Por: Dimitri Konstantakopoulos
El actual sistema económico mundial, aún dominante, es una forma generalizada, ampliada y globalizada del que prevaleció en el capitalismo occidental durante el siglo XIX, basado en las mismas doctrinas económicas neoclásicas.
El capitalismo «neoclásico» ha provocado las dos grandes crisis económicas (1873 y 1929), dos guerras mundiales, la Revolución Rusa y el ascenso del nazismo en Alemania. Es natural que el mismo modelo, aunque ampliado y globalizado después de 1980 y 1990, haya provocado la crisis económica mundial en la que vivimos desde 2008. Crisis que nos ha llevado al borde de una guerra mundial que ya se habría iniciado, de no ser por la existencia de las armas nucleares.
Este modelo también está acelerando nuestro descenso hacia un holocausto climático y medioambiental. Después de todo, este comportamiento del capital es natural, en la medida que el valor básico que subyace a la economía «neoclásica» y «neoliberal» es la competencia «sin trabas» -y de hecho una lucha mortal- de todos contra todos.
Una guerra mundial o un mundo contra nuestro entorno natural no es más que el resultado inevitable de la búsqueda del poder absoluto y de una acumulación siempre acelerada -por todos los medios- del Capital, que ha caracterizado el funcionamiento de este sistema social . El sistema es donde se encuentran la economía, la geopolítica, la ecología y la cultura.
1980-90: El triunfo neoliberal y neoconservador
Sólo en las condiciones políticas creadas, como resultado de la victoria principalmente soviética sobre el nazismo, en 1945, hemos asistido a la realización del New Deal en Estados Unidos, al establecimiento del compromiso socialdemócrata entre el Trabajo y el Capital en Europa y al surgimiento de regímenes más independientes en China y en algunas antiguas colonias.
Este equilibrio posterior a la Segunda Guerra Mundial se empezó a liquidar con el ataque del Gran Capital , con los neoliberales liderados en su momento por Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Fue en los años 80 cuando se impuso un nuevo modelo económico, codificado en el Consenso de Washington.
El colapso, del régimen burocrático soviético entre 1989 y 1991, en una dirección neocapitalista, neoliberal y cleptocrática, constituye un triunfo global para el nuevo paradigma dominante. Las instituciones internacionales básicas como el BM, el FMI y la OMC se reforman de acuerdo con el nuevo modelo económico. Se suprimen todas las restricciones a la acticidad del capital financiero, impuestas tras la crisis de 1929. Europa adopta el Tratado de Maastricht por el que se reconoce el neoliberalismo como principio constitucional básico de un nuevo «superestado» europeo, un tanto sui generis.
Este Tratado también oficializa la autoridad última de la OTAN sobre la política exterior y militar de la UE. El ascenso de los Neoconservadores, la desaparición de la estructura internacional de Control de Armamentos, la constante expansión de la OTAN y las guerras en Yugoslavia y en todo Oriente Medio no son sino el corolario geopolítico de este cambio masivo de la correlación de fuerzas entre Capital y Trabajo, entre naciones dominantes y explotadas.
Mirando las crisis del siglo XX y en analogía con lo que ocurrió en ese pasado reciente , es aconsejable que busquemos en el triunfo del modelo capitalista neoliberal la razón profunda y última por la que estamos de nuevo al borde de una nueva Guerra Mundial . Una Guerra que ya se habría iniciado de no ser por la existencia de las armas nucleares. Por cierto, esto es propio de este sistema: si la lucha general de todos contra todos es la regla principal en la economía, entonces todo tipo de guerras son un resultado normal.
La integración del antiguo Bloque «socialista» en el capitalismo mundial ha sido un momento triunfal del modelo y el fundamento de la “unipolaridad», aunque sen han producido tres importantes excepciones a esta subordinación, cuya trascendencia se ha hecho ahora evidente.
En primer lugar, Rusia conservó parcialmente algunos de los mecanismos y el grado de independencia del Estado soviético, nacido de una revolución anticapitalista y socialista y, con un arsenal nuclear que garantiza la paridad estratégica con Estados Unidos.
En segundo lugar, en China, a pesar del amplio uso del capital extranjero y de concesiones al capitalismo, el régimen ha conservado el grado de independencia que heredó de la Revolución de 1949. China sigue siendo un país no capitalista con una economía planificada, aunque no dirigida por métodos administrativos sino por el mercado, y el país se niega con firmeza a sucumbir a la globalización financiera, es decir, al poder mundial de las Finanzas internacionales.
En tercer lugar, las intervenciones militares masivas de Occidente en el Oriente Medio han transformado una gran parte de éste en una zona de ruinas, aunque occidente no ha sido capaz ni derrotar las fuerzas de resistencia de la región, ni de integrarlas en Occidente.
El momento de la crisis
Hoy, más de cuarenta años después de Reagan y Thatcher, más de treinta años después del colapso soviético y de la creación de la UE, el modelo económico mundial dominante no ha logrado ninguno de los objetivos básicos que se había fijado y que sus teóricos creían que alcanzarían gracias a su aplicación sin trabas.
Por el contrario, el modelo ha exacerbado una multitud de graves problemas y crisis, algunos de los cuales amenazan incluso la propia supervivencia de la humanidad, y nos ha puesto al borde de una nueva Guerra Mundial:
– El capitalismo occidental ha entrado en una crisis económica permanente desde 2008, algo no previsto por el modelo. Los Estados volvieron a asumir papeles críticos para rescatar, regular y «guiar» a los «mercados». La crisis causó una destrucción social generalizada, incluso la destrucción de la economía de Estados enteros (como en Grecia, el chivo expiatorio de la crisis de la deuda europea) y mantiene bajo una enorme presión lo que queda de democracia y de los Estados-nación en Occidente, por ejemplo en Francia. El sistema dominante no dejó que los mercados hicieran su trabajo, es decir, que quebraran los bancos, ya que se argumentó que eran «demasiado grandes para quebrar». En lugar de quebrar los bancos, ahora están quebrando a Estados y a sociedades enteras.
– El modelo actual se basa en una «competencia económica leal y sin trabas» entre múltiples actores económicos. Sin embargo, con el modelo nunca hemos tenido en toda la historia del capitalismo una concentración internacional del capital tan enorme, con estructuras monopolísticas tan grandes y vitales sectores para la alimentación, la medicina, la información, etc. Toda la pequeñas y medianas empresas están sucumbiendo al control oligopolístico, bajo los auspicios generales del capital financiero.
– El modelo se basa en el supuesto que el «mercado global» es acéfalo, no tiene un líder que decida y mucho menos un «dictador» que pueda violar sus propias leyes. Pero, el papel del dólar, el sistema SWIFT, el control de Internet por un puñado de grandes empresas, el papel de las agencias privadas de calificación, etc., combinados con la centralización del capital financiero y el secuestro de procesos que tradicionalmente han pertenecido al poder de los Estados (como el secuestro indirecto de la producción de dinero a través de la industria de derivados) desmienten esta imagen. Hoy, el Gran Capital Financiero Mundial actúa violando la ley del valor si sus resultados no se ajustan a sus normas. Washington ha impuesto sanciones a docenas de países en todo el mundo, mientras declara abiertamente que es completamente inaceptable que China se convierta en una potencia económicamente más fuerte que Estados Unidos. Algo que, por cierto, nunca se planteó cuando se aceptó a China como miembro de la OMC. Occidente proclama todo el tiempo su apoyo a un «orden internacional basado en reglas», pero viola constantemente esas reglas.
– Se supone que el modelo dominante garantiza, mediante los mecanismos del mercado y la competencia, el aumento continuo de la productividad y, en última instancia, una distribución equitativa tirando «hacia arriba» a las capas sociales más pobres y a los países más atrasados. La realidad es diametralmente distinta , asistimos a una explosión de las desigualdades tanto entre los Estados como dentro de los Estados, mientras que la estructura de los productos incluye cada vez más elementos antisociales y antiecológicos. En lugar de caminar hacia la «paz eterna» kantiana y al «fin de la historia» como lo sostienen los teóricos de la escuela, neoliberal, pasamos a la generalización de guerras cada vez más peligrosas, pero también a la generalización de una inseguridad desintegradora de los ciudadanos y de países enteros en todo el planeta. Una gran parte de la humanidad se debate bajo una enorme Deuda mientras que un pequeño número de empresas e individuos han acumulado una gran parte de la riqueza del mundo, amenazando con esclavizar a toda la humanidad. En la actualidad, tras el rápido retroceso del Movimiento Obrero en Occidente, sólo la multipolaridad puede ser una condición necesaria, aunque no suficiente, para evitar esa esclavización de todos los humanos.
– Como el sistema de «mercados libres” se ha mostrado completamente incompetente es la hora de abordar problemas vitales e incluso de supervivencia de la humanidad, en particular porque estamos traspasando los límites naturales del planeta. Nos enfrentamos a una contaminación generalizada del medio ambiente, a una crisis climática, al control de la información en manos de puñado de empresas privadas y , también, al desarrollode tecnologías muy peligrosas y socialmente incontroladas, como la biotecnología, la inteligencia artificial, la bioquímica, la neurociencia y muchas otras, tecnologías capaces de provocar la destrucción de la especie humana o de constituir la base de una «sociedad» totalitaria.
– Además, el sistema económico, objetiva y subjetivamente, fomenta la formación de élites locales que socavan el esfuerzo de las naciones o las regiones que tratan de conquistar soberanía e independencia.
Éstas son algunas de las razones por las que urge sustituir el Consenso de Washington por un Nuevo sistema económico, a escala nacional, regional y mundial. Si la búsqueda de la multipolaridad es la condición necesaria, sólo la creación progresiva de un nuevo orden económico, social y ecológico mundial es la condición necesaria para hacer frente a las crecientes amenazas que se ciernen sobre la civilización humana y sobre nuestra propia existencia.
Pero, ¿sobre qué principios puede y debe fundarse una alternativa al modelo actual?
¿Una alternativa al modelo actual?
A la luz de los múltiples problemas del modelo soviético y de todos los modelos económicos y políticos ultracentralizados, no se puede, negar la utilidad de los mecanismos de mercado, al menos durante un período largo, tanto por razones económicas como psicológicas y culturales.
Sin embargo, la función del mercado debe estar limitada por la existencia del Plan. El “mercado» podrá funcionar sólo en la medida que contribuya al aumento de la productividad, pero, al mismo tiempo, deberá estar “corregido» y «limitado» por la existencia de un plan general nacional, regional y mundial, que debe dar prioridad a las necesidades sociales básicas, a nivel nacional e internacional, y a la protección del medio ambiente natural.
Dado la crisis ecológica que coloca en peligro la supervivencia de la humanidad no tiene sentido hablar de economía ni de política. Por lo tanto, los mercados y su combustible propulsor, el beneficio y la acumulación perpetua de capital, deben ser sustituidos por el papel del Estado y su poder debe ser reducido y limitado por la ciudadanía.
La «corrección» también puede hacerse utilizando herramientas económicas. Sin embargo las medidas administrativas deben evitarse en la medida de lo posible. Por ejemplo, China ya está experimentando limitaciones entre el capital natural gastado en la creación por un producto.
En realidad, cuando un avión transporta, por ejemplo, ensaladas de Chile a Noruega, nadie tiene en cuenta el daño causado a la estratosfera terrestre a la hora de calcular costes y precios. Por cierto, cada vez hay más actividades económicas que exponen a los ecosistemas al riesgo de cambios irreversibles. Cuando una actividad empresarial crece sin controles el «daño esperado» al medio ambiente tiende al Infinito. Estas actividades deben eliminarse gradualmente.
No se puede permitir la propiedad privada en las fuerzas productivas muy grandes o estratégicas . Es inaceptable que un puñado de personas/empresas puedan controlar fuerzas productivas críticas o tecnologías de vanguardia. Como, por ejemplo, las relacionadas con el ADN y los organismos genéticamente modificados, la fabricación de virus, la circulación de información en Internet, las armas cibernéticas, los flujos de energía y dinero, la inteligencia artificial y muchas otras actividades económicas o tecnológicas, que puedan influir decisivamente en la alimentación humana, la educación la medicina y los medios de comunicación (Prensa, televisión, Internet).
El control estatal o social no es suficiente, porque los dueños de estos medios adquieren un poder tan desproporcionado que se imponen, como ha demostrado la experiencia de todas las supuestas regulaciones
La propiedad en estos sectores debe pasar a manos de los Estados y las sociedades. Pero, también la gestión debe alejarse del modelo clásico de control estatal, que crea una clase de gestores que, en última instancia, operan para su propio beneficio y no para el de la sociedad. Además, tanto la experiencia soviética como la de los sectores estatales de los Estados capitalistas han demostrado que la eficacia -incluso en el plano puramente económico- es limitada.
Para ello, es necesaria la aplicación simultánea de métodos de autogestión y de control social, a fin de tener en cuenta los intereses generales de la sociedad y no sólo los intereses de los trabajadores de una unidad de producción o de una industria.
La gestión de las nuevas fuerzas y tecnologías productivas por un sistema hipercentralizado no es posible ni deseable, en el largo plazo. Los problemas a los que se enfrenta la humanidad se deben abordar mediante una elevación general del nivel de la inteligencia colectiva de la sociedad, con colectivos cada vez más conscientes y responsables que participen activamente en la toma de decisiones.
También es evidente la necesidad de una democratización progresiva del sistema monetario internacional, quizá mediante el establecimiento de instrumentos monetarios regionales, pero también mediante la creación de un sistema de intercambios internacionales que intente anular la ley del «intercambio desigual», tal como la formuló Argyris Emmanuil, teniendo en cuenta la necesidad de elevar el nivel de las naciones más pobres y la crisis ecológica.
Es importante recordar en este punto que la Unión Soviética era, a diferencia de la Unión Europea, una organización que realizaba por principio la transferencia de excedentes de las regiones más ricas a las más pobres, una idea que Maynard Keynes, defendió, en términos diferentes, para el sistema económico internacional. Al regular los intercambios económicos internacionales hay que tener en cuenta la necesidad de hacer frente a las desigualdades a escala mundial y la necesidad de proteger el medio ambiente que hace posible la vida y la civilización.
Por supuesto se puede decir como dijo el Fausto de Goethe: Muéstrame la meta, pero también muéstrame el camino. Nos parece que nuestra tarea no es el «camino» sobretodo porque es imposible describir en detalle ese camino. En realidad, pienso, que no hay un camino prediseñado para lo que Marx describió como la transición de la prehistoria a la historia.
Todavía estamos muy lejos de poder implementar estas ideas a escala global. En la actualidad, y dadas las tendencias políticas y sociales que prevalecen en Occidente, una etapa de transición debe incluir necesariamente la lucha por un mundo multipolar y la formación de asociaciones regionales independientes tanto en América Latina como en África, por ejemplo. Es apropiado, sin embargo, introducir en este proceso elementos que contribuyan a la reforma general del sistema mundial capitalista.
Dimitris Konstantakopoulos, experto griego en economía y medio ambiente (Intervención en el Foro Económico de Petrogrado)
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