Entrevistamos a Sharon Smith, activista estadounidense, feminista y dirigente de la Organización Socialista Internacional, sobre Donald Trump, el ‘establishment’ político y los movimientos en Estados Unidos.
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Sharon Smith es activista y escritora de varios libros, entre ellos Subterranean Fire: A History of Working-Class Radicalism in the United States y Women and Socialism: Class, Race, and Capital. Vive en Estados Unidos, es feminista y dirigente de la Organización Socialista Internacional (ISO, por sus siglas en inglés). Sus artículos se publican a menudo en las revistas International Socialist Review y Counterpunch. Sharon Smith e ISO apoyaron la candidatura del Green Party, Jill Stein, como la única alternativa radical a los dos grandes partidos. Encontramos a Sharon Smith en Atenas, en el mitin internacional de izquierda anticapitalista que organizó Rproject, y hablamos con ella sobre los acontecimientos en Estados Unidos y los movimientos sociales.
¿Por qué ha ganado Trump las elecciones?
Desgraciadamente, sabíamos que era una posibilidad porque la carrera estaba muy disputada y por el carácter antidemocrático del sistema electoral estadounidense, conocido como Colegio Electoral. Cada uno de los 50 Estados tiene una elección individual, generalmente con un resultado de “el ganador se lo lleva todo”. Esto significa que es posible ganar el voto popular a nivel nacional y a la vez perder las elecciones. Así es que, aunque Hillary Clinton ganó el voto popular, perdió las elecciones con un margen considerable. Ésta es la segunda vez que pasa desde el año 2000, cuando Al Gore ganó el voto popular pero perdió frente a George W. Bush.
No hace falta decir que éste es un giro desastroso de los acontecimientos. Trump prometió eliminar el aborto legal. Es contrario a las regulaciones medioambientales. Es partidario de rebajar los impuestos a las corporaciones. La lista es muy larga, de manera que puede rebajar más los estándares de vida de la clase trabajadora en Estados Unidos. Su abordaje de la política internacional es peligroso, tanto a nivel económico como militar. Además, con los republicanos controlando firmemente tanto el Senado como la Cámara de Representantes, podrá recibir la aprobación para algunas de sus excéntricas iniciativas.
Al mismo tiempo, en los últimos dos días ha habido protestas en todo el país en las que muchos de los jóvenes que apoyaron a Bernie Sanders están ahora expresando su indignación con Trump y expresando solidaridad entre mujeres, musulmanes, inmigrantes mexicanos, LGTB y la clase trabajadora. Sospecho que conforme Trump vaya desvelando sus políticas reaccionarias en los próximos meses, irá encontrando resistencia a ellas y también veremos un deseo creciente de tener nuestro lado de la lucha mejor organizado. El interés en el socialismo que se despertó durante la campaña de Bernie Sanders ha revivido con fuerza en los últimos dos días a la vez que la perspectiva de la presidencia de Trump demuestra la urgencia de construir una alternativa política.
¿Cómo surgió Trump en la escena política?
Trump no apareció de un día para otro. Es el resultado de muchos años de desplazamiento cada vez más a la derecha del Partido Republicano. Pero, aun así, para muchas y muchos de nosotros ha sido un shock y una evolución muy peligrosa.Cuando Trump anunció su candidatura todos reímos. Y de repente inicia su campaña y empieza a concentrar masas. Y en sus actos preelectorales, por ejemplo, el Ku Klux Klan distribuía octavillas políticas pidiendo a los blancos que no votaran a Hillary Clinton porque ella llamaba a los negros a matar a los blancos. Además, había seguidores de Trump armados en el día de las elecciones en los colegios electorales donde votan negros e inmigrantes para “controlar la situación”. En uno de sus actos apareció un activista negro para protestar y él pidió al público que lo golpeara. Cuando lo hicieron ofreció su apoyo económico para los gastos judiciales a los que se enfrentaban por la denuncia que hizo el activista.
Su campaña quedó fuera de control de una manera impensable. Desafortunadamente su discurso violento se demostró atractivo, ya que el clima en Estados Unidos era muy polarizado y porque todos estaban hartos de corrupción y desigualdad. De hecho él aprovecho los miedos de la clase media blanca y de una parte de la clase trabajadora blanca. Es el equivalente de Bernie Sanders, excepto que él había ofrecido una solución de izquierdas a la ira y no una solución de derechas.
¿Estamos también ante un cambio del Partido Republicano hacia una identidad más populista y de ultraderecha?
Estamos frente a algunas contradicciones. Es verdad que el establishment del Partido Republicano estaba bastante sorprendido de que el desplazamiento constante hacia la derecha diera como resultado el fenómeno Trump. Eso condujo a muchos dirigentes republicanos, entre ellos la familia Bush, a apoyar a Hillary Clinton. Pero también hay que tener en cuenta que son muchos los dirigentes que apoyan a Trump. En el liderazgo hay una división que no sabemos qué dará en la época postelectoral. En realidad el populismo no es un fenómeno nuevo en Estados Unidos. Empezó en los ochenta cuando apareció la derecha cristiana, una corriente política que tenía como batalla principal la lucha contra los abortos, la pena de muerte, la bomba de neutrones que eliminaría solamente personas y no edificios, y tenía en su cúpula a personalidades muy extremistas, fundamentalistas cristianos. En la década actual aparece también el Tea Party, menos religioso y más un partido clásico, ultraderechista y populista. Todos esos fenómenos coexisten y la derecha los aprovecha según los desafíos políticos.
¿Cómo es recibido el discurso misógino y sexista de Trump por la sociedad, pero sobre todo por las propias mujeres? Y, por supuesto, su racismo, su discurso xenófobo.
Hubo algo bueno en todo esto. Que su discurso brutal cuando alardeaba de sus acosos sexuales hacia muchas mujeres despertó el miedo de los contrarios a su ideología. Por ejemplo, con las acusaciones de acosos sexuales, mujeres en todo el país que han sido víctimas de la violencia machista han empezado a hablar sobre sus propias experiencias. Es como si fuera un despertar sobre cómo las mujeres son tratadas en la esfera pública y sobre cómo hasta ahora esa violencia contra las mujeres ha sido aceptada en Estados Unidos. Lo mismo ha pasado con el racismo, que era dominante en la campaña electoral de Trump. Eso también ha producido una resistencia y una creciente conciencia sobre el racismo contra los negros, y la violencia policial, por el movimiento Black Lives Matter. Y no podía ser menos, porque tenemos un presidente que en su primer acto preelectoral afirmó que los inmigrantes mexicanos son violadores y traficantes de drogas, y que como presidente prohibiría la presencia de musulmanes en los Estados Unidos. El día de su elección tuvimos manifestaciones de miles de personas en todo el país.
¿Si Trump usa el odio como herramienta política, cuáles son los sentimientos que Hillary provoca?
Hillary provoca asco. Ella forma parte del establishment desde hace tres décadas. Ella y Bill Clinton representan el sector demócrata del neoliberalismo. Durante los mandatos de Clinton y Obama lograron imponer silencio a los movimientos sociales con la amenaza de que siempre hay algo peor: los republicanos. Es por este motivo por lo que no hemos tenido un cambio radical y una alternativa en Estados Unidos durante décadas. Es por eso por lo que necesitamos un tercer partido. En el caso de Hillary y Bill, una pareja corrupta hasta más no poder, que vive en el lujo, han aparecido muchos escándalos. Los correos desaparecidos durante la época en que ella era ministra, y además el origen de los fondos de la Fundación Clinton. Es por eso que su campaña no despertó ninguna inspiración. Además, Clinton es aún más militarista que Obama, que es el presidente de los drones. Porque Obama prefería bombardeos más silenciosos, si me permite usar esa palabra. Más silenciosos al menos a los oídos de los estadounidenses. Pero Clinton no quería esconderlo. En la conferencia de los demócratas perdí la cuenta de cuántos generales tenía a su lado en el escenario. Entonces no provocaba sentimientos fuertes. Era más de lo mismo.
En el caso de Estados Unidos vivimos una contradicción. Ha habido un presidente negro y la candidatura de una mujer a la presidencia. Pero aunque estas identidades escapan de lo habitual, tenemos una política que sigue siendo la de siempre.
Yo creo que hay una identidad que no cambia y es que para ser presidente de Estados Unidos tienes que ser al menos millonario y además tener relaciones con grandes empresas y financieros, es decir, con la burguesía. Es ésta una de las razones por las que Hillary Clinton no ha ilusionado a la gente como candidata femenina. Con Obama era diferente. Para ser honestos, tener un presidente negro en un país que cuenta siglos de esclavitud era chocante. En el caso de las mujeres es diferente. Sí teníamos mujeres en el poder. Madeleine Albright, que en los 90 supervisaba el hambre de 500.000 niños en Iraq, y después Condoleezza Rice, y por supuesto Hillary Clinton, que es más un robot que una persona con un sexo específico o cualquier sexo en general.
¿Y qué pasa con el fenómeno de Sanders o la candidatura alternativa de Jill Stein?
El fenómeno Sanders es fruto de la polarización, igual que Trump. Sanders provocó esperanzas no sólo entre la gente de izquierda, sino también en sectores más amplios de la sociedad. El problema es que Sanders pretendía ser candidato de los demócratas. Debería haber sido natural para la juventud que lo apoyaba votar automáticamente a Jill Stein, la candidata de los Verdes. Pero no fue el caso. Debería haber sido natural porque él dijo que era socialista y porque se oponía al establishment del partido. Pero al final eso no sucedió. En realidad Sanders confundió mucho a sus partidarios. Porque apoyó a Hillary. Fue él quien le dio simbólicamente la confirmación cuando empezó su campaña. Estaba a su lado durante toda la campaña preelectoral. Sí tenemos una radicalización en un sector de la sociedad, pero al final lo que predominó era la lógica del mal menor, el sentimiento de miedo en lugar de la esperanza.
¿Hay alguna noticia de lucha que deba llegar hasta Europa?
Son muchas. Muchísimas. Poco antes hice referencia a Black Lives Matter, también hace poco años teníamos la huelga de los maestros y la Fight for 15 de los trabajadores de los establecimientos de comida rápida. Justo ahora hay una lucha que está durando mucho, es la lucha en Standing Rock. Es una lucha magnífica tanto en participación como en dinámicas. Los indios de América, entre ellos muchas mujeres, y miles de personas, están luchando para que no pase el oleoducto por Dacota del Norte. El Estado está respondiendo de la manera clásica, militarmente, con centenares de detenciones, tratando de eliminar el movimiento. Hasta ahora no lo ha logrado. En general diría que la conciencia de clase ha aumentado drásticamente, pero las huelgas están en niveles históricamente bajos. A pesar de las ideologías, un elemento que falta es la autoestima si consideramos que hemos pasado cuatro décadas de retiradas, capitulaciones y derrotas. Esto es un deber para la izquierda en Estados Unidos: recuperar esta autoestima y las ganas de luchar.
Tú eres autora de un libro y bastantes artículos sobre feminismo y las luchas de las mujeres en Estados Unidos. ¿Qué te han parecido las grandes manifestaciones que ha habido últimamente en Polonia, en Argentina contra la violencia machista y las leyes sexistas? ¿Tienes noticias del Estado Español en este terreno?
Lo de Polonia ha sido fantástico, una lucha verdaderamente masiva. Y además ganaron. Lo que pretendían los gobernantes no era solamente aprobar una ley tan bárbara, sino penalizar a las mujeres. Pero la participación y la indignación han sido increíbles. En Polonia, en Argentina, en Islandia, en España, las mujeres han empezado a hablar. Y están enfadadas. Y hacen que nuestras vidas se convierten en portada en todo el planeta. En Estados Unidos falta un movimiento feminista en este sentido. Tenemos un movimiento de LGBTQ bastante fuerte que ha logrado el derecho al matrimonio, pero no con las mujeres. Quizás ahora con el despertar ideológico que provocó la aparición de Trump cambiarán las cosas. El cambio de conciencia es el preludio de la acción, ¿no? Pero hay algo más que nos ha preocupado y producido mucho debate dentro de los movimientos. En los últimos años en los Estados Unidos, y en general en los países más desarrollados de Occidente, como Inglaterra, Francia etc., han aparecido las llamadas políticas identitarias: la lógica que se enfoca al individuo y la identidad personal. No tenemos tiempo de analizarlo, pero yo quería dar énfasis a otro elemento que falta de estos movimientos, que es la solidaridad y el sentido de unidad. Si Bernie Sanders ha hecho algo es que provocó y creyó en este sentido de unidad entre las capas oprimidas. Por ejemplo, mucha gente está metida en la campaña de Solidaridad Negra con Palestina. Es un ejemplo estupendo. Tenemos un regreso a este sentimiento de que si tocan a una, nos tocan a todas, y ésta sí que es una buena noticia.
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