Por: Guillermo Almeyra
Alexis Tsipras, elegido en enero como representante de Syriza, una izquierda reformista y que actúa dentro del sistema pero democrática y antiimperialista, a partir de julio gobierna solo, con el apoyo de la derecha, para el capital financiero internacional y en particular para el imperialismo alemán, acaba de convocar a nuevas elecciones para sacar a la izquierda del Parlamento y unir más la derecha bajo su dirección.
Tsipras aprovechó la profunda desmoralización de la mayoría del pueblo griego después de que su gobierno desoyó el resultado del referéndum sobre las exigencias de Bruselas, cuando el No reunió a 61 por ciento; también utilizó las vacaciones de verano que dispersan a los griegos o los concentran para tratar de aprovechar el turismo extranjero en esos meses y la situación ambigua de la Plataforma de Izquierdas dentro de Syriza, que se opuso siempre a las concesiones a la Troika, pero sin romper con el gobierno que las hacía y sin presentar alternativas sólidas a esa política criminal. De todos modos, eldemócrata
Tsipras no convocó a un congreso extraordinario de Syriza por temor al peso en el partido de grupo de diputados y ex ministros de izquierda y prefirió que dicho congreso se realice después de las elecciones, o sea del voto, para el cual reúne tras su candidatura a toda la derecha, incluso sobre los partidos de dicha derecha y del centroderecha tradicional. Para mayor seguridad, llamó a elecciones sin que en 30 días haya tiempo para explicar las diversas posiciones ni para organizar ni movilizar los descontentos, y las hará después de la escisión del grupo de izquierda que le deja el control del partido, pues dicho grupo está concentrado en crear el nuevo partido Unidad Popular convocando contra Syriza a todos los que están en contra del pago de la deuda, las privatizaciones y el memorándum impuesto por la Troika.
La historia sólo registra una voltereta semejante: la del ex secretario del Partido Socialista Italiano a fines de la primera década del siglo pasado, que de un día a otro se convirtió en primer ministro del rey y de la derecha unida: Benito Mussolini, que terminó colgado cabeza abajo.
Tsipras, como Pablo Iglesias y Podemos, en España, se inspiraron siempre en el eurocomunismo
del Partido Comunista Italiano (PCI) –el más grande del mundo después del soviético y del chino–, que creía que el objetivo era llegar desde las instituciones al cuarto de los botones
de comando (el gobierno) como si el poder estuviera allí y eso bastase para derrotar a los dueños de la maquinaria estatal, los grandes capitalistas. Como es sabido, el PCI, que en 1976 tenía 34.4 por ciento de los votos, se disolvió tres meses después de la caída del bloque soviético, en enero de 1991, para dar origen al actual Partido Democrático, que tiene como modelo al partido estadunidense de los Clinton y Obama.
PCI, Tsipras, Syriza, Iglesias, Podemos y todos los vendedores de humo frito semejantes ignoraron siempre el principio elemental de que la independencia nacional así como las conquistas democráticas y las reformas son el subproducto de las luchas anticapitalistas independientemente del Estado de los patrones; ellos vivieron o viven sembrando ilusiones, desperdiciando el apoyo popular y organizando fracasos estruendosos que desarman, desorganizan y desmoralizan a los trabajadores.
¿Qué resultados podrían salir de las urnas en Grecia? Sin duda, un aumento de votos de Amanecer Dorado, el xenófobo grupo neonazi, estimulado por el gigantesco ploff de Syriza y por la llegada masiva de inmigrantes a las islas que recibían antes sólo los tan necesarios turistas. También un derrumbe de NeoDemocracia y del Pasok porque el voto de la derecha se concentrará detrás de Syriza y de Tsipras, que podría llegar a tener mayoría absoluta en el Parlamento. Es muy difícil que Unidad Popular (los ex dirigentes de la Plataforma de Izquierdas de Syriza) logre crear un frente fuerte con los comunistas, Astarsya y algunos sectores sobrevivientes a la desmoralización masiva que provocó la firma por Tsipras del memorándum rechazado el Oxi masivo y esperanzado.
Tsipras organiza elecciones en sólo un mes, entre otras cosas para pasar a dirigir la derecha con el apoyo de Bruselas y para expulsar del Parlamento a los diputados de izquierda. Aprovecha que ésta, hasta el viernes último, estaba empantanada en Syriza y, sobre todo, no tiene una política ni propuestas comunes, aunque está unida en el repudio a la sumisión total frente a Alemania y laTroika.
Deberán pasar meses hasta que Unidad Popular, que por algo no tuvo el coraje de romper antes con Syriza, elabore una política sobre qué parte de la deuda pública se debe pagar, sobre qué hacer frente a la Unión Europea, sobre cómo oponerse a la venta por casi nada de las propiedades del pueblo griego (aeropuertos, puertos, servicios de todo tipo) y sobre cómo reordenar la economía griega. Sobre todo, porque Grecia está sola y en Alemania, Francia, Italia e incluso España hay sectores pobres y trabajadores que se aferran a la ilusión de una leve recuperación económica capitalista, alentada además por la caída del precio del petróleo que abarata la producción y el transporte.
Un nuevo gobierno de Tsipras probablemente acentuará los rasgos bonapartistas, tratará de cooptar direcciones sindicales y recurrirá a la represión frente a quienes protestarán o resistirán tanto por la derecha como por la izquierda social. Además, es muy duro el golpe que Tsipras acaba de dar a Podemos (golpe multiplicado por la estupidez de Iglesias que respalda lo que hizo Tsipras). Si Podemos esperaba crecer en España a costa del PSOE, serán los socialistas, en cambio, los que concentren la oposición a Rajoy, ganando votos entre los ex votantes potenciales de Podemos y eso aislará aún más en Grecia a quienes luchen por la independencia nacional, las conquistas democráticas, la defensa del nivel de vida de los trabajadores griegos.
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