Por: Eva Golinger
Qué año. Lo sobrevivimos, apenas. El 2017 ha estado lleno de ansiedad, tensión, traición, fuertes conflictos y mucha rabia del norte al sur. No hay casi país alguno que se escapara de las garras intensas y destructivas del 2017. La venganza de la Madre Tierra nos inundó en huracanes, nos quemó en incendios salvajes, nos tragó en terremotos, nos congeló en temperaturas frígidas y nos deshidrató en calores que nos hizo sudar nuestras últimas gotas de paz. Los extremos eventos climáticos apenas están comenzando y justo cuando contamos con un mal llamado ‘líder del mundo libre’ que niega hasta la tierra que lo vio nacer.
Es inevitable hablar del 2017 sin mencionar al monstruo que renació de las cenizas más grotescas, inhumanas y vergonzosas del capitalismo. El charlatán siniestro que nos roba el futuro, solo para satisfacer su frágil ego y sus manos grasosas. Ese emblemático ‘americano feo’, vulgar, sin empatía, estúpidamente arrogante y racista que, en lugar de dos dedos, tiene solo billetes en la frente. No ve nada que no le traiga riqueza vacía y falsa admiración para acariciar a su ego y masturbar a su egoísmo, lo que lo ha dejado peligrosamente ciego y sordo ante el mundo. Destruye familias y generaciones enteras que han dado su sangre y alma a construir el país, simplemente porque su color de piel o país de origen no le agrada. Encarcela a infantes y niños luego de quitarlos violentamente de los brazos de sus madres y padres, que solo buscaban refugio de sus pasados tormentosos. Él es un psicópata con el poder de la vida y la muerte en sus desproporcionadamente reducidas manos, una aberración ilustrativa de su existencia.
Sobrevivimos (por ahora) la escalada de amenazas mortales y provocaciones infantiles entre el trastornado ser en la Casa Blanca y el lunático en Pyongyang (y lo llamo así porque cualquiera que sigue lanzando misiles y amenazando con atacar con bombas atómicas a ciudadanos inocentes está peligrosamente loco). Ah, y es importante mencionar que muchas de esas amenazas que hubieran podido acabar con las vidas de millones de personas y posiblemente resultar en la destrucción total de la humanidad, fueron realizadas POR TWITTER.
Y, justamente en 2017, Twitter se convirtió en la herramienta preferida de déspotas y dementes, entre ellos los supremacistas blancos, fascistas, violadores, abusadores y Donald Trump, para diseminar su odio, sus mentiras y su “fake news”. La guerra mediática se intensificó alrededor del mundo, con todos intentando adueñarse de la verdad, y pocos logrando hacerlo. De hecho, el 2017 es quizás el año en que la Verdad, como principio básico de la sociedad y la moralidad, murió. Y si aún no se ha muerto, está moribundo. ¿Estamos a tiempo de rescatarla?
La ola pesimista del año saliente no solamente encubrió al norte, pues también América Latina sufrió grandes tragedias y traiciones. La fuerza devoradora de la corrupción infectó y penetró casi toda la región, sin color de partido o ideología. Las sórdidas peleas internas, las purgas entre grupos de poder, los flagrantes engaños y traiciones y los saqueos indignantes en las filas más altas del poder contaminaron los países, gobiernos y movimientos que solo hace poco fueron las bastiones del moralismo y las inspiraciones para revoluciones optimistas a nivel mundial.
Y entonces, ¿el 2017 fue un año maldito? ¿O una lección merecida? Seguro que hubo momentos bonitos y felices, esos pequeños tesoros que podemos apreciar en nuestras vidas y familias que nos sirven de motivación para seguir día tras día. Pero, ¿en dónde nos queda la esperanza del futuro? ¿Han fracasado los liderazgos, los movimientos sociales, las revoluciones, las luchas por un mundo mejor? ¿O es 2017 un símbolo de que nunca podemos estar cómodos, de que siempre hay que estar luchando en contra de las adversidades? No podemos complacernos. No se puede bajar la guardia ni ceder espacios a quienes se guían por el egoísmo y la avaricia.
Sería fácil vivir con los ojos cerrados y encerrarse en una vida acolchada, intencionalmente al margen de los acontecimientos más allá de tu puerta. Esa clase de ceguera selectiva nos ha llevado a este momento crítico que todos estamos sufriendo. Los ricos pueden seguir haciéndose más ricos, pero nos les va a salvar cuando la Madre Tierra tome su venganza, o cuando el loco allá o acá apriete el botón atómico.
No solo somos humanos, somos una humanidad. Quien solo piensan en sí mismo jamás entenderá una lucha colectiva. Que el 2018 sea el año del colectivo y el despido del egoísmo. Esa es mi esperanza.
¿Cuál es la tuya?
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