleo garantizado podrían ser complementarios, no lo discuto. Pero en nuestra sociedad, donde el trabajo es un valor y la gente no debe recibir limosnas, el empleo garantizado permite abrir un debate sobre qué es trabajo productivo; nos permite redefinir la gama de trabajos que sean útiles a la sociedad y beneficiosos para el medio ambiente. La renta básica por el contrario no amplía ningún horizonte.
Para terminar ¿podrías sugerirnos soluciones al grave problema del desempleo en España?
El primer paso es recuperar la soberanía monetaria y abandonar el euro. Pero, por supuesto sólo es un primer paso en la lucha contra el neoliberalismo. El PP ya sabemos lo que es, pero en el fondo el PSOE también es neoliberal. Por lo tanto, los movimientos sociales deben permanecer vigilantes.
El umbral de 3% de déficit que contempla el Pacto de Estabilidad y Crecimiento debe ser utilizado al máximo, pero insisto en que no es suficiente. Realmente, para España fue una desgracia entrar en el euro. Por supuesto, comprendo que no es fácil salirse. Además, comprendo también que para los países del sur de Europa, que habían estado sometido a horribles dictaduras, el euro aparecía como un símbolo de pertenencia a la Europa democrática y, por tanto, una tabla de salvación contra un pasado tenebroso. Pero, por otra parte, dudo mucho que un regreso a la moneda nacional pueda acarrear una vuelta a dictaduras militares. Hay un relevo generacional y los fantasmas del pasado se están desvaneciendo.
Comentario