Fuente: Aitor M. Carmelo
Hoy, casi dos meses y medio después del inicio de la campaña militar, las SDF controlan totalmente la ciudad de Manbij, tras una lucha que se ha producido barrio por barrio y calle por calle.
Manbij, ubicada en el norte de Siria a escasos 30 kilómetros de la frontera con Turquía, contaba antes del inicio de la guerra con aproximadamente 100.000 habitantes. Cuando en 2011 las protestas contra Assad desembocan en una auténtica guerra civil, Manbij, una ciudad caracterizada por una gran diversidad étnica, permanecerá en una relativa calma durante los primeros meses de tensiones.
Acuciado por los disturbios y revueltas que arreciaban en diversos puntos del país, el régimen de Assad decidió replegar sus efectivos aún leales a las zonas más pobladas y estratégicas, ubicadas fundamentalmente en el oeste de Siria. Y en los mapas que ya entonces se elaboraban, Manbij aparecía como zona rebelde, aunque de facto la organización más poderosa eran de lejos las YPG-YPJ (Unidades de Protección Popular). Las YPG surgían vinculadas al PYD (Partido de la Unión Democrática), una organización hermanada con el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y que representaba los intereses de la minoría kurda asentada en la franja norte de Siria. Cuando la Guerra Siria parecía ser tan solo un conflicto entre régimen y rebeldes, las YPG se ubicaban en una posición neutral, aspirando tan solo a controlar la situación en las zonas de mayoría kurda.
Conforme los primeros choques armados devinieron en una auténtica guerra de milicias, la frontera turco-siria adquirió un valor estratégico inusitado, pues se convirtió en la principal vía de entrada tanto de armamento como de combatientes para el bando rebelde. Los propios servicios secretos turcos organizaron esta red de suministros que, proporcionados por países como Arabia Saudí, Qatar, otras monarquías del Golfo Pérsico y los propios Estados Unidos, abastecieron de un material imprescindible fundamentalmente a grupos islamistas y yihadistas contrarios a Assad.
En ese escenario, las YPG –pobremente armadas– se repliegan hacia el cantón de Afrín (zona noroccidental de Siria) y al cantón de Jazira (zona nororiental), dejando una basta extensión de cientos de kilómetros de frontera controlada por milicias fundamentalistas. Uno de estos grupos armados era ya DAESH (Estado Islámico de Siria e Irak), que en aquel entonces mantenía una estrecha alianza con otros grupos opositores.
El inestable equilibrio de fuerzas existente en el bando rebelde salta por los aires a comienzos de 2014. DAESH, que se había nutrido de grandes cantidades de armamento estadounidense arrebatado a un esperpéntico ejército irakí, iba ganando más y más protagonismo en la contienda siria, asimilando a otros grupos islamistas y eliminando a todos aquellos (islamistas o laicos) que no se plegaban a su hegemonía. Tal y como sucede en otras partes de Siria, DAESH se hizo con el control de Manbij tras algunos enfrentamientos con otras milicias rebeldes. Posteriormente, en junio de 2014 Abu Bakr Al-Baghdadi se proclamaba en Mosul Califa de un Estado Islámico cuya capital de facto se ubicaría en Raqqa, ciudad siria situada en la ribera del Eufrates.
En octubre de 2014 comienza la batalla de Kobane, conocida también como el Stalingrado kurdo. Hasta esa ciudad, con un importante paso fronterizo con Turquía, se habían replegado las unidades de las YPG kurdas, incapaces de contener a un DAESH que avanzaba exhibiendo un enorme podería militar, siendo percibido como un ejército prácticamente invencible durante aquellos meses.
Sin embargo, los milicianos y milicianas de las YPG resisten heroicamente en la ciudad, a pesar de que Erdogan, bloqueando además el paso a la población refugiada que huye de los combates, evita que a la ciudad situada lleguen por suelo turco suministros y combatientes dispuestos a defender la plaza. Es más, en plena frontera se puede ver una confraternización absoluta entre DAESH y el ejército turco, sustentada en la convicción de Erdogan de que, para los intereses de Turquía, era preferible que la zona estuviera controlada por DAESH y no por fuerzas kurdas. Sin embargo, tras tres meses de resistencia, Estados Unidos se convenció de la necesidad de apoyar a las YPG, iniciando una campaña de bombardeo sobre posiciones de DAESH que permitió tan solo tres semanas después expulsar al grupo terrorista de la hoy emblemática ciudad. Poco después, gracias a una campaña relámpago, las YPG liberaban Tell Abyad y conectaban Kobane con los territorios que los kurdos ya controlaban en la esquina nororiental de Siria.
Desde aquel momento hasta hoy, y apoyadas desde el aire por la fuerza aérea norteamericana, las fuerzas kurdas no han parado de arrebatar terreno a DAESH. Se trata de una extraña alianza que une a la superpotencia mundial con un grupo político que hasta 2005 se definió ideológicamente como marxista-leninista. En este año, sin embargo, vio la luz un texto: Declaración del Confederalismo Democrático. Escrito por Abdullah Ocallan, histórico líder del PKK preso en Turquía desde 1999, definía una nueva estrategia para el movimiento kurdo que, inspirada en las ideas del libertario Murray Bookchin (con quien Ocallan mantuvo correspondencia desde la prisión), abandonaba la idea de crear un estado-nación kurdo.
Este nuevo planteamiento posibilitó en parte la creación de las SDF (Fuerzas Democráticas Sirias), una coalición estable que vinculaba a las YPG con algunas de las milicias seculares que, habiéndose levantado contra Assad en 2011, también eran opuestas a un bando rebelde cuyo giro hacia posiciones islamistas y yihadistas era más que evidente.
Aún cuando las nuevas SDF eran y son un grupo muy diverso desde un punto de vista étnico y religioso, es obvio que el peso de las operaciones militares recae sobre las unidades kurdas. Se calcula que el 85% de sus efectivos son kurdos y kurdas vinculadas a las YPG e YPJ. Durante sus primeros meses de existencia fueron arrebatando terreno en zonas de mayoría árabe, al tiempo que anunciaban una campaña para liberar Raqqa. Sin embargo, tal y como casi todos los analistas preveían, el siguiente objetivo sería la franja de terreno que, al oeste del Eufrates y limítrofe con Turquía, aún estaba en manos de DAESH.
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